Millennial, retales de verdad de una generación
Laura Hevia//
Millennial nació como un medio a través del que dar voz a un problema. Pero no a uno cualquiera, sino a ese que es común entre los jóvenes de una generación. Son jóvenes que baten récords o eso dicen los expertos cuando los califican como los más preparados de la historia. Lo que algunos se olvidan de apuntar es que también se les recordará como aquellos que, pese a su sobreformación, han visto como sus posibilidades de prosperar eran casi un espejismo.
Bajo esta premisa, Millennial, el nuevo cortometraje del director zaragozano Javier Gimeno, traslada al espectador a un día cualquiera en la casa de Eva y Sergio. Dos jóvenes, interpretados por los aragoneses Alba Gallego y Diego López, que ven como su esfuerzo no está logrando la recompensa que esperaban y merecían. A lo largo de apenas seis minutos, se dibuja una historia en la que los ideales y el conformismo se enfrentan en una guerra en la que no es fácil adivinar quién será el ganador.
Para crear este conflicto, Gimeno, acompañado por su equipo Crowrecord*, cavó su trinchera en un piso céntrico de la capital aragonesa que hizo de set de rodaje. No hizo falta demasiado atrezzo, ni un vestuario extremadamente complicado, fue suficiente con el juego de luces apropiado y un cámara dispuesto a adoptar la posición más acrobática para lograr el plano perfecto.
Pequeñas piezas que en suma consiguen transmitir un mensaje. Gritar una realidad. Enseñar un problema sin solución inmediata. «El conflicto se crea cuando uno de los dos deja su trabajo. El espectador verá dos bandos muy definidos e incluso podrá tomar parte por uno de ellos», explica el realizador.
Millennial está hecho con retales de verdad. De la propia verdad del director, de su entorno más cercano y la de toda una generación. Todo el mundo conoce a alguien que podría ser Eva o Sergio. «Cuando te dan un papel, tienes que pensar en cómo acercarte a él. No es este caso. Aquí te sientes muy identificado y es fácil entrar», comenta Alba Gallego. Una idea con la que Diego López comulga, porque el guion podría ser real, «de hecho, casi crónico».
Sí, se cumplió el timing
Una de las anécdotas del día fue el tiempo. No se sabe muy bien el cómo ni el porqué, pero se cumplieron con los plazos que el director había previsto. Algo a lo que no están acostumbrados. Ya se sabe, en un rodaje siempre hay imprevistos. Quizá ahí resida parte de su magia.
Pero si hubo una sorpresa que desbancó al resto fue la visita de la presidenta de la comunidad. Y no es por adornar la historia, realmente ocurrió en una de las mejores tomas de la jornada. Sergio y Eva estaban en plena discusión, gritando. Una y otra vez. Plano general. Gritos. Plano medio. Repetimos. Ahora uno corto. Y en el momento más crítico, suena el timbre.
Aquella mujer llamó a la puerta sin dejarse convencer hasta no verlo con sus propios ojos. Apretó con fuerza el timbre y les amenazó, temblorosa: «Me han dicho que están escuchando muchos gritos, voy a llamar a la policía». La protagonista, a la que ella creía una víctima, trató de disuadirla: «Era yo, no pasa nada. Estamos grabando». Pero no se fió. Había escuchado cómo le gritaba un hombre.
Tuvo el equipo que invitarla a pasar y, sin cruzar el marco de la puerta, pudo comprobar cómo, efectivamente, aquel salón de la que fuera su vecina estaba del revés y hacía de set de rodaje. Deparó en los focos, en las cámaras y en los ocho pares de ojos que la miraban. Y así, el alivio se pintó en su cara.
«Solo nos quedan dos tomas más con gritos y no haremos más ruido». El equipo lanzó una promesa ya innecesaria, porque a aquella mujer no era el ruido lo que le preocupaba, sino que una de las mayores lacras de la sociedad actual se hubiera colado en uno de sus pisos vecinos. Gracias por no estar al margen y por el valor. Es señal de que hay quien no permanece impasible ante la verdad y, de paso, hace gala de las dotes interpretativas de los actores.
Tras aquella interrupción apenas quedaban un par de tomas para dar por finalizado el rodaje.
Acción.
Corten.
Es buena.
Y el sonido de un aplauso general que marcó el final del día.
El equipo, satisfecho, cerró la puerta de esa casa con más ganas si cabe de gritarle al mundo, de seguir contando pequeñas grandes historias. Pero también con cierto sabor amargo: al final, la realidad que querían denunciar al grabar la película era la suya. Y tras dejar el rodaje atrás, era hora de volver a enfrentarse a ella, escoger bando y tratar de seguir hacia delante.
*El equipo está formado por Eduardo García (dirección de fotografía), Jaime Serrano (ayudante de dirección), Daniel Perales (gaffer), Daniel Caudevilla (dirección de arte y vestuario), Adrián Almorín (sonido), Jana Vicente (maquillaje), Mario Amatriain (postproducción) y Laura Hevia (script).