Dos primas de mermelada en la España vaciada

Alfonso Tremul Becerril y Marta García Castro/ Geógrafa Eva Minguillón Mancebón//

Mermeladas La Vicora es un ejemplo de emprendimiento en la pequeña localidad de Sediles (Zaragoza) por parte de dos hermanas amantes de la vida rural. 

Luisa y su hermana Carmen se negaron a abandonar su pueblo y decidieron emprender allí, en su pueblo, en Sediles (Comarca de Calatayud). En tierra agrícola y con la receta de su abuela, se lanzaron al mundo de la mermelada. Más de diez años después, han conseguido lo que querían. Trabajan, siguen viviendo en su pueblo y, por si fuera poco, sus mermeladas han llegado hasta Japón.

La fábrica de mermeladas se encuentra en esta casa, a la entrada del pueblo
La fábrica de mermeladas se encuentra en esta casa, a la entrada del pueblo

“¡Adiós, adiós!”

Nos dice un buen hombre jubilado que puro en boca parece que ya ha ‘echao’ el café y la partida. Hemos quedado con Luisa a las 16:00 horas, pero llegamos unos quince minutos antes. Tiempo suficiente para darnos un paseo por allí. Sediles es un pueblo pequeño y coqueto. No nos hemos cruzado con nadie, pero nos resulta acogedor. Las calles son empinadas y estrechas, y sus nombres no dejan indiferente a nadie: calle Curvajeras, calle La Herrería… Mientras apuramos el último repecho que nos lleva a la plaza, escuchamos cómo chirrían las puertas de los balcones a nuestro paso. Somos los forasteros, no conocen nuestra voz y tienen que saber quiénes somos. Llegamos a la plaza del pueblo y allí está el bar, cerrado, pero allí está el bar. Su fachada viene a hacer las veces del tablón de anuncios del pueblo. Ahí vemos que este fin de semana celebran las fiestas en honor a la Virgen del Villar. Son casi las cuatro y bajamos a ver a Luisa.

“¿Estáis esperando a Luisa?”

Se escapa una voz grave desde el interior de la casa de enfrente. Mientras, esperamos allí, sumidos en un profundo silencio solo interrumpido por el piar de los pájaros. Luisa no tarda mucho en salir. Es puntual, apenas falta un minuto para las cuatro. Cruza la calle sin mirar, como si ya supiera que ningún coche iba a pasar. 

“Ahora que veo tu cara sí que me acuerdo de ti”.

Como la de casa, pero a lo grande

Nos saludamos entre risas y nos invita a subir a la fábrica. El espacio de trabajo es sencillo, muy práctico, sin grandes alardes y con enormes perolas. Primero nos lleva a lo que ella llama “la zona sucia”. Aquí es donde empieza todo, donde recepcionan la fruta y la hortaliza, la pesan, lavan, pelan y deshuesan. Se transforma en pulpa, se cuece y se guarda con zumo de limón. Estos botes de pulpa se almacenan en la parte baja de la fábrica, en una especie de bodega. Bajamos allí por unas escaleras bastantes inclinadas. Hace fresco, más o menos estaremos a unos doce grados y apenas entra la luz. Estas son las condiciones de conservación de la pulpa. Así puede aguantar hasta cuatro años sin perder sus propiedades. 

“Luego ya vamos elaborando mermeladas conforme vamos vendiendo”.

La pulpa se guarda en estos botes y conserva sus propiedades durante cuatro años
La pulpa se guarda en estos botes y conserva sus propiedades durante cuatro años

La verdad, no tiene mucho misterio. Como si tu madre hiciera mermelada casera, pero a lo grande. Su producción varía entre los 500 y 1000 kilos de fruta y hortaliza de cada una de sus 20 variedades. Desde fresa, naranja dulce e higo hasta cebolla, calabacín o gelificado de vino tinto. El producto es local, de cosecha propia. Y para lo que no llega, se abastecen con productos de la zona, de Paracuellos, Ateca o Morata. Trabajan con producto de temporada y para este mes de mayo ya esperan esas fresas de temporada. Para junio, la cereza. 

“El punto de madurez de la fruta o la hortaliza tiene que ser en el campo. Eso hace que no le tengas que añadir tanto azúcar a la fruta. Tiene mucho más sabor”.

Añaden entre 200 y 350 gramos de azúcar por kilo. Ni conservantes ni colorantes. La receta es sencilla: fruta u hortaliza, azúcar y zumo de limón. Es la receta de su abuela y aquí empieza todo.

2010, una crisis y a la calle

Apurábamos ese último repecho que nos llevaba a la plaza cuando nos topamos con una fachada amarilla, la piedra de su parte baja y su distintivo de Casa Rural. No habíamos recorrido ni 100 metros desde el aparcamiento y ya habíamos visto una tienda y este alojamiento. No está nada mal. Luego nos enteramos de más: hay conexión wifi por todo el pueblo, gimnasio, piscinas… ¡En Sediles tienen de todo! Luisa nos cuenta que la Casa Rural es de Carmen, su hermana. Carmen elaboraba las mermeladas para los clientes de la casa y se chupaban los dedos con la receta de su abuela.

“Todo empezó con la crisis. En 2010, trabajaba en Calatayud y cerró la empresa. Me quedé en el paro”.

Luisa no se imaginaba otra vida fuera de Sediles, quería quedarse a vivir en su pueblo. Las hermanas emprendieron con las mermeladas. El primer año fue de trámites: que si los papeles para hacer el obrador, que si el registro sanitario, el registro en industria… Desde el primer momento contaron con el apoyo del ayuntamiento… y poco más. 

“Tanto que decían de ayudas al mundo rural…

Empezaron con muchas probatinas, con la receta de la abuela y unos 150 kilos de mermelada por variedad. Prueba, error. Prueba, error. Las dos hermanas trabajan a gusto, con sus diferencias, pero a gusto. Quizás Carmen se dedique más a la elaboración, quizás Luisa se dedique más al tema comercial. Pero como nos dice Luisa, “donde no llega una, llega la otra”. En momentos puntuales de verano echan mano de un par más de manos. Sobre todo para la época de la cereza.

“Sacar el hueso, uno a uno, de 500 kilos de cerezas es costoso”.

Los detalles para eventos tienen un peso del 40% en el negocio y muchos clientes contactan para esas bodas y comuniones a través de la web. La web es sencilla, limpia y explicativa, la renovaron hace un año. Hace poco empezaron con las visitas en grupo y recibieron uno de la Unidad Militar de Emergencia (UME). Las mermeladas se completaron con el museo del vino y del aceite y la almazara de Sediles. Todo queda en casa, todo queda en Sediles: son amantes de su pueblo. Ahora están trabajando en una plataforma para vender en Amazon y en Aliexpress. En abril de 2020, salió un palé de melocotón y gelificado de vino tinto hasta Japón. Sí, de Sediles a Japón. Eso es lo más gratificante, nos dice Luisa. Que su esfuerzo y trabajo se refleje en que otros países quieren comprar su mermelada.

“Lo haces en un pequeño pueblo que mucha gente no sabe ni dónde está”.

Las mermeladas son naturales, sin conservantes ni colorantes
Las mermeladas son naturales, sin conservantes ni colorantes
De Girona a Sediles… ¿para siempre?

Parece que Luisa lleva toda la vida en Sediles, pero no. Nació en Girona. Su padre era de allí, de Sediles. Luisa y Carmen son esas primas, esas amigas que vivían en la ciudad y aprovechaban las vacaciones de Navidad, fiestas y puentes para volver al pueblo. De todas formas, tenían muy claro que querían vivir en Sediles. Y allí viven desde el 97. Ella, sus hermanos y sus padres.

“¡Estáis locos! ¡Pero qué vais a hacer aquí en el pueblo!”

Pues Luisa no tiene tiempo ni para aburrirse, no deja de hacer lo que se hace en la ciudad. No sabemos cuántos habitantes os imagináis en Sediles. ¿Censados? Unos 110 vecinos. En invierno son unos 70. Y de estos 70, casi un 10% son niños. Estudian en Calatayud y vienen a buscarlos en bus. Eso sí, este puente de mayo, serán más de 300. Llegan las fiestas en honor a la Virgen del Villar, su doble sesión de orquesta el sábado y el domingo, y la revista. A partir del lunes, desbandada. Aun así, Luisa no cambia la calidad de vida en Sediles por nada. Ni Zaragoza, ni Madrid, ni Barcelona…

“Pasa cualquier cosa y sabes que cualquier vecino te puede ayudar”.

Para Luisa, ha sido bonito emprender en su pueblo.

“La verdad es que siempre animo a que la gente se quede en el mundo rural y luche. Lo único, una cosa hay que tener muy clara: te lo tienes que creer. Desde luego, trabajar en el mundo rural supone el mismo esfuerzo que trabajar en Calatayud, Zaragoza, Madrid o donde sea. Tienes que tener ganas de trabajar y creértelo”.

Luisa se despide con la misma sonrisa que nos ha recibido. Parece que nos conocemos de toda la vida y acabamos apoyados sobre la barra de bar de la bodega. Su hija pequeña juega en el Illueca, el pueblo de Alfonso. ¡De eso le sonaba su cara! Al final, hemos picado y nos vamos ‘cargaos’: melocotón, mora, ciruela, cereza y tomate. Montamos en la furgoneta y nos vamos. Volvemos a ver esos nombres de pueblos que nos llenan la boca de “España Vaciada”, volvemos a ver esas señales de Belmonte y Torres. Menos mal que Luisa nos ha contado que ahora la carretera está bien. ¿Que si hay curvas? Muchas y cerradas. La calzada es estrecha. Parece mentira que por aquí transiten tantos tarros de mermeladas y no se rompan. 

Este reportaje se incluye en el Proyecto Innovación Docente 2021 PIIDUZ_1 “Comunicar buenas prácticas de desarrollo territorial en la Unión Europea en relación con los Objetivos de Desarrollo Sostenible” de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza. 

Además, pertenece al Proyecto OTRI 0497/2021 «Identificar, localizar, caracterizar y analizar las actuaciones de emprendedoras bajo la metodología leader (medida 19 del pdr de Aragón) para el conjunto de la comunidad autónoma de Aragón» de la Universidad de Zaragoza, financiado por el departamento de Agricultura, Ganadería y Medio Ambiente del Gobierno de Aragón.

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