“Homilía farmacológica” en la presentación de El libro de los venenos
Alba Ortubia//
Raúl Asencio compartió con los asistentes a la presentación de El libro de los venenos los conocimientos de alguien que “no es un experto en drogas, aunque con este libro se ha vuelto un poco”. Pero serán quienes se embarquen en el viaje alfabético de sus páginas los que descubrirán los entresijos del repertorio farmacológico de Antonio Escohotado, filósofo y escritor ilustre en la materia.
El ambiente acogedor de La montonera, con sus sillas de colores vivos y estanterías repletas de cubiertas atrayentes, se prestaba a conversar sobre sustancias prohibidas, relegadas a la clandestinidad en la historia contemporánea. Derribar los tabúes impuestos por la moral cristiana era uno de los objetivos de Asencio, editor de la obra, que definió este encuentro como una “homilía farmacológica”. Cierto es que la pared de ladrillo vista de la librería especializada del Gancho y la americana de Raúl, poco similar a una casulla, eliminaban toda la frialdad eclesiástica de la particular eucaristía que estaba a punto de comenzar.
Antes de profundizar en el contenido de la obra, su editor vio imprescindible repasar la biografía de Escohotado, puesto que El libro de los venenos se basa en sus escritos e investigaciones. En 1982 acude como invitado al programa de debate La clave, donde le presentan como “traductor de Newton, lector de Kant y de Hegel”. A pesar de convertirse en el intelectual de las drogas, parecía que solo el hecho de haber vivido siete años en Ibiza justificase su presencia en el debate.
La vida de un personaje tan controvertido no puede estar exenta de claroscuros. Y es que, medio año después de ese episodio en La clave, la policía le tiende una trampa. Sirviéndose de los fondos reservados de Roldán, Escohotado es coaccionado para participar en una compra de cocaína que resultó ser un ardid.
Para revertir el complot contra su persona, el filósofo español decide qué será aquello que ha manchado su imagen lo que le devuelva la fama. En los cinco años que tarda en realizarse el juicio y ya preso, se documenta hasta redactar y dar forma a Historia general de las drogas, el mayor tratado farmacológico publicado hasta la fecha.
Estado, medicina, magia, literatura, instituciones judiciales y drogas. Las drogas están en relación con todos los ámbitos de la vida pública. Otra de las apuestas de Escohotado fue incorporar en su obra un vademécum práctico de todas las sustancias que había probado y los efectos que había sentido, convirtiendo su cuerpo en su propio laboratorio.

Gracias al éxito rotundo del libro, participó en un curso de verano de la Universidad Complutense al que se invitó entre otros a Köllisch y a Hofmann, precursores del MDMA y el LSD respectivamente. En sus charlas repartían a los asistentes muestras de las mejores cocinas. “Eso sí que era i+D+i” afirma Raúl entre risas.
Dejando a un lado las curiosidades biográficas de Escohotado, Ascencio pasó a hablar de cómo germinó la idea de El libro de los venenos. Todo comenzó cuando inició su trabajo en la editorial La Caja Books y vio la posibilidad de ahondar en un tema que siempre le había interesado. El poeta Eduardo Cirlot sostenía que “si no puedes hacer un diccionario de una materia es que no la entiendes demasiado bien” y Ascencio aceptó el reto. Tras la pandemia y la muerte de Escohotado en 2021, se pone a trabajar en el libro que ya estaba proyectado. Es la cabeza de este singular editor quien parece, con esta apuesta, reinventarse a Escohotado para ofrecernos su mejor versión o una de las mejores.
El proyecto es claro: a cada letra del abecedario le corresponde un concepto ligado a las drogas. Sin embargo, no es tan fácil como a priori podríamos imaginar, se trataba en parte de “hacer el encaje de bolillos”. “Una dificultad que se respondía de forma caprichosa, quería incluir información pero no encontraba letras” reconoce el editor. Esto explica que tras las obvias A de alcohol, B de Barbitúricos y C de cocaína, llega la inesperada D de Deméter, que funciona como pretexto para indagar en el pretérito grecolatino. Así se crea el libro sobre drogas que a Asencio “le habría gustado leer”, un collage formado por fragmentos autónomos.
Además de la Grecia clásica, las entradas sobre historia analizan desde la ley seca hasta el código Hammurabi, que haciendo gala de un extremismo solemne “condenaba a muerte al tabernero que mezclaba alcohol con agua”. Según Asencio, estas entradas evidencian que “la droga no es solo una sustancia química, sino que viene acompañada de un marco cultural esencial”.
También encontramos entradas de índole más teórico, como la F de fármaco. En esta letra se estudia la etimología de la palabra griega phármakon, que se refiere tanto al remedio como al veneno.
Escohotado se incluía en una tradición de escritura sobre las drogas. Ya en el siglo XIX existía el club de los fumadores de hachís, grupo parisino por el que pasaron numerosos escritores como Victor Hugo, Nerval y Baudelaire. Este último, alcohólico empedernido, acuñó el tópico de las drogas para hacerle trampa al valle de lágrimas, asegurando que los paraísos artificiales eran una forma de saltarse el infierno en la tierra del dogma cristiano. Opinión que contrasta con la máxima de Paracelso que sigue toda la obra: “el veneno está en la dosis”. Los lectores tendrán que interiorizar esta enseñanza si no quieren terminar inspirados en exceso por El libro de los venenos. Sino siempre pueden consultar la página 27, aquella que habla sobre el síndrome de abstinencia.