Grass Ceiling: De la mano de la mujer rural

Blanca Ramos, Madalina Turcescu y Pablo Ordovás Hermosilla//

Mayo de 2021. Margarita Rico -profesora de la Escuela Técnica de Ingeniería de Palencia en el área de Economía, Sociología y Política agraria- recibe una llamada de la Universidad de Valladolid. Se trata de una petición del Instituto Agronómico Mediterráneo de Zaragoza (CIHEAM): quieren que forme parte del proyecto Grass Ceiling.  Acepta y pestañea. 

Cuando le ofrecieron formar parte del proyecto Grass Ceiling, que busca romper con la brecha de género en el ámbito rural, no pudo negarse. Se percató de que no sólo podía ofrecer toda su experiencia dentro del mundo académico, sino que podía acercarse a las verdaderas protagonistas y entender mejor la sensibilidad de estas mujeres rurales. Algo que esperaba, con una complicidad y entendimiento, que solo una conversación de mujer a mujer podía brindar. Decidió dedicarse en cuerpo y alma. 

“Grass Ceiling”, que en español significa brecha de género, es el nombre que se le ha dado al proyecto que acoge el CIHEAM y que está coordinado por la Unión Europea. Un proyecto que se vincula con otros ocho países y que está dividido en dos partes: el “living lab” y la formación. El “living lab” de España, (del cual Margarita es coordinadora, junto a otros dos hombres) analiza el proceso laboral y la experiencia que desarrollan a lo largo de tres años ocho mujeres agrícolas y ganaderas aragonesas y castellonesas. Se trata de valorar cómo han llegado hasta allí, qué barreras han superado, qué obstáculos son insalvables…

La formación, por su parte, está abierta a muchísima gente. Hasta dos mil españoles y españolas pueden acceder a estos cursos online de MOOC. Margarita entiende que tanto la formación como el “living lab” son partes necesarias para solucionar los problemas de desigualdad de género en las zonas rurales. A través de ambos procesos, se puede marcar la diferencia y abarcar a más personas. 

En ambas partes del proyecto la presencia del hombre es vital: tanto en los “living labs” como en la formación. A través de esta última aprenden a ayudarlas y a dejar que las mujeres tengan su espacio en el entorno. Por ello, al lado de Margarita caminan organizando el proyecto Alun Jones (director de innovación y proyectos internacionales del CIHEAM), Diego Lozano (Project Manager) y todos los expertos y Cooperativas Agroalimentarias. Y entre todos, conforman el Grass Ceiling

El 24 de marzo de 2023, se produjo el primer encuentro online entre los componentes del proyecto de España: Margarita, Alun, Diego, Cooperativas Agro-alimentarias y los expertos (personas pertenecientes a la administración, asociaciones y cooperativas). Estos se encargarán de dar su visión y aportarán su punto de vista a las mujeres y atenderán sus demandas para luego posteriormente ver como materializarlas. En esta reunión se puntualizaron todas las partes que conforman el proyecto y se explicaron todas las tareas que habrá que hacer durante los tres años en los que se realizará esta investigación y formación. Todos los países entregaron sus respectivas referencias bibliográficas y así el Grass Ceiling quedó inaugurado.

La cuna de los proyectos innovadores

Casi una semana más tarde, el 4 de abril, pisamos por primera vez el Campus Aula Dei, situado en las afueras de la ciudad de Zaragoza en la calle Av. Montañana 1005. A casi una hora del centro y prácticamente en frente de la única línea de autobús que te puede llevar hasta allí, se encuentra uno de los complejos científicos agrarios de mayor capacidad y prestigio de nuestro país. Por ello, cuando nos plantamos ante las numerosas instituciones que poseía el campus, tuvimos que preguntar al conserje ubicado justo en la entrada dónde estaba el CIHEAM.

La carretera estaba rodeada de césped en perfecto estado y decorado por diminutas flores de todos los colores. Resultaba comprensible que nos insistieran desde el principio en no pisarlo. El Campus Aula Dei está ubicado en un entorno natural que representa en gran medida todo lo que esperábamos encontrarnos en un lugar que acoge proyectos basados en las buenas prácticas rurales.

Conforme llegamos a una “D”, múltiples edificios comenzaron a aparecer ante nosotros. Al cruzar a la izquierda, una bandera hizo que nuestros ojos se quedaran fijos: La bandera de la Unión Europea. Solo entonces nos percatamos de que estábamos en el lugar correcto. Delante del CIHEAM, una gran explanada de tierras sin nada cultivado se desplegó. Al aproximarnos, todo parecía estar en su lugar. Un edificio rectangular con estilo simple y compuesto por decenas de ventanas.

El CIHEAM. Por: Madalina Turcescu
El CIHEAM. Por: Madalina Turcescu

Una vez en el despacho de Alun Jones, no pudimos evitar preguntarnos, ¿por qué aquí, en Montañana? Con ímpetu e ilusión, este nos cuenta que el fundador de CIHEAM París se planteó varias veces levantar los cimientos de este mismo instituto en Valencia o Barcelona en 1969. Sin embargo, como aragonés que era, decidió volver a la comunidad en la que había nacido y lo ubicó en las afueras de Zaragoza que -al igual que el resto de zonas de Aragón- es una zona rica en sistemas agrarios. Este solo fue el comienzo de lo que sería un futuro plagado de investigaciones e innovaciones rurales como el Grass Ceiling.

Un trabajo de mujeres

Uno de los grandes problemas que hay en las zonas rurales -que hay muchos- es la desigualdad por razones de género. Las mujeres, hoy en día, tienen muchas barreras y dificultades para incorporarse al mercado de trabajo. El mercado rural está caracterizado por una baja tasa de empleo que se acentúa en el caso de las mujeres, quienes además suelen ocupar puestos administrativos o posiciones inferiores dentro de la jerarquía laboral.

Parece mentira, pero el 22,8% de la población rural femenina tiene estudios superiores mientras que la masculina sólo un 15,6%. Esta diferencia en el nivel de estudios no se aprecia en el trabajo debido a la presencia de estereotipos y roles de género: El trabajo rural es un “trabajo de hombres”. Además, las mujeres siguen siendo las que más tiempo dedican a sus hogares, algo que dificulta su incorporación en el entorno laboral. Por no hablar de la diferencia en los sueldos: los rangos salariales de las mujeres giran en torno a los 400-1000 euros, mientras que el de los hombres entre los 1000-1400 euros.

Tal y como reivindica Margarita, las mujeres siempre han estado invisibilizadas, pero esto no implica que no hayan trabajado o mucho menos existido. Alun nos cuenta que habló con Inmaculada Sarasa, una ganadera de Alcalá de Gurrea que posee una explotación porcina. Esta mujer ha logrado modernizar toda la explotación porcina gracias a la incorporación de contenedores de hidrólisis (para la eliminación de cadáveres de porcino) o la cuba propia para transportar y distribuir residuos ganaderos líquidos (también conocido como purín).  De esta manera, ha mejorado el bienestar de sus animales y ya no es esclava de tener que estar pendiente todo el rato. Inmaculada es una mujer que ha pasado de estar en bancarrota a ganar un premio por ser una mujer innovadora del mundo rural con las altas tecnologías. Para Alun, es un claro ejemplo donde la mujer y su mentalidad ha aportado otras perspectivas. 

Sin embargo, Inmaculada no es el único ejemplo. Margarita aclara que innovar no consiste solo en procesos digitalizados o procedimientos tecnificados de máxima novedad. Con crear una explotación de gallinas en completa libertad también es más que suficiente. Nos cuenta que Laura Polo es la encargada de esta explotación llamada Granja Pepín, ubicada en Alba de Cerrato (Palencia). En esta explotación, las gallinas son criadas personalmente por Laura a través de una alimentación sana y saludable. Su actividad lleva unos cuantos años funcionando y ya es muy conocida en el territorio. Muchas personas de otras comunidades son las que visitan su explotación para investigar cómo está llevando a cabo su proyecto.

Ambos casos demuestran que la agricultura y la ganadería no es un trabajo de hombres. Es un trabajo realizado por personas e invisibilizar a la mujer no ayudará de ninguna manera al medio rural. “Si queremos que esto continúe vivo, tenemos que tener en cuenta que el sector agrícola necesita de mujeres porque tenemos otro punto de vista y otra forma de ver las cosas”, sentencia Margarita. Y Grass Ceiling es un proyecto que ha nacido para asentar las bases de esta idea.

8 mujeres y 2 living labs

Un living lab quiere ser una compañera, un apoyo, la voz de todas las mujeres rurales. Es una posible solución, pero no un lugar físico. No hablamos de una habitación blanca de cuatro paredes y decenas de probetas, sino de un proceso de aprendizaje mutuo mediante el cual ocho mujeres rurales serán acompañadas y apoyadas en sus innovaciones y respectivos trabajos. Margarita nos cuenta con una amplia sonrisa que justo esto es lo que hace que el proyecto sea bonito. “Desde el punto de vista académico nosotros no vamos a enseñar nada a las mujeres, nos van a enseñar ellas a nosotros. Vamos a aprender unos de otros”. Ella quiere ser una mujer que camina al lado de otras mujeres para tratar de proyectarlas y realzar sus esfuerzos.

En cada país, son ocho las mujeres que van a formar parte de estos living labs o laboratorios de experiencias. Socios del Grass Ceiling y expertos llevarán a cabo diferentes actividades y dinámicas en Aragón y Castilla y León para que las mujeres puedan contar cómo han llegado al punto en el que están, qué barreras han superado y cuáles se les resisten.

La decisión de llevar a cabo estos living labs en Aragón y Castilla y León fue práctica. Alun nos cuenta que estos territorios son los que más sistemas agrarios tienen y los que están más cerca de la universidad de Valladolid, Palencia y de las cooperativas agroalimentarias de España (ubicadas en Madrid). 

Entre ambas comunidades, cuatro agricultoras y cuatro ganaderas forman parte de los laboratorios de experiencias. En el caso de la agricultura, las mujeres se dedican a la agricultura de secano (un método de cultivo en el que solo se usa agua de lluvia, sin intervención de riego artificial), al regadío e incluso a los cultivos ecológicos. 

En el caso de las ganaderas, dos de las mujeres se dedican al vacuno -una de ellas al vacuno trashumante (cambia de zona en invierno en busca de pasto)- la tercera al ovino y la última, a criar gallinas camperas.

– ¿Qué criterio habéis seguido para escoger a estas ocho mujeres ?

– Diego Lozano: Lo que queríamos mantener principalmente era que las mujeres representaran al mayor número de sectores agrícolas y ganaderos”.

– Margarita Rico: “Además, queríamos contar con mujeres que tuvieran iniciativa. Teníamos que encontrar a mujeres que supiéramos que están ahí, que están apostando duro por su sector, que están trabajando día y noche. Mujeres muy comprometidas que están dispuestas a ayudarnos a pesar de todo el tiempo que van a perder en su explotación, que para ellas es muy valioso.

Grass Ceiling es por todas y para todas.  No solo forman parte del proyecto mujeres que ya han tenido un resultado positivo en su explotación, también hay cabida para las mujeres que quieren empezar un nuevo proyecto. Consiste en analizar el camino que les ha llevado a esa innovación. La idea es acompañarlas en todo el proceso para analizar dónde han encontrado los mayores desafíos, cómo los han superado y cómo poder aprender de todo.  Para ello, se recopilan datos e información que se mostrarán de forma coordinada e integrada. Finalmente, analizarán todo y pondrán sobre la mesa los principales resultados y retos a los que se enfrentan estas mujeres para buscar soluciones.

Para que esto se pueda cumplir, todos los living labs de Europa deben unir fuerzas y comparar sus trabajos y resultados. En los proyectos europeos existe lo que se conoce como paquetes europeos y este programa tiene seis. En específico, hay un paquete dedicado a la organización de los living labs, cómo hacerlo y cómo comparar los resultados entre todos. Así se coordinan actividades comunes e interactivas entre los “living labs”: estamos hablando de un total de nueve entre nuestro país, Irlanda, Italia, Lituania, Noruega, Países Bajos y Suecia. El Project Manager Diego Lozano cuenta que es necesaria una comparación de datos e información entre todos los países. Esta se centra sobre todo en la tecnología, análisis de datos, metodologías, políticas y marcos regulatorios europeos. Así se puede apreciar la diferencia de la situación de -por ejemplo- España y Croacia.

Unidos para aprender

Margarita es la que coordina, pero son Alun y Diego los que orquestan este proyecto. Ellos son los que mueven los hilos de la formación.

Al igual que el living lab, la formación tampoco se lleva a cabo en un lugar físico. Este proyecto se ha convertido en uno de los pocos que el Instituto Agronómico no lleva a cabo de forma presencial: toda la formación que recibirán tanto hombres como mujeres pretende ser estrictamente online. Realizarlo de esta manera permite que el alcance y la cantidad de personas que formen parte de este aprendizaje sea mayor. Así, las agricultoras y ganaderas, que en muchas ocasiones no pueden permitirse dejar las explotaciones solas todo el día, pueden formarse.

Alun y Diego se miran apesadumbrados mientras nos explican que ellos hubieran preferido apostar por el método presencial. Sin embargo, los recursos de los que disponían han provocado una adaptación de la formación presencial a online. Esto no puede evitar generar dudas de si resultará suficiente este tipo de formación o si podrá llegar a zonas donde haya escasez de internet como Huesca. Sin embargo, Margarita las disipa rápido: “La formación es indispensable, no suficiente, pero sí necesaria. Es una forma de impartir conocimientos”. 

De esta manera, dos mil hombres y mujeres de toda España formarán parte de este aprendizaje.

-¿Y por qué participan hombres también en la formación si la idea es empoderar a la mujer?

-Alun: “Los hombres, sobre todo a nivel local y rural, tienen un papel importante en promover a la mujer. Ayudarían a abrir más caminos a las mujeres para entrar y formarlas. No se puede excluir al hombre para mejorar la vida de las mujeres, hay que involucrarlo para acompañarlas”.

– Margarita: “No tenemos que empoderarnos solas. Tenemos que hacerlo en compañía de los hombres que son nuestros compañeros laborales. Ellos también tienen que aprender a dejar que nos empoderemos. Necesitamos colaboración, venga de donde venga, femenina o masculina”.,

Grass Ceiling es un proyecto de acceso y oportunidad en igualdad. Busca involucrar a todo el mundo. Por ello, hombres y mujeres, mano a mano, trabajarán juntos durante el proceso de formación para acabar con la exclusión de estas últimas en el mundo rural. Dicha formación se realizará a través de un informe de MOOC (un curso online masivo) organizado por el CIHEAM Zaragoza con el que los estudiantes recibirán aprendizaje e información basada en los casos de éxito de otras mujeres. Es decir, transferir todo el conocimiento de estas mujeres al resto de alumnos y analizar a fondo los marcos regulatorios, las zonas rurales y sus brechas para así hacer eco. 

No será un webinario de tres horas. Consiste en una formación con pruebas finales y con el que las mujeres podrán obtener un certificado que siga unas normas pedagógicas. Alun cuenta que aprenderán cómo pensar, cómo innovar y cómo superar las barreras que se les impongan. Para ello, los formadores jugarán un papel fundamental. Como actores y expertos en desarrollo rural o representantes académicos, se encargarán de formar a todas las personas para que sean capaces de montar una empresa, cambiar una explotación o modernizarla para que sea más rentable y, sobre todo, hacer que la mujer pueda empezar a tener un papel de mayor liderazgo.

Página web MOOC.
Página web MOOC. Plataforma a través de la cual se va a llevar a cabo la formación.

Puedes leer más sobre mujeres rurales en nuestras secciones Perfiles y Reportajes.

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