La alianza feminista será solidaria o no será

Texto y Fotografías: Sara Marco// @s.aramarco

El pasado 11 de febrero se celebró la jornada de Alianzas Feministas, organizada por la asamblea del 8M, para pensar la justicia feminista más allá de las medidas penales y recorrer la estrecha relación entre el movimiento trans y el feminismo. Seis fueron las personas que, a lo largo del sábado, propusieron ideas y abrieron debates sobre la alianza feminista y otras cuestiones en el salón de actos del Centro de Historias de Zaragoza.
Cartel de la jornada Alianzas feministas

El día empezó con una sala no muy llena, que alcanzaba los 50 en media de edad. Ortubay fue la primera en sentenciar que “la justicia centrada en la violencia y el castigo no puede ser feminista”. Porque la respuesta punitiva no repara, no previene y no educa. No sirve porque el sistema “no castiga al patriarcado, solo castiga a hombres malos”. Para conseguir una buena respuesta hay que individualizar y ajustar sentencias a cada caso particular, algo que una ley no es capaz de hacer. Desde la organización se planteó que quizá las mujeres no estén pidiendo penas para los hombres, sino ser escuchadas para poner su vida en el centro y no en el castigo.  O, en palabras de la ponente: “Las mujeres no quieren una justicia que llega tarde para las asesinadas, sino una justicia para las supervivientes”. 

La diferencia entre una relación sexual y una agresión sexual: el consentimiento.

La polémica con la aprobación de la Ley integral de Libertad Sexual, conforma “una manipulación y una forma de extender el miedo”. Esta es una prueba evidente de que en nuestra sociedad ha calado que con más penas hay más protección. Cuanto más duro sea el castigo a los agresores, más se protege a las mujeres. “Como si un coche no funcionase y nos pusiéramos a discutir sobre el color de la carrocería”, en una ley que habla de medidas, de recursos y de protección, “el castigo es algo bastante marginal”, concluye la doctora en derecho penal Miren Ortubay.

De izquierda a derecha Miren Ortubay, Rosa Fernández y Elena Pilcher

Rosa Férnandez, abogada y experta en violencias machistas, quiso ir un paso más allá para recordar que las leyes siempre se aplican dentro de una sociedad y un contexto determinado. Legislar sobre mujeres es “legislar sobre un tema complicado que incluye muchos posicionamientos políticos diferentes y sectores de la sociedad que ni siquiera tienen claro cuáles son las causas de la violencia”. Lo importante en esta ley, como Fernández quiso dejar claro, son los 61 artículos. Artículos que van a estructurar el origen y la causa de la violencia machista. Si estamos hablando de delitos contra la libertad sexual, tendremos que tener claro que “la libertad se ejerce y que esta se ejerce si hay consentimiento”.

Legislar a golpe de titular periodístico.

Comunicar que a mayores penas, menos violencia y más protección, significa caer en la falacia que han difundido los partidos ultraderechistas. Ortubay lo argumentó: “Aumentar las penas puede tener el efecto de promover la impunidad. Las penas excesivas se traducen en jueces optando por la absolución”. Además de que la cárcel sanciona pero no responsabiliza, y esto es una señal de la infantilización e incapacidad de reflexión en la que se cobija a los agresores.   

Uno de los bulos más difundidos ha sido el de las reformas penales. Pero “el texto de la ley no habla de reformas penales. Las penas se encuentran en el apartado de disposiciones penales”, comenta Fernández. “La ley no ha traído rebajas, lo que ha traído es una redefinición de los delitos. Donde antes había dos delitos, ahora hay uno. Y la aplicación retroactiva de la ley penal favorable es un derecho fundamental de todo penado”, añadió Ortubay. El primer objetivo de una ley integral es situar en el centro las causas de la violencia. Para esto, el texto hace referencia a la necesidad de analizar el contexto y la motivación de los agresores. “A esta ley le hace fuerte que pretende mejorar la respuesta institucional”.

“Si metes a una persona en una habitación llena de espejos deformantes es mucho más fácil que de ahí salga un esperpento”, Darío Gael.

Otra de las cuestiones, para las que legislar es un reconocimiento, es el amplio sector del transfeminismo. Para entenderlo bien hay que hacer una revisión de algunos conceptos. Ira Hybris, activista y militante de Vagas y Maleantes, explica que el cis-sexismo es una maquinaria social que produce hombres y mujeres con mayúsculas, y aunque sean las personas con condiciones trans las que directamente lo enfrenten, es un ejercicio violento que todas las personas sufren en general y las mujeres cis en especial. Una herramienta de la estructura capitalista que busca naturalizar la división del trabajo para que parezca que la esencia femenina es “cuidar gratuitamente». Según Aitzole Araneta: “Se trata de salir de esa esencialización que nos reduce a genitales y cromosomas para convertirnos en sujetos y esas personas de carne y hueso que van más allá de la individualidad”. 

De izquierda a derecha Aitzole Araneta, Dario Gael e Ira Hybris

El horizonte de los feminismos es común como en cualquier movimiento emancipador, compartiendo nociones como la de la autonomía corporal. Ya que, como dice Gael, “partimos del mismo mundo y de los mismos problemas y aunque tengamos que transitar con cosas más específicas, la forma es común y necesitamos la ayuda y el apoyo mutuo”. 

En el año 2017 aparecía en circulación un gran autobús naranja que contenía el siguiente mensaje escrito en sus laterales: “Los niños tienen pene, las niñas tienen vulva. Que no te engañen”. Este, que hizo un recorrido por varias ciudades de la geografía española, recibió una gran respuesta. “La gente no sabía qué estaba pasando pero tenía claro que a los niños había que dejarlos en paz”, añadió Araneta. Algo que parecía que estaba claro se distorsionó tras la llegada de la pandemia, donde todo debate se trasladó a una pantalla, y de discursos conservadores en el poder, como el de Donald Trump en EE.UU. Ahí es cuando explota la burbuja y “se crea un caldo de cultivo para esos bulos, se da forma a esos hombres de paja, lo trans se pone de moda pero de una manera desfigurada«. 

Teniendo en cuenta que los medios de comunicación han sido el lugar para muchas personas para conocer esta realidad, Gael explica cómo desde el minuto uno se normalizó que no estuvieran presentes, dando a entender que ni siquiera eran agentes de sus propias vidas y de cómo contarlas. “La realidad es que gente que ya tiene acceso a determinados espacios lo ha tenido fácil para plantar determinadas ideas de odio y nadie les ha cuestionado cuál es su relación con esa realidad por quienes son”.

El miedo existe y se reproduce cuando las cosas se desordenan y se diluyen. “Existe miedo a lo que se considera caos. Y en lugar de ver una posible poesía, como una posibilidad nueva, lo que se ve es qué puedo perder yo si el otro gana algo. Como si el que alguien ganara un mínimo de bienestar te lo quitase a ti”. Hybris lanza una respuesta para aquellos que realmente tienen miedo y es que “tiene que ser doloroso saber que tú no has podido explorar una cierta serie de cosas” pero bastaría con humanizar, querer escuchar y descubrir sus vidas de verdad. Otra distinta para las personas que realmente no tienen miedo a las políticas trans pero que sí han jugado la carta de tenerlo por unos intereses relacionados con el poder: “Saben que sí tienen por perder, perder el chiringuito”.

Ante los avances siempre habrá un contramovimiento.

Como Rosa Fernández quiso destacar en su ponencia de la mañana: “En esta España nuestra siempre que hay debate de mujeres prima alguna cosita, lo que nunca prima es el debate central del tema”. Sin embargo, sí se puede encontrar una solución para la ola reaccionaria. Para Aitzole Araneta, una de ellas está en crear redes de empatía, hablar de la potencia del cambio social desde la subversión, la alegría y el placer. Y no desde la barrera permanente, el sufrimiento y las posiciones de victimización a las que puede relegarles la sociedad: “Vamos a salir de los finales tristes”.

La voluntad existe. Así lo expresaba Gael al afirmar que ha habido un esfuerzo comunicativo por parte de las políticas cis y que cada vez “hay más gente cis que siente lo trans como algo más cercano de lo que se le ha inculcado, y que les hace replantearse cuestiones sobre su propio género y la manera de vivirlo”. Para todas las compañeras feministas que puedan estar leyendo esto, y en palabras de Ira Hybris, recordad que es parte de la solidaridad feminista negarse a deshumanizar a compañeras oprimidas, sean quienes sean.

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