Pura energía contenida
Pilar Puebla//
Mientras la mitología hindú ensalza el cuerpo femenino como divino, la realidad de la mujer en la India es todavía trágica.
Cuenta la mitología hindú que hubo un tiempo en el que Mahisha, el demonio de la ignorancia, avanzaba conquistando mundos a sus anchas. Los dioses se sentían incapaces de detenerlo, y al final, se dieron cuenta de que solo la energía de una mujer podría vencerlo. Juntaron entonces lo más poderoso de cada uno, su esencia femenina, sus ‘shaktis’, y crearon con ellas a la diosa Durga, la inaccesible, símbolo de la energía absoluta. En sus representaciones, la diosa aparece como una poderosa y bella guerrera que cabalga un león. Mientras mata a Mahisha con una de sus manos y con las otras siete sostiene múltiples armas, su cara permanece dulce e impasible.

Durga es la diosa por excelencia del hinduismo y la sociedad tradicional en la India la venera en sus múltiples formas: como Párvati, la compañera y madre, como Kali la terrible… Todas una y todas lo mismo: la energía necesaria para mover el mundo. Lo masculino y lo femenino no pueden funcionar el uno sin el otro. La conocida imagen de Kali, de color negro azulado, medio desnuda y de pie sobre su esposo Shiva, viene a decir que, sin su parte femenina, los dioses masculinos no son más que impotentes cadáveres.
Realidad contradictoria
La tradición del país considera que toda mujer es también esa energía imprescindible, ese shakti divino, y por eso parece contradictorio que al mismo tiempo se le considere indigna de confianza y libertad. En la vida real, la mujer de la India depende siempre de un hombre: primero de su padre, al casarse de su marido y al enviudar de sus hijos. El territorio de la mujer es la casa, el del hombre el mundo exterior. Álvaro Enterría vive y trabaja en la India desde hace 22 años. Es el propietario de la editorial Indika Books, y considera que gran parte de estas contradicciones de la sociedad india actual respecto a la mujer, son el resultado de muchos siglos de dominación musulmana y también inglesa en la época victoriana. Su opinión es que estas culturas introdujeron ideas totalmente opuestas a la mitología religiosa propia del país.
Hogar machista, mujer sumisa

Deepa Vij, hindú afincada en España desde hace diez años, no duda en definir los hogares de su país de origen como machistas: “El hombre toma todas las decisiones y la mujer vive entre cuatro paredes cuidando de los hijos”, asegura mientras persigue a su niño por un parque del barrio de San José. ¿Acaso la tradición no ensalza a la mujer? “Sí, sí. Se respeta mucho la mitología hindú, la mujer es el shakti, el poder de la casa. En el hogar que no se respeta no hay prosperidad ni felicidad”, responde Deepa con naturalidad, sin ver ninguna contradicción.
“Lo que en verdad se alaba mucho de la mujer es su carácter sumiso, humilde y sacrificado” aporta María Pilar Guedea, religiosa misionera en la India desde hace 40 años. “Su capacidad de tolerar más –concreta Deepa–. Cuando una mujer se casa es para siempre y por eso hay muchos casos de maltratadas que aguantan mucho. Las divorciadas se ven de mala manera”, aclara.
La situación de las viudas en la India no es mucho mejor. Hasta ahora, se les obligaba a renunciar a los adornos y vestidos coloridos y a dedicarse a la vida religiosa. Además, no se les permitía volver a casarse y su presencia en bodas u otros acontecimientos familiares se consideraba de mal augurio. De todas formas, las costumbres están cambiando rápidamente en este aspecto y en las zonas urbanas la influencia de las supersticiones va desapareciendo. Deepa tuvo suerte. Su familia proviene de Delhi, donde se encuentra la mayor parte de las instituciones administrativas. Además, pertenece a la casta de los Kshátriyas, los guerreros tradicionalmente educados para ostentar el poder militar y político. Por eso ella pudo terminar Historia del Arte: “Mi familia es de mente abierta y me dejó ir a la Universidad e incluso tener amigos hombres. También me permitieron elegir marido por mí misma”.
El matrimonio y la dote
En las zonas rurales la situación es diferente. Los matrimonios se rigen por tradiciones antiguas y son las familias las que se ponen de acuerdo y establecen las condiciones para casar a sus hijos. Para ello se basan en el linaje y los horóscopos. La brusca entrada de la modernidad en el país asiático no ha hecho más que reforzar determinadas tradiciones todavía más. Así, la importancia y la cantidad de la dote, a pesar de estar prohibida legalmente, han crecido hasta proporciones aterradoras e incluso se extiende entre comunidades que antes no la practicaban. “Se puede decir que la sociedad de consumo ha penetrado en la India de la mano de la dote” escribe Enterría en su libro La India por dentro (2006). El mundo moderno ofrece una amplia gama de objetos que antes no existían y que los sueldos habituales apenas permiten comprar. Por eso es frecuente que, aparte de dinero al contado, los padres del novio exijan a los de la novia cosas como un coche, una moto o modernos electrodomésticos.
En las últimas décadas, y también en sociedades urbanas, varios miles de mujeres mueren al año en un nuevo fenómeno conocido como Muertes por dote. Según cuentan Enterría y Mª Pilar, las recién casadas son en ocasiones asesinadas, normalmente disfrazando el hecho como muerte por fuego, cuando sus padres son incapaces de pagar la dote prometida. Desde que se detectó el aumento de este tipo de casos se han dictado leyes muy drásticas al respecto y según relata Deepa hay ya muy pocos casos similares.
Aborto y abandono
La boda corre también a cuenta de los padres de la novia y por eso, tener una hija supone, para las familias humildes, un gasto a veces insoportable. Con 300 millones de personas bajo el umbral de la pobreza pocos pueden asumir los costes que las niñas ocasionan y muchas familias, en cuanto se enteran del sexo del bebé, abortan pese a la prohibición legal. “Se producen unos 50.000 abortos al mes y los restos de fetos abortados se utilizan para venderlos a América bajo el nombre de progreso científico», asegura Mª Pilar, cuya labor en el país asiático se centra en promover el uso del preservativo y concienciar a la población del peligro de contagio del VIH. “También es muy común el abandono de las niñas y la práctica del after birth abortion. Hay una gran preocupación porque dentro de unos años será muy difícil para los hombres contraer matrimonio, la desproporción numérica entre ambos sexos es enorme”, explica apenada la misionera que se encuentra con estos sucesos en su día a día: “El infanticidio femenino es muy común: ahogar a las niñas en un pozal de agua hirviendo, enterrarlas vivas en un pote de barro, estrangularlas…”. 1.300.000 niñas mueren o desaparecen antes de cumplir un año, 1.600.000 antes de los cinco.
Poco a poco, acceso al trabajo

A diferencia de las epopeyas griegas donde las mujeres tienen un papel secundario, en la tradición hindú aparecen como fuertes, decididas y de ideas claras. “Parece que su papel exterior fue menguando progresivamente tras la influencia de muchos siglos de dominación musulmana”, escribe Enterría en su libro sobre la vida en la India. Quizás por eso, mientras la mujer de las zonas rurales queda recluida en casa y pierde su capacidad de decisión, no extraña, sin embargo, que Indira Gandhi llegase al poder en 1964, hecho que todavía sería revolucionario en muchos países occidentales. En las zonas urbanas es cada vez más frecuente la mujer con estudios que accede a un mercado laboral moderno: “La mitad de los licenciados en medicina que salen cada año de las universidades indias son mujeres”, asegura Enterría. En las zonas rurales el choque con la sociedad moderna de corte occidental es mucho mayor y el avance mucho más lento. Aunque existe. En los últimos años han empezado a surgir pequeñas asociaciones de mujeres en los pueblos que promueven el trabajo en el sector textil y en el alimentario: “Es como una especie de comercio justo, en Ikea hay cojines bordados por ellas”, explica Deepa, que valora mucho cuando encuentra en España este tipo de productos manufacturados en su tierra.
Costumbres antagónicas
Deepa siente nostalgia también por sus costumbres y su cultura. Aunque lleva ya diez años viviendo en España, está casada con un español y su hijo se ha criado aquí, se reconoce incapaz de asimilar determinados aspectos de la cultura occidental moderna: “Al llegar aquí lloraba todos los días pero no por el idioma, sino por el choque cultural. En España, por ejemplo, hay muy poco amor en las familias, en India siempre estamos juntos”. Se refiere con esto al concepto de familia extensa tan habitual en su país de origen. Es costumbre que, cuando una mujer se casa, se mude a vivir al hogar de la familia del marido y que por tanto comparta techo con los otros hermanos de su esposo, sus mujeres y sus hijos además de con los padres de este. “El hombre mayor es el que toma las decisiones, pero como los varones trabajan fuera de casa, la mujer mayor gobierna sobre las esposas de sus hijos; es imprescindible llevarse bien con ella”, asegura Deepa. Ella no ha vivido esta situación pero la conoce bien por sus padres: “Se separaron de la familia cuando murieron mis abuelos, eso es lo habitual, pero no antes”. En la India es impensable llevar a los ancianos a residencias.
Sexualidad y exhibicionismo

Otro aspecto al que Deepa no consigue acostumbrarse es al de las muestras de cariño públicas. “Yo con mi pareja nunca voy de la mano por la calle porque me parece de mal gusto”. Las costumbres indias tradicionales evitan el contacto físico salvo entre amigos de un mismo sexo. Por eso darse besos en público, excepto a los niños, es algo muy mal visto porque se entiende como algo de contenido sexual. “Aquí, en España, la gente se besa e incluso se manosea por la calle. Cuando veo eso, me cambio de sitio. Las muestras de cariño entre esposos se hacen en privado”, añade Deepa tajante.
La cultura clásica india no considera sin embargo el sexo como algo vergonzoso ni malo, sino que se mira como una función natural y sagrada. “Al contrario que en Occidente, donde el sexo oscila entre el pecado y la pornografía, en la cultura india el sexo es en primer lugar sagrado e íntimo”, escribe Enterría quien además opina que las nuevas películas del país, “repletas de erotismo vulgar” son fruto de la cultura moderna influida por Occidente. La misionera focaliza otra de sus grandes preocupaciones en la frecuencia con la que los hombres, que se trasladan durante la semana para trabajar en la ciudad, contagian el sida a sus mujeres de las zonas rurales porque la prostitución en las urbes es una práctica muy extendida. Sin embargo, la virginidad de las mujeres antes del matrimonio se cuida mucho, hasta el punto de no permitir a las adolescentes salir solas a la calle ni trabar amistad con chicos. Muchas familias como la de Deepa están cambiando su mentalidad porque es cada vez más frecuente acceso de la mujer a la universidad y al trabajo fuera de casa modifica forzosamente las costumbres rurales tradicionales.
La vestimenta
Por otro lado, es frecuente que las mujeres se tapen el pelo con el ‘sari’ cuando pasean por la calle y que se cubran la cara con él en su trato con hombres ajenos a la familia. También ocurre con los hermanos mayores de su marido, aunque no con los pequeños, con los que pueden mantener una relación más distendida. Todas estas prácticas opresivas sobre la figura de femenina sorprenden frente al elevado estatus que las escrituras religiosas hinduistas y la tradición proporcionan a la mujer. La India, país de contrastes y contradicciones, es el único lugar del mundo que podría no considerar opuestas estas dos realidades antagónicas.