Desde la ventana: deconstruyendo a Paula

Belén Remacha//

El cine de Paula Ortiz es cine sobre mujeres. Su último proyecto es un relato de amor y muerte basado en Bodas de sangre, de Federico García Lorca, en el que profundiza en el personaje de la joven amante y la convierte en protagonista de su nueva película: La novia. En nuestro tiempo, una reconstrucción se entiende más bien como una deconstrucción, y eso es lo que hemos intentado hacer con Paula.
Biografía

Paula Ortiz nació en Zaragoza en 1979. Siempre se sintió atraída por el cine, pero a finales de los 90 en la comunidad no existían estudios audiovisuales. Así que se matriculó en Filología Hispánica en la Universidad de Zaragoza, donde en 2011 defendió su tesis El guion cinematográfico: actualización de sus bases teóricas y prácticas. En la Universidad de Zaragoza, se produjo su primera aproximación al séptimo arte en el taller de vídeo del Colegio Mayor Pedro Cerbuna, con el que realizó su primer corto: Para contar una historia en cinco minutos (2001). Vendrían después Saldría a pasear todas las noches. Declaración de Katerina (2002), Fotos de familia (2005), El rostro de Ido (2008) y El hueco de Tristán Boj (2008). Fue también en Zaragoza donde pudo asistir al taller de narración audiovisual impartido por Bigas Luna durante el curso 2002-2003. Un director al que considera una de sus referencias. Cursó estudios de dirección de cine en el Department of Film and Television de la prestigiosa Tisch School of the Arts de New York University y y de guion en UCLA (2008 y 2009), el principal centro de formación cinematográfica de California.

Sin haber pasado por Estados Unidos nunca hubiese hecho cine, simplemente porque “no sabía cuál era la manera”. Ahí le enseñaron la actitud del narrador audiovisual. Pudo por fin rodar su primer largometraje en 2011, De tu ventana a la mía. Por este trabajo fue nominada al Goya a Mejor Dirección Novel. Su segundo largometraje, La Novia, tiene previsto estrenarlo en octubre. Paula es actualmente profesora de comunicación Audiovisual en la Universidad de Barcelona y en la Universidad San Jorge de Zaragoza.

Nadie puede enjaular los ojos de una mujer que se acerca a una ventana, ni prohibirles que surquen el mundo hasta confines ignotos. Carmen Martín Gaite escribió estas palabras en 1982 en Nueva York. Forman parte de su relato De su ventana a la mía. En él, rememora a su madre fallecida, y logra hablar con ella a través de una ventana. Esta narración inspiró a Paula Ortiz para su primera película, De tu ventana a la mía (2011). Tres historias sobre tres mujeres que viven diferentes momentos, unidas por el dolor, y sobre todo por el amor. Siempre a través de esa ventana.

La madre de Paula le dio a conocer los libros de Carmen Martín Gaite en la adolescencia. Como a Virginia Woolf y su habitación propia, con la que el relato inspirador guarda tantas conexiones: aquellos aspectos relacionados con la recuperación de los espacios de voz, de vida y de imaginación de las mujeres. “Ambas podrían ser dos referencias muy, muy fuertes tanto en ética como en estética de lo que yo intento recuperar, o reconstruir”. Reconstruir es quizá la palabra que más veces emplea Paula a lo largo de nuestra conversación. Reconstruir la sociedad a través de la educación. Reconstruir con un nuevo lenguaje el universo de Federico García Lorca. Reconstruir el mundo a través del cine. Basándose, inevitablemente, su experiencia; todo queda tapizado por sus vivencias, por su perspectiva y por su forma de pensar.

En estos términos comienza nuestro encuentro, que tiene que ser vía Skype debido a que su labor como profesora universitaria la sitúa actualmente en Barcelona. Concretamente a esta hora, en un aula de la Facultad de Comunicación de la Universidad. Uno de los factores que definen la visión de Paula es, obviamente, su condición de mujer. No tanto sus primeros cortometrajes pero sí sus dos películas, De tu ventana a la mía y la actualmente en fase de postproducción La Novia -una reconstrucción de Bodas de Sangre, de Federico García Lorca-, transcurren en un universo femenino. Son largometrajes cuyos personajes principales son mujeres, y están creados desde una perspectiva de mujer. Y esto es inevitable, puesto que desde esa posición reconstruye Paula su propia conciencia.

-¿Te consideras feminista?

-Sí. Yo reivindico el movimiento feminista y el concepto de feminismo, que ahora mismo está muy maltratado, muy detractado por el debate frenético actual. Creo que lo que ha buscado y verificado el feminismo desde su nacimiento es una igualdad de oportunidades y de puntos de vista, así como una reivindicación de la conciencia y de las voces femeninas. Y esto sigue siendo necesario. Sí que reivindico ese feminismo por parte de las mujeres, y por parte de los hombres que también lo desean. El feminismo que la sociedad pide, que es la igualdad de oportunidades.

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Lo cruel y lo salvaje

Paula ha tenido la suerte de pertenecer a una generación que ha tenido igualdad de oportunidades en formación –aunque esa igualdad siempre sea relativa, ya que los esquemas del desarrollo se basan en un sistema que condiciona a las personas por su género, raza, clase u orientación sexual-. Es algo que tiene mucha importancia, pues es lo que otorga la capacidad para llevar a cabo un trabajo. Pero más allá de la universidad, el mercado cinematográfico es cruel y salvaje con las mujeres. Según la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales (CIMA), de cuya junta directiva forma parte Paula, sólo el 8% de las películas que se producen en nuestro país son dirigidas por mujeres. Y según la misma fuente, tanto en televisión como en cine los productos con participación de mujeres en guion y producción no alcanzan el 20%. Encontramos el mismo escenario en todos los puestos de control y criterio de la industria audiovisual. Según Paula, sus proyectos, a un nivel intelectual y creativo, se han leído en igualdad de condiciones a los de sus compañeros varones, o esa es su percepción. Pero luego el mercado le ha exigido más: las mujeres debemos demostrar más, controlar más, estar muy preparadas… “Siento que si una película mía no funciona, sencillamente, no haré otra”. Y no cree que a sus compañeros varones les ocurra lo mismo.

Hablar de igualdad también es hablar de conciliación y de techos de cristal. Paula no es madre, pero se encuentra “en esa tesitura”. Detener una carrera por la maternidad, en algunos sectores -el cine entre ellos-, no significa limitar el parón a ese tiempo, sino que supone no poder reenganchar la tarea hasta unos años después. Paula, como tanta gente de su profesión, sabe que nunca la van a llamar ni a ella ni a ninguna mujer para una superproducción en Australia. Se presupone que tiene hijos o al menos que va a desear tenerlos, que no va a poder irse tan lejos, que no va a querer. Por eso existe CIMA: para defender la igualdad de las mujeres en el acceso a puestos de dirección, de decisión y demás áreas del mundo audiovisual, y también para promover una imagen no sesgada y más real de la mujer en la ficción.

Paula es una directora que habla de mujeres, que reconstruye mujeres. Grandes personajes femeninos del imaginario español han sido escritos por hombres, como La Regenta o las propias figuras de Lorca. Hay que recordar que, como ha demostrado la Teoría Queer, el asunto no es cuestión de sexo, sino de género. Las construcciones sociales determinan nuestras identidades y orientaciones sexuales, que no están ligadas biológicamente a la naturaleza humana. Por eso, siempre, antes y ahora, han existido distintas sensibilidades. No por ser hombre se ha representado por defecto la realidad desde un punto de vista machista, ni por ser mujer desde un punto de vista feminista –cuando nos han dejado hacerlo-.

Pero actualmente la reivindicación que existe desde el feminismo es la de que seamos las mujeres las que nos dibujemos a nosotras mismas. “El problema es que a veces esto provoca que nos convirtamos en una etiqueta dentro del mercado audiovisual, en un cajón más del videoclub digital”, me dice Paula. Se coloca el cine de mujeres junto al cine oriental y el cine de autor. El miedo a la etiqueta, esta vez, condicionado por el género. Una cuestión un tanto absurda, ya que al cine no sólo van hombres. Van también mujeres y personas de género no binario.

– ¿Quizá el problema resida en que las historias de mujeres son consideradas para mujeres?

-Exacto, y eso es un error. Las historias de hombres nunca han sido vistas exclusivamente para hombres, sino para todo el mundo. En realidad, la conquista será conseguir que estemos nosotras también en el centro de la narración, estar en igualdad de condiciones en todos los sentidos: porque el cine de mujeres a nivel de producción se considera un cine menor, intimista… Pero existe una reivindicación por parte de muchas directoras de que nuestras películas son vistas por mucha gente, que nos pide una profesionalidad y una demostración de nuestra capacidad. Incluso hablando de resultados, los productores no siempre confían en ti para las grandes producciones, porque se considera algo masculino.

-De todos modos, ¿quizá en el cine español, que por definición es más intimista, se nota menos que en el cine norteamericano?

-Exacto, nuestras producciones son más pequeñas. En el cine norteamericano será muy difícil que un Batman 7 se lo encarguen a una mujer… ¡Yo quiero ver eso!

El primer acercamiento de Paula al séptimo arte tuvo lugar en la localidad oscense de Tamarite de Litera, donde vivió hasta los 6 años porque sus padres fueron destinados ahí como profesores de Lengua y Literatura. Ellos la llevaron a ver Blancanieves y los siete enanitos a un cine que probablemente ya no existe. No sé hasta qué punto Walt Disney ha influido en su trayectoria, pero ahora le gustan las malvadas. La figura que más echa en falta en la representación de la mujer en la gran pantalla es aquella que es oscura pero que está dibujada desde una perspectiva realista, lejos de los arquetipos que nos recuerdan a la bruja de la manzana. “Ese aspecto todavía está sin explorar, existe mucha mujer malvada en el cine pero muy estereotipada. Lo que más echo en falta es una conciencia de nuestros lados más miserables”, me cuenta. Fuera de los roles más machistas y tradicionales: la puta, la envidiosa, la amargada. En el otro extremo de la virgen, la madre, la señora de su casa. Ya saben que muchas veces no cabe otra. Paula no puede ocultar estas intenciones. Se hacen notar, por ejemplo, cuando incentiva a sus alumnas a darle la vuelta a la concepción de la mujer en géneros cinematográficos en los que no se ha profundizado demasiado en ese sentido, como el terror.

Paula (31-12-2013) 18

Desde las puntas de los pies hasta las puntas de los cabellos

En su próximo proyecto, La Novia, sitúa el eje central de la historia en la experiencia y el punto de vista de la protagonista próxima a casarse y también de La Madre –ningún personaje de esta obra tiene nombre, excepto Leonardo-. En su versión se borran todos los contornos temporales y espaciales, recrea un universo lorquiano abstracto y poético: podría suceder en cualquier momento del siglo XX y en cualquier lugar del desierto rural mediterráneo -y de hecho se ha rodado parte en Los Monegros y parte en la Capadocia turca. Paula ha entendido los dos personajes femeninos de Bodas de sangre como las dos grandes fuerzas que tiran y estiran de lo que a priori parece sólo una historia de amor. Como personajes poderosos, como “la fuerza de la naturaleza que lleva consigo el instinto de la vida, de la muerte, del amor y del deseo”. Se ha encontrado con personajes, sobre todo los femeninos -que están dibujados con líneas mucho más complejas que los masculinos-, con una riqueza que no podría haber creado de no haber bebido de Lorca. Personajes que te encuentras pocas veces en la vida.

La emoción con la que Paula se aproxima a Lorca es contagiosa. Ese universo que se mueve entre lo real y lo poético le genera una fascinación hipnótica, “Lorca me ha hecho, de niña, adolescente y adulta, simplemente, feliz”, afirma. Y es que el motor para recrear una historia sólo puede ser la pasión, y a Paula Federico le apasiona. A esta licenciada en Filología Hispánica el amor por la lectura le llegó incluso antes que el amor por el cine, y en sus recuerdos de la niñez también están ya presentes este poeta asesinado y sus poemas más infantiles. Una de las mayores inspiraciones de Paula ha sido una versión anterior de Bodas de sangre, la de otro cineasta aragonés, Carlos Saura. Una propuesta rodada en 1981 cuya acción transcurre durante el ensayo de los bailes de la boda, y en la que la fuerza del mundo lorquiano va más allá incluso de la palabra, y se traduce a movimiento y a danza. Su equipo de guion ha optado en cambio por respetar los diálogos del poeta granadino, adaptando únicamente aquellas conexiones entre escenas que lo requerían por exigencias de la reestructuración fílmica.

-¿Y por qué Bodas de Sangre, por qué no Yerma, por qué no La casa de Bernarda Alba?

-He de decir que me encantaría hacer una versión de La casa de Bernarda Alba. He vuelto a ver la película de Mario Camus después de rodar La Novia y me ha gustado mucho otra vez, lo bonita que sigue siendo y lo bien dibujados que están los personajes. Es una obra que a mí me fascina. Pero Bodas de sangre para mí fue la primera, la primera que leí y la primera que me impactó y me removió, como dijo Lorca, desde las puntas de los pies hasta las puntas de los cabellos. Hay muy pocas historias de amor escritas en español tan hermosas como Bodas de Sangre.

Las ventanas

La amistad y colaboración laboral entre mujeres siempre ha estado sujeta a clichés misóginos. Se supone que entre nosotras somos malas, nos puede la envidia, nos pisamos. Mil ejemplos diarios desmontan esta teoría. Para revivir uno de ellos tenemos que viajar al año 2001. Una joven Paula, aún estudiante, presentó entonces su segundo corto, Saldría a pasear todas las noches. Declaración de Katerina, al Festival de Jóvenes Realizadores de Zaragoza. Se trataba de un corto muy corto y en blanco y negro, con una voz femenina que narraba la acción. En esa edición el jurado estaba compuesto por hombres, con una excepción: la actriz Luisa Gavasa. Luisa se enamoró perdidamente del corto de Paula. Tanto, que se empeñó en que recibiera una mención especial, aunque sus compañeros varones prefiriesen premiar otra obra. En la entrega conoció a la joven directora, que tenía 22 años. Investigó y se enteró de que Paula la quería a ella como protagonista de su corto pero la inexperiencia había provocado que desechara pedírselo. Luisa se puso en contacto con Paula y le hizo saber que hubiese participado en ese corto encantada, y que desde ese momento aprendiese a no tomar nunca de antemano un no como respuesta. “Puedes contar conmigo a partir de ahora para lo que quieras”, le dijo Luisa. Y dicho y hecho. Desde su interpretación en el que fue el siguiente corto de Paula, Fotos de familia (2005); pasando por un simple “un, deux, trois” que se oye en off en El Hueco de Tristan Boj (2008), y por el personaje principal en De tu ventana a la mía; hasta llegar a dar vida a La Madre en La Novia. En estos casi 15 años la relación ha forjado un nexo casi familiar; de hecho, la directora es ahora también amiga íntima del hijo de Luisa y de su mujer, Virginia Yagüe, presidenta de la Asociación de Mujeres Cineastas. Luisa y Paula tienen esa conexión directora-actriz que no hay que soltar. Encontrarse en aquel festival fue para las dos un privilegio y un golpe de suerte. Y el principio de una gran amistad y colaboración laboral.

El personaje al que dio vida Luisa en De tu ventana a la mía es una reconstrucción de la propia tía de Paula. Y es que la narradora encuentra inspiración en su propio entorno: la historia de Maribel Verdú en la misma película está basada en las vivencias durante la Guerra Civil de una amiga de la familia. Y aunque entre sus allegados nadie más se dedica a esto, fueron también sus padres quienes le inculcaron el amor por el séptimo arte, quienes le animaron además de a leer a ver cine, quienes pusieron a su disposición todas las películas. Empezando por Blancanieves. Al preguntarle por sus referentes cinematográficos enseguida me dice un nombre de mujer, el de Jane Campion. Aunque también se acuerda de Víctor Erice, Sam Mendes, Paul Thomas Anderson y de la ética y estética narrativa asiática.

Paula, como Lorca, presencia y encuentra paradójico el lugar habitual de las mujeres en el mundo. Ellas sostienen la familia y la sociedad, y en cambio no son dueñas de su existencia: por no poder tener hijos –Yerma-, por estar encerradas –La Casa de Bernarda Alba-, por estar condenada a un destino ligado a los intereses económicos, familiares y sociales –Bodas de Sangre-. Ésta última, la elegida por Paula al menos como primera reconstrucción lorquiana, es para la directora la más radical, la que habla de las pasiones más pulsantes: del amor, de la muerte y de la familia. El cine y los relatos son vehículos muy poderosos para reconstruir el mundo pero también para deconstruirlo: para romper estereotipos y puntos de vista que hasta ahora han tenido el monopolio de una voz de varón, heterosexual y occidental. Es la hora de otras voces. Entre ellas las de las mujeres, las de todo tipo de mujeres –y sin olvidar nunca las de las personas de género no binario-. De mostrar que las mujeres son complejas y multiformes, que están lejos de los arquetipos habituales. Y eso sólo se consigue dejando entrar otras visiones y poniendo el foco en otros conflictos, en otras perspectivas y en otros personajes. Mirando por otras ventanas.

Autora:

Belen Remacha foto Belén Remacha nombre

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Estudié para ser periodista, estoy en proceso de conseguirlo. Tengo unas gafas grandes y violetas con las que veo a 24 fotogramas por segundo. Creo que todo en el mundo se puede contar a través de las personas, por eso admiro a quien sabe retratar con letras. La vida se mide en historias. Si son de Saramago o de Martín Gaite, mejor.

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