Cuatro lecciones de Historia de O

La película erótica de BDSM que revolucionó el cine de adultos en los 70

Alba Fernández Guevara, Arantza Jaso Moreno //

Si desconoces la escena del BDSM (Bondage, Disciplina, Dominación, Sumisión, Sadismo y Masoquismo), ver la película Historia de O es el primer paso para adentrarte en este mundo. Al menos, es lo que nos recomendó Esther Dentro de Ti, una sumisa veterana en la  práctica. Así que abrimos nuestros ordenadores, nos aprovechamos del contenido audiovisual on demand y procedemos a pasar la hora y media más libidinosa y confusa de nuestras vidas (y que conste que somos universitarias). 

Historia de O es una película erótica de 1975, basada en la novela homónima de la autora francesa Dominique Aury, que explora los límites de la devoción y el sadomasoquismo entre una mujer, llamada “O”, y su amante. Un largometraje que, como poco, te da que pensar. 

Aquí te dejamos las cuatro lecciones que hemos sacado de esta obra que revolucionó el cine de adultos de temática BDSM. 

La sumisión es voluntaria  

“Nada se te impondrá por la fuerza”, “puedes rehusar y marcharte”, “si tú aceptas…”. Las fórmulas se repiten para recordar insistentemente a la audiencia que nada de lo que le pasa a la protagonista es sin su consentimiento, un personaje que desde el inicio del largometraje queda reducido a una vocal, “O”, y a los llamativos deseos de su primer amante, René. “O”es consciente -o eso queremos creer- de la intimidación y la humillación que sufre y no por ello flaquea su fijación en complacer ciegamente -en sentido literal y figurado- a su amado, lo que es, en esencia, la función de una sumisa. Cuando pensamos que no es justo ni decente que le hagan deshacerse de la mayor parte de su ropa o que tenga que aguantar el descaro de un Sir Stephen H de 55 años, las peticiones de permiso de los dominantes se interponen y callan nuestras dudas de espectadores que se creen que ya lo han visto todo.

Sin embargo, la figura del dominante no se cuestiona. Uno no se pregunta si le agrada o le sigue apeteciendo permanecer en su posición de poder. La cesión de los derechos y el control de las sumisas les sumen en un aire de omnipotencia que solo peligra mínimamente por el orden de jerarquías reinante entre los hombres. Los dominantes dominan, ¿quién querría escapar de eso?

Jerarquía dentro de la jerarquía 

Una de las pocas cosas que teníamos claras antes de empezar a investigar sobre el tema del BDSM es que existen dos roles: el dominante y el sumiso. Sabíamos que el dominante es el encargado de disciplinar al sumiso y que el sumiso debe seguir las órdenes de su amo. Al principio, Historia de O parecía darnos la razón en esta hipótesis. Pero no tardamos mucho en darnos cuenta de que, en realidad, es mucho más complejo que una simple dinámica entre dos sujetos. 

Aunque “O” es la sumisa de René y René su dominante, al mismo tiempo René es el sumiso de Sir Stephen H, su hermano mayor (no biológico) y que, al ser el amo de René, tiene potestad sobre “O”. Pero eso no es todo. “O” también adquiere el rol dominante sobre Jacqueline, una joven modelo con la que trabaja en su estudio de fotografía. Puede parecer una lista con más nombres que títulos tiene un príncipe, pero, igual que cualquier miembro de la realeza, los dominantes y sumisos tienen muy clara su posición en la jerarquía. 

Aun así, debemos mencionar que “O” nunca amó a Jacqueline ni la quería como su sumisa y que la única razón por la que ejerce el papel de dominante sobre ella es porque René se lo pide. Sabe que es la única manera que tiene de acostarse con Jacqueline. 

En el filme, existe una “sociedad” jerárquica dentro de la cual se producen estas dinámicas de poder entre dominantes y sumisos. Es una jerarquía dentro de otra jerarquía.

Dominantes, sumisos y “switches”

Al existir esta jerarquía más compleja de lo que creíamos, entra en escena un tercer rol con el que no habíamos contado: el ‘switch’. En el mundo del BDSM el término ‘switch’ hace referencia a una persona que es versátil. Es decir, que puede actuar tanto como dominante como sumiso, dependiendo de la persona con la que esté. 

Pero este término resulta algo engañoso porque, como ya sabemos, “O” solamente ejercía la dominación para seguir los deseos de su propio dominante, como buena sumisa. No recibimos información sobre si René realmente deseaba ser dominante por sí mismo o si lo deseaba solo porque su dominante, Sir Stephen H, quería que lo fuese. Inferimos que es probable que sea la segunda por la escena en la que “O”, enfadada, acusa a René de estar enamorado solo de Sir Stephen y no de ella. 

Podríamos decir que el rol de “switch” es un rol obligado y que aparece solo como consecuencia de hacer la voluntad de tu dominante. 

Los roles de género importan

Ellos son los dominantes, ellas las sumisas. Ellos son los que adquieren y juegan con el control, ellas son las que lo ceden. ¿Nos suena de algo? Si el BDSM nada tiene que ver con las dinámicas machistas de género -como nos repetía Esther Dentro de Ti-, esta película hace que nos cueste más creer a quien defiende esta postura. Como en una mansión Playboy de los 70, Château Roissy es el lugar donde los dominantes -todos hombres- forman y entrenan durante cuatro años a sus sumisas -todas mujeres-.

No solo los niveles de devoción hacia los amantes masculinos resultan desproporcionados e inverosímiles, sino que la cesión y el trueque de las sumisas entre ellos desprende un tufillo rancio y anticuado, como quien, de pequeños,  reservaba el intercambio de cromos y tazos al grupo de niños más guay. 

La única concesión de anhelos personales, el único capricho que se les permite a las mujeres, son otras mujeres. O eso es lo que nos enseñan los ejemplos de “O” y Anne-Marie, matriarca encargada de la supervisión de aquellas sumisas que van a ser marcadas como símbolo de pertenencia de sus dominantes. Sumisas y dominantes, por cierto, faltos de cualquier riqueza racial, a excepción de Norah que, encima, es sirvienta. La guinda de un pastel de estereotipos de género y raza que nada tienen que ver con la realidad, ni, esperamos, con el BDSM de ahora.

Edición: Paula Giral Hernández, Marta Cebrián Marco, Elena Jiménez Martín 

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