Angola y el cambio inmóvil
Texto: Ana Baquerizo. Fotografías: Sandra Lario//
Angola vota para buscar relevo al presidente Dos Santos, quien ha dirigido el país en los últimos 38 años, en medio de una importante crisis económica. Se comenta que nunca antes se había debatido tanto de política en sitios públicos, que la gente está perdiendo el miedo -heredado de la guerra- a opinar y criticar. Esta es la crónica de unas elecciones históricas que cubrimos bajo la advertencia recibida por parte del director del centro de prensa que se encarga de acreditar a los periodistas, António Mascarenhas: «No tendrán problemas mientras no sean hostiles».
El 23 de agosto de 2017, Luanda dejó de ser, por un día, la capital caótica del tumulto, los atascos y la compraventa callejera. Las asambleas de voto esperaban recibir a más de nueve millones de electores que querían pronunciarse sobre el primer cambio político que viviría Angola en casi cuatro décadas. En esta ocasión el presidente José Eduardo dos Santos, en el poder desde 1979, -el único que ha conocido la mayoría en un país donde la esperanza de vida supera en poco los 50 años- no se presentaba a una nueva reelección. El propósito de mantener la paz durante y, sobre todo, tras las elecciones era el mantra repetido por políticos, periodistas y líderes religiosos, haciendo recordar a la población lo vivido en 1992. Entonces, unos resultados no aceptados acabaron por perpetuar una guerra que había comenzado casi dos décadas antes.

Lejos se encuentra Angola de una situación comparable, aunque la alusión dentro del juego político quizá haya servido para intentar rebajar unas ganas evidentes y fervorosas de cambio. La crisis económica, provocada por la caída de los precios del petróleo en 2014, también ha hecho campaña en medio de una intensidad diaria de inauguraciones grandilocuentes televisadas, las caras de los candidatos en camisetas y gorras, horror vacui propagandístico y conversaciones en los taxis colectivos -los medios de transporte más populares, denominados candongueiros– que conducen a debates acalorados, aunque nunca se había esperado otro resultado que no fuera la victoria de los mismos otra vez, el Movimiento por la Liberación de Angola (MPLA), ahora dirigido por el camarada João Lourenço.

Empieza un día histórico
La jornada electoral, celebrada en miércoles -salvo en tres provincias, donde se retrasó al sábado por demora en el envío del material-, es día no laborable. Las escuelas permanecen cerradas durante dos semanas. La radio recuerda que se deben «respetar las simpatías políticas del vecino». El sosiego anómalo de las calles anuncia la importancia de un día que comienza a las siete de la mañana. Minutos antes ya hay quienes esperan a las puertas, agolpados silenciosamente: en la asamblea de voto número 1000 son siete. Una de las madrugadoras, Lúcia, vota por primera vez a sus 19 años: «estoy ilusionada», esboza tímida. «Queremos un cambio, algo bueno para nosotros», interrumpe Luís Desodé, que se encuentra el siguiente en la fila.

Ese carácter enérgico de los angoleños, evidente fuera de los colegios electorales y durante toda la campaña, contrasta con la rigidez del proceso dentro: entran de uno en uno, enseñan su carnet de elector, recogen una papeleta tamaño folio con las seis opciones, numeradas por sorteo. Con bolígrafo, en unos biombos de cartón, marcan su voto y lo depositan en la urna. Por último, untan la punta del índice derecho con tinta azul indeleble. «Indica que la persona ya ha votado, para que nadie pase dos veces», explica Sebastião Baião, encargado de esa tarea en la mesa 2 de la asamblea de voto 761.

La formalidad se ve, se toca, se huele. Y solo se quiebra en momentos puntuales, como cuando aparece Esperança. Con ayuda de un bastón camina junto a su sobrino y todos se deshacen en atenciones hacia una señora que no sabe su edad cuando se la pregunto. «Tiene unos 80 años», apunta su sobrino António Simão. Risueña, saluda a todos los presentes. El presidente se acerca, la elogia y le pregunta si autoriza al acompañante. El buen ambiente irrumpe en una sala hasta hace poco demasiado sobria, hasta que el voto de Esperança -que no tiene documento de identidad, como muchos angoleños, aunque sí se ha sacado la tarjeta de elector para poder votar- cae, con alguna dificultad, dentro de la urna.

Zona pobre, zona rica
«Llevamos una hora esperando y no nos dejan pasar», reclama Claudia entre el alboroto de casi una centena de personas que espera entrar en la assembleia 769. “Pero vamos a seguir aquí el tiempo que haga falta, lo que quieren es que nos vayamos sin votar…», asegura. Se oyen comentarios de que en ese colegio -situado el municipio de Cacuaco, donde el partido líder de la oposición UNITA es el más fuerte- hay pocas mesas de voto para todos los inscritos. El descontento desborda lo puramente electoral en una de las áreas más pobres de la ciudad. «Eh, haz foto de nuestras calles para que vean cómo vivimos», grita una joven que pasa por una calle sin asfaltar poblada por casas de chapa.
Fuera de esa zona, el ambiente es muy diferente. Los votantes hacen caso a las recomendaciones de la propaganda estatal que invitan a regresar a casa, no permanecen en las calles. El flujo de personas entra y sale con cierto orden. Gilda vota de la mano de su hija en la asamblea 457 de Belas, una de las zonas acomodadas: «Lo hago por ella, para que tenga un futuro que dé continuidad a lo que se ha hecho hasta ahora».

Tanto los favorables como los críticos con el único partido que ha gobernado Angola encuentran ahora, con la crisis, una reafirmación de principios. Hay quienes suscriben el lema “Nunca le seremos suficientemente gratos, camarada presidente. Gracias por todo lo que ha hecho por Angola” que se puede leer en varios puntos del país. Víctor Ferraz, empresario, ha votado por la continuidad, al número 4 (MPLA) porque «hay que pensar que hemos vivido muchos años de guerra en los que en Luanda quien mandaba era el MPLA (Movimiento por la Liberación de Angola, el partido del Gobierno), los otros se quedaron fuera de la ciudad. Hemos crecido y nos hemos acostumbrado a vivir así y, aunque sean corruptos, tampoco veo otro partido preparado que me dé confianza». Osvaldo es taxista y, pese a no votar por motivos religiosos -pertenece a los testigos de Jehová que no tienen permitido participar en la vida política- también prefiere una nueva victoria del MPLA: «Han robado mucho dinero y ya son ricos, así que ya no necesitan robar más y ahora gobernarán bien. Imagínate si vienen unos nuevos, también van a querer robar hasta hacerse ricos, ¿verdad?», plantea.

«Hay mucha gente del MPLA porque te facilita el acceso a un trabajo, sobre todo en el sector público», puntualiza Patricia -nombre ficticio-. Esta joven, que no quiere desvelar su identidad porque trabaja en un centro educativo de titularidad pública afirma que antes de las elecciones «hubo una reunión. Nos dijeron que si votábamos al MPLA y nos sacábamos el carnet del partido se nos facilitaría mucho la vida laboral».
Ganas de cambio
Muchos angolanos coinciden en que algo diferente se respira esta vez. «Está siendo más bonito, con más activismo, debate y crítica porque la gente necesita un cambio», explica Alberto Silva. Lo encuentro en el trayecto de vuelta a su casa. Afable, conversa sin el recelo -muy extendido entre la población- que despertamos los periodistas extranjeros, siempre a priori sospechosos de ser observadores internacionales. Y añade: «no puede ser que siempre gobiernen los mismos, tendría que venir gente nueva. Pero bueno…». Con 66 años, presume de haber votado «ya varias veces» a excepción de los años en que vivió en Cuba, ya que para los angoleños no es posible ejercer este derecho desde el extranjero.

«Tengo 22 años y desde mucho antes de nacer está el mismo presidente, así no se puede avanzar», reclama Floriana Dalia. La sensación de hartazgo se percibe de forma especial en la población más joven. Paula María Bunga, estudiante de Enfermería, reclama que algunos de sus profesores no vienen a las clases «porque llevan meses sin cobrar, pero el MPLA compra a los jóvenes con cerveza y con fiestas para que les voten». Maravilha Nsingue y Helga Jovet, estudiantes de Derecho de 20 años y 21 años, caminan por las inmediaciones de la Plaza Primero de mayo, un sitio emblemático desde donde Agostinho Neto proclamó la independencia. «Siento que con mi voto puedo contribuir al cambio en el país», dice la primera.

La frustración de algunos jóvenes surge de la falta de oportunidades. Es el caso de Gloria Bageta, de 25 años. Madre de dos hijos, tuvo que dejar sus estudios de Periodismo porque no podía pagar la matrícula y ahora se dedica a trabajos esporádicos en peluquería. «Estamos cansados de sufrir, no podemos estudiar y tampoco hay trabajo», sentencia enérgica. Junto a ella está Valdo Ernesto Bunga -desempleado, 29 años- cuyo voto ha ido para el partido más nuevo, CASA-CE: «Aquí para vivir bien hay que ser general; a los gobernantes nosotros no les importamos. Durante la campaña electoral no hay cortes de luz, pero luego pasamos cinco años en los que la luz se va todos los días».

La Unión Europea, que ha seguido el proceso a través de cinco observadores, ha emitido un comunicado que elogia la «eficiente organización» y el «ambiente pacífico» de la jornada electoral y expresa el deseo de que «se complete con transparencia». Sin embargo, antes de que se complete de forma oficial, el candidato João Lourenço ya aparece en los medios como «presidente electo».
Rosa Conde y Laurinda Gouveia, activistas por los derechos humanos, han decidido no votar. «No sirve para nada porque los resultados son manipulados. No voy a participar en esa payasada», sentencia Laurinda. Ambas estuvieron presas, hace algo más de un año, por el caso de los 15+2 en el que un grupo de estudiantes crítico con el Gobierno fue condenado.
Las sospechas de fraude se extienden durante los días posteriores por redes sociales. El grupo ciudadano Jiku recoge las denuncias y hace un recuento propio de los votos recogiendo la información de las actas. Un trabajo que se alarga varias semanas, ya que los resultados definitivos podrán conocerse el día 6 de septiembre, aunque los provisionales ya anticipan una victoria del MPLA por mayoría absoluta.
Texto:
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![]() ![]() Ciudadana del mundo, rebelde con -y por- muchas causas, fan de las historias de la gente corriente. Hace quince años, de mayor quería ser periodista. Ahora, además, soy activista por los derechos humanos y apasionada por los países del sur.
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Fotografías:
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![]() ![]() Llevo 24 años en el mundo. Desde hace unos cuantos lo capturo a través de fotos y palabras para mostrar el alma y el rostro de nosotros mismos. He estudiado periodismo y fotografía y defiendo la poesía como primer y último recurso.
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Todo un lujo leer esta crónica tan cercana y viva. Gracias por acercarme a un país en teoría tan diferente con unas gentes con las que compartimos problemas y deseos.
Muchas gracias por tu comentario, Amparo. Nos alegra que te haya gustado. Como dices, Angola es un país muy diferente pero que merece la pena conocer. ¡Un abrazo!