Exilio urbano temporal

Miguel Nadal//
La crisis del coronavirus ha agitado los planes de todos, y los pueblos no se han quedado al margen

Tormentas huracanadas, cubitos de hielo, aerogeneradores en el horizonte y mascarillas quirúrgicas. El último verano en Sierra de Luna, el de 2020, fue el más atípico que se recuerde, posiblemente como en cada rincón del mundo. Hay quien creía que lo de marzo sería temporal, que en un par de meses recuperaríamos la normalidad. Muchos pensaban que, con el fin de ese estricto confinamiento de casi tres meses, en junio volveríamos a la narrativa pre-COVID interrumpida en marzo. Pero el término nueva normalidad es la realidad; el Presidente del gobierno fue el primero en nombrarlo, y a ello le sucedieron numerosas reacciones políticas y mediáticas. “¿Qué es eso de nueva normalidad? Yo quiero volver a mi vida de antes”. Sectores mediáticos que incluso ponían el grito en el cielo ante semejante expresión distópica… Pues bien, ya hemos visto que regresar a la antigua resulta imposible: esto es la nueva normalidad.

Sierra de Luna, al menos, tuvo suerte en el entonces recién estrenado statu quo. En este pequeño pueblo del sureste cincovillés, la piscina abrió en verano. Localidades cercanas como Las Pedrosas, Valpalmas o Erla no tuvieron ese privilegio. Aun así, las cosas cambiaron bastante: el aforo se limitó, el pago del bono de toda la temporada era la única vía para acceder y el uso de la mascarilla y mantener los dos metros de distancia de seguridad era obligatorio en todo el recinto. Tomar el sol con mascarilla no es lo más agradable, uno de los problemas que presenta la COVID-19. Para más inri, al mismo tiempo que por falta de espacio o medios algunos pueblos decretaron no abrir sus piscinas municipales, las superficies comerciales más cercanas decidieron subir el precio de esas piscinas de plástico que puedes instalar en el jardín, en el corral o en la terraza de tu casa. Es la ley de la oferta y la demanda. No a todos los negocios les ha debido de ir mal la crisis del Coronavirus.

¿Por qué tanta importancia a las piscinas? Porque en los pueblos, sobre todo en los más pequeños, la piscina municipal se acaba convirtiendo en el centro neurálgico del verano. Las hay que tomaron decisiones intermedias, como la de la capital cincovillesa Ejea de los Caballeros, donde el aforo se organizó de tal manera que los usuarios se turnaban el acceso en función de si el día del calendario era par o impar.

Zaragoza se vacía en verano. Las calles de la ciudad siempre han sido un horno en los meses estivales, pero esta vez el agobio de las multitudes y la amenaza de un nuevo confinamiento veraniego provocó un movimiento a los pueblos que, aunque las estadísticas todavía no lo confirman, se observó notablemente en lugares como en Sierra de Luna. Aquellos a los que antes veías -con suerte- un par de veces al año, la nueva normalidad los convirtió en tus nuevos mejores amigos. La tranquilidad del monte y las calles vacías atraen frente al bullicio y al calor de las ciudades, especialmente cuando lo más recomendable es mantener cierta distancia con aquellos que no forman parte del núcleo familiar.

Quizás fue en la terraza del bar del pueblo donde todavía se apreciaban ápices de la antigua normalidad. El jaleo seguía estando allí, pero esta vez no había ningún tapete verde sobre las mesas porque no se podía jugar a las cartas. Los mayores se desentendieron del guiñote y los jóvenes descubrieron una aplicación del móvil con la que jugar a las cartas o al parchís individualmente desde sus sillas sin rebasar los dos metros de distancia. O el metro y medio, ya nadie lo sabe con certeza.

Antonio forma parte de una de las familias que optó por volver a su pueblo en las fases finales del confinamiento, y en cuanto se permitió el traslado a segundas residencias, lo hicieron. Otras llegaron al pueblo apenas 48 horas antes de que el confinamiento fuera totalmente efectivo el 15 de marzo. Pero el éxodo urbano no es tan fácil, sobre todo cuando la carencia o la escasez de recursos en los pueblos pequeños es una evidencia que lleva lamentándose durante décadas. En Sierra de Luna no hay una oficina de banco. La última, de Ibercaja, se retiró hace tres años. Afortunadamente cuenta con una pequeña tienda de ultramarinos; otros pueblos no la tienen. Al mencionar la palabra teletrabajo, una sonrisa irónica se dibuja en la cara de más de uno. ¿Tal vez la palabra más utópica que nos ha dado la nueva normalidad? “El teletrabajo depende”, apunta Clara, que contrató un servicio de red para poder trabajar desde el pueblo. Con ello le vale para recibir correos, enviar documentos, revisar bases de datos… no dice necesitar más, el ADSL de dos megas es suficiente. La otra cara de la moneda es la de Pilar, cuyo trabajo requiere cargar en la red archivos de gran peso, de hasta un gigabyte. Para ello necesita la fibra óptica. De lo contrario, puede tardar hasta un día entero en subir esos archivos (si ningún corte de red paraliza el proceso y tiene que comenzar de nuevo, claro).

Ahora bien, la fibra óptica no ha llegado a Sierra de Luna ni a ninguna de las localidades de la zona. Las Pedrosas parece que será la primera en tenerla, aunque va para largo. La instalación se ha realizado; falta que las compañías telefónicas proporcionen esa veloz conexión de red, y la COVID ha retrasado el proceso. “Ahora vemos las carencias que presenta vivir en lugares tan pequeños -dice Pilar-. Vivir en el pueblo es ideal, pero al final es inevitable depender de la ciudad de un modo u otro”.

El olvido rural

La última pérdida -esta a medias- ha sido la de la línea de transporte, un bus subvencionado por la Diputación de Zaragoza que hasta marzo de 2020 los lunes, los miércoles y los viernes pasaba al punto de la mañana por varios pueblos de las Cinco Villas camino de Zaragoza, y por la tarde en esos mismos días realizaba la ruta contraria. Es la única línea de transporte que conecta estos municipios con la ciudad, y con la nueva normalidad se ha retomado, pero la COVID-19 ha servido de excusa para retirar un día de la línea: ahora solo pasa los lunes y los viernes. Aquí la gente duda de que, con o sin coronavirus, vuelva a pasar los miércoles.

De hecho, los recursos seguirán mermando con o sin normalidad. La alcaldesa de Sierra de Luna, Marisa, contempla en este exilio urbano una oportunidad de reimpulso para los pueblos más pequeños. Sin embargo, esas oportunidades no dejan de ser más que una mera ilusión de verano si una atención médica y una línea de transportes estables, los comercios y un servicio mínimo de atención bancaria escasean. Estos pueblos no sufren todavía el abandono masivo de las zonas más despobladas de España. No obstante, el Instituto Nacional de Estadística incluye la provincia de Zaragoza dentro de los territorios agonizantes de nuestro país, pues el 80% de sus municipios se encuentran en riesgo de despoblación. Los pueblos de Soria, Zamora o Teruel son un espejo del futuro al que pueden enfrentarse si la apatía hacia el mundo rural persiste.

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