Cómo Google podría manipular tu voto

Alejandro Santos Benedí //

Muy pocos se esperaban que Donald Trump ganase las elecciones estadounidenses de 2016 y a finales de este mes será el 45º Presidente de los Estados Unidos. En sus últimos días en la Casa Blanca, Barack Obama acusa a Rusia de haber interferido en las elecciones. ¿Se pueden manipular las elecciones más importantes del mundo? Robert Epstein, Doctor en Psicología por la Universidad de Harvard, afirma que hay alguien que sí puede hacerlo: Google.

Las elecciones estadounidenses de 2016 no se olvidarán en mucho tiempo por varios motivos. Fue la primera vez que uno de los dos grandes partidos presentaba a una mujer como candidata a la presidencia. Fue la primera vez que un candidato ganó con la mitad de su propio partido en su contra. Y fue la primera vez que la legitimidad del resultado fue puesta en duda… por el mismísimo Presidente saliente.

Barack Obama acusó a Rusia de interferir en la campaña de estas elecciones publicando correos electrónicos del Partido Demócrata que fueron hackeados. Esos correos demostraban que el Partido Demócrata trabajó activamente para perjudicar la campaña de Bernie Sanders, el senador demócrata que también se presentó a las primarias del partido para ser Presidente. Clinton siempre había negado que esto ocurriera.

Trump aprovechó la oportunidad que le llegaba desde el otro lado del Atlántico. Utilizó el escándalo, llamó a la candidata “crooked Hillary” (Hillary la corrupta) y prometió enviarla a prisión si ganaba las elecciones. Las ganó. Y sorprendió a todo el mundo. El New York Times le daba una probabilidad del 15% a la victoria de Donald Trump y el Huffington Post, del 1,7%. Acabó obteniendo más delegados que George W. Bush o John F. Kennedy.

El periodista de El Mundo, Xavier Colás, calificaba la victoria de Donald Trump como “la cuarta victoria electoral de Putin”, después del referéndum en el que Holanda rechazó el acuerdo de la Unión Europea con Ucrania, el Brexit y las elecciones rusas de septiembre. ¿Realmente una potencia extranjera puede influir en las elecciones más importantes del mundo? ¿Son vulnerables los comicios de los Estados Unidos? El doctor en Psicología por la Universidad de Harvard, Robert Epstein, lleva años alertando de que el enemigo de las elecciones libres no se encuentra en el extranjero, sino que los americanos lo tienen en casa y se llama Google.

El enorme poder de Google

Google tiene una cuota de mercado en Estados Unidos del 63%, según statista.com —en España es del 95%—. Esto quiere decir que más de la mitad de las búsquedas que se realizan en Estados Unidos pasan por las manos de Google. Y de todos los resultados que ofrece el buscador, el primero que aparezca en la lista se llevará el 60% de los clicks. Por ello, controlar qué aparece antes en Google es vital para los candidatos. Un ejemplo: si alguien busca “crooked Hillary”, los demócratas querrán que aparezca en primer lugar su candidata desmintiendo a Donald Trump, mientras que los republicanos querrán que aparezcan noticias dañinas sobre sus correos electrónicos.

El Doctor Epstein alerta en la revista Politico de que hay dos escenarios en los que el buscador podría manipular los resultados para beneficiar o perjudicar a un candidato. En el primero de ellos, que la empresa o un trabajador rebelde manipule deliberadamente el orden de los resultados. Este escenario sería muy arriesgado para el ejecutor, pero tendría una efectividad inmensa.

El otro escenario es más sutil y “aterrador” para Epstein: que el propio buscador, por sí solo, realice la manipulación en función de qué busca más la gente. Pongamos otro ejemplo: si alguien busca “Hillary Clinton” y muchas personas han buscado antes “crooked Hillary”, el buscador colocará en las primeras posiciones noticias negativas sobre la candidata. Pero si las búsquedas anteriores han sido sobre cómo donar para la campaña del partido demócrata, el primer resultado será el enlace a la página web de donaciones.

Ya hemos visto que, en este caso, el orden de los factores sí altera el producto.

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¿Cómo clasifica Google los resultados de su buscador? El profesor de álgebra lineal de la Universidad de Zaragoza, Manuel Vázquez, explica que el buscador trabaja con dos algoritmos :“uno para buscar páginas web y otro para clasificarlas. El más original es el segundo, y no es tan secreto”. Esto es cierto. De hecho, a la habilidad de utilizar el algoritmo de Google para posicionarse en los resultados más altos se la conoce como “SEO” (Search Engine Optimization). El SEO es tan importante para las empresas que podemos encontrar decenas de cursos sobre la materia con solo una búsqueda.

Preguntamos a Google España cómo funciona su algoritmo y Vicky Campetella, Jefa de Prensa de Productos para España y Portugal, nos dirige a la infografía realizada por la propia empresa para explicar el asunto. Como nos adelantaba Manuel Vázquez, Google utiliza un algoritmo para buscar páginas web y las almacena en El Índice, un megacontenedor de más de 100.000 terabytes. Cuando un usuario realiza una búsqueda, Google utiliza otro algoritmo —que cuenta con más de 200 factores— para sacar resultados de El Índice, clasificarlos y mostrárselos al usuario. “No aceptamos pagos para elevar una web en el ranking. Los sitios más relevantes aparecen primero”, asegura la empresa.

Sin embargo, el Dr. Epstein alerta de que la nula vigilancia externa sobre el buscador otorga un poder inmenso a la empresa. Según sus experimentos sociológicos, Google “puede cambiar fácilmente las preferencias de los indecisos en un 20% o más, incluso en un 80% en algunos grupos demográficos”. Para hacernos una idea, ningún candidato ha ganado con una diferencia de más de 20 puntos sobre su rival desde 1972, cuando Richard Nixon arrasó ganando en 49 de 50 estados y obtuvo un porcentaje del 60,7% frente al 37,5% de su rival demócrata, George McGovern.

Epstein explica uno de los experimentos que realizaron para demostrar sus afirmaciones:

“Los participantes fueron asignados aleatoriamente a tres buscadores web distintos: uno que favorecía al Candidato A, otro que favorecía al Candidato B y otro que no favorecía a ninguno. Los participantes recibieron una breve descripción de cada candidato y decidieron cuál de los dos les inspiraba más confianza y a cuál votarían. Entonces se les permitió buscar información sobre los candidatos en los buscadores web manipulados durante quince minutos. Cada grupo tuvo acceso ilimitado a los mismos resultados, pero el buscador manipulaba el orden en el que estos aparecían.  Cuando nuestros participantes terminaron de buscar, les hicimos las mismas preguntas y… voilà: todas las opiniones cambiaron en la dirección del candidato al que favorecía el buscador”.

Para Graciela Padilla, profesora de Ética en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense, es cierto que Google tiene mucho poder, pero se lo dimos “hace muchos años; nosotros y las empresas”.

Ensalada de cookies y metadatos

¿Recuerdas a Edward Snowden? Este informático de 30 años, que había trabajado para la CIA y la NSA (National Security Agency), destapó una serie de programas masivos de vigilancia sobre los ciudadanos de medio mundo dirigidos principalmente por el Gobierno de Estados Unidos. Uno de esos programas, con nombre en clave PRISM, se dedicaba a coleccionar metadatos sobre los usuarios de las grandes compañías tecnológicas: Facebook, Apple y… Google. Estas negaron conocer el programa y solo se hicieron responsables de peticiones judiciales de información.

Pero ¿qué son los metadatos? Según la periodista especializada en medios digitales Marilín Gonzalo, con el término metadatos nos referimos a “la información generada por los usuarios cuando usan tecnologías digitales. Por ejemplo, en el caso de un email o una llamada, son metadatos el horario, la fecha en que se envió y la localización desde que se conectó el usuario la última vez”. Los metadatos pueden tener muchos usos. Pueden servir para vigilar a la población, como demostró Snowden, o para vendernos un producto. No solo los Gobiernos están interesados en nuestros datos, también las empresas lo están. Como ellas no tienen a su disposición agencias de seguridad, utilizan las cookies.

Además de tener un nombre muy amable —cookie significa galleta o galletita—, las cookies son archivos que se descargan en nuestros dispositivos automáticamente y rastrean nuestros movimientos en Internet para elaborar estadísticas sobre los usuarios. Qué visitas, con qué frecuencia, durante cuánto tiempo, en qué dispositivo… Todo eso queda almacenado. Por eso cuando buscas comprar unos zapatos o alquilar una habitación de hotel te encuentras con anuncios sobre ese producto en otras páginas web durante unos días. Tu búsqueda ha dejado un rastro, las cookies lo han recogido y la publicidad lo utiliza para mostrarte sus artículos. Y la gran agencia de publicidad online a nivel mundial es Google.

Google no es solo un buscador. Es también un navegador, un sistema operativo para móviles, una tienda de aplicaciones, un portal de libros, un quiosco de noticias, un atlas mundial, un servicio de almacenamiento en la nube y hasta Youtube. Pero uno de los productos más importantes de la compañía es AdWords, la herramienta que permite a los usuarios tanto crear sus propios anuncios como colocar los de otros en sus sitios web. En las dos operaciones, Google se lleva un porcentaje de los ingresos y las cookies de Google nos enseñan lo que supuestamente queremos ver.

La cantidad de datos que ha almacenado Google sobre nosotros para enseñarnos publicidad es inmensa. ¿Y si la compañía utilizase esos metadatos para vendernos un candidato en vez de unos zapatos? Un candidato con acceso a esos metadatos sabría dónde viven los votantes indecisos, qué horarios tienen, con cuántas personas se relacionan, cómo es su trabajo, a dónde quieren ir de vacaciones… todo.

La ficción ya ha explorado esta posibilidad. En la cuarta temporada del drama político de Netflix, House of Cards, el rival republicano del protagonista Frank Underwood utiliza los metadatos del buscador  ficticio Pollyhop para dirigir su campaña a los usuarios de forma personalizada, otorgándole una enorme ventaja. Underwood define así la ventaja de su competidor: “Tiene un arma poderosa, un buscador web, y es poderosa porque con ella, él [su rival] puede saber lo que usted piensa, lo que usted quiere, donde está y quién es. Puede transformar sus búsquedas en votos y eso son suficientes balas como para derrotarme”.

Padilla también alerta sobre las cookies: “Somos muy analfabetos en cuestión de cookies y creo que deberíamos leer siempre, y con atención, las condiciones que aceptamos cuando navegamos”. No le falta razón. Las cookies han cobrado tanta importancia que el Gobierno español tuvo que regularlas en 2012. Desde entonces, es obligatorio que las páginas web informen de manera clara y completa sobre los usos que se darán a las cookies; de la finalidad del tratamiento de las cookies y del procedimiento para revocar el consentimiento y eliminar las cookies.

Aunque Google se haya mantenido aparentemente al margen del juego político hasta el momento, el uso de las cookies en campañas electorales no tiene nada de ficción. The Messina Group es una agencia de campañas electorales que ha trabajado con Obama, Macri, Renzi o David Cameron utilizando los metadatos que obtienen las cookies. Así consiguió victorias políticas que parecían muy difíciles; como la reelección de Obama en 2012 o las elecciones generales británicas de 2015. Uno de sus clientes más recientes nos es muy familiar: el Partido Popular de Mariano Rajoy.

Jorge Moragas, director de las campañas del PP del 2015 y el 2016, insistió durante más de seis meses en contratar los servicios de esta empresa. Lo consiguió para la campaña de 2016, aunque solo tuvieron presupuesto para contratar sus servicios en Facebooky eso gracias a que David Cameron intercedió en su favor—. Un miembro del PP definía para el suplemento Crónica el sistema que The Messina Group utilizó para estas elecciones: “El sistema es muy sencillo. Definir públicos muy claros, cuáles son los mensajes que interesan a esos públicos, cómo puedes localizar a esos públicos por sus perfiles de Facebook para comprar publicidad y llegar a ellos”. Por ejemplo: utilizar menos a Mariano Rajoy y más a Soraya Sáenz de Santamaría o Pablo Casado si el anuncio iba dirigido a un votante de Ciudadanos.

En conclusión, Google tiene, por un lado, la capacidad para manipular los resultados de su buscador a favor de un candidato —aunque se jugaría su credibilidad haciéndolo—. Además, no hay un organismo público que pueda vigilar si lo está haciendo o no ni Google tiene competencia en su mercado que pudiera contrarrestar esa manipulación. La perspectiva es aún más aterradora si leemos estas declaraciones del Doctor Epstein:

“Nuestra investigación muestra que los usuarios que saben que están siendo manipulados mediante el buscador web siguen cambiando sus preferencias según los resultados que este muestre —incluso más que la gente que no lo sabe— […]. Es como si el sesgo del buscador funcionase como una prueba social; el buscador prefiere un candidato, así que ese candidato debe ser el mejor (al fin y al cabo, intuimos que los resultados siempre están sesgados; siempre nos enseñan primero lo mejor, después lo segundo mejor…)”.

Por otro lado, los metadatos que almacena Google servirían para realizar una campaña electoral que claramente tendría una ventaja competitiva sobre los demás. Esto ya ha funcionado con bases de datos más pequeñas que las de Google.

Google tiene las herramientas necesarias para manipular nuestro voto; pero además eso no parece preocuparnos, al contrario. Parece que nos guste que nos hayan elegido un candidato de antemano, así no tenemos que decidirlo nosotros. ¿Cuánto queda para que le preguntemos a Google a quién debemos votar?

aquiendebo

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