La línea roja

Texto e Ilustración: Sara Millán//

Guarra. No te pongas eso. Payasa. No hagas eso. Indecente. No leas eso. Ninfómana. No pintes eso. Egoísta. No vivas a tu manera, vive a la nuestra. Porque nosotros tenemos más derecho a decidir sobre tu vida que tú. Lo hacemos por tu bien, sabemos más. Te queremos. Y si pretendes seguir formando parte de nosotros, no cruces la línea roja.

Todos tenemos unos principios que forman una línea de fuego que nunca cruzaríamos. Algunos tienen sentido y otros no. Por ejemplo, yo nunca he menospreciado a alguien por sus preferencias sexuales y espero no hacerlo nunca. Tampoco llamo a timbres si puedo evitarlo, los detesto. Lo primero es algo lógico e importante que todo el mundo debería entender. Lo segundo es una simple chorrada. Lo que tienen en común es que son reglas propias que ni todo el mundo comparte ni se puede pretender que compartan a la fuerza.

Ilustracion Linea Roja, Sara MillánLos preceptos que tienen más sentido suelen ser aquellos que afectan a alguien. Muchas veces siento que todos los interminables discursos éticos de nuestra era se podrían resumir en una sola palabra: respeto. La expresión “vive y deja vivir” no es el imperio del cualquiercosismo y el todo vale que muchos creen. Cada uno vive como quiere y como puede, y eso de que tu libertad acaba donde empieza la del vecino tiene muchos matices. Se puede ser libre sin coartar a nadie, es tan fácil (o tan difícil) como no juzgar.

Resulta ridículo que la mayoría de los problemas vengan de tratar de arreglar el mal que se cree que se hace y no el que se comete de verdad. Además, qué casualidad, es muy probable que quienes incurren en lo que creemos deplorable no seamos ni nosotros mismos ni nuestros allegados ideológicos. Es mucho más fácil pensar en tus contrarios como anticristos de la moral y ocuparse de cómo viven, visten o sienten que de todos los problemas reales que están ahí fuera. Vivimos en una sociedad insensibilizada hasta la náusea, pero escandalizable hasta la risa.

Señor, su hijo no se ha pintado el pelo de verde para que le de un infarto. Eh… no… los tatuajes no significan que esté en una banda o algo de eso… Vecino, no me mire así, que mi falda no le ha hecho nada. Ah no querida, no me acuesto con quien quiero por inseguridad, es porque me gusta… que sí, que en serio te lo digo… ¿acaso eres psicóloga para saber por qué hago lo que hago mejor que yo? Señora, si le sobran energías para gastar, póngalas en cosas que importan y no en sermonear al prójimo. Hay muchas cosas que mejorar, y no suelen ser las que pensamos.

Tendemos a pensar de una forma tan egocéntrica que vemos en todo lo que no nos gusta una invitación directa a cambiarlo. ¿Vamos por ahí llamando a timbres que ni conocemos ni nos incumben? No, pero cuando entra en juego la moral, pensamos: yo nunca haría esto, así que probablemente otra persona tampoco debería. Así ponemos nuestra línea roja sobre los demás y los demás nos proyectan la suya. Todos cruzamos varias veces al día un montón de líneas y ni siquiera nos enteramos, hasta que viene el redentor de turno a comunicarlo. Ojo, por ahí vas mal, no hagas eso o la sociedad te rechazará. Porque la sociedad está formada de muchas pequeñas líneas que se juntan en una enorme cruz. Y una, la tuya, ya es suficiente.

 

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