Philippe Hunziker, el librero que importa

Hay Festival. editores

Ana Baquerizo//

La librería SOPHOS nació de la voluntad de recomponer un país roto por décadas de guerra y sin hábito de debate público. Referente cultural para Guatemala, un país sin distribuidoras de libros, importa títulos de varias partes del mundo. Entrevistamos a Philippe Hunzinker, la segunda generación de libreros de este establecimiento, que participará por segunda vez en el proyecto Talento Editorial del Hay Festival, en Querétaro (México).

Philippe Hunziker es el gerente de la librería SOPHOS  y pieza fundamental en la evolución de este espacio singular en los últimos años. Hijo de doña Marilyn Pennington, la mujer cuyo sueño era rodearse de libros, pero la situación sociopolítica guatemalteca se lo impidió hasta casi cumplir el medio siglo de vida. Fue una combinación de falta de libertades prolongada en el tiempo y guerra civil —concebida como parte del tablero en que se disputaba la Guerra Fría— que hizo estragos durante 36 años. Hasta la firma de la paz en diciembre de 1996. La inauguración de Sophos, 22 meses después, fue la gran novedad para una sociedad que, durante décadas, no había podido elegir qué leer. La señora Pennington —que hasta entonces, trabajaba en un concesionario de automóviles— iba a vender todo tipo de libros, importar y crear un lugar de debate en una sociedad acostumbrada a vivir dividida y a no transigir. Era, en realidad, un proyecto pionero. Por eso, su página web recalca tajante: «decir que SOPHOS es una librería es como decir que el vino es una bebida: una simplificación, verídica pero muy reduccionista».

Philippe es quien se encuentra al frente de este proyecto que, con la mayoría de edad recién cumplida, sigue empeñado en desligarse de esa definición rasa de librería. Situada en la Plaza Fontabella de la capital, en una de las zonas más seguras, es lugar donde leer, acudir a la presentación de un libro, participar en un club de lectura o, sencillamente, charlar y tomar café en la sección SOPHOS Bistrot. «Es un lugar de encuentro, se ha convertido en el lugar donde las personas a las que les gusta leer se reúnen. Y no solo para leer», confiesa orgulloso. En el último año, organizaron 150 actividades públicas, un centenar de reuniones de clubes de lectura y diez talleres.

De conversación amena y disposición afable, alarga con ritmo lento el final de las palabras. Su acento melifluo transporta, incita a cambiar la noche del sur de Europa por una hora en la tarde centroamericana. Nos vemos, celebrando las oportunidades de internet que han hecho posible esta conversación en forma de entrevista. Philippe explota las posibilidades de los medios digitales para su librería, aunque matiza: «Es una ventaja si se conceptualiza como herramienta y no como fin. Pero son también un peligro si se te olvida que en el Facebook hay personas de verdad, que lo más importante es invitar a las personas a que se acercen aquí». Y sentencia: «La comunicación sigue siendo uno a uno».

Librería Sophos

A través de la pantalla, veo a una persona entregada a su trabajo. Además, el encuadre me deja intuir, tras una camisa clara e impoluta, algunos libros y papeles. Es la metáfora visual de su trabajo: el placer de la lectura y el trabajo de oficina que hay detrás. «Cuando contratamos, viene mucha gente porque le parece que la librería es uno de los lugares más relajantes que se pueden encontrar y los que trabajamos acá sabemos que, para que la gente pueda relajarse aquí, tenemos que asumir un gran estrés como empleados entre bambalinas», admite el librero cuya vida no iba, en principio, encaminada a ejercer este oficio. Se formó en Biología y luego trabajó en «muchas cosas que tampoco tenían que ver con la Biología, nunca se me pasó por la mente ser librero, pero me bastó una semana para saber qué es lo que quería hacer». Entonces, tenía 26 años. Ahora, es un referente en su país y va a participar por segunda vez en Talento Editorial, un proyecto del Hay Festival, que se celebra este septiembre en Querétaro.

Echando la vista atrás, confiesa que de niño se hacía el enfermo para no ir a clase. «Había un ritual de poner los veinte cómics que tenía en la casa todos en el suelo y escoger el orden en que los iba a leer ese día». Recuerda cómo le marcó el primer libro que leyó porque quiso y no porque le obligaron: Papillon, de Charrière. Y, aunque su librería se dirige a todo tipo de público, los jóvenes cuentan con una de las secciones más importantes —SOPHOS Joven—.

Otra de las secciones destacadas está dedicada a libros sobre Guatemala. Un Estado con un índice de analfabetismo de, aproximadamente, el 14% sobre el que Philippe habla claro: «Hay una serie de funciones que no cumple. Dar acceso a la lectura y facilitarles a las personas que nacen en Guatemala que se conviertan en ciudadanos. No creo que cumplamos esa función que el Estado deja de cumplir, pero de alguna forma, somos un oasis para las personas que ya leen».

– Y, ¿qué libros guatemaltecos nos recomienda?

– [Se queda pensativo] Te voy a decir tres: El Abogado y la señora, de Danteliano; Hombres de papel, de Oswaldo Salazar; y Puente adentro, de Arnoldo Galve Suárez.

Librería Sophos

Su oferta literaria —íntegramente seleccionada por la librería— hace de SOPHOS un lugar único, casi por obligación. «En nuestro país no hay distribuidoras de libros, así que tenemos que importarlos. Una de las consecuencias de importar es que no tienes derecho a devolución. Entonces, si el 80% de los libros que vendemos los importamos significa que tienes que ser muy certero al pedir o estar dispuesto a tragarte los libros que no has vendido. Pero también es una gran oportunidad, porque así tenemos nuestro sello propio», afirma Philippe. Un sello que, por primera vez, cruza a Europa para colaborar estrechamente con la librería zaragozana Cálamo. «Nos conocimos en ferias y festivales, surgió una afinidad, ganas de hacer cosas juntos. Estoy muy honrado porque es una librería a la que admiramos muchísimo», revela.

Philippe transmite sosiego y humildad. Lo veo como un librero para todos y todas, en un país con grandes diferencias económicas y de oportunidades, e inmerso en un clima social no siempre fácil. Defensor declarado de la relación personal del lector con el libro, percibo un toque de nobleza cuando invita a no juzgar ni clasificar a las personas: «No creo que alguien que haya leído un solo libro en su vida y que ese libro le haya cambiado la vida tenga menos derecho a considerarse lector que quien lee un libro cada semana».

Autora:
Ana Baquerizo foto Ana Baquerizo nombre

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Ciudadana del mundo, rebelde con -y por- muchas causas, fan de las historias de la gente corriente. Hace quince años, de mayor quería ser periodista. Ahora, además, soy activista por los derechos humanos y apasionada por los países del sur, aunque vivo en Londres.


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