Somos prescindibles

Miguel Nadal//

Desde hace un par de semanas tiro los plásticos al contenedor amarillo pensando si se están riendo de mí. De mí y del resto de los ciudadanos. Nos han dicho que el papel se vierte al contenedor azul, el plástico al amarillo, el vidrio al verde, el aceite a otro especial y, ahora también, la basura orgánica se saca en días señalados. Nos dicen que los polos se deshielan y que ya no hay marcha atrás. Nos lo dicen Ecoembes y Ecovidrio, organizaciones de sex appeal verde en las que Nestlé, PepsiCo o Colgate figuran como miembros de la junta de accionistas. No se hablará mal de ellas en la tele, en la prensa o en la radio, pero envían buena parte de los envases que recogen a países como China y rechazan el sistema de retorno de plásticos. Parece que despachar la basura de los países desarrollados a los subdesarrollados es reciclar. Quizás esperan que los ciudadanos de allí la recojan de los vertederos y le den otra vida.

Reciclad, usad el transporte público, reutilizad el agua y renovad los vehículos por otros que contaminen menos. Es lo que nos dicen que hay que hacer y, más o menos, estamos cumpliendo. Las campañas de concienciación están muy bien. Las corporaciones se alían con asociaciones como la mencionada Ecoembes, apagan las luces un día al año durante un minuto y estampan el icono de reciclaje en sus envases. Pero seamos claros: cinco chicles pegados al suelo no son la causa del cambio climático. No lo son por mucho que algunos lo deseen. No estaría de más recordar las kilotoneladas de gases contaminantes y residuos que emiten las voluminosas manufactureras, los lujosos apartamentos que las promotoras inmobiliarias edifican junto a la playa (casi para poder tirarte al mar desde el balcón) y las guerras entre países por obtener medio litro más de petróleo que el enemigo.

Y hablando de petróleo, las asociaciones ecologistas son otro término de esta compleja ecuación, más preocupadas por los grupos de poder que por la causa que defienden. Claro ejemplo es el de Greenpeace, que en más de una ocasión ha aceptado donaciones económicas de magnates del petróleo. No seré yo quien niegue su labor en la concienciación por el cambio climático, pero sus últimas posturas anticientíficas no hacen ningún bien al panorama. Sobre todo, cuando existe todo un coro conspiranoico que cada vez grita más al unísono que la tierra es plana, que de vacunas nada o cualquier otra teoría illuminati disponible en YouTube.

Las empresas se disfrazan de verde mientras trasladan sus plantas industriales a países pobres. Un intento por reducir los costes de producción y burlar las exigencias ambientales de las regiones en las que operan. Un lavado de cara sin quitarse las legañas de los ojos. Al final, la responsabilidad ambiental corporativa parece ser como una bolsa de patatas fritas: bien hinchada cuando permanece cerrada (y con su simbolito de reciclaje en el reverso). Cuando la abres, el aire se escapa, el envase se desinfla, y solo cuatro patatas se encuentran en el fondo de la bolsa. ¿Hasta qué punto no se ha convertido en el postureo del siglo XXI? Nos dicen que cuidemos el medio ambiente como si los ciudadanos de a pie fuéramos los responsables de todas las desdichas de nuestra querida Tierra. Dime, ¿lo haces tú?

“Nos estamos cargando el planeta”. Esta es la frase que más se oye en los grupos de conversaciones y más se lee en las redes sociales cuando se debate sobre ecología. Frases similares aparecen también en las pancartas de los jóvenes que desde hace un par de años se manifiestan todos los viernes en contra del cambio climático. El problema es que hasta el egocentrismo humano aparece al reivindicar el cuidado del medio ambiente. No nos estamos cargando el planeta; nos estamos cargando la vida humana en la Tierra. De peores catástrofes ha salido adelante. Quizás tarde millones de años en recuperarse, pero lo hará. Eso sí, será con una civilización extinguida si es necesario. No somos más que una nave a la deriva en el universo. Así que si no queremos que todos los avances tecnológicos y todo lo que hemos construido en sociedad durante miles de años desaparezca fruto del egoísmo humano, alguien tiene que empezar a hacer algo. De verdad, la Tierra no es nuestra. Somos prescindibles.

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