Con la música a otra fiesta: los santos populares de Lisboa
Ana Baquerizo//
La capital portuguesa celebra sus fiestas patronales. La música no puede faltar en un año marcado por el 50 aniversario de la Torre de Belém y los 40 años de la independencia de sus colonias en África.
Las fiestas de Lisboa se celebran con una sardina en la cabeza. Y no se indignen al pensar en un hipotético despilfarro de comida: el animal es parte de un gorro de tela que cae holgado y gracioso hacia atrás. También se ven otros modelos de gorro, al estilo pelo afro de colores o que imitan la calva circular con pelo alrededor del patrono de la ciudad, San Antonio. Estas fiestas, en honor a los santos populares, –San Antonio, San Juan y San Pedro– se alargan desde finales de mayo hasta principios de julio, con una gran cantidad de actividades gratuitas que, conjugadas con el calor que marca el inicio del verano, aseguran el buen ambiente.

Las guirnaldas y los farolillos cuelgan de un lado a otro en las calles más estrechas de la ciudad, sobre todo en Alfama y Barrio Alto. Bullicio constante. En las plazas, actuaciones de los colegios: con música y vestidos para la ocasión despliegan un desparpajo que es recogido por decenas de cámaras fotográficas. Aunque en general el tráfico de viandantes por las calles es fluido, de vez en cuando hay grupos parados que entorpecen el paso. Esperan para comprar algo de comida en un puesto instalado para estos días. Vende bifanas a dos euros, una especie de bocadillos típicos a base de carne de cerdo a la brasa con salsa, que se sirve recién hecho. Unos metros más allá, una columna discreta de humo señala otro punto para comprar comida, esta vez chorizo y sardinas asadas del río Tajo, las más afamadas de Portugal. Entre esta circulación constante de personas, un muchacho italiano que ha venido para las fiestas asegura entre risas que va a ponerse en la fila de las sardinas y comerse una “para que no se ofenda el santo”.

La devoción de la capital portuguesa por San Antonio de Lisboa –cuyo nombre de nacimiento era Fernando, y que es conocido por motes como el santo de todo el mundo o San Antonio milagreiro– es evidente. Hace nueve siglos fue vecino de esta ciudad, por eso sus imágenes están todo el año presentes en iglesias, souvenires o postales. Pero estas semanas es aún más protagonista. Recibe las oraciones y pedidos de toda una ciudad, sobre todo los de jóvenes casaderas que le piden un novio: la tradición dice que deben acercarse a la estatua y acertar con una moneda en el libro que San Antonio sostiene junto al niño Jesús.
Sobre las cinco y media de la tarde, el buen tiempo del sábado festivo que este año coincide con el día del santo, hace que cientos de personas aneguen las calles circundantes a la Seo, próximas a la Alfama. A los pies de la estatua del santo, flores y velas. Varias muchachas esperan para pasar a la primera fila y cumplir con la tradición de la moneda. A casi todas les cuesta varios intentos, hay una que gasta todas las monedas cobrizas de la cartera en su empeño, entre las risas de su grupo de amigas; y las menos afortunadas desisten sin haberlo logrado. Un par de niños lo intentan también. “Eso de pedirle al santo que nos case es muy antiguo, hoy se le pide cualquier deseo”, explica risueña una señora de mediana edad que se ha acercado.

El ambiente cálido envuelve a nacionales y extranjeros sin distinción. Los gritos exagerados de los vendedores marcan el paso de los transeúntes. El tráfico está cortado y, a lo largo de la calzada, se distribuyen los puestos de estampitas, rosarios, sardinas, choripán… o manjericos, unas plantas pequeñas cuyas hojas elípticas le dan un aspecto redondeado. Todos traen un trocito de papel con algo de poesía escrito. Aunque la tradición dice que los novios se los regalan a sus amadas, se ve a muchas mujeres comprándolos en las calles, con el sonido de fondo de artistas callejeros que estos días parecen lucirse más de lo habitual.
Pero el mayor evento que vive la ciudad en fiestas tiene lugar una semana después del día de San Antonio, cuando Faz Música Lisboa organiza en un solo día 49 “miniconciertos” de una hora de duración. Gratis para todo el mundo. Las plazas, los parques, los miradores, las calles… Cualquier emplazamiento puede convertirse en el escenario de un grupo de rock, música brasileña, fado, electrónica o jazz.
En el jardín botánico, las fadistas van sucediéndose en turnos de tres o cuatro fados cada una. Entre plantas grandiosas, árboles exóticos –la mayoría provenientes de las colonias– y estanques de pececillos anaranjados, suenan en directo dos guitarras portuguesas y una española. Entre el público, silencio. Pese al calor de la calle, aquí se está fresquito; con razón lo llaman la estufa fría. El sentimiento brota de la voz de cada una de las cantantes, que cuenta también con el acompañamiento amable de los asistentes dando palmas al ritmo de uno de los últimos fados. Pese a la leyenda de que todos los fados son tristes, no siempre es así.
Conforme cae la tarde, la gente –helado o refresco en mano– se mueve de un lado a otro para asistir a diferentes conciertos. En la plaza de Rossio, esta vez al aire libre, toca Vira Casaca, un grupo portugués de rock integrado por cuatro jóvenes apasionados. Su estilo descarado y algo original llama cada vez más la atención de los que acaban de llegar. Interpretan desde sus propias canciones como Sexo é fundamental, hasta otras más tradicionales, como una versión de A minha casinha que consigue arrastrar a la gran mayoría de la plaza.

A partir de las diez y media la atención se centra en otra plaza, la de Intendente, a un kilómetro escaso de distancia. Ya no se trata de un cantante joven o poco conocido, sino de un grande de la música africana: Vieux Farka Touré, un maliense experimentado como músico y reconocido por su trayectoria -actuó en la ceremonia de apertura del mundial de Sudáfrica en 2010-. Aunque en Lisboa no hay muchos africanos de la zona francófona, sí de las excolonias portuguesas. Personas de diferentes razas llenan el espacio habilitado. Es tanta la expectación que los congregados no pueden ni moverse. No hay sitio.
Esta actuación forma parte de Lisboa mistura –Lisboa mezcla–, otro ejemplo más de las diferentes iniciativas culturales que abundan y se sobreponen unas a otras durante los santos populares. Una urdimbre de eventos no solo para todos los gustos sino también para todas las patrias que conviven en Lisboa, nutriéndose unas de otras. No se entiende Lisboa sin multiculturalidad, ni sin su música en unas fiestas que son el reflejo de su esencia cosmopolita y bohemia, cambiante y auténtica, rebelde y tradicional.
Autora:
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![]() Ciudadana del mundo, rebelde con -y por- muchas causas, fan de las historias de la gente corriente. Hace quince años, de mayor quería ser periodista. Ahora, además, soy activista por los derechos humanos y apasionada por los países del sur, aunque vivo en Londres.
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