El juego de Nolan
Javier Pérez//
A Christopher Nolan le gusta divertirse con la psicología apoyándose en el tiempo. La trilogía de El caballero Oscuro, con constantes saltos al pasado, es probablemente su trabajo más conocido. Sin embargo, el londinense se dio a conocer como director con Memento, un thriller psicológico con una alegoría constante a la fugacidad temporal.
Leonard, protagonista de Memento (2000), es incapaz de recordar nada. Un golpe en la cabeza le causó amnesia. Su memoria apenas dura unos minutos; después de ese tiempo, todas las conversaciones y todos los rostros antes familiares quedan en un limbo del que no regresan. Su tiempo es su memoria, y sus recuerdos son tan efímeros como puede que lo sea la propia vida.

El protagonista, además, ha perdido a su mujer, que fue violada y asesinada. Su historia se entremezcla con la de uno de sus clientes de antaño. ¿A quién pertenece cada vida? ¿Qué parte es real y qué parte es ficticia? ¿Cómo es posible adivinar quién mató a su mujer para hacer que corra esa misma suerte? Leonard no tiene memoria, no tiene recuerdos, no tiene pasado, pero tiene una cámara para inmortalizar todo lo que le rodea y también tiene un bolígrafo para apuntar en el dorso de cada fotografía todo lo que cree, todo lo que piensa, todo lo que siente. Las cosas importantes las lleva tatuadas, la tinta que pinta su cuerpo también es su aliada.
Jugando constantemente con el pasado más lejano y con los instantes más recientes que se escapan de las manos del protagonista, Nolan nos propone un reto: que seamos nosotros los que encajemos las piezas de un puzle que se complica cada segundo. “Solo hay una verdad, y solo los que estén atentos la descubrirán”, ha remarcado el británico en más de una ocasión.
Con Memento rozó su primer Óscar y su primer Globo de Oro. No lo consiguió, pero el juego psicológico que planteó le catapultó al estrellato. Su segunda gran película, Insomnio, es de 2002. Otra batalla psicológica. Otro juego. Otra aventura. Esta vez será la falta de sueño del detective Dormer la que nos guíe por los entresijos de un nuevo laberinto.
Un crimen en un pueblo de Alaska es asumido por este detective, interpretado por Al Pacino. En esas latitudes, tan pronto el sol no se apaga como que la noche nunca se enciende. Los errores en la investigación, fantasmas del pasado y un día que dura meses harán que Dormer pierda la noción del tiempo y deje de luchar contra el crimen para acabar luchando contra sí mismo. Tres veces más de dinero en taquilla que su anterior película y, todavía, mejores críticas no acercaron a Nolan al reconocimiento de la Academia, que acabaría llegando con El Caballero Oscuro.
Tuvieron que pasar 8 años, con la trilogía de Batman y El truco final (2006) entre medio, para que Nolan volviera por sus fueros, para que el británico volviera a trabajar con el tiempo y nuestras mentes. Origen (2010), protagonizada por Leonardo Di Caprio, es una oda al universo paralelo que vivimos cuando soñamos. Cobb, el protagonista, es experto en introducirse en sueños ajenos para borrar recuerdos reales o implantar ficticios. Sin embargo, existe el riesgo de quedar atrapado en el sueño, de vivir en un limbo a medio camino entre la realidad y la ensoñación. Es el tótem personal de estos intrusos del sueño el que determina si están o no en la realidad. Una peonza, en el caso de Cobb, que no deja de girar cuando sueña, pero que termina cayendo en la realidad. El final, otra batalla de Nolan, otro juego, otra invitación a la reflexión.
La última imagen corresponde a «Origen» *O*