Los discursos de la violencia: el caso mapuche en Chile y el poder de la imagen
Ana Baquerizo//
La Facultad de Filosofía y Letras acogió el pasado día 10 las conferencias “Cine documental y violencia en América Latina: Chile y el conflicto mapuche” y “Pensar el concepto de violencia a través de las imágenes”.
La segunda sesión del seminario Imágenes, imaginarios y crítica político-cultural, celebrada en la Universidad de Zaragoza, tuvo como invitados a los investigadores Luis Veres y Germán Llorca. Sobre la mesa, el análisis de diferentes tipos de violencia, tanto en el cine como en la prensa y la publicidad. Tres horas en las que hubo tiempo para la disertación y los ejemplos, pero también para el coloquio con el público.
El conflicto mapuche y su representación cinematográfica
La violencia contra el pueblo mapuche en Chile es uno de los conflictos sobre los que no se sabe apenas nada a este lado del Océano. Su represión sistemática en las distintas etapas históricas desde la era colonial, ya se ha instalado en el subconsciente de los chilenos, incluso en el de los propios mapuches.
El especialista en el tema Luis Veres señaló la incapacidad de reconocer y respetar la interculturalidad que caracteriza a aquel ese país: el único de la zona que no contempla en su Constitución a los pueblos indígenas. La marginación de los mapuches está relacionada con el dilema de elegir entre el progreso y el humanismo. Desde una perspectiva histórica, recalcó esa dicotomía de carácter filosófico, ya que “la historia de la Humanidad no se ha guiado nunca por el Humanismo” y, por tanto, “se criminaliza al mapuche, que va en contra del progreso porque se niega a la explotación del territorio”, afirmó Veres. Este Doctor en Indigenismo –y especialista en el pueblo mapuche– señaló la tradición no violenta de ese pueblo y, sin embargo, la estigmatización que sufre desde hace siglos: ya con la llegada de los españoles a América, figuras como Fray Ginés de Sepúlveda, pero también en nuestros días, con figuras televisivas como la doctora Cordero . Un tema que, entre los asistentes –varios de ellos, chilenos– levantó un debate prolongado sobre la imagen que ofrecen los medios de comunicación y cuán compartida es esa imagen por la opinión pública general.
Luis Veres sostuvo que Chile, cuya esencia son los más puros contrastes, reconoció en 1825 los mismos derechos a los mapuche que al resto de chilenos, pero el gesto no conllevó cambios significativos y, aludiendo al doctor Jorge Pinto, estos indígenas pasaron a constituir “la zona gris de la nacionalidad, que no terminó de cuajar con la nueva nación”. Así, en los años sucesivos, se reforzó el sambenito de ser el símbolo del atraso del que huía el país. La solución gubernamental fue mandar asesinar mapuches y desposeerlos de sus tierras para explotar los recursos. En este proceso, colaboró también la prensa, que recurrió al silencio informativo: lo que no se cuenta, no está en boca de la gente. Parece que no ocurre. Pero esta estrategia trae consecuencias. “Cuando existe un conflicto y de ese conflicto no se habla, el grado de violencia aumenta. Si quieres que te escuchen, recurres a la violencia y automáticamente sales en los medios de comunicación”, reflexionó el investigador.
En este contexto de lucha desigual, “si hoy el conflicto mapuche es conocido, es gracias a muy buenos documentales”, afirmó Veres. El cine documental –que es, sobre todo, un medio barato– se utilizó para explicar la causa mapuche. Así ocurrió en 1971, cuando Guillermo Cahn con su No nos trancarán el paso mencionó por primera vez a los mapuches en el cine.
A partir del año 92, con el 500 aniversario de la llegada de Colón al continente americano, la identidad mapuche se ve reforzada, se elaboran más documentales. Por ejemplo, Tierra o muerte, sobre la figura del mapuche asesinado Moisés Huentalaf. “Era un cine casi de aficionados, de tres o cuatro amigos que se juntan y sortean quién será el director”, recalca Veres. El investigador subrayó la importancia del documental Wallmapu (2001) por su forma de presentar al indígena. Como relató el autor, “es el guerrero que va a caballo, caminando entre la niebla, orgulloso, que conserva todas sus costumbres… y no corresponde con la realidad. Hay un proceso muy acentuado de gente que llega a la ciudad y se cambia su apellido porque no quiere que se le identifique como mapuche”.
Luis Veres nombró, además, a algunos directores como Guido Brevis o Elena Varela –detenida durante la grabación de Newen Mapuche (2011) – , que contribuyeron con su trabajo a la lucha contra la etiqueta del indígena terrorista.
Las imágenes, poderosas simplificadoras del mundo
¿Se puede definir la violencia con concreción o, por el contrario, es un concepto amplísimo que, en la cotidianeidad, no siempre sabemos identificar? Germán Llorca abordó este asunto desde la segunda perspectiva en su intervención en la Universidad de Zaragoza. “Muchas personas, intuitivamente, todavía asociamos la violencia con situaciones como la escena del Doctor Zhivago de David Lean y, en el contexto más cercano, creo que estamos lejos de esta forma de represión”, afirmó Llorca. En un constante llamamiento a la reflexión, se refirió al constructivismo de Berger y Luckmann, que otorga un papel muy relevante a los medios de comunicación en la creación de las comunidades de sentido, es decir, en la construcción de un mundo coherente para la sociedad.
Llorca se mostró cercano al público, con el que interactuó en varias ocasiones. Por ejemplo, al recordar acontecimientos como el debate decisivo de atresmedia, donde la imagen fue el elemento que los telespectadores retuvieron en su memoria. El investigador mostró al público diferentes memes que circulan por las redes sociales, recalcando así que la imagen constituye “un elemento reductor, simplificador de la complejidad que se podría extraer”, sobre lo que concluyó: «yo no sé hasta qué punto el debate fue tan decisivo… Sin embargo, la cuota de share estuvo rondando el 50%. Y esa televisión que lo descontextualiza, instrumentaliza y pervierte todo es la que vieron 9 millones de personas que irán a votar”.
El investigador se refirió a la capacidad del cerebro para retener imágenes, pero también a la de agregar connotaciones inconscientemente, en una especie de proceso social en que estamos inmersos. Mediante un video en el que unos niños atribuían cualidades a un muñeco de raza blanca y despreciaban a otro exactamente igual de raza negra , señaló que esos niños están sometidos a la violencia por la que filtran sus conciencias para hacerles discriminar sin darse cuenta de que lo están haciendo.
En su exposición, Llorca indicó tres tipos de violencia: la del comportamiento, la de la actitud y la relacionada con la negación de las necesidades. Esta última, defendida en teorías feministas, consiste en la negación del reconocimiento de uno mismo en las imágenes que, socialmente, ayudan a construir el universo de referencia –publicidad, cine, etc.– y “esta violencia estructural es la que, en una última estancia, no permite la autorrealización”, admitió. Y, aunque reconoció que la violencia física también existe en nuestra sociedad, defendió que el uso, la manipulación o la instrumentalización de las imágenes y su entramado imperceptible producen “resultados espeluznantes”.
“José Miguel Mulet, un bioquímico, afirma que hay más tecnología en un tomate que en un iPhone 5. Pero es una tecnología que no se ve y, como forma parte del hábito, es asimilada de una manera totalmente acrítica”, declaró el investigador Germán Llorca. De este modo, parece que lo que no tiene imagen no existe.
Esta conclusión queda, de alguna manera, como reflexión compartida tanto por Llorca como por Veres en esta segunda sesión del Seminario, pues en el caso de los mapuche, el cine documental les otorgó esa visibilidad que no conseguían a través de los medios de comunicación chilenos.
Autora:
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![]() Ciudadana del mundo, rebelde con -y por- muchas causas, fan de las historias de la gente corriente. Hace quince años, de mayor quería ser periodista. Ahora, además, soy activista por los derechos humanos y apasionada por los países del sur, aunque vivo en Londres.
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