Delitos y cine: programación de la Filmoteca y el Cerbuna
Jorge Marco, Pablo Gracia y Julio Beltrán//
Programación cinematográfica para la próxima quincena disponible en la Filmoteca de Zaragoza y en el Cine-club Cerbuna
Un perro andaluz (Luis Buñuel y Salvador Dalí, 1929)
Con esta película muda nos situamos ante una de las obras que, gusten o no, forman un capítulo fundamental en la historia del séptimo arte. Un perro andaluz es uno de los más puros exponentes del vanguardismo hecho cine, y no es de extrañar que esté dirigido por alguien que, según muchos, fue el único fiel al movimiento vanguardista hasta el mismo día de su muerte: Luis Buñuel.
El aragonés decidió junto con Dalí filmar una película tras la puesta en común de dos sueños —Buñuel había soñado con una cuchilla que cortaba un ojo y Dalí con una mano de la que no paraban de salir hormigas—. Realizaron el guión en una semana siguiendo una regla muy fácil: “no aceptar idea ni imagen alguna que pudiera dar lugar a una explicación racional, psicológica o cultural”. El resultado acabó siendo un tremendo éxito, sobre todo entre los amigos del círculo vanguardista al que pertenecían los dos directores que, por entonces, tenían en París su cuartel general. Esta grata acogida cogió por sorpresa a Buñuel, ya que el día del estreno se llenó los bolsillos de piedras para que, en caso de que el público abucheara, saltar al escenario y arrojarlas contra el graderío.
Un perro andaluz se convierte en una de esas obras que tan difíciles son de explicar, puesto que lo más fácil es caer en banalidades simplonas y tonterías sin contenido. Lo único que queda por hacer es recomendar encarecidamente su visionado, tanto por el valor propio de la obra como por la posibilidad de ser testigos del nacimiento de un verdadero director de cine al que tenemos la suerte de poder llamar nuestro. Con todos ustedes, la forja de Luis Buñuel.
Proyección: día 20 y 21 de febrero, a las 18:00 y a las 20:00 horas, respectivamente
Monkey business (Howard Hawks, 1952)
En esta ocasión llega a la Filmoteca un clásico de la comedia, Monkey business, también conocida como Me siento rejuvenecer. En ella, Howard Hawks -admirado por su capacidad de amoldamiento a distintos géneros- realiza una de las cumbres tardías de la screwball comedy, es decir, el subgénero de comedia romántica que cuestionaba la masculinidad del personaje principal -en este caso, Cary Grant- y satirizaba así la historia de amor tradicional. Este subgénero se extendió por la industria cinematográfica estadounidense durante la Gran Depresión, principalmente también gracias a otras comedias de Howard Hawks.
Sin embargo, es en este film donde la crítica ha visto la comedia más orgánica del director, donde los elementos genéricos de la screwball comedy, por una parte, y la individualidad de Hawks, por otra, se combinan de una forma equilibrada dando lugar a un clásico del cine.
Por si ello no fuera suficiente para llamar la atención del espectador, ¿qué más que añadir la interpretación de Ginger Rogers, Charles Coburn, y Marilyn Monroe? Una vuelta a la auténtica comedia estadounidense.
Proyección: día 22 de febrero, a las 18:00 horas
Beat street (1984, Stan Lathan)
Como consecuencia de Wild style (1983), considerada como la primera película dedicada al Hip Hop, surge al año siguiente la película que tenemos la oportunidad de ver ahora en la Filmoteca de Zaragoza. En ella, tomando como escenario arquetípico el sur del Bronx, se abrazan vanguardias musicales como breakdance y los discjockeys, enmarcados en un ambiente urbano donde también cobrarán importancia las bandas callejeras, los grafitis, o los concursos de emceeing.
De esta forma, la película nos sumerge en el círculo social de dos hermanos donde la narración de sus vidas callejeras se entrevera con actuaciones de alta calidad, siempre vinculadas más o menos directamente con el género del hip hop.
Por último, cabe destacar que la película fue filmada por completo en Nueva York, en concreto, en los barrios del Bronx, Manhattan, Brooklyn y Queens, lo cual no deja de ser un aviso para todos aquellos amantes de esta música que quieran conocer el ambiente esencial que está detrás de ella. ¿Qué mejor oportunidad para volver a la cuna del género?
Proyección: día 22 de febrero, a las 20:00 horas
Dr. Strangelove, or How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb (1964, Stanley Kubrick)
En 1964 muchos espectadores salieron de las salas de cine sin terminar de entender muy bien qué acababan de ver. Excitante, absurda y confusa, Dr. Strangelove es un espejo que solo distorsiona la realidad que refleja de modo formal mientras que, conceptualmente, plantea a la perfección la ridícula problemática de la Guerra Fría.
En un principio fue concebida como una obra seria y dramática pero, en el último momento, Kubrick decidió darle un carácter marcadamente cómico porque, francamente, si hay un género que pueda plasmar lo absurdo de la situación política del momento, es la comedia.
Un general norteamericano, sin el permiso de sus superiores ni del presidente pero con la irracional certeza de que los comunistas están a punto de invadir el país, ordena un bombardeo nuclear contra el bloque soviético. Acto seguido, siembra el pánico en la base militar desde la que opera, donde se atrinchera con sus hombres y el código necesario e imprescindible para poner fin al ataque. El presidente y el resto de la cúpula militar así como altos funcionarios del estado soviético tratarán de impedir el estallido de una guerra nuclear. Esto es solo el principio de un argumento esperpéntico y multicolor en el que los personajes desfilan, cada uno más extravagante y rocambolesco que el anterior, sobre la pasarela de un escenario política y humanamente delirante.
Este desternillante guion se abre paso esta semana como una cita imprescindible para cualquier cinéfilo y amigo honorifico del -probablemente- mejor director de todos los tiempos. Un humor inteligente y una sátira política ácida aguardan en la Filmoteca.
Proyección: días 27 y 28 de febrero, a las 20:15 y 19:00 horas respectivamente
Camarón: Flamenco y Revolución (Alexis Morante, 2018)
Es difícil que todavía exista alguien que no conozca o que ni siquiera haya oído hablar de Camarón de la Isla. Pero lo que es seguro es que nadie lo ha visto de la forma en la que su figura, ya mítica, es presentada en este documental firmado por Alexis Morante. Entre las humildes calles de San Fernando, conocida como La Isla, el humo de los cigarrillos y la pasión desquebrajada de las voces gitanas, nos sumergimos
en un viaje a través de la biografía del único y hasta ahora inimitable Camarón, envueltos por una voz cuya naturalidad nos transporta, sentimentalmente, al patio de una casa del sur donde la gente se sienta a escuchar las historias de los mayores. El mérito de esta sensación recae sobre el timbre del actor Juan Diego, que actúa como narrador, consiguiendo vertebrar esta historia del hombre convertido en leyenda de una forma emocionante.
Lo más fácil en este tipo de documentales es fijar la cámara delante de alguien que conoció o que compartió parentesco con Camarón, haciendo que, a pesar del interés que genera, el testimonio propio carezca de mayor trascendencia, convirtiéndose en un documental más. Conocedor de este riesgo, Morante construye la vida de Camarón intercalando imágenes reales de conciertos, entrevistas o grabaciones caseras con una serie de animaciones de distintos estilos que dotan a la película de esa especie de magia que echa sus raíces en el flamenco y la cultura popular andaluza, en un contexto que se debate entre lo real y lo imaginario, la fiesta y el desgarro. Este conjunto de sensaciones convierte la vida de Camarón en una prosa poética en la que somos testigos de todas las etapas de su vida, empezando con la tristeza por necesidad de su niñez y terminando por la agonía de un cáncer que le silenciaría a los 41 años. Entre medias descubriremos una voz y una concepción del flamenco que romperían esquemas y que lo convertirían en un auténtico revolucionario de su arte.
Camarón: Flamenco y revolución es, en definitiva, una auténtica oda a José Monje Cruz, a los tablaos y al sentimiento de un artista que elevó las tragedias de un pueblo desterrado, su propio pueblo, a la categoría de mito.
Proyección: día 28 de febrero, a las 20:00 horas
The children Act (Richard Eyre, 2017)
Los amantes de los dilemas morales y del drama psicológico tienen en The Children Act una obra interesante y sugerente. La película está basada en La ley del menor, una novela de Ian McEwan cuya exquisita pluma firma también el guion del film.
El caso de Adam, un joven enfermo de leucemia, llega a las manos de Fiona Maye, jueza del Tribunal Superior de Londres. Tanto Adam como sus padres se niegan a que, como parte de su tratamiento, el joven reciba transfusiones de sangre. Sus compromisos religiosos como testigos de Jehová están encontrados con esta práctica. Por otro lado, el hospital en el que está ingresado alega que las transfusiones son imprescindibles para la supervivencia de Adam. Denuncian que este ha sido adoctrinado por sus padres en una fe cuyos dogmas ponen en peligro su bienestar. Al tener diecisiete años, Adam no está capacitado legalmente para tomar una decisión y, ante la complejidad moral y legal del caso, Fiona toma la inusual decisión de organizar un encuentro con el joven.
Más allá de la problemática legal, The Children Act plantea una encrucijada moral bastante más compleja de lo que podría suponerse por la simple lectura de la sinopsis. ¿Ser libre significa poder decidir si morir por nuestros principios, sean cuales sean, e incluso aunque estos estén errados? ¿O tal vez la presencia de algunos principios denotan que quien los esgrime nunca ha sido libre?
Al guion, que ha sido escrito por el mismísimo Ian McEwan, se le puede echar en cara que carece del preciosismo y mimo estético que encontramos en la novela. No obstante, es excusable si pensamos que se trata de una adaptación cinematográfica y que, como suele ocurrir, los guiones adaptados tienden a mutilar el carácter estético del texto en favor del apartado visual.
En cuanto a este apartado, todos los elementos técnicos superan con más o menos nota las evaluaciones. La soberbia actuación de Emma Thompson en el papel de la magistrada ya merece por sí misma el visionado de la película, y el resto del reparto está a la altura en todo momento. Una fotografía clásica pero agradable y una puesta en escena muy cuidada rematan una obra que se puede devorar con la vista.
Proyección: día 23 de febrero a las 19:00 y 22:30, y día 24 de febrero a las 19:00 y 21:30 horas