Emigrar a Burdeos para construir un futuro: la historia de Juan Manuel y María Dolores

Adriana López Marturet//

La España de la primera mitad del siglo XX estaba sumida en la pobreza y en la escasez laboral. Fueron muchas las familias afectadas por esta situación, que veían cómo la supervivencia en su país les resultaba imposible. Aunque fuese una decisión complicada, emigrar se convirtió en su única opción. Algunos lo hicieron para volver años más tarde, otros para no hacerlo nunca. María Dolores y Juan Manuel forman parte de esta generación que tuvo que marchar al extranjero en busca de mejores condiciones de vida. Cambiaron sus respectivas ciudades por Burdeos, ciudad francesa que contó con una numerosa colonia española. La vida en un nuevo lugar no es fácil, pero cuando uno se ve inmerso en la pobreza y sin ningún tipo de recursos, cualquier otra opción resulta mejor.

María Dolores Pérez nació en Pamplona el 29 de marzo de 1937. Era la tercera de siete hermanos. Su padre era albañil y con su sueldo debía mantener a toda la familia. Los salarios de la clase obrera en aquella época eran precarios, y la situación se complicó todavía más en la posguerra. En 1945 mandaron a su padre a trabajar en la construcción de unas casas en Javier, un pequeño pueblo de Navarra. Toda la familia se trasladó allí cuando María Dolores tenía 8 años. Estuvieron en Javier hasta 1949, año en el que se volvieron a trasladar a Pamplona. En esta segunda etapa en la capital navarra, se alojaron en una modesta casa de la Calle Descalzos, en la zona vieja de la ciudad.

María Dolores
María Dolores durante sus años en Burdeos

Juan Manuel López nació en Sorbeda del Sil, una pequeña localidad de León, en 1930. Pertenecía a una familia muy numerosa: eran 11 hermanos. Él era el segundo más pequeño. Vivió el horror de la Guerra Civil en sus propias carnes. En 1936, cuando tenía tan solo 6 años, un vecino dio el chivatazo de que su padre, Nicolás López, pertenecía al bando republicano. Sorbeda del Sil había sido tomado por los sublevados, y estos no tardaron en presentarse en su casa. Preguntaron por Nicolás y se lo llevaron con ellos. Juan Manuel no volvió a ver a su padre nunca más.

“Mi padre siempre me contaba esa historia”, afirma Eduardo López, hijo de Juan Manuel. “Se acordaba muy bien de todo lo que pasó, y eso que tenía solo 6 años. El caos y el dolor que causa la Guerra Civil no se olvida tan fácil”, añade.

En busca de una vida mejor

A sus 17 años, María Dolores comenzó a trabajar en una fábrica de materiales eléctricos. Eran 7 hermanos y el sueldo de su padre resultaba escaso para mantener a toda la familia, por lo que los hermanos mayores se vieron obligados a trabajar desde muy jóvenes. La fábrica se encontraba a las afueras de Pamplona, lejos de donde vivía la familia. Al no disponer de medio de transporte para llegar hasta allí, María Dolores realizaba el trayecto a pie. “Tenía que andar durante una hora para llegar al trabajo. Por el día era más llevadero, pero cuando me tocaba volver a casa por la noche, la cosa se complicaba”, afirma. Las condiciones laborales no eran las mejores para la clase baja, pero la situación de pobreza que atravesaba el país en aquella época no dejaba otro remedio que trabajar, aunque fuese en situaciones precarias.

Tras acabar la Guerra Civil, los hermanos mayores de Juan Manuel tuvieron que emigrar debido a la pobreza que había en España. Dos se fueron a México, tres a Argentina y uno a Uruguay. Los más pequeños se quedaron en el pueblo con su madre y tuvieron que enfrentarse a condiciones de vida muy duras. “Mi padre todavía era pequeño cuando esto ocurrió, tendría cerca de 10 años. Para poder sobrevivir, se dedicaba a robar comida de las tiendas, de los mercados, y de cualquier lugar posible”, cuenta Eduardo López.

En 1957, el padre de María Dolores se quedó sin trabajo. La escasez laboral era una realidad que afectaba a miles de familias en todo el país. Por ello, no es de extrañar el elevado número de migraciones españolas registradas durante el siglo XX. Según un estudio realizado por Juan B. Vilar en el año 2000, la etapa comprendida entre 1946 y 1973 movilizó a más de 2.600.000 trabajadores españoles que tuvieron como destino principal los países industrializados de la Europa occidental: Francia, la República Federal de Alemania y Suiza.

María Dolores y su familia forman parte de esa elevada cantidad de personas que tuvieron que dejar su casa y emigrar en busca de mejores condiciones tanto vitales como laborales. A sus 20 años, en 1957, puso rumbo a Burdeos junto a sus padres y a cinco de sus hermanos, pues el mayor decidió quedarse en Pamplona. La ciudad francesa no fue una decisión al azar: “Mi padre tenía un primo lejano de Tarragona que también tuvo que emigrar y que decidió marcharse a Burdeos. Hablamos con él y nos dijo que había trabajo, que no tendríamos problemas”, cuenta María Dolores.

A sus 20 años, Juan Manuel se quedó huérfano. Su madre murió y él sintió que ya no había nada que le atase a su pueblo, Sorbeda del Sil. Sus hermanos, los pocos que quedaban en España, comenzaron a trabajar en la mina, pero él tomó un camino diferente. Se marchó a la Legión como voluntario y fue destinado a Larache, Marruecos. Estuvo allí tres años, tiempo mínimo requerido a los voluntarios alistados. En 1953, tras finalizar su periodo en la Legión, decidió emigrar siguiendo los pasos de sus hermanos mayores. Estos se fueron a Latinoamérica, pero él decidió hacerlo a Francia. Concretamente, a Burdeos.

Juan Manuel Legión
Juan Manuel, a la izquierda, durante su etapa en la Legión

Francia fue uno de los destinos prioritarios para los emigrantes españoles. Según un estudio de la historiadora Natacha Lillo, en un censo realizado en el país galo en 1968, se calculó que eran 607.000 los españoles que vivían allí. Representaban la primera nacionalidad extranjera, por delante de los italianos.

La decisión de emigrar a Burdeos no fue fácil. María Dolores y su familia se disponían a comenzar una nueva vida lejos de Pamplona, la que hasta entonces había sido su casa. Todo eran nervios e incertidumbre, pero sabían que era la decisión correcta. En Burdeos podrían encontrar aquella estabilidad que en España les había sido imposible. “El hecho de emigrar con mi familia me tranquilizaba. No es lo mismo irse sola que irse acompañada. Sabíamos que el comienzo sería difícil, pero estábamos dispuestos a pasar por ello”, afirma María Dolores.

Una vez en Burdeos, se alojaron en una casa que compartían con la familia del primo lejano de su padre. Este alojamiento estaba ubicado en lo que se conocía como “el barrio español”, una zona en la que la mayoría de residentes eran inmigrantes españoles. Era un barrio alejado del centro de la ciudad, cerca de lo que actualmente es la estación de tren de Saint-Jean.

El barrio español

Burdeos contaba con una nutrida colonia española. Eran muchas las personas que decidieron emigrar a esta ciudad francesa y la mayoría se alojaron en el denominado barrio español. Este flujo de migraciones a la capital de Aquitania fue muy numeroso en la segunda mitad del siglo XX, pero durante las primeras décadas también contó con una elevada cifra. Según un artículo publicado por el diario Levante-EMV, en 1920, debido a la cantidad de españoles que llegaron a la ciudad francesa, dos galos pertenecientes a la compañía de Jesús decidieron crear un centro denominado “Solar Español”. Este centro estaba destinado a acoger y ayudar a los inmigrantes españoles y contó además con delegaciones en localidades cercanas como Pau o Toulouse.

El Solar Español ofrecía atención laboral y religiosa y contaba también con servicio médico y con una escuela infantil, para que aquellos trabajadores que no pudiesen hacerse cargo de sus hijos durante el horario laboral tuviesen dónde dejarlos. Este centro se mantuvo abierto durante todo el siglo XX y ayudó a muchos españoles.

Barrio español
Plaza Ferdinand Buisson, en el centro del barrio español

Juan Manuel llegó a Burdeos en 1953. Sabía de la existencia del barrio español, pero decidió alojarse en una pensión ubicada cerca de la Place Gambetta. Con el poco dinero que tenía, no podía permitirse mucho más. Viajó solo, por lo que tuvo que reconstruir su vida desde cero, sin tener nada ni a nadie. “Le costó adaptarse a la ciudad. No se manejaba muy bien con el francés y no se relacionaba con la gente local”, afirma su hijo Eduardo López.

Trabajar en Burdeos

No llevaba ni un mes en Burdeos cuando comenzó a trabajar en la construcción. Fue allí donde conoció a Luis, quien pronto se convertiría en su mejor amigo. Luis era de Salamanca y también tuvo que emigrar debido a la escasez de trabajo que había en España. Desde que se conocieron, conectaron muy bien. Eran un gran apoyo el uno para el otro, pues ambos habían tenido que viajar solos y adaptarse a la ciudad no estaba siendo una tarea fácil.

María Dolores estaba contenta en la ciudad. Poco a poco se había acostumbrado a su nuevo hogar y había encontrado trabajo en una fábrica de calzado. Sus hermanos también estaban trabajando, excepto los dos más pequeños, de 10 y 11 años. Estos cursaron sus estudios en Burdeos, en un colegio cercano al barrio español. Estudiaban en francés, por lo que adquirieron un gran nivel del idioma y fueron sin duda los que mejor se adaptaron a esta nueva vida.

La fábrica de calzado en la que trabajaba María Dolores contaba con varias trabajadoras españolas. Entre ellas estaba Begoña, una joven de la localidad navarra de Corella. Pronto se hicieron amigas e inseparables. El hecho de que ambas fueran del mismo lugar ayudó: “El ambiente en el trabajo era agradable y los compañeros franceses fueron muy amables con nosotras. Éramos varias las españolas que trabajábamos allí, y nos ayudaron mucho con el idioma. Hice varios amigos, pero lo mejor de la fábrica fue conocer a Begoña. Ambas éramos de Navarra, y quieras que no eso acaba uniendo”, cuenta María Dolores.

Los salarios de los inmigrantes españoles no eran demasiado elevados, pero eran suficiente para sobrevivir. No debemos olvidar que, aunque su calidad de vida y su situación económica fuese mejor en Francia, los españoles que migraban seguían perteneciendo a la clase baja. “Yo tuve suerte porque mis hermanos y mi padre también trabajaban, entonces nos fue más fácil poder pagar la casa y mantener a la familia, pero esto no quiere decir que los trabajos no fuesen precarios”, afirma María Dolores.

La situación de Juan Manuel fue un tanto diferente. “Durante todos los años que estuvo en Burdeos estuvo viviendo en una pensión. Su sueldo era bajo, no podía permitirse pagar una casa. Su medio de transporte era una bicicleta de carretera. Así era como se movía por la ciudad. No es que sea gran cosa, ya ves tú, pero él estaba súper orgulloso de ello porque en aquella época no había muchas bicicletas de ese estilo. Para él era todo un lujo”, cuenta Eduardo López.

 

Juan Manuel en Burdeos
Juan Manuel, en primer plano, junto a sus amigos de Burdeos
Los fines de semana, una vía de escape

El barrio español se transformaba cada fin de semana. Se organizaban bailes, meriendas y fiestas que reunían a numerosas personas. Aquello suponía una buena oportunidad para conocer a gente nueva y estrechar lazos entre la comunidad española. “Los fines de semana eran especiales. Aunque también tuviésemos amigos franceses, los españoles solíamos reunirnos entre nosotros. Los bailes que organizábamos eran una buena manera de hacer piña”, afirma María Dolores.

Era abril de 1962. Como cualquier fin de semana, María Dolores acudió con algunos amigos a uno de esos bailes. Juan Manuel hizo lo mismo. Aunque siguiese viviendo en la pensión, frecuentaba el barrio español a menudo. Eran ya varios años los que ambos llevaban en Burdeos, pero nunca habían coincidido. O tal vez sí, pero no lo sabían. Aquel día iba a ser diferente, aquel día iban a hablar por primera vez y desde entonces ya no dejarían de hacerlo.

La suya fue una historia más de las muchas que se dieron entre inmigrantes españoles. Se habían encontrado. Lo habían hecho en una ciudad extranjera a la que ambos habían llegado en busca de una mejor vida. Emigrar no es fácil, pero en su caso el sacrificio y el esfuerzo de dejar todo atrás había servido para algo. Burdeos siempre será especial para ellos, siempre será aquella ciudad que les unió y les cambió la vida.

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