Tanto andar para quedar aquí: la Venezuela inmóvil de Doménico Chiappe
Venezuela lleva años en el centro de la noticia y el debate político. El chavismo, ahora sin Chávez, se enfrenta a una situación económica que bordea el colapso y la pérdida de confianza de los electores. El periodista y escritor Doménico Chiappe (Lima, 1970) publica Largo viaje inmóvil (Círculo de Tiza) para mostrar su visión del país a través de los rostros y voces que se esconden tras los datos que día a día vemos en los medios de comunicación.
Al otro lado de la pantalla está Doménico Chiappe en su casa de Madrid. Ha comido a la carrera porque el libro lleva unos días en las librerías y las mañanas se hacen largas en la sede de Círculo de tiza con toda la cosa de la promoción. Mientras hablamos, de vez en cuando, da sorbos a una taza de café bien negro, solo y cargado, como es común en Venezuela. Doménico nació en Lima, aunque a los cuatro años sus padres les cogieron a él y a su hermano y se fueron a Caracas huyendo de la dictadura de Velasco Alvarado. Fue un exilio que se fue “dando poco a poco”, dice, y que dejó todo aquello referente a su país de origen “dentro de la intimidad del hogar, en sus cuatro paredes”. Con el tiempo, de una manera inconsciente pero firme, decidió envolverse de toda la realidad venezolana. Decidió ser venezolano.
En un primer momento estudió Oceanografía, lo que, dice Sergio Ramírez en el prólogo de Largo viaje inmóvil, le dota de una virtud para “ver debajo del agua”, y así encontrar las criaturas y las historias que pueblan sus crónicas. Después, la realidad social venezolana fue la que, en el convulso interinato que sucedió al gobierno de Carlos Andrés Pérez (presidente de Venezuela en 1974-1979 y 1989-1993), le fue sacando a la orilla para acercarle al periodismo. Y allí se quedó.
Ahora recupera todas aquellas noticias, perfiles y reportajes que fue escribiendo a lo largo de dos décadas para tratar de entender y contar el sistema construido desde las primeras elecciones que ganó Hugo Chávez en 1999 hasta la situación de caos y colapso que se vive hoy. El chavismo.
– ¿Por qué Largo viaje inmóvil?
– Hay un dicho en Venezuela que es “tanto nadar para morir en la orilla”. Pues eso. ¿Han pasado en el país tantas cosas para llegar a un punto en que la gente que esta retratada en este libro no haya avanzado nada? ¿Todo lo que ha pasado en Venezuela, en estos 15 años, en estos 40 años, para qué este país esté como si se acabaran de librar las guerras de independencia? Un país devastado, un país dividido… Hemos vivido todo esto para quedar en punto muerto; en un retroceso de 100 años. Un larguísimo viaje en el que no se ha avanzado nada. Esa era la idea. Cómo vamos a recuperar estos 15 años de desastre. Va a llevar muchas generaciones reparar. Porque en 15 años es mucha la gente que ha sido desactivada productivamente. Si a ti te desactivan a los 30 años, a los 45 para qué sirves; si lo hacen a los 20, para qué sirves a los 35. Es que ni siquiera has logrado tener una educación ni un basamento técnico o profesional que te permita ganarte la vida. Naciste y has pasado 15 años ahí, sin que te hayan preparado para un futuro, solo para vestirte de rojo y esperar a que el estado te de las prebendas en mano. Esa es la situación de una gran parte de la gente en Venezuela, el chavista y el no chavista, el total de la población. Han destruido todo lo que se producía, han usado parte del dinero del petróleo para comprar productos carísimos que regalaban -ahora ni eso-, toda iniciativa individual y privada ha sido perseguida e impedida por una cantidad de burocracia y de leyes creadas para desactivarla. Ese es el largo viaje inmóvil.
–El libro nace de otros textos y artículos que publicaste, ¿cómo fue el proceso de creación?
-Parte de un trabajo bastante intenso que hice durante la muerte de Chávez para la agencia Colpisa y los medios regionales del grupo Vocento. Estuve por allá, y a partir de ahí pensé que hacer esto tenía sentido. Pero tenía que jugar al contraste del antes de Chávez y el durante Chávez, para a partir de ahí explicar cuál era el legado del chavismo y cuáles eran las razones por las que se había llegado hasta aquí. Entonces empecé a revisar todos los artículos que había publicado, vi que había temas que podían participar o no de ese diálogo y fui eligiendo, los agrupé por temas… Eso me permitió hacer una narrativa que es la que forma este libro, que combina pasajes, pero no reproduce aquellos artículos. Me sirven para tomar información, datos, esas cosas en que la memoria es muy frágil. Lo interesante de esto es que ves que algunas cosas que habías publicado tienen un parangón con otras que sucedieron años después, y ese diálogo se va concretando, como cerrando un círculo. Cada pieza, cada historia, funciona por sí sola y también como eslabones que van aislados pero se van comunicando entre ellos. Cuando escribes un libro y no estas atado a la actualidad del periodismo lo que te interesa es la escritura reposada, el análisis que vas metiendo entre medias, la confirmación de una hipótesis; y sobre todo el contraste y la posibilidad de volcar muchas voces dentro del texto.
A las cifras y hechos que vemos a diario en los medios, Chiappe les pone rostro, les da voz y los muestra en movimiento, con vida; para componer una panorámica del Venezuela con escenas del día a día. Estrellas de la farándula que murieron en la pobreza y la soledad, banqueros, ministros, asesinos y asesinados, periodistas como Teodoro Petkoff con el país como cárcel, misses que no ganan contra todo pronóstico concursos amañados bajo una apariencia democrática y popular… Todos son personajes que cuentan algo más allá de su significado aparente. En sus páginas viajamos a la selva para ver cómo la polarización partidista invade hasta los poblados indígenas más recónditos, a los cementerios en que se venera a los malandros en los ritos de la santería, e incluso a una morgue en la que, de la mano de un narrador en segunda persona, nos encontramos frente a un cuerpo inerte y sus recuerdos.
El presidente ausente
“Fue todo tan increíble, de verdad. Imagínate un país en el que tienes a un presidente sentenciado por una enfermedad terminal, que sale reelegido, y una vez reelegido se va a otro país a desaparecer durante 6 meses, hasta que del otro país te dicen que acaba de morir. Durante 6 meses nunca lo has escuchado siquiera, siempre te han dicho que ha firmado tal cosa, que ha dado tal orden, que les manda saludos, pero ni siquiera ha dado una locución. Y de pronto te dicen: “ha muerto tu presidente, ahí te lo mandamos”. Entonces se vuelca todo en una campaña electoral, se ajustan todos los tiempos, violando leyes y cualquier cosa para nombrar a Nicolás Maduro sucesor de Chávez, y se hace una campaña durante el funeral para que al término del funeral se hagan las elecciones. Tú cuentas eso en una novela y es poco verosímil; pero es veraz”.

Las tres crónicas del entierro de Chávez ocupan la parte central del libro, y en ellas la imagen del viaje inmóvil se vuelve explícita. El ritmo de la narración y la sucesión de imágenes y voces te trasladan a la marabunta interminable de gente que hace cola durante horas para dar su último adiós al presidente. Sientes el ruido de los motoristas que aparecen por todos lados. “La anarquía más absoluta, la utopía anárquica está encarnada en los motorizados de Venezuela. Es una forma de movilizarse, pero también un estado anímico, un estado mental”, cuenta el cronista. Los vendedores de mercadotecnia chavista, los políticos que se pelean por encontrar el puesto más cercano al ataúd, las camisas rojas aquí y allá. Toda la caracterización del sistema que denuncia está presente allí, y en esas páginas Chiappe mezcla escenas, voces y datos para desenmascararla.
-¿Qué crees que significó la muerte de Chávez?
-En todo el devenir venezolano, la muerte de Chávez es un punto de inflexión. Lo estamos viendo ahora. Es cierto que nos hubiera gustado que se hubiera dado una transición más rápida, que quien llegara al poder hiciera una apertura democrática, y dijera: “sí, hay que modificar ciertas cosas del país”, en vez de enquistarlas como ha hecho Maduro. Pero la muerte de Chavez ha sido un punto final, ahora lo que viene es la agonía.
-¿Hay muchas diferencias entre el liderazgo de Chávez y el de Maduro?
-Hay una diferencia inmensa. Maduro está allí porque le venía bien al gobierno cubano, que supo manejar muy bien todo lo que eran las fisuras del chavismo. Chávez era un tipo, dentro de todo, audaz, un tipo que se había ganado a la gente, que había logrado una cosa muy importante en el populismo que es llevarlo todo al plano de la opinión, de la personalización, para evitar cualquier debate profundo. Que se desconocieran las realidades, las cifras… Y que, sobre todo, logró esa dicotomía tan necesaria en la que los que están con él y no pueden ser críticos, y además tienen que ser furibundos y odiar al que sí sea crítico. Eso sí lo hizo muy bien Chávez, ese ha sido su gran mérito. Ese y controlarlo todo y adueñarse de toda la riqueza del país.
-¿Hay posibilidades en Venezuela para una izquierda fuera del chavismo?
-En Venezuela la izquierda seguirá existiendo; las verdaderas personas con pensamiento de izquierda no se alinearon necesariamente con Chávez. Tienes el caso de Teodoro Petkoff o Popeyo Márquez que fueron guerrilleros en los 60 y, después de los sucesos de Checoslovaquia, fundaron el Movimiento hacia el socialismo. Que desaparezca el chavismo va a ser la mejor noticia para la izquierda, porque va a significar que va a desaparecer un régimen militarista, autárquico, corrupto que ahora, según las últimas informaciones, está consolidado como un narcoestado, que no ha sabido siquiera mantener un nivel de producción para mantener el país, que lo ha desmantelado todo… De todas maneras, me parece que en España, dentro de la retórica política, se habla mucho de la derecha venezolana, pero te digo que en Venezuela nunca ha habido una derecha, es algo similar al PSOE; no hay una derecha venezolana de la manera en que te lo puedes imaginar dentro de un contexto europeo. No hay, por ejemplo, ninguna derecha que pretenda nacionalizar Petróleos de Venezuela, que es el gran maná de la población, ni ningún partido que se plantee quitar la seguridad social o introducir planes de pensiones o de seguridad privados. Sí que se pretende hacer ver que la oposición venezolana son las tropas de Pinochet, y eso es un maniqueísmo absoluto. Yo nunca vi una derecha al estilo europeo, o norteamericano como la derecha de Reagan. No la hay, nadie plantea quitar derechos a la gente; lo que pasa es que una cosa son los derechos de la gente y otra es convertir en mendigos al 80% de la población.

-¿Sientes nostalgia por la Venezuela anterior?
-Siempre fui bastante crítico con los gobiernos anteriores a Chávez. Yo no puedo sentir melancolía ni defender los gobiernos anteriores. Sí al sistema anterior, pero nunca a los gobiernos anteriores, porque creo que no hicieron lo que tenían que hacer, si lo hubieran hecho no habría llegado un Chávez a perpetuarse en el poder. Siempre he sido crítico con los hechos de corrupción o la aplicación de ciertas políticas que estaban muy bien sobre el papel pero nunca se llevaban a cabo. Porque en Venezuela el problema no era que la gente estuviera desprotegida legalmente, era que la corrupción se lo apropiaba todo. Entonces las cosas que estaban planificadas o tenían que funcionar de una determinada manera no lo hacían. Y eso fue llevando un poco a esa desprotección, y a la gran factura pendiente que creo que es la educación. Una gran factura que Venezuela está pagando con toda su debacle, no haber invertido en educación para tener unos ciudadanos más preparados, más críticos; que no se abocaran a un populismo, a unas promesas que se resumían al final en perpetuame en el poder y yo a cambio te mantendré. Con toda la calamidad del chavismo, el país ha vivido un retroceso inimaginable en cuanto a sus posibilidades de desarrollo y distribución de la riqueza. Eso es lo que se trata de contar en el libro, que cuando hablamos de Venezuela tenemos que hablar de un sistema corrupto, de un sistema totalitario y de un sistema que ha ridiculizado cualquier pensamiento de izquierdas.
-¿Crees que las pasadas elecciones marcan el inicio del fin del chavismo?
-Estamos viendo lo que está pasando. Tienen a todas las instituciones rendidas, ninguna es imparcial. Antes estaban genuflexas al poder de Chávez y ahora sigue igual. Con personas al mando cuyo único mérito es ser fiel al gobierno que los ha nombrado. Perdieron las elecciones, la Asamblea tiene una mayoría y decreta leyes, pero el ejecutivo las desconoce a través de su brazo ejecutivo que es el poder judicial que las tira todas para atrás. Eso va a llevar a algo que ya se está viendo, a un bloqueo en el que el poder ejecutivo va a seguir haciendo lo que quiere porque no se va a someter a ningún tipo de control y la gente va a seguir decayendo en sus condiciones y calidad de vida. Aunque parezca increíble, va a ir a peor hasta que pase algo, que no sabemos qué va a ser; puede ser una explosión social, como las que ya ha habido en Venezuela por mucho menos. Lo que llama la atención es que no haya pasado todavía. Otra posibilidad es que haya fricciones dentro del chavismo entre los diferentes grupos; los civiles que se han enriquecido y quieren una transición que les garantice sus riquezas, los militares que tienen toda una conexión con el narcotráfico que se ha mudado de Colombia a Venezuela. Si esos sectores no llegan a un entendimiento sobre el futuro de Venezuela, ¿qué puede pasar? El peor escenario es que haya un golpe militar. Y el mejor escenario es que el ejecutivo recapacite y acepte que hay otro poder que tiene cierto control y se posibiliten una cantidad de cambios necesarios. Urge que haya medicinas, comida, que se reaviven las fuerzas de trabajo y que Venezuela sea un país con una independencia, no solo como país, también del individuo.
Venezuela desde una ventana
El creciente desabastecimiento y las marchas opositoras que acabaron con decenas de víctimas, Chiappe lo vivió desde la distancia. Lo vio desde una ventana, dice, la de las redes sociales. Innumerables vídeos, fotografías y tuits que denunciaban la represión o mostraban las alacenas vacías en los supermercados y que se convirtieron en una fuente periodística con la que narrar el presente de Venezuela pese a estar en otro continente.

-Las redes sociales te han servido como fuente para este libro
-Periodísticamente es algo que me interesa, ver cómo pueden suplir el terreno de los medios las redes sociales. Lo he estado explorando en distintos sitios, porque me interesa como fuente para un trabajo de largo aliento. Estar mirando y hacer textos desde esa ventana, desde las redes sociales… Hay una cosa muy curiosa: la gente se desnuda cuando escribe desde el teléfono; se desnuda, se muestra, pierde un poco el pudor y cuenta cosas que a lo mejor no diría en una reunión. Lograr por ejemplo esas voces de amigas de 30 años de amistad, que se conocen y no tienen nada de ocultar, que intentan hacer una reunión y llevar comida. Ver toda esa logística que necesitan para ver quién lleva algo en medio de un desabastecimiento absoluto, en la que además se va colando toda la insalubridad en la que viven, el temor a los robos y homicidios, la necesidad de vender lo que sea, el trueque… Es muy esclarecedor.
-¿Juegan un papel importante esas redes en Venezuela ahora?
-En Venezuela hay un apagón informativo desde los medios. Los medios están todos en manos del poder ya. Las redes sociales son lo único que da cuenta de algo de lo que acontece en la calle. Son teléfonos que son esos ojos y esas memorias, que filman, que graban, que denuncian… si no fuera por ellos todo habría estado tan oculto como siempre lo estuvo en todos los regímenes que han ocultado sus atrocidades. De todos modos en Venezuela institucionalmente no ha servido para nada porque la impunidad es tan absoluta, el descaro es tan absoluto, que no ha llegado a una instancia judicial ni a nada de nada.
-A lo largo de todo el libro hablas de esa dicotomía creada para dividir a la sociedad, ejemplificada en el color rojo, ¿crees que esa situación será fácil de solventar?
-Sí, hay toda una simbología, una identificación con un líder… Pero creo que una vez q el chavismo pierda el poder y pierda hegemonía, como está pasando ya, esa división va a poco a poco a limarse. Toda esa cuestión del vestir tenía una intención, que era distinguir a simple vista a los chavistas de los no chavistas. Era como darles una raza con ponerles una camisa. Pero es que las diferencias de raza en Venezuela no se dan, aunque lo hayan intentado hacer. Tú caminas por allí y ves que todo es de un mestizaje, todo es de un marrón; todos son marrones, más claros más oscuros… un mestizaje en el que no puede subsistir el rencor artificial como ese. Creo que va a ser lo más sencillo de erradicar. No así las guerrillas armadas, los delincuentes impunes, que han salido a asesinar cuando se les ha ordenado, que tienen todavía armas de guerra, a los que la policía teme… Esa minoría que ha sido armada para ser una especie de estado paramilitar. Eso va a ser lo más difícil.
-¿Se conseguirá?
-Pasará, pero ojalá no tarden en desarmarlas 20 años. Porque están allí casi sin control y es algo que se ve: hay 28.000 homicidios al año, casi ninguna resolución, casi ningún culpable, 97% de impunidad. Y no hablamos de robos, de violaciones, de robo de vivienda… ¡es que no hablamos de eso! ¡Es que esas cifras dónde están! Es que ese es otro de los problemas de Venezuela: la opacidad. Que va desde las cuentas del estado y a dónde va el dinero que entra, hasta saber cuántos niños con microcefalia han nacido por culpa del Zika. Es que no se sabe, no hay ninguna cifra oficial. Nada.
Autor:
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![]() Me encantaría que en mi DNI pusiera que nací en Utopía. Pero caí en el continente equivocado y además ese país aún no existe. Quizá por eso me interesan las pequeñas victorias de los que siempre pierden y las historias más curiosas que suceden en el planeta. Aquí trataré de contarlas, para que otros las conozcan y por el hecho egoísta de descubrirlas. A veces también dibujo personajes deformes y tristes que pretenden ser graciosos.
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Ficha Técnica:
Título: Largo Viaje Inmóvil
Autor: Doménico Chiappe
Editorial: Círculo de tiza
Nº de páginas: 238