Encarar la vida pincel en mano

Mejorar la calidad de vida de los pacientes a través del arte. Ese es el objetivo de El Encuentro, un centro de rehabilitación psicosocial pionero en España, que trata a transeúntes con enfermedades mentales.

El Sol entra por la ventana y se filtra a través de los vasos de cristal que se amontonan en la mesa, creando un arcoíris de mil colores. Los pinceles, paletas y tubos de pintura se acumulan en un orden aparentemente caótico. El aire huele a barniz. Las manchas de pintura que pueblan el mantel recuerdan a la obra de algún expresionista americano, de esos que cuelgan sus cuadros en cualquier museo de arte contemporáneo. Un pincel abandonado se seca en un rincón. El aire huele a arte. Esta descripción cuadraría con el gabinete de un afamado artista o con el estudio de un pintor… pero la realidad es muy distinta. Es uno de los talleres terapéuticos que cada día se celebran en el Centro de día el Encuentro de Zaragoza, y los artistas que se sientan alrededor de la mesa son pacientes del centro que, dos veces por semana, juegan a ser pintores, o alfareros, o restauradores. Artistas, al fin y al cabo.

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Los pinceles y las pinturas de mil colores se entremezclan en las mesas

La planta primera de este centro, ubicado en la calle Moret de la capital aragonesa, está dedicada por entero a los talleres terapéuticos.  Al entrar, a la derecha, se encuentra el taller de restauración, una habitación con olor a madera y virutas por el suelo, donde tres días a la semana se restauran muebles antiguos. Elvira, la terapeuta encargada del taller, da las indicaciones necesarias para devolver la vida a viejas cómodas, polvorientas alacenas e incluso una mecedora, que ahora descansa en una esquina de la sala.  En la sala grande tres filas de mesas dividen la estancia como si de un taller artesanal se tratase. A un lado, las camisetas pintadas y el taller de sílice; en el centro, la pintura y ovillos de lana; y, al fondo, el taller de cajas de madera. En una esquina se encuentra la zona de alfarería, donde una de las usuarias imprime mensajes en unas “galletas” de barro que muy pronto se convertirán en imanes. Los pacientes se dividen entre las mesas y son ayudados por Inés, la terapeuta, una joven de pelo claro, ojos brillantes y voz dulce que poco a poco les guía en este proceso creativo. La radio suena y la conversación es distendida, cada uno sabe lo que tiene que hacer y lo hace lo mejor que puede.

Patxi Galindo, médico y coordinador del centro de día, también está en El Encuentro antes de que empiece el taller.

– Patxi, ¿qué es exactamente el Encuentro?

 – El Encuentro es un centro de rehabilitación psicosocial para el trastorno mental grave. Uno de los elementos diferenciadores de este centro es que está especializado en personas sin hogar y que además tienen trastorno mental. Somos el único centro de estas características que existe en España, y en Europa solo hay otros dos más. Entre los centros de rehabilitación psicosocial de Aragón somos uno más, pero el hecho de dedicarnos a personas sin hogar condiciona mucho tanto la atención como la manera de tratar a los pacientes. Tenemos un horario amplio, de 10 a 17 horas, y no cerramos más de dos días seguidos. El perfil de pacientes que tenemos marca.

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Cada usuario tiene una tarea asignada, que va cambiando cada día

Porque el Encuentro es un centro veterano en Aragón. Nació en 2003, tras una reunión de la Coordinadora de transeúntes. En uno de estos encuentros se planteó que existía un perfil de población sin hogar, el que engloba a las personas que además sufren enfermedad mental, al que los servicios llegaban de manera precaria. Tras muchas reflexiones, crearon un esbozo del centro de día necesario para atender a este perfil de población. La fundación la Caridad estaba presente en estas reuniones ya que desde 1898 organizaba un comedor social para personas con pocos recursos, La sopa boba. La Caridad se ofrecía a crear este centro de día, a condición de que las plazas de comedor las distribuyeran entre los distintos recursos. Les dieron seis meses de prueba, para ver si era viable o no, y se encomendó a unos cuantos profesionales, entre los que se encontraba Patxí, la tarea de crear El Encuentro.  “Yo suelo decir en broma que teníamos una fecha tope que eran seis meses porque, si a los seis meses no funcionaba, se cerraba. La sorpresa es que funcionó y no solo eso. Ahora, 12 años después, seguimos abiertos y atendiendo a un montón de gente”, cuenta Patxi con una sonrisa.

Una vez tengo claro qué es El Encuentro, subo las escaleras para conocer a algunos de sus usuarios, que en estos momentos se encuentran en el taller de artesanía. Hoy están 9, divididos según sus habilidades en un taller u otro. Uno de ellos es José Luis, un hombre de mediana edad que se encuentra rodeado de botecitos de sal. José Luis lleva un año en el Encuentro, tiene esquizofrenia y es el encargado del taller de sílice. “El sílice es un mineral y con él coloreo estos cuadros- explica-. Al principio empecé a hacer relojes, luego cajas y ahora me encargo de esto. Mira, este cuadro creo que tiene toda la gama de colores”, dice mientras enseña un cuadro abstracto querecuerda a las pinturas de Kandinsky. Todos los colores se entremezclan entre las formas geométricas, líneas y círculos que componen la lámina. Le pregunto de dónde saca las ideas para sus cuadros. “Los diseños los saco de la cabeza. Podría haberlo mirado de Internet pero ya no tendría iniciativa propia, no es lo mismo que uno invente o que mires a otro y copies. Todo lo que se me ocurre lo plasmo aquí. Pienso que es importante hoy en día tener creatividad y ser conscientes de que Internet nos quita un poco la personalidad propia.  Si tú no has estudiado nada, no sabes nada y  todo lo sacas de Internet. Eso no es tuyo. Lo sacas de un señor o de Facebook o de Wikipedia”, reflexiona José Luis. También cuenta que  hubo un tiempo en el que estuvo en otro mundo, un mundo irreal, el de su enfermedad. Ahora se encuentra mejor y el Encuentro ha contribuido en gran medida a ello. “Hacemos muchas cosas: terapias de habilidades sociales, talleres terapéuticos, gimnasia, excursiones…”.

Algunos de los cuadros de sílice que se crean en El Encuentro
Algunos de los cuadros de sílice que se crean en El Encuentro

El perfil de usuario de El Encuentro se podría definir, estadísticamente, como varón, de alrededor de cuarenta años, con trastorno de la esfera de la psicosis, en la mitad de los casos consumidor de algún tóxico, sin casi relación con su familia y con niveles de estudio pobres. Pero, si atendemos a la realidad y dejamos de lado la estadística, El Encuentro atiende a personas de 18 a 60 años, cada uno con una problemática diferente. Son muchos los mecanismos de exclusión que hacen que una persona viva en la calle. Por supuesto, la enfermedad tiene un papel importante, pero también otros como la mala suerte o los problemas familiares. María José es una de las usuarias más veteranas y que se escapa de las estadísticas. Esta mujer de pelo corto lleva ocho años en El Encuentro. Explica que el centro le ha ayudado mucho y que actualmente, gracias a este trabajo, recibe una pequeña beca que “me permite pagarme mis caprichillos”. Ahora mismo se encuentra restaurando algunas de las camisetas que están más dañadas. “Luego esto se vende en los mercadillos que celebramos cada tres domingos aquí en el centro. También vamos al mercado de Las Armas, el primer domingo del mes. Ojalá tuviéramos un taller más grande y llegáramos a más gente”, se lamenta María José sin apartar la mirada del dragón de la camiseta.

Al fondo de la sala, en la última mesa, se encuentran Darwin y Carlos. Inés les da las indicaciones y mientras ellos se encargan de pintar unas cajas que servirán para guardar el material de los propios talleres. Inés lleva tres años en la fundación y un año trabajando en El Encuentro. Empezó haciendo voluntariado en el centro y le ofrecieron hacer algunas horas…y aquí sigue. “En El Encuentro se trabaja mucho en equipo, estamos muy coordinados entre todos los trabajadores, y me gusta mucho trabajar con la gente, ayudarles a que poco a poco se normalice su vida”, explica Inés.  Este equipo está compuesto por un médico, un psicólogo clínico, una trabajadora social, tres auxiliares, una enfermera y tres terapeutas, ya que desde el centro creen que es muy importante el trabajo ocupacional de cara a la recuperación del paciente.

Inés les pregunta a Darwin y a Carlos si creen que la caja está lista ya para barnizar, a lo que los dos asienten con la cabeza. “Hay que ser muy asertivos porque estas personas son muy sensibles. Se dice en positivo y se intenta ser muy cuidadoso con el lenguaje”, asegura Inés. Una vez que comprueba que la caja está lista se mueve hacia la siguiente mesa, donde un par de usuarios pinta un tres en raya. Yo me quedo con Darwin y Carlos. Darwin es dominicano, tiene una sonrisa radiante y de su cuello cuelga un rosario. Habla con el acento dulce que da el mar Caribe y con ese deje dominicano que hace que las erres parezcan eles. “Vine a España a través de mi madre, ella se casó con un español y nos pudo traer aquí. Primero estuve en La Encina, en nueve meses y medio me puse bien y me dieron un piso puente. La coordinadora me preguntó si quería continuar en otro centro. Uno quiere dar un cambio a la vida, se encuentra en otro mundo irreal y cuando vas a un sitio de estos se vuelve al mundo real”.

 -¿Y has pensado en volver a tu país?

-Me gusta España por la limpieza y la sanidad que hay. De momento no me lo planteo. Quizás de vacaciones. Estoy muy agradecido de estar aquí en El Encuentro, los compañeros son muy majos, los trabajadores también y hay muy buen ambiente. Ahora a tirar pa’lante, con paciencia.

Carlos, el compañero de mesa de Darwin, enseña una caja que ha envejecido con un barniz especial. “Esto luego lo vendemos en los mercadillos”. Carlos menciona que a veces también reciben encargos especiales. “Hace un tiempo tuvimos que hacer 200 conchas de barro para unos abuelos. El resto, como ya te he dicho, lo hacemos para venderlo en los mercados. Ahora en verano está un poco flojo pero en fechas señaladas como El Pilar o Navidad, vendemos más”.

Darwin y Carlos explican que, en ese encargo tan especial de conchas, trabajaron muchos de los pacientes. “Fue un momento muy bonito. Éramos como una cadena de montaje. Fueron jornadas de trabajo intenso donde cada uno sabía lo que tenía que hacer”. Carlos lleva unos ocho meses en El Encuentro: “Estuve en el refugio Joaquín Costa, de ahí pasé a estar ingresado en el Royo Villanova. Patxi me dijo que me viniera aquí, al Encuentro, y ahora estoy bien. Nos llevamos muy bien todos, nos reímos, a veces hacemos bromas…jugamos a las cartas y también aprendemos a desenvolvernos en la vida real. El tiempo se nos pasa volando y además estamos entretenidos”, detalla.

Los asistentes al taller devuelven a la vida viejas cajas de madera
Los asistentes al taller devuelven a la vida viejas cajas de madera

Son las cinco de la tarde y el taller va a finalizar. Poco a poco van recogiendo los utensilios, limpiando los pinceles y amontonando las piezas de artesanía. Se despiden de Inés y salen por la puerta, otro día más.

Estos artistas son solo nueve de las 60 personas que atiende el Encuentro cada día. “El concierto que tenemos con el SALUD nos paga 29 plazas de centro de día y 14 de piso. Actualmente contamos con 60 personas en centro de día y 15 en piso. No tenemos listas de espera. No podríamos. Si nos llaman del Servet o del Clínico y nos dicen que van a dar el alta a alguien, pues vamos y lo atendemos”, dice Patxi. Son personas fuertes que dentro de las limitaciones que tienen en la vida, salen adelante. “Sobrevivir a la calle es duro, te obliga a desarrollar mecanismos de supervivencia. Está comprobado que si se les empieza a medicar, reaccionan mejor. Imagino que tendrá que ver con la resiliencia, nuestros pacientes son muy resilientes”, destaca Patxi.

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Un detalle del taller terapéutico de artesanía

Me despido de Elvira,  Inés, de Esther y de Patxí y abandono el Encuentro con muchos pensamientos y una palabra que ronda por mi cabeza. La palabra es resiliencia. La RAE define resiliencia como la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límites y sobreponerse a ellas.  Quizás sea esto lo que hace que El Encuentro siga funcionando 12 años después. La resiliencia de los trabajadores, que día a día trabajan juntos por normalizar la vida de estas 60 personas. O la resiliencia de los usuarios de El Encuentro, que día a día superan las situaciones adversas que la vida y su enfermedad les ponen en el camino.

Uno de los problemas a los que deben hacer frente estas personas es la imagen adulterada de la enfermedad mental que, cada cierto tiempo, transmiten los medios de comunicación.  En una sociedad donde casi el 10% de personas va a padecer una enfermedad mental  a lo largo de su vida y donde solo un pequeño porcentaje de los crímenes son cometidos por enfermos mentales, se sigue creando una imagen distorsionada de la enfermedad mental. Una imagen violenta, de personas impredecibles y muchas veces basada en prejuicios y estigmas. Imagen que se rompe en mil pedazos en este centro situado en la Calle Moret donde, entre pinceles y barnices,  se encuentran personas encantadoras que, poco a poco, con resiliencia y trabajo, intentan construir una vida y un futuro para aquellos que no tienen nada.

Autora:

silvia laboreo foto silvia laboreo

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22 años en el DNI,17 para los porteros de los bares.Me gusta cundir, hablo mucho, soy un imán para catástrofes y anécdota andante. Cualquier día publico un libro y me hago famosa, mientras tanto escribo sobre las vidas de los demás. Colecciono recuerdos a través de postales y cuando tengo dinero viajo para ampliarlos.

Twitter Blanca Uson


Un comentario en “Encarar la vida pincel en mano

  • el 7 septiembre, 2015 a las 13:03
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    MUCHAS GRACIAS, un enfoque precioso.

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