Balenciaga: el español de la alta costura

María Valdovín//

Balenciaga es sinónimo de elegancia y alta costura. El apellido español que se puso en la primera línea de la moda de París es universalmente conocido, pero del nombre, Cristóbal, y de la persona, se habla mucho menos. 42 años después de su muerte, se recuerda todavía su arte, su conquista de París y su ejemplar estilo de trabajo.

La historia del más grande diseñador que ha dado España y uno de los más brillantes de todos los tiempos comienza en 1895, en Guetaria, un pequeño pueblo pesquero del País Vasco. El hombre que vestiría a princesas, reinas y estrellas nace en una familia humilde y muy católica. Su padre era pescador; su tío, sacerdote y su madre costurera, y será por ella, que el joven Balenciaga encuentra la temprana ilusión que marcaría el rumbo de su vida: él quería dedicarse a vestir a las mujeres.

A veces un atrevimiento con la persona adecuada y en el momento adecuado pueden cambiar tu destino, y eso es lo que le sucedió a Cristóbal, el hijo de la señora Balenciaga que cosía para la marquesa de Casa Torre, que veraneaba en Guetaria. Es ya célebre la historia que encendió la chispa de la carrera del maestro. El joven propuso a la elegantísima señora para la que trabajaba su madre coserle un traje. Al aceptar este pueril ofrecimiento la marquesa se dio cuenta de que la obra de ese niño encerraba un gran talento y, maravillada ante ello y ante las ganas del joven, lo introdujo en el mundo donde reinaría la alta costura.

De este modo Balenciaga comenzó a estudiar el diseño y confección de la moda. Compraba patrones y prendas de los mejores costureros para desmontarlas y volver a montarlas, copiaba a Schiaparelli, Chanel o Poiret. En 1911 era jefe del taller de señoras de los Grandes Almacenes Au Louvre de San Sebastián y en 1919 abrió su propia casa de modas en la capital vasca, que no tardaría en hacerse lugar de peregrinaje para la aristocracia y realeza que pasaba las temporadas estivales en la zona. Después vendría la inauguración de sus tiendas en Madrid y Barcelona. Pero el vestir a las reinas María Cristina y Victoria Eugenia, además de contar con sus propios y exitosos negocios, no iba a ser cúspide de la carrera de Balenciaga. A su talento le esperaba mucho más. Durante la Segunda República, mucha de la clientela de Balenciaga parte al exilio y su actividad se ve evidentemente mermada, pero siempre se ha dicho que cuando se cierra una puerta, se abre una ventana.

Almacenes Balenciaga en París.
Almacenes Balenciaga en París.

Igual que en el Renacimiento era obligada la marcha de los artistas a Florencia en busca de inspiración y reconocimiento, a principios de siglo si se quería ser alguien en el mundo de la moda el destino era París: no existían Milán, Nueva York o Londres, solo había una única capital y un único centro neurálgico de tendencias. El 36 trajo a España una guerra y se llevó a su máximo exponente en el mundo de la moda. Balenciaga cierra las tiendas donde cosechó sus primeros éxitos y se instala en París, aunque el cese de sus negocios sería temporal. Un año más tarde, en el 37, crea “Balenciaga” con sus socios Nicolás Bizcarrondo y Wladzio d´Attainville. Abre su taller en el tercer piso del número 10 de la Avenue George V y es también entonces cuando presenta su primera colección de alta costura con un enorme éxito. En aquel momento en París florecía la ‘haute couture’ y Balenciaga daba las flores más bellas de aquel jardín de ensueño.

Arquitectura de la moda

El maestro decía que un buen modista ha de ser arquitecto en sus bocetos, que sirven de plano; escultor, por su manera de abordar la forma; pintor, al resolver los problemas del color; músico, por armonizar los elementos, y filósofo, en la mesura. Sin lugar a dudas él mismo encarnaba su propio ideal de la profesión. Se le conoce como el arquitecto de la moda y existe una coherente explicación para ello. Balenciaga tenía una gran obsesión por la belleza, el equilibrio y la perfección, lo que se tradujo en una incansable búsqueda de tejidos e innovaciones técnicas de corte y patronaje. Su gran capacidad creativa le permitía elaborar, a partir de un simple trozo de tela, un vestido de belleza extraordinaria. Su don con la aguja y el corte no tenía límites.

El famoso Balloon Dress, de 1947.
El famoso Balloon Dress, de 1947.

Famosa seña de identidad del estilo Balenciaga es la sublime utilización de los tejidos, de su composición y de la utilización del color. De hecho, al contrario que la mayoría, no consideraba necesario comenzar su proceso creativo con el dibujo. Lo primero era encontrar la materia, la tela, y una vez elegida, trabajaba los patrones con una perfección geométrica utilizando regla y escuadra como un auténtico arquitecto.

Poseía un exacto conocimiento del cuerpo femenino y de los tejidos. Su obsesión por la construcción del vestido le llevó a arbitrar soluciones técnicamente perfectas para equilibrar cualquier defecto corporal. Sus obras estaban dotadas de un carácter escultórico en el que vestido y cuerpo se complementaban. Pero esta concepción del maestro de la silueta femenina no fue del todo entendida en la época. Él fue siempre demasiado por delante, algunas de sus obras, como el vestido saco, no fueron comprendidas porque no se conseguía ver tras ellas el cuerpo femenino. Y es que una característica innata en los diseños Balenciaga era la modernidad, pero también la majestad, un término que hoy en día no encuentra lugar en ninguna colección: las mujeres modernas prefieren destacar su seducción. Por eso se dice que en Balenciaga no existe la sensualidad y sus vestidos eran un obstáculo entre el hombre y la mujer, una defensa, aunque sin embargo, su único objetivo era la sublimación de la silueta femenina.

Las texturas, la caída y la elegante silueta de los diseños del maestro son inmediatamente reconocibles. Balenciaga además, soñaba con un traje sin costuras, lo que resolvía a través del corte y la máxima expresión de ello eran las mangas de sus diseños, que representaban la prueba más concluyente de la supremacía de su arte. Son conocidas las anécdotas de que montaba y desmontaba varias veces una manga hasta que lograba borrar imperfecciones que solo él veía. Sus cuellos se alejaban de la nuca encontrando inspiración en la cultura japonesa que contempla esta parte de la mujer como un importante atributo de la belleza femenina, potenciándolo y destacándolo.

El universo del maestro

Los secretos de la técnica Balenciaga fueron siempre celosamente guardados y su taller era el cuartel donde se diseñaban y creaban las obras del maestro. Las prendas no solo eran únicas, irrepetibles y hechas a la medida de las clientas, tenían una técnica muy determinada que correspondía con la estructura jerárquica en la que el taller se organizaba. El trabajar con el maestro y estar preparado para crear aquellas exquisitas piezas conllevaba pasar por varios estamentos. Se debía comenzar sobrehilando y planchando para llegar a realizar las famosas pruebas de la casa a las clientas.

En aquella época las casas de alta costura eran importantísimos productores. En los años 60 la casa Balenciaga era la que más puestos de trabajo daba dentro de la profesión, la que tenía al principal patrón, quien daba trabajo a mayor número de personas y también quien pagaba los salarios más elevados. Además de ser el modista más caro, no admitía ninguna vacilación en sus precios y no permitía discusión sobre el valor de sus creaciones.

Vestido Baby Doll, de 1957
Vestido Baby Doll, de 1957

Pero ¿quiénes eran las mujeres que daban vida a aquellas espectaculares piezas? Entre las famosas clientas del maestro se encontraban actrices como Marlene Dietrich, Greta Garbo o Audrey Hepburn, aristócratas como la Condesa de Bismark, la reina Fabiola o la duquesa de Windsord o grandes personalidades como Jackie Kennedy, Gloria Guiness, Barbara Hutton o Bunni Mellon. Representaban lo más selecto de la sociedad internacional. Durante la época de esplendor, entre las dos guerras mundiales, existían auténticas compradoras que podían llegar a encargar 150 trajes al año. Desde vestidos de noche hasta pijamas, las clientas más incondicionales no renunciaban a la alta costura ni para irse a dormir. Para Balenciaga las portadoras de sus diseños no necesitaban ser bellas o perfectas, como él solía decir: «El vestido lo hará por ellas».

Nuevo mundo y ocaso del arte

Los últimos años activos vendrán marcados por un nuevo término que llegaba a la moda y se quedaría para siempre, el Prêt-à-porter, aunque Balenciaga no quiso formar parte de él. Desde comienzos de la década de los 50, la nueva concepción de crear la moda se iba haciendo más y más fuerte, Vogue y Elle le dedicaban portadas y las antiguas marcas de alta costura se iban adaptando a ella, poco a poco.

Vestido Pavo Real, de 1957.
Vestido Pavo Real, de 1957.

Los años 60 fueron sinónimo de crecimiento económico y urbano, y de una generación que ansiaba los cambios y la libertad, que quería reafirmarse como grupo; y todo ello tuvo directas repercusiones en la visión de la moda. Estos jóvenes ya no se identificaban con la alta costura. Todos tenían nuevas ideas, formas de vida y también tendencias. Warhol popularizaba el pop art, Edie Sedgwick la minifalda y Dylan abanderaba una nueva sociedad con su música. En la moda Yves Saint Laurent lanzaba su colección inspirada en Mondrian e hizo oficial el esmoquin en las mujeres.

Todas estas transformaciones supusieron un choque brutal con la filosofía de vida y trabajo de Balenciaga. El viejo mundo se tambaleaba y los cambios sociológicos liberaron el rígido código estético de la mujer. La situación pudo tanto con el maestro de Guetaria que en plena agitada primavera del 68 tomó la decisión de cerrar su casa. No esperó a que soplaran los vientos de mayo, aunque curiosamente su último trabajo fue la única toma de contacto que tuvo con el Prêt-à-porter al diseñar los uniformes de las azafatas de Air France. No lograba ver en el Prêt-à-porter ni su oficio, ni la posibilidad de desarrollar en él su arte, por lo que decidió retirarse antes de doblegarse a la vulgaridad. Tres décadas en lo más alto de la alta costura llegaban a su fin. Innovador, atemporal, genio, artista. Balenciaga se sintió un extraño en el reino donde había reinado y donde nada volvería a ser igual.

Balenciaga, poco antes de su muerte.
Balenciaga, poco antes de su muerte.

Cuando dio su carrera por terminada no permaneció en la ciudad que lo encumbró en lo más alto. Balenciaga regresó a San Sebastián, en su caserío del Monte Igueldo, y a la mediterránea Javea. Solo volvió a la profesión que había dejado huérfana para diseñar el vestido de novia de la duquesa de Cádiz y, un año antes, hizo su última aparición pública en el mundo de la moda con ocasión de los oficios fúnebres de la otra grande, Coco Chanel.

El 23 de marzo de 1972 muere el maestro y en ese momento su nombre se convierte en equivalente a la más brillante alta costura que ha existido en toda la historia de la moda. Balenciaga formó parte del mejor capítulo.

La firma trasciende a su creador y se integra como valioso activo en la industria del lujo. Hoy, Balenciaga pertenece a Gucci y quien está al frente de la casa es Nicolás Ghesquiere, trasmitiendo en sus diseños la esencia de maestro y adaptando a ellos su gran legado.

La obra del español, sus colecciones, diseños y técnicas comienzan a valorarse en lo artístico, académico, histórico y museológico. Cristóbal Balenciaga hoy es un mito, una leyenda de amor y dedicación total a una profesión. Fue el máximo maestro en el corte, en el diseño, en la armonía plástica, en la forma y en la elegancia de sus obras. Su carácter innovador sigue sirviendo hoy como fuente de inspiración. Balenciaga quedó en cada uno de sus diseños que, como obras de arte eternas y atemporales, hoy nos cuentan la vida de su artista y el mundo en que vivió.

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