Las sinrazones de TH1RTEEN R3ASONS WHY
Berta Jiménez//
Hannah Baker se corta las venas en su bañera. Se suicida. Decide que toda la violencia que vive, que sufre y padece -en su piel y en su entorno- son más que suficientes para dejar de existir. La protagonista cuenta sus motivos en 13 cintas de casete; Netflix, se lo cuenta al mundo en 13 capítulos.
En los últimos meses Th1rteen R3asons Why ha estado inundando nuestras pantallas, nuestros muros de Facebook, la crítica cultural… No podía ser de otra forma al tratarse de un cóctel más que interesante: el poder intrínseco de Netflix -que se erige como una de las grandes productoras de la nueva era de las series- y su temática, que trata uno de los grandes tabús de occidente: el suicidio.
Oír a un muerto siempre impresiona. Más aún si su desaparición es reciente y trágica. “Soy Hannah, Hannah Baker” la voz de la protagonista inunda toda la serie, es su off. Ya no está, pero habla en presente. Su tono, lejos de estar cargado de la nostalgia propia de una carta de despedida, es acusativo. Hannah vuelve —o tal vez no se ha ido— del más allá para señalar con el dedo a los que considera sus verdugos.
Aunque desde el punto de vista narrativo la serie no ha sido muy alabada —hay muchos agujeros e incongruencias argumentales— su mensaje sí se ha presentado como ejemplo para reflexionar sobre el bullying. Tal vez esta ficción de 13 capítulos haya puesto sobre la mesa, de nuevo, un tema urgente, pero ¿es un discurso puro como parece?
1.¿La culpa es de las redes sociales?
Desde el inicio de la serie destaca su tono vintage, desde los filtros hasta el vestuario, ¿cómo sería posible si no que en 2017 una persona utilice cintas casetes? Este recurso no es gratuito y funciona como una crítica a las redes sociales: “Facebook, Twitter, Instagram. Nos han convertido en una sociedad de acosadores” se lamenta Hannah en una de sus cintas. La serie funciona en todo momento entre las dicotomías analógico/digital, pasado/presente, bueno/malo. Pero ¿qué fue antes el huevo o la gallina? ¿Es la nueva era de la información la que nos ha convertido en bullies? ¿No son acaso las redes solo otra herramienta en la que proyectar nuestras realidades, nuestro comportamiento? Es innegable el hecho de que el acceso a la vida de otras personas de forma instantánea 24/7 puede resultar un facilitador del acoso. Pero más que la causa, las redes son un espejo: si lo tecleas, lo piensas.
2. Una cuestión de género
El acoso escolar está (y siempre ha estado) muy extendido y hasta hace pocos años, por falta de conciencia, contaba con la complicidad institucional. Visibilizarlo es de ley. Pero todo el acoso que recibe Hannah Baker responde a cuestiones de género: paternalismo, infantilización, lgtbifobia, acoso sexista, agresiones sexuales, victimización secundaria. A Hannah la cosifican, la hipersexualizan, la juzgan por vivir libremente su sexualidad, la violan, la tratan de exagerada. Y, sorprendentemente, la palabra machismo no aparece en ningún momento. En ningún capítulo. Aunque esta lectura de género sea obvia, quizá no estaría de más llamar a las cosas por su nombre en una serie que se nos vende como imprescindible para los jóvenes.
3. “No” siempre es “no”
Aunque Hannah sea la protagonista, le complementa la figura de Clay: el (no tan) goodboy que estaba profundamente enamorado de ella. Cuando Hannah muere Clay solo es capaz de habitar el desconcierto. No comprende por qué se ha suicidado, ni mucho menos, por qué él también es culpable de esa decisión. «Clay, bienvenido a tu cinta»: tal vez este sea el capítulo más sombrío. ¿La razón? El mensaje encubierto que lanza: el amor romántico debe justificar el no consentimiento.
En la cinta Hannah le echa en cara a Clay lo único que hace bien en toda la serie: respetar su “no”. Hannah y Clay han decidido (por fin) darse un recíproco “me gustas”. Tras besarse apasionadamente Hannah quiere parar. Ama a Clay pero necesita parar. Clay la respeta, le pregunta. “VETE”. Y se va. Y Hannah está dolida porque se fue. Respetamos que Hannah se sienta así, pero la que habla no es ella: es un guion, una cultura que exalta el amor romántico porque todo lo puede: incluso un “no”.
En la serie, el consentimiento es un tema que aparecen de forma recurrente. Que se juzga abiertamente, a menos que ¡vaya! si se trata de tu pareja, entonces “no” quizás sea “sí” y “vete” puede significar “quédate”. Un mensaje nocivo teniendo en cuenta que el mayor número de violaciones se producen dentro de la pareja.
4. Soy un acosador, pero no te metas con mi novia
Clay es el peor de todos. Se escuda tras su actitud soy-un-alma-triste-y-errante pero es igual de abusón que los jugadores de baloncesto. Es un cabrón. Un cabrón no popular. Y oprime a los más oprimidos que él. Se mete con Tyler. Trata fatal a Skye. No cuida a sus amigos. Calla, mira e incluso ríe cuando se meten con Hannah. Es un cómplice.
El final de la serie lanza un mensaje de esperanza: Clay vuelve a preocuparse por Skye. Se ha curado. Es bueno. Sin embargo, no lo hace como respuesta a una reflexión o toma de conciencia ante su malfaire. Es más bien desde una bondad vivalagente: Voy a volver a hablar con esta pringada porque Hannah se suicidó no porque haya que tratar bien a las personas.
5. El derecho al mal
La posición de Hannah a lo largo de toda la serie ha sido duramente criticada: “no era para tanto”, “tiene problemas banales”, “ella también trata mal a las personas”, “fue su decisión, no puede culpar a los demás”. Todas estas afirmaciones pueden ser ciertas. A cada cual su interpretación, pero no hay que olvidar que Hannah está en un proceso de depresión por lo que resulta bastante injusto juzgar desde fuera algo tan personal como su percepción de los hechos.
Por otro lado, Hannah es en todo momento la chica perfecta. Representa el rol de feminidad tradicional: guapa, delgada, interesante, simpática, diferente a las demás, inteligente y con buenas notas. Aguanta y aguanta todo lo que no debería aguantar. ¿Por qué le criticamos entonces que al final decida lanzarlo todo por la borda y buscar venganza sonora y generar malestar?
Autora:
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![]() Vivo en un estado entre la inquietud y la hipérbole. He venido paracabrearme con el mundo, para contar historias, para experimentar con el lenguaje ¡Y voy a por el nuevo nuevo nuevo periodismo! Aunque no tengo dioptrías llevo gafas violetas. Redactora en Altaïr Magazine. Hace poco también tropecé con la sociología criminal y la crónica negra…
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