No te salgas de la línea que dibujas

Daniel Calavera//

Lo que los autores hacen, lo que Lynch está haciendo

Está teniendo lugar algo extraordinario: la tercera temporada de la mítica serie de televisión Twin Peaks se está emitiendo en televisión. Hay muchos factores que me hacen reflexionar, como en las dos primeras temporadas, sobre lo que más me gusta de lo que está ofreciendo. La atmósfera crece en cada capítulo, los personajes no pueden ser más libres de cánones establecidos actualmente en la narración audiovisual, los efectos digitales no son grandilocuentes, porque no son, ni de lejos, lo más importante. La fotografía es sublime, las piezas del rompecabezas vuelven a estar encantadoramente desordenadas… De entre todas estas estimulantes premisas que me hacen acoger, abrazar y admirar esta nueva temporada, me quedo con la más potente, la más importante, la más identificable: Lynch no se ha salido de la línea que lleva décadas dibujando. Nunca lo ha hecho y, por supuesto, ahora tampoco. Bravo. ¿Qué línea, decís? La línea que todo autor dibuja, una línea infinita que los demás intentan desviar para destruirla pero que Lynch no permite que toquen. Porque es suya y únicamente los muy grandes pueden protegerla en los manuscritos de su arte.

Otros autores con línea dibujada

Hace un par de años escribí un artículo también para Zero Grados sobre el cine de los Hermanos Coen. En él intentaba hallar un significado a lo que unía todas sus películas. ¿Su humor, su fotografía, su música? No, ¡Ni siquiera sus brillantes guiones! Lo que une todos sus films en esa línea que llevan dibujando desde su debut son sus personajes, personajes que son su reflejo de lo que es para nosotros el mundo y de lo que hacemos para que el mundo sea como es. Los Coen tienen su línea. Y es perfecta.

Wilder, Picasso, Berlanga, Fitzgerald, Kappa, Dalí, Austen, Murnau, Chaplin, Kubrick, Buñuel… Todos ellos tenían su línea y jamás la abandonaron.

Y qué mal, qué feo cuando un autor se sale de la línea que dibuja… O le obligan a salir, como podría haber sido el caso de Lynch o como lo fue en el caso de M. Night Shyamalan, un grandísimo autor que comparte con los Coen y Lynch una característica tan marcada como lo son sus personajes, sus hijos, pobladores de un universo común como lo es la mente de su padre, su autor. Shyamalan dejó de dibujar su línea un tiempo (Afther Earth, Airbender…) Pero volvió a ella con la estimulante y genial La visita. Y lo que es mejor, mucho mejor: Shyamalan ha dibujado con tinta de fuego esa línea con Múltiple, su último film.

**Importante: No seguir leyendo o saltarse esta parte si no se ha visto la película protagonizada por James McCavoy

Estaba en mi butaca, disfrutando como un enano. Qué bien me lo había pasado viéndola; qué gozada de tensión, de historia y de personajes. Faltaba poco para el final…Podría haber acabado con esa mirada de la protagonista al policía y habría sido suficiente: Shyamalan había vuelto a su línea… Pero, de repente, pasó lo que pasó. Empezó el tema que James Newton Howard compuso para El protegido hacía unos cuantos años. Mi corazón empezó a palpitar, empecé a emocionarme de verdad y a pensar “No puede ser… ¿De verdad? No… No puede ser”. Y me vinieron a la cabeza todas las pistas que Shyamalan había dejado para su público durante toda la película: el cartel, ese tenedor que se dobla contra el cuerpo de la bestia, el tren, la fotografía tan triste, tan azul, sin rastro de azules… Tan cristal. El personaje de Kevin habla con sus demás personalidades frente a un espejo sucio y viejo, en una nave abandonada. Un villano que ha encontrado una nueva base secreta para sus malévolos planes. En una cafetería de barrio atienden a las noticias, les cuentan el peligro que supone ese nuevo villano, igual que aquel de hace unos años en Philadephia… ¿Cómo se llamaba? Y entonces la última y contundente pista nos da contra la cara, contra la imaginación. Shyamalan es un genio: David Dunn, el superhéroe a su pesar que interpretó Bruce Willis, contesta a esa pregunta: Se llamaba Don Cristal. Shyamalan se detuvo dibujando su línea y ha vuelto un poco para abajo para retomar algo único y grande, seguramente lo mejor que ha hecho en su manuscrito, ofreciéndonos una secuela que nadie había visto venir. Shyamalan ha hecho ARTE con mayúsculas sobrepasando lo que supone hacer un film y dejando clarísima y a fuego su línea…

Volvamos a la línea que dibuja el genio de Lynch

…Igual que Lynch. David Lynch ha vuelto a una ramificación de la línea de su dibujo que parecía olvidada, y eso que Laura Palmer ya se lo dijo a Cooper: “Te volveré a ver dentro de 25 años”. Nos está desesperando con tanta presentación, con tanta pausa, con tanto detalle, con tanta pista… Nos está haciendo gozar con tantas escenas, con tantas tramas, con tantas confusiones… El bueno de Lynch, tan loco y genuino, tan amante del café y del jazz más suave que envuelve los encuadres, nos está volviendo locos porque nos está metiendo de lleno en el bosque sombrío de árboles de Sycamoro, en los suelos de rombos y cuadrados blancos y negros, en las cortinas más rojas de su subconsciente. Nos está haciendo partícipes de la línea que lleva décadas dibujando, una línea perfecta en la que la realidad solo es algo latente, plausible quizás en algunos momentos, pero nunca certera, porque el surrealismo está presente en cada acto y palabra del lápiz que usa para dibujarla, en la atmósfera en la que viven sus personajes. Una atmósfera cuyo efecto puede llegar a adivinarse. Adivinar el efecto, que no el significado… Tratándose de Lynch, el significado está escondido en un universo de miles de sentidos, en el subconsciente de un radiador de la pared. Qué bien están todos, qué lenta, qué desesperante, qué perturbadora, qué elegante. Esta nueva temporada es el Twin Peaks más Lynch que podíamos soñar en nuestras más oscuras y estimulantes pesadillas de cafés, donuts y cortinas rojas.

Las mejores escenas de esta tercera temporada
  1. El comienzo del segundo capítulo. El montaje -tanto visual como sonoro- podría haber sido un auténtico desastre, pero gracias al director y su equipo, se convierte en toda una experiencia, terrorífica y genial. Lynch siempre ha destacado en el empleo de elementos modernos en su mitología, da lo mismo que nos esté hablando de algo que lleva siglos existiendo; ese algo irá vestido con un traje actual y estará enclavado en una habitación a la moda de hoy día… O quizás de sólo unos años atrás. ¿Acaso importa? Por supuesto que no. Ese espacio inexistente al que viaja Cooper -y al que volvemos en el maravilloso blanco y negro del capítulo 8- es abrumador, exasperante y aterrador. La chica oriental sin ojos haciendo señales de cortes malos y salvajes a Cooper, la madre que se acerca, el espacio infinito que envuelve el castillo… El número de la habitación del Gran Hotel del Norte. Y, por supuesto, el final del capítulo volviendo al escenario. La emoción se dispara.
“James es genial… Siempre ha sido genial”
  1. La bomba atómica en el capítulo 8. No os voy a engañar, este capítulo me desesperó. Todos estamos igual, queremos que Cooper despierte ya. Pero vuelvo a lo de antes, por muy desesperante que nos pueda parecer a veces, si reflexionamos sobre lo genial que está siendo el camino hasta llegar al Twin Peaks que añoramos de nuevo, bien por vía de Cooper o por las apariciones a cuenta gotas de sus secundarios… lo que Lynch nos está dando es auténtico Oro. Porque no estamos viendo sólo el regreso de la serie, estamos viendo el regreso de su autor y de su obra, la obra que lleva décadas ofreciéndonos. En esta escena del capítulo 8 asistimos a una explosión, la explosión del mal, la condenación del hombre al golpear el mundo con su peor creación: la bomba atómica. ¿Y qué sucede? Que el mal nace de ella. ¿Y qué más sucede? Que en ese mundo onírico y paralelo en el que viven la atmósfera y las criaturas de Twin Peaks, al ser testigos de tal maldad –Bob- crean la bondad –Laura- para enfrentarse. Para entenderse. Para complementarse. Para maravillarnos. No sólo la fotografía en blanco y negro y la ausencia de explicaciones dialogadas me recordaron a las más filosóficas obras del cine mudo. También cada expresión de los personajes y movimientos en la puesta en escena. ¿Os recordó esta escena también a El resplandor o a 2001 de Kubrick? Os aseguro que no sólo fue por la música y por las imágenes. Si os gustó todo lo que significó para vosotros, os recomiendo que veáis Koyaanisqatsi: Life Out of Balance, la obra maestra, visual y sonora, dirigida por Godfrey Reggio con música del inigualable Philip Glass, otro autor con línea única.

Twin_peaks

  1. La caja de cristal del capítulo 1. “En esa caja está el mal, Sarita”. Eso le dije a mi hermana mientras los dos estábamos viendo el primer capítulo, ilusionados como dos niños pequeños. Ella también lo vio venir, al fin y al cabo, si adoro tanto esta serie es porque ella me condujo hasta los bosques de Twin Peaks. Y qué bien está compartir con alguien el sentimiento de un gran acontecimiento. Y si es la persona más importante de tu vida, más. Ambos estábamos pletóricos, impacientes. Cuando comenzaron los nuevos y a la vez nostálgicos y reverenciales títulos de crédito, ambos nos quedamos sin habla. Pero con menos palabras nos dejó el primer capítulo, con ese ataque tan feroz del mal a la pareja que ve lo que sucede en esa caja tan misteriosa y cristalina que después se vuelve negra y oscura, dando paso a lo que está volviendo a suceder, no en Twin Peaks, sino en nuestra imaginación, 25 años después.

Destacan esa fugaz y graciosísima aparición de Michael Cera, la ternura del Cooper bueno, o Dougie, el enano asesino -¿También vosotros os reísteis o sólo yo, y soy una mala persona?-. La gran escena de Harry Dean Stanton o la revelación del personaje de Diane -¡Quién si no Laura Dern iba a ser Diane!-. Y, por supuesto, los acaloramientos de Denise, el buen hacer de Albert -magnífico Miguel Ferrer- y los gritos de Gordon Cole. Qué sonrisa al volver a verlos a todos.

¿Y la rama? ¿Qué me decís de la rama? A mí me aterroriza tanto como me chifla. Y a vosotros también, que lo sé.

“¡Estrújale la mano!”

Lynch sigue dibujando su línea, sin salirse nunca… Pero no hay que preocuparse, nunca lo hará. Ni él ni ningún autor, porque esa línea que dibujan en los lienzos de su arte es lo que los hace únicos y consigue que nosotros, los que viajamos hasta las galerías donde las exponen, alucinemos con ellas admirando de lo que es capaz un autor cuando goza de lo mejor que siempre da su obra: la libertad de poder compartir su arte con el mundo.

Autor:

Sandra Lario foto Sandra lario nombrelinea decorativa

Crítico de cine en ZTV y Heraldo.es. Creador, presentador y realizador del programa más extra-elegante de cine: «Unas cuantas Pelis». ¿Lo único que importa? Cine, música, escribir, mucho café, cine y música. Apasionado de la música y el cine tanto escrito como realizado, rodado y proyectado. Emocional y moralmente incapaz de escoger un género ¡Todos son buenos mientras sea buen cine!

Twitter Blanca Uson


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