Lady Tyger y los golpes que no dio

Celia Montero //

Hay figuras femeninas ocultas por el patriarcado. Ni siquiera los libros de historia han conseguido reproducir fielmente la realidad. Las mujeres también construyeron el pasado, e incluso algunas fueron artífices de los éxitos de otras personas que les arrebataron el mérito. 

Este fue el caso de Marian Trimiar, la protagonista de Lady Tyger. Es mi cuerpo y es mi vida. Una boxeadora que abrió puertas a las mujeres y pese a ello no fue tratada como lo que es: una pionera. Fue apartada casi a la fuerza de la que era su pasión. Su nombre no aparece ni siquiera en los primeros resultados si introducimos “pioneras del boxeo” en el buscador de Google. 

Libros del K.O. publica este libro de Silvia Cruz Lapeña como parte de una colección de biografías bajo el nombre de “Héroes y villanos”. Silvia, que es una periodista amante del flamenco y el boxeo y se dedica a escribir sobre ello (y sobre muchas otras cosas), busca precisamente recordar a nuestro imaginario que boxeo y mujer pueden estar unidos en la misma frase. Y el medio ha sido darle a Lady Tyger la visibilidad que merece. 

La boxeadora se sumergió en una lucha que desembocó en una huelga de hambre frente al edificio del promotor de boxeo Don King. Finalmente, se vio obligada a abandonar porque la pared contra la que empujaba se le hizo inquebrantable. No como su ilusión. 

Marian Trimiar fue la primera mujer en obtener la licencia de boxeo en Nueva York, junto a “Cat” Davis y Jackie Tonawanda, aunque les llevó tres años recibirlo oficialmente. Pese a su compromiso y calidad en el ring, no consiguió ni siquiera comer de la profesión de su vida. Ahora vive al margen del boxeo en algún lugar en el que no se la puede localizar. Tiene 66 años y la toalla que tuvo que tirar hace más de tres décadas todavía descansa en su suelo. 

Sin leer el libro de Silvia Cruz Lapeña, pocos podrían dar algún dato sobre Lady Tyger, pero si nos preguntan por Muhammad Ali, como mínimo todo el mundo sabría relacionarlo rápidamente con este deporte. El reconocido boxeador ignoró los esfuerzos de sus compañeras de profesión por trepar la pared de hormigón que las separaba de los hombres. El libro destapa la diferencia entre ser una buena boxeadora y ser una boxeadora célebre. Por desgracia, lo excelente que era Marian no fue suficiente para darle de comer. Y para ser célebre hubiese necesitado el apoyo de aquellos que, como Muhammad, tenían poder para llevarla a lo más alto del deporte de combate. 

La biografía se estructura en capítulos cuyos títulos hacen pensar antes de descubrir qué es lo que esconden. “Debut y destino”; “Pegar y parir”; “Mala suerte y mal reflejo”. Dos términos que incluso podrían ser contrapuestos y que, más tarde, el capítulo se encarga de relacionar contando la vida de Marian. 

Silvia trata de llenar los huecos que hay sobre la vida de Lady Tyger a partir de las informaciones que ha podido recopilar de personas cercanas a ella. Un trabajo de documentación y escritura de alabar porque tiene la dificultad añadida de plasmar una vida sin poder contar de primera mano con las sensaciones y el testimonio de la protagonista.

Retrata el mundo del boxeo como una extensión más de la sociedad patriarcal en la que hemos vivido siempre. Pero en el boxeo no solo influye el patriarcado, sino que también entra en juego otro sistema que también nos tiene bajo su poder: el capitalismo. Cuando el dinero favorecía y los hombres la dejaban, Lady Tyger peleaba. Cuando no, nadie creía en ella. Y ella lo acataba, aunque las peleas de mujeres fuesen pésimamente remuneradas. 

“Lady Tyger. Es mi cuerpo y es mi vida” es una biografía que no te cansas de leer. Es una historia de lucha que no acaba como un director de Hollywood o un escritor romántico habría deseado, porque trata de la vida real. La escritora podría haber endulzado el final con unas palabras sobre el destino y sobre encontrar la felicidad en otros lugares a pesar de haberse alejado de su verdadera pasión, pero no. Porque un final feliz no es el final de todas las historias, y debemos saberlo.

 

 

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