Mario Segura: De la universidad al hospital para frenar una pandemia global
Adrián Blasco//
Jugando a la PlayStation, haciendo quedadas virtuales con sus amigos, practicando ejercicio… Así es como Mario Segura, estudiante del último curso de Enfermería, mataba el tiempo desde que sufrió la interrupción de sus prácticas formativas en marzo debido a la pandemia del coronavirus. Sin embargo, todo cambió el 3 abril. Aquel día, Segura recibió la llamada del Hospital Clínico de Zaragoza para proponerle incorporarse de manera inmediata a trabajar.
A pesar del bombardeo de noticias hablando de la ausencia de material sanitario y del riesgo que suponía estar cerca de pacientes contagiados, no lo dudó ni un momento y aceptó. Había pasado de ver el partido por televisión a debutar como titular en un equipo de Champions sin haber disputado ni tan siquiera un encuentro oficial.
El pasado 19 de marzo, Sanidad anunció que, como medida excepcional por los numerosos ingresos diarios por coronavirus, se iban a contratar 50.000 profesionales sanitarios más en todo el país a causa del colapso del sistema. Entre ellos, 10.200 eran estudiantes de Enfermería que iban a incorporarse a los hospitales. Segura fue destinado al Hospital Clínico Universitario Lozano Blesa de Zaragoza, donde ya había estado de prácticas durante 5 meses en el primer cuatrimestre del curso.
El criterio para seleccionar a los estudiantes ha consistido en elegir a aquellos que ya habían estado en ese mismo servicio hace poco tiempo. “Me parece un movimiento lógico, puesto que un estudiante, así como un recién salido de la carrera, siempre va a tener más dificultades a la hora de desenvolverse en el trabajo. Así que, puestos a llamarnos, es mejor ir a un servicio donde ya conoces cómo se trabaja”, afirma Segura.
Aprender trabajando en plena pandemia
Para muchos estudiantes como Segura, la primera jornada de trabajo estuvo marcada por el nerviosismo: “El primer día dormí dos 2 horas en toda la noche. Estaba muy tenso en el autobús debido a la incertidumbre: llegar allí, que te expliquen los pasos a seguir, cómo te tienes que equipar de la manera adecuada…
Aunque Sanidad aseguró que la labor de estos estudiantes se limitaría a “funciones asistenciales”, lo cierto es que las labores que desempeñan son similares a las de un enfermero con años de experiencia: preparan la medicación, cuidan al paciente, estudian su evolución, etc. Según Segura, les han hecho un contrato de auxilio sanitario. Se trata de un contrato laboral en regla y en el que están amparados bajo el seguro de responsabilidad civil. Se llama así ya que no les han ofrecido la posibilidad de “pre graduarse”. Esto quiere decir que ni son estudiantes en prácticas como tal, ni enfermeros.
En la carrera de Enfermería, las prácticas en diferentes lugares del ámbito sanitario son fundamentales para finalizar los estudios y conocer de cerca el funcionamiento real del sistema. En total, desde segundo hasta cuarto curso, se dedican 16 meses a la realización de estas prácticas. A pesar de la suspensión de este último ciclo de prácticas formativas, los estudiantes no recibieron ningún tipo de formación adicional previa a la incorporación a este trabajo excepcional. “Tengo los conocimientos y la experiencia adquirida a lo largo del grado y de las prácticas. Me considero preparado para la función que debemos desempeñar, aunque no se me puede comparar ni mucho menos con un enfermero experimentado”, relata Segura.
Al hecho de tener que hacer frente a una situación nueva, se le une la responsabilidad que conlleva ejecutar un trabajo de estas características en circunstancias tan extraordinarias. Aunque en algunas ocasiones debido a la acumulación del trabajo es muy complicado que los enfermeros más experimentados estén pendientes de los recién incorporados, los estudiantes siguen recibiendo el apoyo y la protección de estos en la medida de lo posible. Durante las prácticas, los estudiantes están vigilados de manera continua por una enfermera. En estos momentos, deben adquirir la soltura y el desempeño necesario para solventar los problemas que surgen, al mismo tiempo que actúan con precaución.
Como hemos podido comprobar durante estas semanas, se trata de una pandemia que está causando la muerte de cientos de personas cada día. Esto provoca que los hospitales se llenen de imágenes atípicas. “Todo lo que rodea esta situación es difícil, pero creo que lo más duro es el tener que despedirte de un paciente por el que has estado luchando durante varias semanas”, reconoce Segura.
La escasez del material sanitario: un riesgo añadido
Las primeras semanas tras el decreto del estado de alarma, los medios de comunicación se hicieron eco del escenario caótico en el que se habían transformado los hospitales españoles. La saturación de las UCIS y el incremento del número de contagiados por coronavirus llevaron al sistema sanitario al borde del colapso. Como respuesta, el Gobierno tuvo que adoptar varias medidas para estabilizar la situación, como habilitar diferentes recintos para alojar a posibles pacientes en el caso de que fuese necesario.
Poco a poco, esta situación se ha ido normalizando y el número de ingresos diarios se ha visto reducido. Los sanitarios tienen menos dificultades para atender a los pacientes y, como afirma Segura, en estos momentos hay una buena organización. Para que todo funcione de la mejor forma, se reparten turnos dentro de la jornada para no estar con el EPI –equipo de protección individual- las 7 o 10 horas del turno. Aunque el ambiente es bueno en general, son ya 6 semanas de trabajo a alta tensión, por lo que, en ocasiones, los ánimos decaen.
Antes de comenzar a trabajar, los sanitarios deben ponerse el EPI. Este traje permite proteger todo el cuerpo para trabajar de una manera segura y evitar cualquier contagio. En los pies, se colocan unas calzas desechables para aislar los zapatos. La zona del tronco está cubierta por una bata impermeable, un delantal de plástico protector y una bata desechable. Unos guantes a modo de “segunda piel” y otro par de guantes desechables cubren las manos. En la cabeza, la tan codiciada mascarilla, un gorro desechable y una pantalla protectora completan el traje. Dependiendo de la técnica a realizar, también se añaden unas gafas de protección. Todos estos elementos dificultan el trabajo, pero minimizan los riesgos de infección: “Prefiero la incomodidad a la inseguridad. Al final te acostumbras a trabajar con ellos, no te queda otra”, sentencia Segura.

Uno de los aspectos que más polémica ha generado son las condiciones en las que los sanitarios están trabajando para frenar la pandemia. Muchos de ellos se quejan de la escasez del material sanitario necesario para protegerse de la manera adecuada. Esta falta de recursos se ha visto reflejada en que, con el paso de las semanas, los infectados por coronavirus entre el personal sanitario han aumentado a un ritmo frenético: hasta este primero de mayo, los contagios entre este grupo de profesionales ascienden a 41.000, lo que supone el 20% de los infectados en España, siendo uno de los países con mayor tasa de sanitarios contagiados con coronavirus.
La utilización de material defectuoso –e incluso la inexistencia de este en algunos casos-, unido a la falta de pruebas diagnósticas, son los principales motivos que han provocado un elevado impacto del coronavirus en este colectivo. Ante esta falta de provisiones, los sanitarios han tenido que optar por prácticas poco habituales y desaconsejables como la reutilización de algunos de sus recursos protectores. Actualmente, a pesar de que en general sí que se dispone de material, Segura reconoce que “algunas batas que generalmente son de un solo uso se están reutilizando, las mascarillas se usan un tiempo mayor de lo aconsejable y a veces no se dispone de trajes de buzo o monos completos”.
Lo que más se está echando en falta son las mascarillas FPP3. Este tipo de mascarillas son las establecidas por todos los protocolos sanitarios cómo idóneas para las funciones que realizan los profesionales, como la aspiración de secreciones o el contacto con pacientes traqueotomizados. Como confiesan la mayoría de sanitarios, desde un primer momento estas mascarillas han escaseado. “En este aspecto me gustaría denunciar la escasez de mascarillas, un hecho que se está viendo en más hospitales de nuestro territorio, tanto autonómicos como nacionales”, clama Segura.
Del distanciamiento social al familiar
Trabajar en estas condiciones, con la escasez de recursos y con constantes hospitalizaciones que obligan a hacerlo a un ritmo mayor, puede producir un enorme desgaste mental y físico en los sanitarios, sobre todo en los más inexpertos: “Hay momentos que sí siento presión, por ejemplo, a la hora de actuar rápido y no tener certeza de cómo hacerlo correctamente. Pero son situaciones que se aprenden y en todo momento cuento con apoyo externo”, explica Segura. Para tratar de minimizar este tipo de tensión extra, se han ampliado tanto otros servicios como zonas “UCIS” como el número del personal dedicado a ello.
Muchos de los sanitarios que trabajan en los hospitales conviven con sus familias en casa. Por ello, una de sus principales preocupaciones es la posibilidad de poder llevar el virus a su hogar y transmitírselo a sus seres queridos. “Mis padres están preocupados por mí, pero a la vez están muy orgullosos de la decisión que he tomado. A decir verdad, estoy yo mucho más preocupado por poder contagiarles”, relata Segura.
Una ducha nada más llegar a casa, comer alejado de sus padres o usar mascarilla en su hogar son algunas de las medidas que, como Segura, han adoptado miles de sanitarios: “Me encuentro bien, pero hay momentos muy duros, como el hecho de llevar ya casi 1 mes sin poder dar un abrazo o un beso a mis padres por precaución”.
En Aragón, al igual que en todas las comunidades españolas, se han habilitado diversos lugares como alojamientos a los que los sanitarios pueden acudir de manera gratuita si lo consideran oportuno. En el caso de Zaragoza, la DGA seleccionó el Hotel Ilunion Romareda para proporcionar 90 plazas a los sanitarios. “Me he planteado la posibilidad de hospedarme allí, pero a mis padres no creo que les hiciera mucha gracia. Pienso que estarían mucho más preocupados por el hecho de no poder verme físicamente”, reconoce Segura.

Todavía no sabemos cuándo podremos volver a la normalidad. Esa normalidad, que ahora parece tan lejana, en la que los niños jugaban en los parques, los amigos quedaban en un bar para ver un partido de fútbol mientras echaban unas cañas o los estudiantes acudían a sus centros de estudios para impregnarse de sabiduría. Lo que sí sabemos es que sanitarios experimentados, estudiantes como Segura o jubilados reenganchados seguirán trabajando en los hospitales para frenar la pandemia, ya sea con una mascarilla FPP3 o con lo que tengan a su disposición.