Omar Jerez, el arte de la controversia

Leyre Ruiz Acín//

Nació en Granada en 1980. Su madre es judía sefardí; su padre, palestino. Cuando era niño le detectaron altas capacidades pero esa etiqueta no le pesa demasiado; nunca le exigieron más por eso. Antes de aterrizar en el mundo de la performance comenzó a estudiar comercio internacional, diseño de moda y teatro, pero nunca acabó. No le cuesta reconocer que es inconstante y que se aburre con facilidad.

Lleva poco más de un lustro dedicándose al mundo del arte y su trabajo nunca ha pasado desapercibido. Su nombre aparece en tres listas de los artistas más polémicos y controvertidos del panorama actual. Ahora vive única y exclusivamente de la venta de sus obras, aunque “con lo justo, y no por una cuestión de tacañería”, advierte. La mayor parte de sus ingresos la invierte en poner en marcha nuevos proyectos: investigaciones, fotografías, documentos audiovisuales… Los feminicidios de Ciudad Juárez, la mafia napolitana y el terrorismo son algunos de los temas que el artista ha tratado en sus performances. Corea del Norte, Somalia, Panamá o Estados Unidos serán presumiblemente el escenario de los próximos proyectos del granadino. El último de ellos fue presentado hace unas semanas. Fresas en Bagdad es un videoblog a modo de cuaderno de bitácora en el que Omar Jerez y su compañera Julia Martínez mostrarán el trabajo que hay detrás de sus obras.

Cuando me puse en contacto con Omar, no esperaba recibir una respuesta tan rápida. Le envíe la propuesta por una conocida red social y a los 20 minutos tenía ya su visto bueno: estaba encantado de concederme una entrevista. Lo cierto es que esperaba encontrar a una persona caótica, que dejara las cosas al azar, desordenada… imprevisible. Por el contrario, descubrí a un hombre muy educado, comprometido con su discurso y muy seguro de lo que hace. Durante más de una hora, recorre su trayectoria vital y artística, el dolor y la manera en que se refleja en sus obras.

-¿Quién es Omar Jerez?

– Una persona bastante torturada. No te podría decir que soy feliz. Tengo una personalidad bastante cerrada y hermética. Me cuesta mucho la comunicación de persona a persona… una manera de comunicarme es a través del arte.

La crudeza de sus palabras y la convicción con que las dice reflejan en cierto modo su manera de hacer arte. Es polémico, tajante y descarnado en sus obras. Sin embargo, admite que no conoció el verdadero significado de performance hasta que tuvo 29 años; la vocación artística fue fraguándose tras intensas vivencias durante su juventud: “Viviendo en Siria conocí a miembros de Al Qaeda y estando en Japón [a los 23 años decidió iniciar allí un retiro espiritual] cené con un jefe de la Yakuza que tenía 300 soldados que mataban por él”. Para Omar, estos encuentros ya eran de alguna manera performativos, una suerte de embrión de sus creaciones actuales.

– Algunos te han bautizado como el kamikaze del videoarte porque el peligro y el riesgo son dos ingredientes que nunca faltan en tus proyectos, ¿te reconoces bajo esa etiqueta?

-Está muy bien a nivel de prensa porque llama la atención, pero no me considero un kamikaze porque lo estudio todo mucho. Puedo meterme en el mismísimo Estado Islámico a tomar un café, pero procuro que me siente bien. El kamikaze sabe que va a morir; yo estoy en la línea de peligro, pero al final siempre salgo.

Foto Omar bandera esvástica. Fuente: Plataforma de Arte Contemporáneo

Una línea que muchas veces parece traspasar. En 2014 sorprendió con 88 credos de Adolf Hitler sobre la Torá, una performance que le llevó a encerrarse durante un par de horas con ocho neonazis mientras Julia Martínez –fotógrafa y pareja del artista– documentaba todo lo que ocurría. “Fueron dos años de negociaciones con un amigo anarquista alemán que me puso en contacto con ellos. Fui allí y me pegaron una auténtica paliza”, recuerda Omar Jerez casi entre risas. Con este proyecto pretendía criticar el auge de la extrema derecha en los países europeos: “Hay que tener cuidado porque aunque haya un lenguaje más limpio y sutil siguen siendo igual de peligrosos. Antes veías venir el mal, ahora sus discursos están enmascarados”.

– ¿No era esa una acción netamente masoquista?

–Bueno… era una obra que refleja que hay que ilegalizar ciertas instituciones. Hay que alertar sobre los peligros y uno tiene que sufrir un poco para que se hagan ciertos ejercicios.

El hecho de que Omar Jerez profese el judaísmo aporta un extra de significado a todo lo que hace. Le duele el antisemitismo y se muestra convencido de que el pueblo judío es el más odiado del planeta. Con un cruce entre indignación y tristeza, lamenta que mucha gente sea incapaz de diferenciar a un judío de un israelí, de un hebreo o de un sionista.

-¿Por qué existen todavía prejuicios hacia los judíos?

-La gente no soporta dos cosas: primero, personas que sobresalgan y, segundo, el hermetismo. Lo que lleva ocurriendo muchísimos años con los judíos ocurre ahora con los chinos. En España mucha gente detesta a los chinos porque son herméticos… ¡Pero si no los conoces! Además, Europa es excesivamente eurocentrista, un prejuicio cognitivo. Estableces que lo que ocurre aquí es lo correcto. Por ejemplo, a mí el burka me parece una prenda fascista. Mi argumento es que provoca problemas de ceguera y transpiración o alopecia, pero puede llegar un afgano y decirme que en Europa existe otra dictadura, que es la de la talla 38.

Habla mucho y muy deprisa. A veces, las palabras se atropellan en sus labios, como si se acumularan en su boca pero solo las más avispadas acertaran a salir y materializarse. Transmite la sensación de ser un tipo leído y documentado; él mismo dice que es muy curioso: “Me interesa saber de todo. Es endógeno en mí preguntar”. El artista granadino es un hombre de mundo. Ha vivido en Siria, Kuwait y Japón y ha viajado por otros tantos países. Sin embargo, admite que ser ‘el producto’ de varias culturas no siempre es sencillo: “Tiene una parte muy positiva porque te enriqueces y te amplías, pero vivir el contraste de culturas no es tan fácil como parece. Creo que el multiculturalismo solo ha podido triunfar en Inglaterra y en Estados Unidos”. En el año 2011, Omar presentó un vídeo en el que un hombre con cabeza de Mickey Mouse mantenía relaciones sexuales con una mujer con hijab para representar “la violación sistemática de Estados Unidos al mundo islámico”.

Omar Jerez

Pero no solo ha jugado fuera de casa. También se ha adentrado en la parte más oscura de la historia reciente de España: ETA. A finales de 2012, emuló el secuestro del funcionario Ortega Lara a manos de la banda terrorista en un zulo con las mismas medidas y en las mismas condiciones que el original. Pretendía estar encerrado ocho días; al séptimo abandonó. “Fue una quimera [sic] de lo que soportó Ortega Lara. Yo sabía que era una performance y que iba a salir; él no lo sabía. Es una cosa atroz, porque peor que la muerte es la nada”.

Jerez, con una mezcla de orgullo y pena, dice que es el único artista de su generación que ha criticado abiertamente a ETA. En 2013, fue más allá y se paseó por las calles de San Sebastián –y por las herriko tabernas de la ciudad- como si hubiera sido víctima de un atentado: la ropa hecha jirones, ensangrentado y arrastrando un cadáver. “Es increíble que no haya habido una condena del terrorismo por parte de ciertos sectores, muchas veces incluso le atribuyen un toque de heroicidad”, lamenta. Omar cree que la sociedad vasca es la sociedad de los susurros: “La gente hablaba bajito, el día de la performance la gente callaba en cuanto pasaba alguien… Es una sociedad que yo llamo fascista estalinista. A cualquier persona que se muestre contraria al pensamiento abertzale pueden ‘matarla’ a través del boicot. Hay muchas maneras de aniquilar a una persona”. Cita como ejemplo a Consuelo Ordóñez, hermana del concejal Gregorio Ordóñez asesinado por ETA en 1995 y que tuvo que exiliarse del País Vasco. Hablar de ETA conduce inexorablemente a hablar de política. Omar se define como “apolítico con carácter pedagógico. No me interesa votar a nadie, creo más en personas que en soportes ideológicos. No tengo ideología porque si tienes, ya tienes un jefe que te dice lo que tienes que hacer”. A pesar de ello, cree que “el hecho de que haya cuatro fuerzas políticas es lo mejor que nos ha podido ocurrir en España para que la democracia se convierta en democracia”.

Foto Omar Jérez llevando un cuerpo. Fuente: Libertad Digital

– ¿Cuál es el momento de tu vida en el que más miedo has pasado durante una performance?

– En Nápoles, cuando dos camorristas se acercaron para intimidarnos, –Jerez y su compañera Julia estaban repartiendo ejemplares de Il Corriere della Camorra, un periódico ficticio editado por él mismo, en pleno corazón de la ciudad– fue cuando peor lo pasé. También en Ciudad Juárez, cuando vino la policía mientras colocábamos carteles de mujeres desaparecidas en los feminicidios. Aquí en Europa puede haber policías corruptos, pero en México la policía es bastante peligrosa.

– ¿Cómo llevan tu familia y tus amigos que arriesgues constantemente tu vida?

– Mi madre hasta hace muy poquito no sabía que había estado en Nápoles ni en Ciudad Juárez. Mi hermana mayor es la única confidente que tengo, sabe todo lo que hago, aunque estoy seguro de que preferiría que no lo hiciera. También es una de mis mayores críticas. Mis amigos me apoyan casi por unanimidad, pero les da pánico.

-Eres el autor intelectual de Teoría Involuntaria de una muerte confrontada (2013), de la que se puede extraer un lema de vida: vivir y actuar de acuerdo a los principios de cada uno y hasta morir por ese ideal

-Uno siempre tiene que tener el instinto de denunciar, de luchar, de crear arte para mejorar, aunque sean pequeños micromundos. Lo que yo digo es que si mueres a consecuencia de tu obra, tu muerte pasa a formar parte de ella. No hay un manifiesto parecido en la historia del arte, esto supone una nueva vanguardia.

Estar hablando con una persona que se pasea constantemente por los límites es estar hablando con una persona que enfoca la existencia con una lente distinta a la del resto: “Como decía Buda, la vida es dolor. Levantarse es dolor. Hay una cosa que es inevitable para todos: la muerte. Pero ese dolor no tiene que estar condicionado por un discurso trágico, sino desde el discurso de que forma parte de nuestra naturaleza y hay que asumirlo”. Esta actitud estoica lleva al artista a aceptar el dolor como algo natural, algo de lo que no hay que huir. “Hay una especie de militancia en el optimismo que me parece innecesaria. El dolor es un estado que deberíamos asimilar como una parte más, sería mucho más inteligente por nuestra parte. En las generaciones de hoy, a la gente le produce muchísimo dolor el hecho de ser perfecto, de sobresalir: sacar las oposiciones, ser el más guapo, el que más músculos tiene, el que más liga de la discoteca… Como eso nunca se consigue provoca frustración y sufrimiento, por eso creo que seres atormentados o torturados somos todos”.

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-Has frecuentado distintas sectas para conocer la psicología humana, ¿qué has encontrado?

– La época de los 80, cuando era pequeño, me marcó porque yo veía jeringuillas llenas de sangre, las cogía y los adultos siempre me gritaban ¡tira eso! Ha habido muchos pequeños acontecimientos que me han llevado a interesarme en saber, porque hay un mundo, y un mundo paralelo a este, que en el fondo son el mismo. Alguien que se mete en una secta tiene que cambiar su vida, dejar su familia, dar todas sus pertenencias… Puedes criticar eso pero, ¿no hay familias desequilibradas que se quedan sin hogar en el mundo ‘aceptable’? Se supone que la secta es mala porque anula tu identidad pero, ¿quién dice que esta otra secta –en referencia a la sociedad actual- no anula tu identidad, tu persona o tu pensamiento? Cuando me meto en el estiércol, ese basurero me refleja lo que ocurre en la superficie de cualquier sociedad.

-¿España te trata bien como artista?

– He tenido mucha suerte. Los medios de comunicación me tratan de puta madre y la gente más gorda del mundo del arte está conmigo. Siempre va a haber gente que menosprecie, que critique y que insulte. Pero es bueno: si menosprecian tu trabajo es que lo estás haciendo bien, si consigues unanimidad, lo que estás haciendo es un montón de mierda.

– ¿Te has planteado hacer otro tipo de arte que abandonara el componente crítico y reivindicativo y se centrara más en los aspectos estéticos?

-¿Más onírico, quieres decir? Cuando hago una performance, en el momento en el que termina, ya no forma parte de mí sino del resto. Es inmaterial. Esa performance es un órgano mío, una parte más, una extensión de mí mismo. Una obra tiene que ser honesta, tiene que hablar por sí sola. Hay que ser lo más transparente y lo más crudo. Hacer otra cosa sería estar anulando mi persona. Mi obra y mi persona no se diferencian en nada, tienen que decir… ¡Esa obra es Omar!

Todas las imágenes del artículo han sido cedidas por Omar Jerez a Zero Grados.

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