David Yáñez, el joven hecho de muchos pedazos de cine
Isabel Ciudad//
Desde 2010, unos 400.000 jóvenes abandonan España cada año en busca de un futuro mejor. Enfermeros, ingenieros, periodistas y artistas cruzan la frontera para encontrar empleo. Otros, como David Yáñez, prefieren buscarlo (aunque a veces sin éxito) en territorio español. Ser cineasta no es fácil en un país en el que la cultura no es la principal apuesta, pero a él las raíces no le permiten sellar el pasaporte por tiempo indefinido.
Era una tarde de domingo de mediados de los 80. Por aquel entonces nacían en Europa los primeros móviles, la mano de Dios le daba el Mundial a Argentina, Madonna se convertía en la nueva diva del pop y en los cines se proyectaba la película que marcaría a toda una generación, En busca del arca perdida. Ya habían pasado varios años de su estreno, pero el film ganador de cinco Oscars continuaba llenando las salas de cine de medio mundo. En una de ellas, situada en Cáceres, se encontraba David Yáñez. Junto a él, niños que ya soñaban con un futuro de película. Todos querían ser Indiana Jones. Todos excepto David: él quería ser Steven Spielberg.
Hoy, casi tres décadas después, me encuentro con aquel niño que soñaba con ser director de cine y que, tras años de lucha, lo ha conseguido. Vive en una céntrica calle de Zaragoza, en un cuarto piso sin ascensor. Llamo a su timbre, y él abre tímidamente la puerta, desgastada y chirriante, y se asoma para saludar con ropa informal y una media sonrisa que refleja una modestia confirmada posteriormente.
Muchos pedazos de algo
Quería hacer una película que tuviese una construcción de puzzle, que fuese fragmentaria y equívoca e hizo Muchos pedazos de algo. Un largo que fue seleccionado para la sección Zonazine del Festival de Málaga 2015.
Un olor extraño impregna su casa. Una mezcla entre ceniza mojada y especias. Por la decoración de las paredes puede intuirse su gusto por la cultura oriental. Y es que a David le interesa el cine asiático. Entre sus modelos a seguir se encuentran Kar Wai, Zhang Yimou, Kim Di Duk o Park Chan Wook. También admira la producción independiente europea y española y cineastas como Xavier Dolan, Alexis Dos Santos o León Simianini. Gente que tiene cosas personales que contar, que no se acobarda frente a presupuestos apretados. David se autodefine con sus referentes.
Dice David que la realidad es diferente para cada uno de nosotros y al juntar los pedazos muchas veces no encajan. En este largometraje, sin embargo, han encajado a la perfección.
-¿Por qué ese título para tu película?
-La película abarca un momento de cambio de un grupo de jóvenes cuya vida se va despedazando lentamente. Me pareció que el verso “muchos pedazos de algo”, que pertenece a un poema que, en la ficción, ha escrito uno de los protagonistas responde perfectamente a esa sensación que tienen todos ellos.
Termina de explicar el argumento de su película y respira aliviado, convencido de lo que dice y de cómo lo dice. Por fin, deja el pasillo y entra a un pequeño cuarto. Es difícil hacerse hueco allí. Es difícil incluso intuir el color de las baldosas. Sobre el suelo, cajas de cartón y una estantería llena de libros. Sobre el escritorio, tres ordenadores y decenas de cientos de folios. Así es su lugar de trabajo. Parece muy acostumbrado a vivir en ese desorden. Dice que si está dirigiendo y le preguntas que día es, solo hay una posibilidad entre siete de que acierte.
Decorando la pared, unas cuantas fotos suyas que dan muestra de los muchos lugares que ha visitado a sus 33 años. Presume de haber viajado desde muy joven. Asegura, de hecho, que eso es lo que más le ha marcado en su juventud. Enfrentarse al mundo sin respaldo de ningún tipo, viajar, conocer gente de muchos contextos diferentes y enfrentarse a personas con ideas dispares ha moldeado su forma de ser y de hacer cine.
Se deja caer sobre una silla y se detiene a pensar en algo. Por un momento parece tranquilo. Ya no mueve la pierna derecha al compás de no se sabe qué ni chasquea los dedos sin motivo. Hasta ahora no había dejado de dar muestras de su nerviosismo. Revivir sus viajes le tranquiliza. Le gusta la sensación de ser extranjero. Le da una perspectiva diferente del día a día y eso es importante a la hora de contar historias cercanas.
Sobre hacer cine (y no negocio)
Embarcarse en nuevas aventura, todas ellas relacionadas con el cine, es su ley de vida. Desde niño quiso ser cineasta pero su entorno cercano no tenía nada que ver con el mundo del audiovisual, así que tuvo que enseñarse a sí mismo. Al ver su mirada joven y llena de ilusión cuando habla de su profesión resulta fácil creerse que su vida ha girado en torno al cine. A ello le ayudó el videoclub, que enseña mucho si sabes a qué estantería acudir.
Tras muchas y variadas películas llegó un momento clave. Ese momento en la vida de un cineasta en el que la palabra largometraje deja de dar miedo y empieza a sonar atractiva. Dice David que los sueños son solo sueños hasta que suenan posibles. Un día, al levantarse de la cama y mirarse al espejo, se descubrió a sí mismo diciendo en voz alta “voy a hacer un largo”. Entonces es cuando empezó todo.
En la pantalla de uno de sus ordenadores está abierto el programa con el que edita los vídeos. Aunque parece muy complicado, David maneja el ratón como si llevase toda la vida haciéndolo. Desde aquella tarde en la que abandonó la sala de cine queriendo ser Steven Spielberg hasta este momento han pasado muchas cosas. Una de ellas fue conocer a otros soñadores que como él querían ser cineastas. Juntos pensaron crear una productora independiente. Entonces nació Outcast Film Makers.
-No sabes exactamente por qué, pero empiezas a ver a otros como tú en todas partes, gente con tantas ganas que de noche brillan en la oscuridad. En ese momento empezáis a utilizar el plural y decís: “vamos a hacer un largometraje”. Y así, sin más, estáis en ello; estáis rodando.
A David le resulta imposible hablar en singular. Su pequeña productora es, por encima de todo, un equipo. Para él, el grupo es lo más importante. El grupo y el público.
Outcast Film Makers se define como una suma de nacionalidades, ideas y talentos de lo más variopinto. Agradecen a internet y a la globalización que, a pesar de sus muchos inconvenientes, nos han acercado un poco más a todos y a todo. Presentan sus películas como un arte, no como un negocio, e intentan ayudarse del crowdfunding. El micromecenazgo es su mayor fuente de financiación. No hacen películas pensando en la taquilla ni en la recaudación. No buscan convertir aquello que aman, que es hacer cine, verdadero cine, en un negocio. Sus películas hablan del aquí y del ahora, pretenden conectar con ellos mismos pero también con el público. Quieren que el espectador forme parte del proyecto.

Sobre política parece que a David no le agrada hablar, al menos no con quien, como yo, lo acaba de conocer. A pesar de todo, ha conseguido sacar adelante sus obras. Piensa que hacer cine en España es una tarea suicida, te ayuden económicamente o no. Por eso, él eligió prescindir de las ayudas estatales para ahorrarse un año de burocracia. Por eso y porque, dice, es muy difícil que a alguien como él “que no tiene ningún padrino” le concedan ese tipo de ayudas. Así que prefirió no perder el tiempo. Tuvo claro desde el primer momento que lo principal era rodar, así que lo haría con ayudas o sin ellas.
Todas sus películas hablan de él
Unos ladridos que ya oía ligeramente desde hace un rato se escuchan ahora mucho más fuertes. Unas pezuñas comienzan a arañar la puerta de la habitación de enfrente. David se levanta, abre la puerta, se agacha y comienza a acariciar a un pequeño perro. Es diminuto y parece casi de peluche. Tras calmar al animal con unos cuantos mimos, cierra la puerta y continúa hablándome sobre sus trabajos.
Varias revistas y libros, infinidad de cortos y dos largometrajes. Tres décadas le han bastado a David para enriquecer su currículum con numerosos trabajos. Descansar no está entre sus planes y considera que seguir trabajando de cara al futuro sería un privilegio. Escribir es otra de sus pasiones. A la sombra del bonsái, Literatura joven y El sol desmantelado son algunas de sus antologías. El perro, una revista literaria. Resistir al presente fue su primer poemario. Más numerosos son sus trabajos audiovisuales: Habitación 303, Cuando éramos reyes, Cuento de invierno, El errante, Jugar según las reglas, La película sin título… sus cortos no pueden contarse con los dedos de una mano. Largometrajes ha rodado dos.
El primero fue SIDE-B, una película sobre música y sobre como ésta une a las personas, sean quienes sean y vengan de donde vengan. También sobre lo que se siente al ser extranjero. Y, sobre esto, David sabe algo. Nació en Cáceres y tras pasarse media vida viajando -como los personajes de su película- llegó a Zaragoza. Y parece que para quedarse. A la ciudad del viento vino por amor. Wang, el protagonista de SIDE-B, también. Wang conoció a Natalia y empezó a mirar billetes de avión. Por ella vuela de Hong Kong a Madrid y de allí a Zaragoza, allí le esperaba la razón de su mudanza.

También Muchos pedazos de algo tiene mucho de él. Cada uno de los personajes responde a una faceta o a un momento concreto de su vida. David no es bueno inventando, prefiere capturar momentos. A veces ha filmado por la tarde lo que le ha pasado por la mañana, de un modo casi terapéutico. Algunos van al psicólogo, él hace películas.
La nueva generación perdida
Miles de jóvenes españoles acaban de terminar sus estudios y no encuentran el modo de plasmar su nombre en una lista de ocupados afectada por la crisis. Muchos pedazos de algo cuenta la historia de algunos de esos jóvenes. El personaje de Sofía acaba de terminar medicina y siente que no hay sitio para ella en la realidad laboral de nuestro país. Se enfrenta al dilema de marcharse al extranjero y dejar atrás toda su vida, incluida su pareja, o quedarse y afrontar el ser un número más del paro. En la película hay muchos personajes y muchas tramas diferentes que se van enlazando, pero la idea principal es el cambio y el nacimiento de una generación diferente por el contexto en el que les toca vivir. Una nueva generación perdida, perfectamente comparable a la del siglo pasado.
Era 1914 y en Europa la guerra estaba a punto de estallar. Mientras, en Estados Unidos, numerosos artistas incomprendidos decidían cruzar el charco y comenzar en Francia una nueva vida. Gertrude Stein los recibía en su salón literario, convertido ahora en el centro avant-garde. Allí daba voz a Hemingway, Scott Fitzgerald, Ezra Pound y Dos Passos entre muchos otros. Casi un siglo después, es David Yañez quien, a través de sus películas, da voz a la nueva generación perdida.
–Creo que ahora todavía no se ve con suficiente perspectiva lo que está pasando en España, pero con el paso de los años vamos a ver claramente el paralelismo. Se le llama “Generación Perdida” no porque estén perdidos, que por desgracia lo están, sino porque el país se va a perder todo lo que tiene que aportar. La gente que se marcha de su país con veintitantos es bastante probable que no regrese.
David parece entusiasmado y muy convencido de lo que dice. Está más que preocupado por el hecho de que la mitad de los cineastas españoles estén viviendo ahora mismo en Estados Unidos. Cuando regresen, si es que regresan, serán cineastas americanos con pasaporte español y eso va a afectar mucho a la identidad cultural de nuestro país. Su miedo es que acabemos siendo una colonia cultural de Estados Unidos.
La cultura nos convierte en individuos, nos separa de la masa. Nos ofrece la posibilidad de tomar perspectiva y ver dónde encajamos en este mundo. Nos permite ver el “código fuente” de la vida. Así piensa un cineasta que se ha forjado a sí mismo y para el que el cine no es un negocio sino muchos pedazos de esperanza. Esperanza para muchos jóvenes para los que, como David, rendirse no es una opción. Pedazos de ilusión para una generación perdida que busca cómo encontrarse.