Para mí un corsé es como un bacalao

Arantza Jaso Moreno//

Una discusión sin precedentes. Que cómo podía José, el marido de la Loli, el que fue abogado de oficio durante 35 años y ni un día repitió corbata, llevar bermudas en el entierro de su tío. Mi padre se quejaba. Es verdad que el día del entierro hacía calor, pero era “inapropiado”, con sus 11 letras. ¿Inapropiado para quién? ¿Para el muerto? “Es inadecuado”, casi me escupió mi padre. Otro prefijo “in-“, de origen latino, “indica negación o privación”.

30 grados a la sombra y lo mejor para los entierros ya casi en verano, si eres hombre mayor de 45 años, es remangarse las mangas de la camisa. Con dobles limpios, sin provocar muchas arrugas, no vamos a pelar gambas. Las mujeres, por ser mujeres, chicas o niñas, pueden ir “de corto”. Un pantalón liso por encima de las rodillas o una falda midi discreta”. Al menos no pasarán calor.

La continuación de los códigos de vestimenta se percibe rancia, acaparadora, acabada. Innecesaria; prefijo “in-“. Los uniformes de los colegios e institutos puede que desvíen el reto de tener que elegir lo que se pondrán niños inconformistas de entre 7 a 15 años. El buzo de la empresa evita las manchas de grasa y porquería sobre la ropa de diario. Más allá de estas demostraciones reguladas, la adecuación de la moda a según qué situaciones cotidianas debería pasar a un segundo plano y dejar que sea la libertad de expresión a través de la ropa la que decida.

Tiene que haber sido agotador etiquetar y catalogar trozos de tela para forzarlos en las reglas del vestir de según qué acontecimientos sociales o identidades de género. Todos le vemos la lógica a un abrigo impermeable de doble forro cuando las temperaturas descienden demasiado. Pero ¿imponer las faldas o los zapatos estilo loafers a uno u otro género? Quizá en un régimen político autoritario en el que diferenciar por la apariencia tiene sentido, como otro símbolo de opresión, como otra forma de control.

Alicia -en el País de las Maravillas (2010), en la adaptación de Tim Burton-, forzada a ir a su propia fiesta de compromiso sorpresa, se bate en un duelo de miradas con su madre. La madre, atónita, no logra comprender por qué su hija se resiste a doblegarse al torso cónico y a los lazos del corsé, otra prenda popularizada entre las reuniones formales para conservar el “decoro”.

Todos deberíamos pensar como Alicia y llevar lo que nuestro armario -y el temporal- nos permita, sin preocuparnos por miradas reprobatorias de madres estiradas en plena época victoriana o de padres acalorados en suelo sagrado.

Madre de Alicia:

           ¿Dónde está tu corsé? ¡Y sin medias!

Alicia:

           Me niego a llevarlos.

Madre de Alicia:

           ¡Pero no estás vestida adecuadamente!

Alicia:

           ¿Y quién decide lo que es adecuado? ¿Y si se pusieran de acuerdo en que lo “adecuado” es llevar un bacalao en la cabeza? ¿Te lo pondrías?

Madre de Alicia:

           ¡Alicia!

Alicia:

           Para mí un corsé es como un bacalao.

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