Bom Bom envenenado
Martín Cantalapiedra //
El pasado viernes 10 de abril se lanzaba el nuevo single de Bad Gyal, un remix de la canción del artista de reggae panameño Kafu Baton, Tú eres un Bom Bom. La canción no tardó en ser número uno en tendencias y sus escuchas se cuentan ya por millones. Ese mismo fin de semana, las redes comenzaron a dar eco de una antigua canción de Baton titulada Pato, un sobrenombre despectivo que hace referencia a los hombres homosexuales. El tema, del año 2000 pero publicado hace dos años en un recopilatorio del artista, dice lo siguiente: “Te pateo duro hasta que te quedes chato, un solo puñete y te voy a dejar ñato. Esas ideítas las sacaste de dónde, quieres ser mujer y tú naciste hombre”. Bad Gyal, una de las artistas más escuchadas y celebradas por la comunidad LGTBI de nuestro país, recibió numerosas críticas por la colaboración con el artista panameño, ya que ella misma había asegurado un par de años atrás que “nunca trabajaría con una persona machista u homófoba”.
Twitter es actualmente un auténtico circo romano, donde los fans observan desde su palco las diversas polémicas protagonizadas por famosos y deciden con el pulgar (en este caso, twitteando) si dejan vivir a la celebrity en cuestión o si la condenan a la cancelación eterna. Una cancelación sin escala de grises, en la que una ola de miles de comentarios puede arrasar con la reputación de una persona. No digo que esta “cancelación” no sea en ocasiones justificada, ni que pueda ser el principio de una conversación necesaria en nuestra sociedad, ni que a veces siente bien ver cómo la carrera de un famoso con valores cuestionables es apedreada por este foro romano que son las redes sociales. Pero en muchas ocasiones esta cultura de la cancelación se convierte en algo falto de valores y de una reflexión necesaria.
El hashtag #BadGyalIsOverParty comenzó a rondar por Twitter con fans de la artista catalana decepcionados con la nueva colaboración. Para algunos, este remix había pasado de ser el próximo hit del verano a la prueba irrefutable de que Bad Gyal había renunciado a sus principios colaborando con un artista homófobo. La cantante no tardó en reaccionar a la polémica con un story en Instagram, donde aseguraba no conocer la canción de Kafu Baton, y que actualmente el artista panameño “no es una persona homófoba y me ha contado que incluso apoya a la comunidad LGTB+ de su país”. Bad Gyal realizó numerosas entrevistas con medios a través de redes sociales, en las cuales reiteraba su total desconocimiento del tema Pato y su apoyo incondicional a los derechos de la comunidad LGTBI. También desveló que donaría parte de sus beneficios por la canción a una organización de apoyo al colectivo en Panamá, país donde la homosexualidad fue despenalizada hace solo doce años.
Baton rompió su silencio unos días después en su perfil de Instagram, asegurando que el polémico tema lo escribió a los inicios de su carrera, cuando “no contaba con la madurez, ni la orientación que hoy día mantengo”. Sean estas declaraciones honestas o no, la canción sigue pública en todas las plataformas de streaming y su mensaje es por desgracia compartido por muchos otros artistas actualmente.
Durante el transcurso de la polémica, el foco estuvo siempre en Bad Gyal por haber colaborado con un artista homófobo y no tanto en el propio Baton. Esto podría explicarse por la tan diferente relevancia que ambos artistas tienen en el panorama musical español, siendo Bad Gyal un fenómeno de masas y un innegable reseteo cultural en la escena urbana. Sin embargo, encontramos otros casos como el de Katy Perry, que colaboró en 2017 con el grupo de hip-hop Migos, cuyo miembro principal Offset ha sido centro de atención por sus letras LGTBI-fobas. En este caso, la relevancia cultural de ambos es similar, e igualmente la damnificada fue la cantante considerada icono de la comunidad.
En casos como estos, no se debería ignorar la cuestionable decisión de artistas como Bad Gyal o Katy Perry, cuyos actos y decisiones son tan relevantes para la comunidad gay, y deberían siempre ser consecuentes con sus colaboraciones. Sin embargo, el verdadero problema son aquí los artistas masculinos cuyos comentarios y canciones escapan el foco de atención, ya sea porque no parecen deberle tanto al colectivo o porque el público está más interesado en “cancelar” a las artistas femeninas que, con conocimiento de causa o sin él, colaboran con estos. En definitiva, debemos cuestionar y denunciar este tipo de casos, pero siempre teniendo en cuenta quién es el verdadero enemigo. Y es que el enemigo no es Bad Gyal, sino aquel artista con semejante canción a sus espaldas que, pese a sus disculpas, no tiene perdón.