La importancia de lo remoto

Texto: Miriam Najibi. Fotografías: Sara Millán//

El pasado 18 de abril Dune Solanot, fotoperiodista y documentalista de Zaragoza, ofreció una charla titulada “La fotografía documental como memoria y reflexión”, organizada por la revista cultural Zero Grados.  A través de las series fotográficas que conforman su obra y  la visión de su último corto documental, La Dignidad, Solanot ahondó en la importancia de la visión crítica y narrativa.

Vivimos en una época marcada por el frenético tráfico de imágenes. Un vaivén de información que deriva en la confusión sobre el objeto o el contexto de la fotografía. Esa vorágine que es capaz de identificar al fotógrafo que aparece llorando como el protagonista de la perversión moral que ha ido a cubrir, en lugar de a las víctimas que ha dejado atrás. “No nos tenemos que convertir en noticia. La noticia son ellos. Todos hemos ayudado alguna vez. Somos humanos y hemos echado muchas manos. Estamos haciendo una labor que también ayuda”, apunta Dune Solanot. Si no hubiera fotógrafos en las zonas de guerra, lo atroz sería barbarie; los conflictos que escapan a nuestra percepción recibirían vía libre para multiplicarse. A esta conclusión llegó la escritora y ensayista Susan Sontag en su novela  Ante el dolor de los demás. Sobre la necesidad de la fotografía como testigo del horror y sobre  su papel como denunciante del abuso, habló Dune Solanot en La Bóveda del Albergue de Zaragoza.

No tardaron mucho en adjudicarse un dueño todas las sillas disponibles en el espacio. Aunque a media luz, entre el público, se distinguía a periodistas, estudiantes, rostros asociados a la movilización social, amantes de la fotografía y alguna que otra joven promesa del fotoperiodismo aragonés.

Tras la presentación, realizada por las periodistas redactoras de Zero Grados, Ana Baquerizo y Paz Pérez, Solanot deja una de esas frases por las que sientes cierta alegría: “No entiendo la cámara como una frontera”. A través del retrato, su género fotoperiodístico preferido, se acerca a conocer a otras personas de otras culturas, de otros mundos. Situarse detrás del objetivo le ayuda a derribar ‘esas barreras’. Barreras y prejuicios que, como dice, “nacen del miedo a lo desconocido”. Pero matiza: “También se puede realizar un fotoperiodismo maravilloso en Zaragoza”. Las historias cercanas se pueden esconder hasta dentro del patio de nuestra casa. De hecho, Solanot aconseja esto mismo ante la posibilidad de “quedarse solo en la superficialidad de la indiferencia” cuando sales fuera.

El ejercicio en la propia tierra fue lo que Solanot realizó durante seis años en Heraldo de Aragón. Describe el paso de un medio generalista al periodismo freelance como una decisión “muy meditada”. No obstante, los anhelos de materializar esas “realidades que no están en la agenda, pero las has buscado tú” ganaron sobre la seguridad que proporciona un contrato fijo.  Y, ¿qué es ser un periodista freelance? Se traduce en la posibilidad de dar una cobertura más pausada,  en el permiso a detenerte en aquello que llame la atención, en ahondar en lo humano, en nutrirte y a valerte por ti mismo, según cuenta. Pero no todo es idílico. Viajar sin compañía conlleva eso, pasar muchas horas a solas. Y, ¿qué implica ser freelance y mujer? No se le antojan desconocidas algunas preguntas como por qué viaja sola o dónde está su marido. Ante esto, Solanot propone “pegar un corte” o cambiar de tema.  Admite que ha encontrado mucho respeto. En Potosí pudo acceder al interior de las minas porque era una ‘gringa’.

María Torres Solanot 1

Estambul,  Vanuatu, Palestina o Ucrania son algunos de los lugares de los que su cámara ha sido testigo. Destaca que para recoger lo que allí sucede, resulta fundamental conocerlos a fondo antes de empezar a trabajar. Sin ningún equipo, Solanot acostumbra a recorrer los barrios y calles que los componen así como a hablar con las personas que los habitan: “Hay que escucharlos, hay que verlo y hay que estar con ellos. Ese primer contacto es muy importante, tanto por tu trabajo, como por tu persona”.

Solanot visitó Palestina en el verano de 2014, justo la última semana de la llamada “Operación Margen Protector” basada en un bombardeo persistente del ejército de Israel sobre territorio gazatí. Se alojó en zona árabe puesto que su intención era “empaparse de cómo vivían los palestinos”. Se recorrió toda Jerusalén. El hecho de entrar a una casa — situada en zona árabe— le permitió obtener información sobre la llegada de heridos desde Gaza al hospital cercano al Monte de los Olivos. Una vez cerciorada la situación, se acercó, observó y comenzó a trabajar.

Sobre las partes que componen los conflictos, Solanot señala que “en los dos lados hay humanidad, aunque la ideología sea la que sea”. A continuación, expresa de modo tajante: “En Palestina, me posiciono al lado de los palestinos, no se puede evitar. Observabas como los judíos se adueñaban de todo con total impunidad, incluso de los productos palestinos, a los que ponían etiqueta judía en los mercados. No empatizaba con ellos. Es imposible no tomar partido por los más débiles”.

Se refiere a la subjetividad como “algo que todos llevamos dentro”. Pero dentro de esa subjetividad a la que alude tiene un peso crucial  la honestidad, “el contar la verdad”.  Resulta más que perceptible su interés por “las cosas que no están siendo contadas”, por la voz del otro. Y, entonces, la memoria te retrotrae a aquello que, alguna vez,  has leído y asimilado como características del buen hacer narrativo. De lo que te empapas en tus primeros contactos con el periodismo. Algo que Kapuściński describió en Los cínicos no sirven para este oficio:

Tampoco puede ser corresponsal el que cree en la objetividad de la información, cuando el único informe posible siempre resulta “personal y provisional”.

Prosigue el coloquio. Entre las palabras de Solanot se cuela una cita del cineasta chileno Patricio Guzmán: “Un país sin imagen documental es como una familia sin álbum de fotos”.  La fotografía, bien sea de medios generalistas, agencias o independiente, tiene una labor de perpetuación de la memoria. Si hubiera habido imágenes de las personas yacidas en cunetas, ¿hubiera continuado la dictadura franquista?, se pregunta para sentenciar más tarde: “Un pueblo sin memoria es un pueblo sin futuro”.

Solanot se ha interesado durante estos años por los otros de Taranto, o como lo define el “Chernobyl italiano”, donde el polvo de óxido de una acería ha envenenado el mármol, las sábanas  y los pulmones de quienes ahí viven y trabajan. También por las otras mujeres presas en La Paz y sus hijos, trabajo que consiguió realizar después de un mes de insistencia. En Bolivia, puso cara a los trabajadores de  las minas de Potosí, uno de los pueblos más altos del país y donde se encontraba Cerro Rico, “lo que dio más dinero en el siglo XIX a Europa”. Vanuatu  fue uno de los primeros lugares que Solanot recogió tras su salida de El Heraldo de Aragón.  Tras pasar tres o cuatro horas de camino por la selva, reflejó el contraste de lo que todavía continúa erigiéndose como un paraíso y las comunidades que viven al margen de la sociedad, de “nuestra sociedad de consumo y capitalista”.

María Torres Solanot, Ana Baquerizo y Paz Pérez en la Bóveda

Pese a que se define como fotoperiodista, el año pasado percibió cómo la imagen se quedaba muda para recoger lo que ocurría en Lesbos: “Quería que se escuchara lo que yo escuchaba en los desembarcos”.  Necesitaba poner voz a aquellos que huían de la guerra en Siria y de los tratos recibidos en Turquía a Grecia. Una de esas voces es Adil, refugiado sirio  que ofrece su testimonio —aunque con el rostro cubierto por temor a represalias hacia su familia— en el corto documental La Dignidad, grabado por Solanot, en el que se reflejan dos testimonios de otros dos refugiados. De forma rápida, se escucha el testimonio de Adil. Cuenta que estuvo a punto de naufragar en las costas de Lesbos. El documental está conformado por dos testimonios de otros dos refugiados.  Uno de ellos es Osama Abdul Mohsen, refugiado sirio cuya imagen dio la vuelta al mundo al ser agredido por una periodista húngara.  Entre prisas y voces que invitan a que la charla finalice ya —por cuestiones de tiempo—  se puede ver entrecortado el tercer testimonio de La Dignidad en voz de Kossi Simeón, periodista y refugiado político togolés residente en Zaragoza tras recibir amenazas por ejercer en Togo.

Y, otra vez, pero ahora con La Bóveda iluminada  y entre sillas sin dueño,  vuelve a resultar imposible retrotraerse a Los cínicos no sirven para este oficio:

Mi intención es sobre todo la de mostrar a todos nosotros, los europeos —que tenemos una mentalidad muy eurocéntrica—, que Europa, o mejor dicho, una parte de la misma, no es lo único que existe en el mundo.

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Charla completa de “La fotografía documental como memoria y reflexión” a través de este enlace.

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