Raúl E. Asencio, el genio dentro de La Caja

Daniel Giral Mora//

En unos escasos meses, Raúl E. Asencio pasó de un trabajo mal pagado como copywriter a ser el director editorial de La Caja Books. Nacido en el seno de una familia con tradición pastelera, hoy Raúl puede decir que vive de su amor por la literatura y que el apellido ya no solo auspicia panettones, también libros.

El trabajo del editor ha sido siempre el de esa figura oculta cuyo nombre no suele trascender, pero cuya labor es imprescindible en la gestación de un libro. Su origen puede ser rastreado en la Antigua Roma, donde el gusto de los patricios romanos por poseer colecciones como símbolo de estatus, impulsa todo un negocio basado en la reproducción de libros por parte de copistas para su posterior venta. En estos momentos es cuando aparece el editor para ejercer la función de mediador en la fase de copia y venta de los libros y así asegurar la integridad de la obra en nombre del autor. La figura del editor es casi tan antigua como la escritura, o por lo menos, tan antigua como la historia del libro en calidad de objeto comercial. 

Los hay de muchos tipos, ya que en esto de la edición no hay nada escrito. Existen casos como el de Gordon Lish, el editor de Raymond Carver, que llegó a alterar los escritos del autor hasta el extremo de poder considerar que el estilo de Carver, que siempre se había considerado personal y característico, se le debe al propio Lish. 

Raúl E. Asencio (Alicante, 1993), editor de La Caja Books, desde luego no es ese tipo de editor y al preguntarle por su labor dice que “Una metáfora de editor podría ser el de la matrona. Ni gesta al niño, ni es el propio niño; sencillamente acompaña en el proceso del parto”.

Firmemente contrario al papel del editor que se inmiscuye en exceso, prosigue: “Quizá uno de los errores que puede cometer un editor es pensar que forma parte de la obra o que su colaboración es necesaria para que la obra exista. Hay como un ego trip que al menos yo intento evitar, porque estás muchas horas hablando con el autor. También le dedicas muchas horas al texto y puedes tener la impresión de que eres necesario para que el texto salga adelante y la realidad es que para nada. Ese texto con otro editor podría salir igual de bien o incluso mejor que contigo”.

He quedado con Raúl en la cafetería del CaixaForum de Zaragoza. El tonto juego que se genera entre el nombre del sitio y el de su editorial, La Caja Books, no puede evitar sacarme una sonrisa, ¿lo habrá hecho a propósito? No lo creo, parece un tipo serio. Algunos rasgos de su rostro recuerdan vagamente a los de Woody Allen, puede que sea por sus gafas de carey de estilo vintage. Sus formas humildes y su voz, sin embargo, distan mucho de las del director neoyorquino. Raúl no tiene ni un ápice de lo neurótico de Allen, su voz es pausada y transmite calma, es un gusto escucharle hablar. Me saluda con un apretón de manos que tiene la firmeza propia del que sella buenos tratos editoriales.

La relación de Raúl con la literatura responde a un enamoramiento algo tardío. Sus padres son pasteleros y en su casa nunca ha existido tradición lectora. “En mi casa no había apenas libros, salvo una biblioteca que mi madre compró para llenar unas baldas”, recuerda el editor, “una biblioteca de clásicos universales de estas muy bonitas en falso cuero rojo para llenar unos cuantos metros lineales”.

Fue el libro La sombra del viento de Carlos Ruiz Zafón, con ese algo premonitorio cementerio de los libros olvidados, el que selló su romance con la literatura: “Se lo habían regalado a mi padre mientras estaba enfermo. Me puse a leer y me dije: ‘pues está bien esto de la lectura’. A partir de aquí muy torpemente descubrí que ahí había algo que me apelaba de alguna manera”, dice. Aunque recuerda que fue de forma muy tardía porque “a lo único a lo que podía acceder era a los lineales del Corte Inglés y a los clásicos que te metían en el instituto. De ahí hasta que se conforma un paisaje literario, pasa bastante tiempo”.

-¿Fue este amor por la literatura lo que te lleva a estudiar periodismo?

-Sí, porque la mecha prende muy rápido. Iba para hacer alguna carrera de ciencias, estaba en el bachillerato científico. De repente, todo este veneno de la literatura se cruza en medio del bachillerato y trastoca totalmente la convicción de lo que quería hacer. Frente a este terremoto vital no sabía dónde meterme y me parecía que cambiarme de ingeniería informática a una filología era un cambio muy brusco. También he de decir que en el instituto hubo un boicot constante para que no cambiara en el último momento. Bueno, entonces en este equilibrio entre lo pragmático y huyendo de las ingenierías y la programación,  parecía que se podía crear una carrera de escritor o que se podía escribir y leer en periodismo. Lo que pasa es que la expectativa no fue cumplida.

-¿Dónde te veías y cuáles eran tus metas cuando cursabas la carrera?

-Desde el principio siempre había como la voluntad de querer escribir y leer, o querer dedicarme a algo relacionado con esto. Algo como la crítica cultural. La edición entra bastante más tarde, pero quería dedicarme a algo como escribir o hablar de libros. No tanto vivir de la escritura, que me parecía entonces una quimera y ahora sé de hecho que es muy difícil conseguirlo. Pero claro, cuando llego a la carrera me doy cuenta de que los libros están lejísimos. Apenas se habla de literatura y de escritura.

-¿Ante este desencanto qué decides?

-Por suerte, conocí a una profesora de literatura, Guadalupe Arbona. Y dije: “Bueno, yo me pego a esta que es una apasionada de la literatura”. Así que decido hacer un máster de investigación literaria con la idea de hacer un doctorado con Guadalupe. Reconduciendo la carrera otra vez al punto en el que no me atreví a cambiarme a filología.

Pero no todo iba a ser bonito, a pesar de este reencuentro con su pasión literaria a través del doctorado, la imposibilidad de conseguir una beca predoctoral y los elevados precios de la capital, hicieron que Raúl tuviera que aceptar un trabajo en lo que en el mundo periodístico se conoce como el lado oscuro. Aceptó un empleo como copywriter: “Estuve haciendo copies de ‘5 cosas que no conocías de Madrid’ o ‘6 cosas que te sorprenderán de Bruselas’ sin yo haber viajado a Bruselas en mi puta vida, y a un ritmo frenético de escritura y reescritura”. Al decirlo deja entrever una mezcla entre la amargura del recuerdo y el alivio del que ya está lejos de la experiencia. “Muy precario, muy mal pagado y una tralla de artículos al día bastante alta”, recalca.

Su doctorado sobre la poesía de José Jiménez Lozano se saldó con un sobresaliente cum laude. Ganadora del XXII premio internacional Gerardo Diego de investigación literaria, la tesis ha sido publicada bajo el título de A la espera por la editorial Pre-Textos este 2023.

En 2018, nace La Caja Books en Valencia de la mano de Ricard Peris y Paco Cerdà. La editorial arrancó con una estrategia de diferenciación basada en introducir en las librerías una caja con tres libros de distintos géneros en su interior. La idea resultó algo fallida, las librerías no tenían baldas preparadas para las cajas y el hecho de que estas contuvieran distintos géneros tampoco ayudaba a aclarar en qué lugar ponerlas. Aun así, la idea deja su marca en el nombre de la editorial. A pocos meses de la fundación de La Caja Books, Raúl llega a la misma a través de su amistad con Paco Cerdá y con un gran interés por el proyecto,  empieza realizando algunos informes de lectura. Cuando poco después Paco Cerdà deja la editorial para atender otro trabajo, le cede los mandos a Raúl.

La experiencia de la edición no era para él un terreno totalmente inexplorado: “Bastantes de las cosas que aprendí fueron a través de una revista que se llamaba Temblor, la sacábamos en papel con unos amigos de la universidad”. El experimento le sirvió como campo de pruebas y le enseñó bastantes de las claves necesarias del proceso de edición. “Me di cuenta de que al llegar a la editorial era muy parecido. Con mucho más rigor, pero los procesos eran semejantes. Cómo preparar los textos, cómo contactar con los autores, cómo seducirles y convencerles de por qué estaría bien que publicaran un texto…”.

Raúl Asencio
Raúl Asencio

¿Cuál es el primer libro que editas para La Caja Books?

-El primer libro que edité desde cero fue Después de lo trans de Elizabeth Duval. Fue uno de los primeros que contraté nada más llegar. Ahora Elizabeth Duval es como un fenómeno, ayer mismo estaba en Al rojo vivo… Pero entonces ya era una pequeña personalidad de internet y sabía que para tener 18 años recién cumplidos era un portento intelectual. Y claro, tenía algo que decir sobre la cuestión trans. Es un libro que le agradezco muchísimo porque sé que mientras lo estaba escribiendo le llegaron otras ofertas y se mantuvo fiel al proyecto; aunque nuestro adelanto fuera muy inferior al que otros le podían ofrecer.

-¿Cómo describirías la línea editorial que sigue La Caja Books?

-Sistematizarlo es un poco complicado porque al final responde a la curiosidad de las personas que están leyendo. Bueno, si tuviera que ver el catálogo a posteriori y explicar a qué criterios responde La Caja Books, diría que se intenta dar respuesta a cuestiones que tienen que ver con la comprensión del futuro más cercano y cuestiones que tengan vigencia en el debate de actualidad. Son libros que tienen como dos lentes o dos perspectivas distintas. Una más narrativa de ir a los sitios y contarlo, y otra quizá más distante y teórica de ver cómo esos fenómenos se interpretan culturalmente o se infiltran dentro del pensamiento contemporáneo.

-¿Qué hace que hagas clic con un libro y digas “quiero publicar esto”?

-Pues el clic llega de manera prerracional. Bueno, hay siempre un primer filtro. Tú manejas una serie de intereses o de líneas maestras dentro del catálogo, pero lo que te hace decidir es algo prerracional. Tú estás leyendo el libro, te gusta, quieres seguir leyendo, ves que hay algo; y es luego, después de que lo hayas leído, cuando tienes que justificarlo o cuando tengo que decirle a Ricard “oye, he encontrado este libro, tenemos que ir a por él”. Es después cuando se genera el discurso y cuando se encuentran las razones. Pero lo que desata el deseo de editar el libro es la curiosidad y algo que no sé si es el criterio… es irracional. Está ahí, salta como un resorte y luego tú ya te puedes contar la película que quieras.

-¿Y cómo haces el filtro?

-Pues también llegan al correo de la editorial un montón de propuestas, no solo de gente que te envía sus obras, sino de editoriales extranjeras que te envían catálogos para posibles traducciones. Entonces, al cabo del día, te pueden entrar tres o cuatro catálogos con 30 o 40 propuestas y otros tantos manuscritos. O sea, que hay como un primer filtro de “esto podría ser afín a lo que estamos editando”… Pero en cuanto te pones a leer un poco, los criterios se desactivan y la propia lectura te guía.

La Caja Books es responsable de la publicación de nombres tan mediáticos como los de Ernesto Castro, Luna Miguel o Elizabeth Duval, algo que quizá sorprenda encontrar en una editorial independiente con tan poco recorrido. “No es más que haberlos leído y haber pensado qué libro podrían escribir con lo que llevan dándole vueltas en entrevistas o en otros libros”, cuenta el editor. “Encontrar el libro que no han escrito aún y proponérselo. A veces aciertas y a veces no. Es entender el libro como diálogo, como el principio de una conversación”.

En España se publican aproximadamente 90.000 títulos nuevos cada año. Hablamos de mesas de novedades que semana a semana se llenan de lanzamientos que sustituyen y tapan a los anteriores. Un panorama en el que sin duda es difícil destacar y que quizá se está convirtiendo en un problema con el que lidiar, y más siendo una editorial independiente. Al respecto, el editor opina que “todas las editoriales tendríamos que ver si estamos editando los libros necesarios o si podemos frenar un poco y acudir más a las librerías independientes”.

-¿Cómo es el equilibrio entre tu trabajo como editor y el resto de aspectos de tu vida?

-Pues es bastante malo, la verdad. Por no decir nulo. Porque además esperas acabar el trabajo en la editorial para poder escribir o poder leer. En mi caso tengo la suerte de que con Marina, mi pareja, que es investigadora en la universidad, podemos llegar al fin de semana y dedicarlo a la lectura o a la escritura y nadie te mira mal ni te reprocha nada. Entonces, bueno, eso es una suerte.

Asegura entre risas que, además de su absorbente relación con la literatura, también hace deporte y tiene “una vida social razonable”. Raúl, al igual que La Caja Books también es valenciano, pero lleva cerca de 5 años viviendo en Zaragoza. “Bueno, estudié en Madrid, trabajé en Madrid y desde allí trabajaba en la editorial”, cuenta. “Nos venimos a Zaragoza primero, porque a mi pareja le sale un contrato en la universidad y porque yo podía teletrabajar. Y segundo, porque en Madrid estaba siendo expulsado cada vez más por los precios del alquiler y ya era prácticamente insostenible”. Dice que aquí se encuentra “en la gloria” y que no planea volver a mudarse salvo causa de fuerza mayor. Imagino que sería difícil desplazar toda su biblioteca.


Si quieres saber más de Raúl E. Asencio, te dejamos por aquí las reseñas de dos libros editados por La Caja Books: Yo precario y Una calle sin nombre. Y si tú también eres un apasionado de la literatura, te dejamos el enlace a nuestro canal de YouTube, donde encontraras todas las videorreseñas de nuestra sección «Me lo pide la mente… y el cuerpo».

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