La toma de decisiones y sus consecuencias

Marta Villarte //

Nos ponemos en situación. Segundo de bachillerato, hormonas revolucionadas, la palabra selectividad hasta en la sopa… Fue en ese escenario cuando mi profesor de historia del arte nos lanzó una pregunta: ¿Qué preferís, ser libres o que otros tomen vuestras decisiones? La respuesta del noventa por ciento de la clase fue la misma. La libertad, pero nadie mencionó que eso podría traer consigo consecuencias.

Pasados casi cuatro años el mismo profesor solicitó mi ayuda y la de una compañera para dar una charla a unos estudiantes y resolver alguna de las dudas que más les atormentaban. Pese al bonito reto que suponía, no pude evitar agobiarme ya que, en parte, yo me encontraba en una situación parecida. Estaba finalizando una etapa educativa y la incertidumbre del futuro hacía que mi pecho se oprimiera. No obstante, pude sacar algo bueno de aquella oportunidad y conseguí multitud de testimonios y opiniones de adolescentes que se encontraban en el mismo punto muerto que yo. 

Llegamos al aula con una vaga idea de cómo saldrían las cosas, la sala estaba bastante llena y a los estudiantes se les notaba receptivos. Mi compañera y yo ideamos un juego por el que cada uno de los jóvenes debería sacar un papelito de una bolsa y responder en alto a la pregunta que le estábamos haciendo, más tarde nosotras contaríamos nuestras experiencias y las de nuestros amigos para ayudarles. 

Fue en el momento en el que un chico que quería cursar una FP sobre mecánica cogió el papel en el que aparecía escrito: ¿Eres autoexigente?, ¿eso te ha causado alguna vez ansiedad?  cuando el resto de la clase pareció prestar un poco más de atención. En el fondo de la sala se oyó a una chica con una cinta en la cabeza decir un sí un poco más alto que su compañero. Los dos chicos que se encontraban una mesa a la derecha se rieron nerviosos. Todos ellos afirmaron ser autoexigentes, y la mayoría aceptaron que aquello les había causado ansiedad, además, pusieron varios ejemplos personales sobre situaciones que les habían generado estrés y que abarcaban desde su vida diaria (familia, amigos…) hasta planes para el futuro como viajes. 

Aquella situación me recordó a un artículo que había leído meses atrás sobre psicología y ansiedad. En él la escritora Byron Katie, que había sufrido depresión y ansiedad durante muchos años de su vida, creaba un modelo de actuación a través de la siguiente pregunta: ¿cuál es el asunto en el que me incluyo?

Solo nos deberían interesar los asuntos propios
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Existen tres tipos de asuntos; mis asuntos, los asuntos de otros y los asuntos de dios (o causas naturales). En los dos últimos, los sujetos tenemos un control limitado a la hora de actuar, es decir, si tu pareja o familiar está frustrado y la paga contigo, tú puedes elegir actuar de una determinada manera (enfadándote, hablando las cosas, ignorándole…), pero jamás podrás hacer que piense o actúe como tú quieres ya que no puedes controlar a esa persona. De igual manera sucedería con un fenómeno natural, por mucho que quieras ir a la playa y bañarte si hay una tormenta y la bandera está roja no vas a poder hacerlo, pero puedes decidir cómo reaccionar. Es ahí donde entran los asuntos propios, tú decides cómo actuar ante una situación que no puedes manejar.

Tan solo tienes el control de tus acciones y decisiones, y es en ello en lo que te debes centrar para que no se te vaya de las manos. Parece fácil. Con un simple ejercicio de reflexión podríamos tener un mayor control sobre las cuestiones que nos acechan y producen ansiedad. Sin embargo, si es tan sencillo, ¿por qué vivimos tan estresados? ¿De cuántos asuntos ajenos nos hacemos cargo? ¿Qué partes de nuestro modelo de vida nos llevan a un estado de ansiedad?

La gente necesita likes

Nosedive o Caída en picado de Black Mirror ilustra el impacto que tienen las redes sociales en sus usuarios. Las similitudes con Instagram nos llevan a plantearnos si realmente nosotros mismos estamos viviendo la distopía que se narra en el capítulo. A lo largo de esta historia, las comparaciones retratan rasgos de nuestra sociedad y su actividad en internet, desde la falsedad de lo que se publica en las redes, hasta la insatisfacción por no conseguir la cantidad de likes que nos proporcionan un alto estatus. Un sistema basado en una puntuación de cinco estrellas y de una esfera de influencia que tiene que ver con el número de seguidores que cada usuario posee. A lo largo del capítulo se nos recuerda constantemente que esta posición puede cambiar en cualquier momento si los usuarios no se muestran activos o van en contra de la cortesía o las normas de la aplicación. Nosedive nos deja el control social que generan las redes sociales y nos plantea a cómo nos pueden hacer perder el mando de nuestras vidas o causar falsas expectativas 

Miles de imágenes nos bombardean constantemente día a día y nos hacen creer que la vida idílica existe, que aquellos a los que seguimos y denominan influencers no sufren. Vivimos frustrados por aspirar a algo que ni siquiera es real, pero las reglas del juego son claras y adictivas, cuanto más hagas ver que tu vida es maravillosa, más aceptación y “me gustas”. Ahora las redes sociales, en especial Instagram, se incluyen en el pack de causas naturales que no podemos controlar. Solo podemos decidir sobre qué queremos subir y la frecuencia con la que lo hacemos.

La psiquiatra y psicoanalista francesa Marie-France Hirigoyen habló en una entrevista publicada por El País sobre el narcisismo y cómo fingimos en nuestro día a día para conseguir esa imagen que anhelamos, o al menos creemos anhelar. Para Marie-France el sistema capitalista nos ha proporcionado muchos avances, pero también más desigualdades. “Cada día tienes que demostrar que eres un ganador, porque el que no es un ganador es un perdedor, no es nada, y entonces se derrumba”. Este sistema nos exige que para triunfar seamos guapos, inteligentes y sobre todo que parezca que siempre seamos felices. La imagen que proyectamos lo es todo, más allá de nuestros estudios, cualidades o conocimientos lo primero en lo que se fija todo el mundo ahora es en lo que publicamos en las redes. Si una persona no es feliz ha de ocultarlo, si tiene una vida aburrida debe cubrirlo y eso nos deja a individuos que en realidad no existen.

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¿Hasta qué punto nos pueden influir las redes sociales y la tecnología? Tatiana Iñiguez Berrozpe, Socióloga y docente en la Universidad de Zaragoza, explica la importancia de las redes sociales como agente socializador: “La familia o cualquier otra persona de nuestro entorno nos siguen influyendo pero no tiene ni punto de comparación con la fuerza de las redes sociales”. Existe un tipo de influencia social que está relacionado con la pertenencia a un grupo, cuanto más grande sea ese grupo más poder tiene, esta fuerza se ejerce en dos direcciones; de manera externa, es decir te sientes protegido por otras personas- por pertenecer a un grupo determinado porque están apoyando tu estilo de vida-, e internamente, ya que sufres la presión de ajustarte a las normas de ese grupo para encajar.

Para Tatiana esta esfera de influencia es más acusada cuando somos jóvenes, “conforme vamos creciendo nuestra identidad se va formando, cuando llegamos a la vida adulta tenemos una personalidad bastante formada y construida”. No obstante, la socióloga advierte que la identidad siempre está en un proceso de continua construcción, por lo que ninguna persona es ajena a la influencia de las redes sociales.

Una aplicación decidirá nuestras acciones
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¿Qué deparará el futuro en lo referente a las nuevas tecnologías? Y sabiendo que todo cambia a un ritmo frenético, ¿cómo se puede predecir el día del mañana y estar preparados para ello? 

Yuval Noah Harari plantea una serie de teorías en su libro Homo Deus referentes a la evolución de las nuevas tecnologías y su futuro.

En el libro se diferencian dos partes del cerebro: la racional que toma decisiones y la sensitiva que vive el momento. Según el autor, el lado racional se encarga de tomar las decisiones. Es crítico con los actos y se preocupa por las consecuencias. En cambio, el sensitivo se encarga de captar el momento y reaccionar según lo que el lado racional le está dictando. 

Cuando el lado racional no sabe cómo reaccionar, el sensitivo se altera y nos produce estrés y ansiedad. Esto en el futuro no será un problema si nos basamos en la teoría de Yuval: las aplicaciones y la tecnología tomarán las decisiones por nosotros porque en la actualidad ya lo hacen.  El autor pone varios ejemplos como cuando le preguntamos a Google por el tiempo, el tráfico, la bolsa … O cuando Netflix nos sugiere una película o serie que tiene todo lo que nos gusta. Las previsiones para el futuro de Yuval son un sistema de control en todas y cada una de las personas que monitorizará desde nuestro estado de ánimo hasta nuestras constantes vitales, para avisarnos si algo va mal y qué debemos hacer. En definitiva, el control absoluto de las aplicaciones sobre el ser humano.

La escritora y periodista Marta Peirano avisó del sistema de control al que estábamos sometidos en una de sus charlas TED. Explica que hoy en día se puede geolocalizar a cualquier persona por reconocimiento facial sin importar el lugar en el que esté o cómo se esconda. También avisa de cómo el gobierno de China utiliza este sistema para lo que ellos llaman un “control social sobre la población” y cómo el uso de datos fue un factor clave en las elecciones a la presidencia de 2016 en la que Trump salió victorioso. 

Este control va más allá, la periodista recordó a los asistentes que los gigantes de internet como Google o Amazon te dejan usar su infraestructura dentro de la web, y hacer lo que quieras con ella, a cambio de tus datos. Un intercambio que parece incluso beneficioso para los usuarios pero que se puede acabar volviendo en nuestra contra, ya que conocen todo sobre la persona que acepta la política de cookies y pueden usarlos a su antojo. 

Tras estos ejemplos de cómo la tecnología puede tener el control sobre nuestra vida vuelvo a la pregunta que un día me hizo mi profesor con un pequeño matiz. ¿Qué preferís, ser libres o que la tecnología tome vuestras decisiones?

 

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