Lazos entre desconocidos

Madalina Panti //

El fenómeno de los clubs de lectura se remonta a las tertulias literarias del siglo XVI pero hoy en día sigue atrayendo y reuniendo a los amantes de las letras. En Aragón surgieron en los años 90 del siglo XX y desde entonces el número de clubs y de participantes ha crecido de forma continua. Según los últimos datos de 2015 y 2016, en nuestra comunidad se han registrado alrededor de 104 grupos de lectura.

Se puede hacer en la cama, en la silla o incluso de pie. De noche o de día, desnudos o vestidos, solos o acompañados, leer se considera un deleite para la mente humana. Sin embargo, la actividad del lector en muchas ocasiones es solitaria. “Uno lleva una vida muy mediocre y muy normal y entonces se tiene que crear una vida paralela y se la crea a través del libro”, confiesa Fabián Biel, bibliotecario jubilado. En muchas ocasiones, esa soledad, buscada o no, que pueden experimentar los lectores la combaten en cierta medida los clubs de lectura.

Los que sienten pasión por esta actividad regalan libros, los recomiendan o deciden hablar de lo que leen. En ocasiones esa charla va más allá de comentarlo con los amigos o con la familia y surgen las reuniones con desconocidos para reflexionar.

El libro como punto de encuentro de varias personas ha existido desde tiempos remotos en muchas variantes y géneros. El origen se encuentra en las tertulias literarias y artísticas en Francia en el siglo XVI, los salones literarios en el XVII y los clubs de las medias azules en Inglaterra en el siglo XVIII para acercar a las mujeres a la literatura. En una época en la que solo a los hombres se les permitía acudir a las universidades, muchas mujeres optaron por autoculturizarse y aprender a leer y escribir. En el siglo XIX surgieron varios clubs de mujeres que se reunían para hablar de literatura, historia y arte. A partir de entonces los clubs de lectura comenzaron a proliferar en Estados Unidos y después en otras partes del mundo.

En España se creó el Círculo de Lectores en 1962, una de las mayores redes para compartir lecturas en nuestro país, y que permaneció hasta 2019. La Biblioteca de Guadalajara, a mediados de los ochenta, creó una de las primeras iniciativas de formar un club de esta temática y desde entonces la idea se ha ido extendiendo hasta convertirse en un fenómeno nacional.

Hoy en día, la literatura brota en cada rincón gracias a librerías, bibliotecas, instituciones o incluso particulares. En Zaragoza, el club más antiguo se localiza en la biblioteca pública municipal Fernando Lázaro Carreter en el barrio de Torrero, que data del año 2000. “Empezamos leyendo escritores aragoneses y estaba vinculado con el encuentro de esos autores. Luego avanzó hacia un club de narrativa normal” comenta Eva Puyó, coordinadora en esta biblioteca. Se reúnen el último martes de cada mes desde septiembre hasta mayo para comentar lecturas encuadradas dentro de la narrativa contemporánea a la vez que incluyen clásicos.

 

Club de lectura de la biblioteca María Moliner. Fotografía: Myriam Guimbao.
Club de lectura de la biblioteca María Moliner. Fotografía: Myriam Guimbao.

La narrativa contemporánea también es protagonista en los clubs de otras bibliotecas zaragozanas. Myriam Guimbao es la coordinadora de uno de los de la Biblioteca Municipal María Moliner y reconoce que suelen escoger las lecturas teniendo en cuenta “los premios literarios del año anterior u otros géneros como poesía”.

El gatopardo de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, Una historia de amor y oscuridad de Amos Oz o Entre visillos de Carmen Martín Gaite se encuentran entre los volúmenes tratados hasta ahora. Las lecturas se escogen en función de los lotes existentes en las bibliotecas y luego por criterios de calidad. Guimbao cuenta que al principio solía preguntar por las preferencias de los asistentes pero que al final la gente se decanta por las recomendaciones. Puyó incide en la responsabilidad que conlleva ser coordinadora: “Yo procuro que mis gustos no pesen tanto y a veces yo programo lecturas que a mi no me atraen pero sí que creo que a ciertas personas les puede atraer”.

“Club de lectura de los martes” en la Biblioteca Manuel Alvar acompañadas del autor Fernando Sanmartín. Fotografía: Mª Rosa Santos.
“Club de lectura de los martes” en la Biblioteca Manuel Alvar acompañadas del autor Fernando Sanmartín. Fotografía: Mª Rosa Santos.

Otros clubs están especializados en un género o temática. La Biblioteca Manuel Alvar en el barrio de las Delicias ostenta dos clubs, uno centrado en narrativa contemporánea y el otro reivindica la literatura africana. “Teníamos un fondo más amplio de lo que sería habitual en otras bibliotecas y Juan José Lorente, que era profesor de formación de adultos, nos lo sugirió”, relata Mª Rosa, la bibliotecaria.

Ahora es Manuel Martín quien dirige el club que ya lleva cuatro años en marcha. Además de las reuniones, cada año exploran diferentes perspectivas del continente africano con ayuda de autores, traductores y expertos: “El primer año lo hicimos en torno a la literatura, el segundo en la realidad socioeconómica, el año pasado lo centramos en el arte y ahora continuamos porque hay más lotes y porque queremos ver qué pasa con la financiación de la actividad”. Gaël Faye, Ken Bugul, Ama Ata Aidoo o Binyavanga Wainaina son algunos de los escritores que se tratan en la sesiones de este año.

La singularidad del club de lectura Palabra de Mujer reside en que todas las obras leídas son de autoras femeninas. Nació de un curso llamado “la subjetividad femenina desde la creación literaria” en la Casa de la Mujer de Zaragoza y a partir de ahí, “éramos lectoras y amantes de la literatura, así que nos pareció una buena idea tener un club de lectura donde seguir conociendo obras escritas por mujeres”, cuenta María Dubón, coordinadora del club.

Cuatro amigas, María José Brocate, Eva María Bona, Mª Carmen Gregorio e Irene Más decidieron dejar de lado las reuniones en sus salones para ampliarlo a más gente que pudiera compartir su pasión por la literatura inglesa y el cine clásico y crearon la asociación Austen y Bronte. El objetivo de este club es poner en valor a las mujeres, no solo como autoras, sino asimismo como protagonistas. “Hemos hablado por ejemplo de Shirley Jackson que es una escritora bastante desconocida al público general o de La letra escarlata que tiene otra protagonista importante”, añaden Brocate y Bona.

Algunos miembros de la asociación Austen y Bronte en su club de lectura. Fotografía: Madalina Panti
Algunos miembros de la asociación Austen y Bronte en su club de lectura. Fotografía: Madalina Panti.

Los volúmenes provienen de toda la red de bibliotecas públicas donde se intercambian lotes y cada año deciden comprar cinco nuevos. En las asociaciones no sucede así. Ante la dificultad de conseguir ejemplares de la misma obra para todas, María Dubón comenta que ellas leen las obras libres que descargan de Internet. Eva María Bona afirma que ellas optaron a que cada uno consiguiera el libro por su cuenta. “Son obras que debido a su antigüedad están bastante accesibles tanto en bibliotecas, como en casi todas las librerías, entonces el acceso no es problema”, añade Bona.

Lotes de libros en la Biblioteca de María Moliner. Fotografía: Madalina Panti
Lotes de libros en la Biblioteca de María Moliner. Fotografía: Madalina Panti.

Pero si algo tienen en común todos los clubs es la fidelidad de los lectores.¿Qué puede hacer a una persona abandonar una vez al mes El Secreto de Puente Viejo o cualquier cosa y venir aquí al barrio? Eso es porque les ha gustado el libro, porque quieren hablar de él o porque quieren ver a alguien”, comenta Fabián Biel, bibliotecario jubilado. La biblioteca del barrio de la Almozara acoge a dos clubs de lectura por la gran demanda que guarda. Es una propiedad que comparten otras bibliotecas ya que debido a la restricción de participantes a quince o veinte, crean listas de espera.

Esta conversación durante hora u hora y media donde el libro es el centro de atención, consigue que los lectores acudan a todas las reuniones posibles y sigan año tras año. “A lo mejor cada cinco años se pueden ir renovando, pero de un año para otro es más difícil, son grupos estables. Si la gente está muy interesada, se manda a otra biblioteca”, cuenta Myriam Guimbao. Inmaculada García, actual bibliotecaria en el barrio de la Almozara, destaca la relación que se establece entre los participantes, “se han dado dos casos concretos, uno de una señora que sigue permaneciendo después de 17 años y también hay una persona que viene con su pareja, que ya estuvo su madre, que era muy mayor y falleció”.

La silueta del lector 

El público, que se encuentra entre dieciocho y sesenta y cinco años, es muy distinto, pero a todos les une el interés por los libros. “Hay mucho perfil de personas docentes, empleados públicos también o personas que no han tenido unos estudios formales pero a lo mejor luego sí que han tenido un interés por cultivarse”, cuenta Mª Rosa Santos. La alta participación y la implicación de los asistentes es sin duda un rasgo de los clubs, aunque las bibliotecarias resaltan que no hay necesidad de ningún tipo de formación previa ya que no se realiza ningún análisis literario o académico.

Los jóvenes no abundan en los clubs de lectura pero, según las Estadísticas del Ministerio de Cultura en 2019, la gran mayoría de los lectores, más del 91%, tiene entre 15 y 19 años. “A lo mejor si ven a personas más mayores no les gusta y luego tienen una vida que les va variando más, por trabajo o estudios. Digamos que la continuidad para ellos es más complicada”, apunta Mª Rosa.

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Pero los gustos de los jóvenes también se tienen en cuenta. En Zaragoza por ejemplo se encuentra la biblioteca Cubit que desde su apertura en 2010 ha albergado diferentes temáticas y en la actualidad mantiene el de cómics y otro de literatura juvenil. Mª Cruz Acín, directora del centro, opina que para acercarse a estas edades “hay que conocerlos, saber de ellos, aliarse con ellos, proponiendo alternativas distintas, acordes a sus gustos y necesidades y por supuesto dotando de más personal y presupuestos a las bibliotecas”.

Escribía Ian McEwan, “cuando las mujeres dejen de leer, la novela morirá” y su afirmación tenía fundamento ya que son ellas las que representan gran parte del público lector. “Hay más presencia de mujeres porque leen más y están más interesadas en realidad, es una estadística”, comenta Biel. Los pasillos de la biblioteca de Rafael Andolz o de la María Moliner son testigos de que son ellas las que más acuden al encuentro de la literatura.

“Durante siglos los libros estuvieron prohibidos para las mujeres, como también lo estuvo su acceso a la cultura. La lectura comenzó siendo un síntoma de emancipación, aunque no sé si hoy puede aplicarse el género como variable en la formación de lectores”, explica María Dubón, coordinadora del club de mujeres Palabra de Mujer. En el caso de su asociación, que cuenta con veinte participantes, y en el de la biblioteca Manuel Alvar, con quince, están en su totalidad compuesto por mujeres entre los 60 y los 75 años.

Grupo de lectura Palabra de Mujer en una excursión a Huesca. Fotografía: María Dubón.
Grupo de lectura Palabra de Mujer en una excursión a Huesca. Fotografía: María Dubón.

En algunos la presencia masculina también es destacable según Puyó. También es el caso de la asociación de literatura inglesa, la participación masculina es bastante relevante y sorprendente en una asociación que se llama Austen y Bronte”, incide Bona. Entre los jóvenes hay variedad, “ellos suelen dedicarlo a jugar al fútbol o videojuegos on-line y ellas, las que son más lectoras, les gusta juntarse con otras, leer historias con las que se identifican o de sus booktubers”, completa Mª Cruz Acín.

Aunque la gran mayoría de los lectores son personas adultas, también se ha comenzado a incentivar la lectura en los más pequeños. La biblioteca Fernando Lázaro Carreter en Torrero es pionera con esta iniciativa. Los ratones (niños/as de 3 y 4 años) y los gatos (niños/as de 5 a 7 años) se reúnen una vez al mes junto a sus padres para leer en compañía. No hay inscripción previa para eliminar la sensación de tener que venir cada mes por obligación, “que el padre o el niño decida si quiere venir a la sesión”, apunta Puyó.

Club de lectura infantil de la Biblioteca Municipal de Torrero. Fotografía: Biblioteca Municipal Torrero.
Club de lectura infantil de la Biblioteca Municipal de Torrero. Fotografía: Biblioteca Municipal Torrero.

Si los niños o niñas no viven en Torrero, también pueden acercarse hasta la mesa de los cuentos en la biblioteca María Moliner. Myriam Guimbao anima a los más pequeños a participar, “nos sentamos en una mesa, leemos un cuento, se eligen otros cuentos y se hace una actividad que suele ser dibujar o colorear un personaje de ese cuento”.

Además adquiere real importancia la labor de recomendación. “Muchas veces un padre o madre no sabe qué elegir, qué libros son mejores, hay algunos que son un poco más difíciles. Hemos pasado de ser un sitio en el que se presta libros a ser un lugar de encuentro, de recomendación para educar el gusto lector”, resalta Puyó.

Compañeros en línea

La tecnología asimismo ha avanzado en este ámbito creando otro mundo, los clubs de lectura virtuales. Proliferan las iniciativas de este tipo a través de internet ya sea en un foro, blog o incluso en redes sociales como Facebook o Instagram. Ofrecen ventajas para los que tienen un horario incompatible o falta de tiempo. 

Lecturas Enredadas nació en la capital aragonesa a partir del Salón de Literatura Transmedia, como proyecto de la Asociación Inspira para explorar la relación entre literatura y tecnología. Se caracterizaba por dirigirse a un público en gran parte juvenil y por intentar dar voz a los autores. Además, “una vez finalizada la lectura se organizaba un encuentro en físico en el que los lectores se ponían cara y podían conocer al autor” explica Susana Pallarés, una de las responsables.

Más de tres mil personas se unieron a este club, pero con la imposibilidad de continuar debido a los problemas económicos, tal y como lamenta Susana: “llegamos a la conclusión de que este proyecto debería haber sido lanzado desde una institución con presupuesto que no dependiese de las subvenciones, tal y como le sucedía a Asociación Inspira”.

Rincón dedicado al club de lectura de la biblioteca municipal Rafael Andolz. Fotografía: Madalina Panti.
Rincón dedicado al club de lectura de la biblioteca municipal Rafael Andolz. Fotografía: Madalina Panti.

“¿Qué diferencia hay entre un emoticono y una relación personal? Pues que una relación personal nunca deja de ser una relación personal”, define Biel. El debate entre presencial y virtual siempre surge por los vínculos. “No son tan inmediatos y tan cálidos como el club tradicional, es casi telegráfico la otra opción, no fluye tanto como uno presencial”, subraya Eva María Bona. “Puede resultar menos atractivo para alguien que busca salir, relacionarse o compartir con las demás personas. Es un poco lo que nos está pasando en las bibliotecas, que mucha gente viene a un lugar donde pueden convivir con otras personas. Encajan muy bien”, explica Mª Rosa.

Las bibliotecas municipales no están en contra de estos proyectos. Puyó opina que en un futuro habrá una coexistencia, “mientras haya demanda van a seguir existiendo los presenciales y bienvenidos los virtuales”. Tampoco descartan poder disponer de presupuesto y poder crear uno. “Se necesita una persona que lo coordine, una página web en la que se haga el chat o el foro pero hay que prepararlo bien. Tenemos el proyecto de cuando se pueda hacer en Zaragoza y que no haga ni falta ser usuario de ninguna biblioteca”, comenta Guimbao.

Ambos poseen un factor común: el libro. Ya sean virtuales o presenciales, la literatura no va a desaparecer. Al igual que agruparse alrededor del fuego solo fue una excusa más para contar historias, los clubs de lectura, a través del libro, tejen motivos para crear lazos entre desconocidos.

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