Mamá, quiero ser como Barbie
Raquel Martínez y Montse Rodrigo//
Las niñas ven a Barbie como algo más que una muñeca: es su modelo a seguir. Desde pequeñas sueñan con tener esas piernas largas, esa cintura de avispa y esos pechos perfectos. Fantasías que, si se suman a otros factores familiares y socio culturales, pueden ser uno de los causantes de trastornos alimenticios.

Sus medidas son 91-46-84. Cualquier mujer con esa talla no tendría la grasa subcutánea mínima y perdería la menstruación. Pero ella no, porque ella no come ni ovula: ella es Barbie. “Con unos años más como Barbie seré, y, mientras, jugaré con Barbie Superstar”. Con este estribillo llegó a España la primera muñeca con cuerpo de adulta. Desde 1978, una niña repetía una y otra vez en la televisión que, de mayor, quería ser como ella. Una cintura de avispa, unas largas piernas y un pecho perfecto eran el físico al que aspirar. ¿Cómo? Habría que remontarse hasta 1965 para encontrar la respuesta: siguiendo los pasos del libro de dietas para adelgazar que se vendía con los accesorios Slumber Party Barbie. Su principal consejo: no comas. El máximo peso permitido: los 50 kilos que marcaba la báscula rosa que completaba el quit.
Fue en 1955 cuando apareció en el mercado Bild Lilli Doll, una muñeca alemana que cuatro años más tarde inspiraría con su esbelto cuerpo a Ruth Handler, la creadora de Barbie. Fue así como los juguetes se sumaron a `la cultura de la delgadez´; corriente a la que dieron nombre Vandereycken y Meerman (1984) para referirse al nuevo ideal de belleza del siglo XX. Pero este gusto por las siluetas lánguidas no ha sido siempre así, ya que el canon de belleza femenino en el que se basan las muñecas ha evolucionado con el paso de los años. A través de cuadros, esculturas, revistas gráficas y películas se observa cómo el gusto por las formas redondeadas ha ido decayendo a favor de cuerpos esqueléticos.
La imagen de la mujer: del arte a la publicidad

Las tres gracias de Rubens (1616-1639) son el claro ejemplo de que las curvas y lo ampuloso pueden imponerse como canon de belleza entre el colectivo femenino. En oposición al ideal clásico griego – retomado con las Venus en el Renacimiento por artistas como Boticcelli o Tiziano-, Rubens propone en sus pinturas a una mujer de grandes senos y grandes proporciones. Este modelo recuerda a la Venus de Willendorf prehistórica, una pequeña escultura que representaba a la mujer ideal de la época: con un pecho prominente para amamantar a sus hijos y unas caderas anchas para dar a luz sin complicaciones.
Es en el siglo XX cuando se rompe por completo la pasión por las «carnes». Lo práctico se sustituye por lo estético. En la década de 1910 -la belle époque -, las mujeres se enfundan en estrechos corsés para parecer más esbeltas. La medida perfecta de la cintura en ese momento era de 42 centímetros, una talla que era y es imposible de alcanzar sin recurrir a la cirugía estética. Uno de los remedios más extremistas era quitarse las costillas flotantes – aquellas unidas solamente a las vértebras- para parecer más delgada, práctica que aún se mantiene en la actualidad.

Este afán por la delgadez y la perfección culminó en 1921 con la elección de la primera Miss América, imponiéndose así la moda de los concursos de belleza que permitió a la mujer cumplir su sueño de convertirse en «modelo». Como consecuencia, surgió en 1923 la primera agencia de modelos de la mano de John Robert Powers, transformando a la mujer en un objeto de deseo. Es entonces cuando se inventan otras técnicas para parecer más delgadas, en este caso, los llamados “aplanadores de senos”. Esta preocupación excesiva por el cuerpo se alargó hasta la década de los ochenta; años de culto a la imagen y al cuidado de la apariencia.La belleza se convirtió en una continua competición en la que dieta y deporte se unieron para crear siluetas escultóricas de ensueño. Pero comer bien y hacer ejercicio no era suficiente y los quirófanos se convirtieron, de nuevo, en un elemento clave para alcanzar la belleza suprema en cuerpo y rostro. Bajo la conciencia de «presumir para sufrir», las féminas descubrieron el colágeno como la solución ideal a sus problemas. Además, multitud de casas de cosméticos como Lancôme o Helena Rubinstein sacaron al mercado cremas para combatir las arrugas y el exceso de grasa que tanto preocupaba a las mujeres.
En 1990, con el triunfo de las top models – concepto que aparece en la década de los setenta con Claudia Schiffer o Naomi Campbell- lo saludable se vuelve anticuado. En el libro La belleza del siglo. Los cánones de belleza del siglo XX de Dorothy Schefer (2006) se habla del look «colgado», un look que representaba a los consumidores de abstenta y opio de los años veinte, y que estaba personificado en Kate Moss. La top de cuerpo descarnado y frágil se convirtió en el espejo de una época en la que la demacración lideraba las pasarelas. Todos los grandes diseñadores se rifaban a este icono británico de 44 kilos y 1.68 metros de altura. Desde entonces, el debate está abierto. Las Fashion Weeks acogen sólo tallas 34 ó 36, todas ellas modelos esqueléticas -con huesos que sobresalen y piernas arqueadas- que ocupan las páginas de la mayoría de las revistas de moda.

Hoy en día, el modelo de mujer perfecta se asocia con los ángeles de Victoria´s Secret, las Barbies de carne y hueso con un nuevo accesorio: alas que las elevan a un estado de perfección al que prácticamente ninguna mujer puede acceder. Por ello, se conforman con jugar de pequeñas con la popular muñeca rubia que, unos años más tarde, comprarán a sus propias hijas. De esta forma, el estereotipo perdura en el tiempo y se transmite de generación en generación a través de uno de los elementos más importantes en el desarrollo de las niñas: sus juguetes.
La Barbie como modelo a seguir
No importa la época, las muñecas siempre han sido y serán fundamentales en el desarrollo de las más pequeñas. Ya sean de trapo, de porcelana o de plástico, todas las mujeres han tenido ese “alguien” con quien poder pasar el rato. Pero su función va más allá del entretenimiento: desde los cuatro años hasta la pubertad, las niñas necesitan imágenes simbólicas con las que identificarse. Como explica María Andrea Noval en Nuevos modelos de identificación social y corporal (2007), “el jugar con muñecas indica el despertar de la feminidad, evidencia un carácter activo de la sexualidad, dado que les permite reproducir activamente hechos vividos pasivamente con la madre”. Es decir, la pequeña trata a su muñeca como si fuese su propia hija: la peina, la viste y la cuida tal y como su progenitora hace con ella. A través del juego, las niñas dan forma a sus deseos más profundos, aquellos de los que ni siquiera ellas son conscientes, por ejemplo, el instinto maternal.
Según avanzan los años, los juguetes con forma de bebé se sustituyen por aquellos que imitan los rasgos físicos de una adolescente. De esta forma, Barbie ocupa el lugar que antes pertenecía a Nenuco y se convierte en el icono de referencia de su propietaria. Así lo afirma Andrea Noval: “El cuerpo de estas muñecas responde a modelos sociales de belleza, y al identificarse con él, la niña puede compensar con su fantasía, y a través de la identificación, ciertos déficits reales o imaginarios, de su propio cuerpo”. Es decir, la pequeña se sentirá menos conforme con su imagen corporal- entendida como la representación mental que tiene de su figura, forma y tamaño (Slade, 1994)- cuanto menos se ajuste al estereotipo establecido. Un estereotipo que ha ido evolucionando con el paso del tiempo.
Cuando llegó al mercado en 1959 solo había un modelo: una joven de ojos azules, con máscara de pestañas y sombra de ojos, larga melena rubia, pechos voluminosos, cintura estrecha y piernas kilométricas; con un vestido para cada día de la semana. Después apareció su novio, Ken. Y, con los años, la familia aumentó: en los escaparates aparecieron sus hermanas, sus amigas y hasta sus hijos. Su aspecto físico también cambió: las había castañas, de ojos oscuros, con el pelo corto y negras. La famosa muñeca se transformaba a la vez que el colectivo femenino adquiría nuevos derechos en la sociedad; la misión de la mujer ya no se limitaba a limpiar el hogar o cocinar para su marido, ahora también podía tener su propio empleo. Apareció la Barbie ingeniera, piloto y bombera. De una muñeca se creó un universo. Fabricaron casas, caravanas, coches y todo tipo de accesorios que enriquecían la vida ficticia con la que soñaban sus propietarias. Sin embargo, todas ellas tenían en común su marca de fábrica: sus medidas.
Adelgazar no es un juego
Cuando las niñas se miraban al espejo y no veían a una Barbie comenzaban los problemas; la insatisfacción con el cuerpo y la distorsión de la imagen corporal son dos de los responsables de los trastornos alimentarios (Vaz, Salcedo, Suárez y Alcaiana, 1992). Enfermedades que se padecen, cada vez, desde más jóvenes. La anorexia nerviosa es uno de los trastornos en la conducta alimentaria (TCA) más preocupantes: afecta a mujeres (95%) de entre 10 y 30 años, con una prevalencia que ronda el 1%. Su negativa a comer y su deseo irrefrenable de seguir adelgazando, aun habiendo perdido un gran porcentaje de peso, son los síntomas que la definen.
En la búsqueda de las causas de este trastorno, algunos expertos han señalado a la popular muñeca rubia como culpable. Sin embargo, aunque es innegable la influencia que su pequeño cuerpo tiene sobre las niñas, la anorexia nerviosa tiene múltiples desencadenantes, entre los que destacan la familia, la autoestima y el ambiente socio-cultural en el que se encuentran.
Por lo tanto, no hay que echar la culpa a Barbie. O, al menos, no toda. La influencia de sus medidas no tendría el mismo efecto si no estuviese respaldada por esos “modelos ideales de belleza” en los que se basa. Tanto en las pasarelas como en las revistas se publicitan mujeres delgadas que ostentan un puesto importante dentro de la sociedad. Como explica Morrison (2004), el fuerte impacto de los medios de comunicación y la promoción del ideal de belleza y de éxito como el equivalente a estar delgado apoya la `cultura de la delgadez´.

La tendencia de las niñas a comportarse de forma similar a la de sus juguetes se refuerza si, en el ambiente en el que se desenvuelve, esa conducta se acepta y se considera correcta. Es decir, los juguetes no son los únicos que sirven de estímulos conductuales, cualquier situación del medio que rodea a las pequeñas es un modelo a imitar para ellas. Así lo corrobora Andrea Noval: “La publicidad, los dibujos y los juguetes no pueden considerarse hechos aislados, conviene encuadrarlos en un contexto más amplio dado que no son únicas variables a tener en cuenta cuando se habla de la identificación, la formación del esquema corporal, etc.”. Eso sí, aunque sean “hechos aislados”, es necesario tener especial cuidado con ellos, ya que los niños son el segmento más vulnerable y “la publicidad desempeña un papel importante en el desarrollo de sus valores, actitudes y conductas”. Por ejemplo, la televisión se ha convertido en un elemento básico en cualquier hogar y los más pequeños pasan horas y horas viendo en “la caja tonta” sus programas favoritos. Pero, entre serie y serie, hay anuncios.
Por lo tanto, retirar a Barbie del mercado no es la solución. Ella es solo una muñeca; para jugar. Su influencia en las niñas será menor cuanto menor sea la publicidad que se haga de la mujer delgada y exitosa en la sociedad. Aunque aumentar sus caderas, acortarle las piernas y darle un aspecto más humano supondría una pequeña victoria para la lucha contra la anorexia nerviosa. Ese es el objetivo de Nickolay Lamm, un diseñador que ha lanzado la “Barbie Normal”, basada en las proporciones medias de una mujer estadounidense de 19 años. Su nombre es Lammily. Ahora depende de los padres elegir el modelo con el que quieren que jueguen sus hijas: Barbie o Lammily.
PARA PROFUNDIZAR
La Miss en miniatura
Muchas niñas americanas no juegan con sus muñecas: juegan a serlo. Sustituyen sus cuartos por salones de belleza y combinan las clases con cursos para aprender a desfilar en la pasarela. ¿El objetivo? Que consigan el título de Miss. Aunque no cuenten ni con un año de vida; con unos meses ya pueden participar.
Los concursos de belleza infantiles están a la orden del día en Estados Unidos. “Baby Queen”, “Nuestra Miss Diamante”, “La liga de las pequeñas niñas de ensueño” y “Muñecas de Glamour” son solo algunos de ellos. Aunque, sin duda, uno de los más populares y controvertidos es el reality show Toddlers & Tiaras de la cadena TLC, en el que el espectador puede ver durante una semana cómo se preparan los pequeños que van a participar en la competición. En cada edición, aparecen en pantalla niños no mayores de siete años bronceados, con pestañas postizas, extensiones e infinitas capas de maquillaje que esconden sus rasgos infantiles.

Pero los tratamientos a los que deben someterse las niñas van aún más lejos. En los últimos años han estallado varios escándalos relacionados con estos concursos de belleza infantil, aunque ninguno lo suficientemente importante como para que se suspendan. Es el caso de Kerry Campbell en el 2011, una madre británica que reconoció abiertamente en los medios de comunicación que inyectaba botox cada tres meses a Britney, su hija de ocho años. En unas declaraciones al periódico Daily Mail, la progenitora aseguró que lo hacía para ayudarla a convertirse en una estrella, ya que sabía que en el futuro sería modelo, actriz o cantante y, de esta forma, mantendría su juventud mucho más tiempo. Por suerte, las reacciones no se hicieron esperar y las autoridades le retiraron la custodia de su hija, a pesar de que, posteriormente, aseguró que todo era mentira.
La obsesión de los padres porque sus hijos alcancen la fama es el causante de que muchos niños de Estados Unidos se salten la infancia para vestirse y comportarse como adultos; se convierten en un reflejo de las jóvenes que se presentan como candidatas a los concursos de Miss. Un salto que no hace ningún bien en los pequeños. María Isabel Casado, doctora en psicología clínica, destacaba en el periódico La Razón las consecuencias que puede conllevar esta transformación: “Las niñas pueden padecer problemas en un futuro, entre ellos, trastorno de la alimentación y dismorfia corporal. Ven que la apariencia física es lo que las va a dar el éxito de un modo divertido repleto de premios, pero en la adolescencia, el juego se convierte en una pesadilla, porque su vida entra en derroteros anormales”. Aunque los padres crean que están haciendo lo mejor para el futuro de sus hijos, no pueden estar más lejos de la verdad: muchas de las ex misses infantiles afirman haber tenido secuelas psíquicas con los años. Es el caso de Charlotte Carr, que consiguió un récord al ganar 119 trofeos de pequeña. Ahora, asegura que no se atreve a usar maquillaje.
La obsesión llevada al extremo
El deseo de ser guapas y perfectas ha pasado a ser una obsesión para chicas como Valeria Lukyanova, que se ha sometido a varias operaciones para parecerse a la muñeca Barbie.
Desde que de niña empezó a jugar con Barbie, nunca tuvo dudas: ella quería igual que su muñeca. Valeria Lukyanova, ucraniana de 23 años, se ha convertido en lo que tanto anhelaba. Horas de maquillaje, retoques de photoshop y cirugía estética la han llevado a cumplir su sueño. Aunque muchos la consideran más parecida a un extraterrestre que a una muñeca, ella asegura estar encantada con parecer irreal. En una entrevista con el Internacional Business Times Australia, Lukyanova afirmó llevar a cabo el “respiracionismo”, basado en la idea de que el agua y la comida no son necesarias para la supervivencia. “Mis seguidores absorben de mí mis mejores características. Ellos dejan de beber alcohol, fumar cigarrillos, así como de comer carne y pescado”, declaró la ucraniana, quien, se ha sumado también a la moda de quitarse costillas para reducir el tamaño de su cintura.

La joven se ha convertido en un fenómeno revolucionario en todas las redes sociales, pero no es la única, sino que existe un pequeño ‘séquito’ de ‘barbies humanas’ con obsesiones similares. Dakota Rose, una americana de 18 años, es el ejemplo más claro, ya que fue ella quien inspiró a Lukyanova. Su aspecto físico poco tiene de real, pues se ha enfrentado varias veces al bisturí para perfeccionar los rasgos de su rostro. La joven puso de moda los “Circle Lenses” –muy utilizados por las coreanas-, unas lentes de contacto que aumentan considerablemente el tamaño del iris, haciendo que los ojos simulen los de una muñeca.
La fiebre a favor de las ‘barbies de carne y hueso’ se ha trasladado a las pasarelas de moda infantiles. Tanto es así que Angela y Tony Bailor, un matrimonio británico, sonríen al ver desfilar día a día a su pequeña de ocho años. La pareja se ha gastado 40.000 en tratamientos de belleza para que su hija se convierta en la favorita de todos los concursos. Rayos UVA, extensiones capilares, maquillaje, y unos altos tacones transforman a una dulce niña en una “estrella”, como la define orgulloso su padre. Todos esos “trucos” de belleza se acompañan de media hora de gimnasia rítmica diaria, que ayudan a la pequeña a mantenerse siempre en forma y lista para la ocasión. El matrimonio dedica la mayor parte de sus sueldos a embellecer a la pequeña. “En el pasado tuve que trabajar para el entrenador de Mariah para poder pagarle, pero ahorramos todo lo que tenemos para mantenernos», explicó Angela en una entrevista con el diario inglés Daily Mirror.
El fenómeno Barbie corre el riesgo de contagiarse, aunque de momento no son muchas las que se atreven a pasar por el quirófano para tales fines. Sin embargo, el número de fans en las redes sociales aumenta considerablemente. Los especialistas advierten que esto se debe a la multitud de campañas de publicidad y marketing sobre la Barbie original, pero lo que está claro es que gran culpa es de los padres de las jóvenes. Cabe destacar que en los dos casos señalados, ambas se sometieron a la cirugía estética siendo menores de edad, y, por lo tanto, hubo tutor legal que firmó ese consentimiento.
«En 1990, con el triunfo de las top models – concepto que aparece en la década de los setenta con Claudia Schiffer o Naomi Campbell-
CREO QUE EL GUIÓN DEBERÍA IR DETRÁS DE LA PALABRA SETENTA… Por lo demás, muy interesante el artículo. ¡Enhorabuena!
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