El cine como un juego de niños
Victoria Royo//
Daniel Monzón (Palma de Mallorca, 1968) siempre se ha dedicado al cine; aunque no siempre dirigiendo largometrajes. Comenzó como periodista y crítico en la revista Fotogramas y llegó a ser subdirector del programa de Televisión Española Días de Cine. En 1994 participó como coguionista de Desvío al paraíso, de Gerardo Herrero, y en 1999 se lanzó a dirigir su primera película, El corazón del guerrero. Continuó con El robo más grande jamás contado (2002), La caja de Kovak (2006), y en 2009 vino Celda 211, con la que recibió el Goya por mejor director. Con el motín de la cárcel liderado por Malamadre (Luis Tosar), Monzón alcanzó la popularidad entre los críticos y consolidó su éxito profesional. Ahora se acaba de estrenar su esperada nueva superproducción, El niño. Una historia que transcurre en el estrecho de Gibraltar en la que el director vuelve a contar con la interpretación de Luis Tosar (1971, Xustás, Cospeito, Lugo).
El niño: notable, pero no trascendente
Este año, el director mallorquín ha vuelto con una superproducción de acción, El niño (2014). Con la colaboración de Mediaset, Daniel Monzón ha invertido en este proyecto la escalofriante cantidad de casi siete millones de euros. La fama que le otorgó Celda 211 y la publicidad arrolladora con la que ha contado su quinta película hicieron que esta superase en su fin de semana de estreno al fenómeno de Ocho apellidos vascos (2014, Emilio Martínez- Lázaro).
En El niño Daniel Monzón vuelve a contar con Luis Tosar, pero cambia los espacios cerrados de la celda 211 por las costas del sur de España. El director traslada al espectador a los 14 km de mar que separan Europa de África. Persecuciones de helicópteros a lanchas motoras, carreras de motos acuáticas y coches que aportan adrenalina y ritmo a esta película de acción que transcurre en el estrecho de Gibraltar.
El director divide su película en dos líneas argumentales. Una, la protagonizada por Luis Tosar y Bárbara Lennie (1984, Madrid), dos policías obsesionados con detener a un narcotraficante británico (Ian McShane), convencidos de que las rutas del hachís están sirviendo para entrar cocaína a Europa; y otra encabezada por el nuevo rostro cinematográfico español: Jesús Castro (1993, Vejer de la Frontera, Cádiz), quien acompañado de ‘El Compi’ (Jesús Carroza) y Halil (Said Chatiby), comenzará a introducir pequeñas cantidades de hachís a la península para mejorar su precaria situación económica.
De este ambicioso filme destacan las escenas de acción, cuidadas al milímetro, que hacen que para los aficionados a este género la película sea todo un deleite audiovisual. Sin embargo, pese a ser una producción brillante, no consigue la excitación que provocó en el público Celda 211. Es cierto que superó en su primer fin de semana de estreno la recaudación del fenómeno Ocho apellidos vascos, pero lejos está de alcanzar los 60 millones de euros que consiguió la comedia de Martínez Lázaro -aunque por el momento ha conseguido la buena cifra de 14 millones-.
El niño no tendrá su trascendencia. Es un filme cuidado, con excepcionales localizaciones, buenos efectos especiales y un tema tremendamente atractivo: el narcotráfico en el estrecho. Pero tiene carencias que le pasarán factura, tanto relativas a la interpretación, como relacionadas con el guion.
Una de estas carencias se encuentra en la actuación del gran Luis Tosar. Quizá, después de su electrizante interpretación en Celda 211 u otras apariciones potentes y brillantes como en Te doy mis ojos (2003, Icíar Bollaín) o Mientras duermes (2011, Jaume Balagueró), en El niño, Tosar no sorprende, no levanta esa pasión entre el público que consiguió interpretando a Malamadre. Su actuación es correcta, pero su personaje – debido en buena parte al guion- no llega a provocar en el espectador la empatía que consiguió el líder del motín de la cárcel. De la trama que gira en torno a los policías, es la frescura y facilidad con la que Bárbara Lennie interpreta su papel la que sorprende al espectador. Pero desde luego, es la cara nueva, el nuevo chico guapo del cine español que ha cubierto las paradas de autobús de todas las ciudades encandilando al público con su intensa mirada, la que cojea durante toda la película.
Chulería y acento andaluz
La historia del descubrimiento, totalmente fortuito y casual, de Jesús Castro por las encargadas del casting, ha saturado páginas de periódicos y revistas, siendo una de las anécdotas más comentadas durante la promoción de la película. El joven gaditano estaba acompañando a un amigo a la prueba que se celebraba en Algeciras –además de aprovechar para faltar a clase-, cuando aburrido de la espera decidió marcharse de la cola y fue descubierto por Yolanda Serrano y Eva Leira. Después de pasar varias pruebas, Jesús Castro convenció a Daniel Monzón para protagonizar El niño. Este joven, que nunca había recibido clases de interpretación y ni siquiera había tenido inquietudes interpretativas, ha enamorado a las cámaras del cine español. Castro se desenvuelve a la perfección en las escenas de acción, de las que ha declarado sentirse orgulloso de haber realizado él mismo, sin necesidad de un especialista. El gaditano, físicamente, “traslada perfectamente al público la imagen de orgulloso, altanero y chulo del lugar”, en palabras de Daniel Monzón. Pero su falta de experiencia se nota. Y mucho. Al protagonista de El niño le queda camino que recorrer si de verdad quiere dedicarse al cine, pues tras su primera aparición ante las cámaras, ya no le bastará su potente físico para mantenerse en la industria si su actuación chirría. Habrá que seguir de cerca y con atención la carrera de Castro ya que el segundo filme en el que participa, La isla mínima (2014, Alberto Rodríguez), ha triunfado en el Festival de Cine de San Sebastián.

Además de las interpretaciones, otro motivo por el que esta superproducción no será tan memorable como Celda 211 es la poca interrelación que tienen las dos líneas narrativas de la nueva obra de Monzón. Si bien en su anterior filme el director guió y unió con tremenda soltura y naturalidad los diferentes hilos narrativos para dar lugar a un producto único y perfectamente encajado, con El niño no ha sido así. En el filme las dos tramas -la protagonizada por Tosar y la encabezada por Castro- llegan a tener un punto de encuentro en la película, pero durante la mayor parte del tiempo transcurren de forma paralela sin aportar el dramatismo, la tensión y las expectativas que se pueden esperar de un thriller de acción –más todavía si tenemos como precedente Celda 211-. Si a esto le sumamos las escenas románticas que no aportan nada a ninguna de las dos líneas principales, nos encontramos con una superproducción que ha llevado a las salas de cine a miles de espectadores atraídos por la expectativa de ser un trabajo de Monzón, quien estuvo deslumbrante dirigiendo su anterior producción; un elenco de consolidados actores del panorama nacional; y el potente físico y los ojos de Castro como atractivo para el público femenino. Y es que El niño es notable, pero la película pasaría desapercibida sin la dirección del mallorquín y la participación de Luis Tosar.
Monzón, el todoterreno de géneros cinematográficos
Desde que Daniel Monzón decidió abandonar las críticas de cine para exponerse a ellas sus proyectos han ido desde la ciencia ficción, la comedia, el thriller de suspense o la acción hasta el drama. Ningún género parece resistirse a este mallorquín cuya fama no ha hecho más que crecer con cada estreno desde que comenzó su carrera como director. Ha dejado claro que no le tiene miedo a ningún género y que se atreve con todo.
En El corazón del guerrero (1999), su obra amateur de aventura y fantasía, sorprendió con la utilización de efectos especiales poco frecuentes en una película española en aquella época. La comedia El robo más grande jamás contado (2002) o La caja de Kovak (2006), pese a ser producciones con guiones y estéticas cuidadas, no convencieron al público –aunque Monzón estuvo nominado por su primer filme al Goya por mejor director novel o mejores efectos especiales por su segundo trabajo-.
Daniel Monzón tuvo un comienzo renqueante con sus primeras producciones audiovisuales. Pero todo esfuerzo tiene su recompensa y a él le llegó con Celda 211 (2009). Con este filme de acción el director se afianzó en la industria cinematográfica y consiguió el aplauso de toda la crítica. Interpretaciones brillantes, con rostros conocidos de nuestro cine como Luis Tosar, Antonio Resines (1954, Torrelavega, Cantabria) o Marta Etura (1978, San Sebastián); pero también con auténticas revelaciones, como Alberto Amman (1978, Córdoba, Argentina). Con un guion absolutamente perfecto que conecta con el espectador para que mire la pantalla casi sin parpadear durante toda la película.
El director utiliza los testimonios de los funcionarios de la prisión donde se levantará el motín para introducir al espectador en la inquietante trama que se desarrollará a lo largo del filme. Con este flas back, el espectador conocerá cómo el destino de Juan Oliver (Alberto Amman), un nuevo funcionario que se presenta en su puesto de trabajo un día antes de su incorporación oficial, se verá truncado al sufrir un pequeño accidente pocos minutos antes de que se desencadene un motín. Las injerencias de sus compañeros de oficio, que en vez de llevarlo a la enfermería deciden meterlo en una celda vacía, harán que Juan deba hacer frente desde dentro de la cárcel a la revuelta de los presos más peligrosos de la prisión, liderados por Malamadre. Una lucha por sobrevivir que tendrá en vilo al público de principio a fin con el ingenio y la astucia del protagonista, que decide hacerse pasar por recluso a la espera de ser rescatado por sus compañeros.

En Celda 211 podemos distinguir cuatro líneas narrativas en torno al motín de la cárcel en el que se ve envuelto Juan Oliver: la primera, protagonizada por los funcionarios de prisión; la segunda, interpretada por Marta Etura, quien da vida a la esposa de Juan; la tercera, la de los etarras de la cárcel; y, por último, la línea narrativa que refleja la amistad o acercamiento que se va forjando entre Juan Oliver y Malamadre: entre el nuevo funcionario de prisiones que se hace pasar por recluso para evitar el linchamiento y el líder astuto, inteligente y violento que condensa el personaje de Luis Tosar.
Excelente, brillante, fresca y electrizante producción que le valió a Daniel Monzón el Goya por mejor director, además de otras siete estatuillas del galardón español, incluyendo el Goya por mejor actor al excepcional Luis Tosar y el Goya por mejor película. Celda 211 no pasó indiferente para nadie y dejó claro que el cine de acción made in Spain es posible con más de trece millones de euros recaudados en taquilla.

Los espectadores se quedaron con ganas de más cine de Daniel Monzón. Este mallorquín ha demostrado ser capaz de realizar producciones de extraordinaria calidad, y algo también muy importante: atractivas y entretenidas para los espectadores, que ya siempre esperarán los trabajos de este director meses antes de su estreno en la gran pantalla. El niño no será tan brillante como Celda 211, pero es una buena superproducción. Como en todas las filmografías de directores de cine, Monzón tendrá –en un futuro- películas malas, regulares, buenas, muy buenas y brillantes. No siempre dará con la producción perfecta. Aunque parece que ya lo consiguió. La facilidad con la que este director realiza sus películas y cambia de género sorprende a todos. Porque hacer cine para Daniel Monzón parece juego de niños.