Schiaparelli y demás extravagancias

María Valdovín//

De cómo el espíritu surrealista reina en la moda
Elsa Schiaparelli
Elsa Schiaparelli

Que la moda es arte, puede tener opiniones a favor y en contra, pero si todos los años el Metropolitan de Nueva York le dedica una de las exposiciones más importantes del mundo, será porque efectivamente lo es. Y si el Met dedica a algo su exposición anual es porque se trata de la ‘crème de la crème’. Schiaparelli and Prada: Impossible Conversations (Primavera 2012) es el nombre de la muestra con el que se rindió homenaje a dos de las diseñadoras más influyentes de todos los tiempos. Dos apellidos italianos de dos mujeres que han revolucionado el mundo de la moda, cada una en su época. Miuccia Prada lo sigue haciendo hoy y Schiaparelli, en el viejo París de principios de siglo pasado. A Prada todo el mundo la conoce, todos de una manera u otra nos vestimos bajo su influencia; pero la muestra ha servido para rescatar a Elsa Schiaparelli, un icono que, tras varias décadas llevando a cabo su revolución en la vestimenta femenina, vuelve a ser noticia, aunque su legado e influencia están más vivos que nunca.

Siempre se ha dicho que las normas están para romperlas y de eso bien se encargó Schiap, como se conocía a la señora Schiaparelli. Coco Chanel decía de ella que era «esa artista que hace vestidos». Verdaderamente le tenía manía y en sus palabras no había un ápice de amor, pero lo cierto es que aquello era lo que era y hacía: arte a través de las prendas y los complementos.

Vestido Langosta, a la izquierda.
Vestido Langosta, a la izquierda.

A lo largo de la historia de la moda siempre han existido épocas de ‘bizarrismos’ y extravagancias en la vestimenta, desde los dorados atuendos faraónicos a los hornamentadísimos vestidos y grandiosos moños de la época de Marie Antoinette. Sobrepasar el límite y llamar la atención a través del vestuario siempre ha gustado, pero fue con Schiaparelli cuando moda y locura se unieron premeditadamente, sobre todo gracias al celestino de esta explosiva unión, Salvador Dalí. En los años 30 el surrealismo brillaba con fuerza y en el mundo del arte se alcanzaba el sumun de la creatividad, pero en la moda se iba estableciendo a marchas forzadas el “menos es más”. Sin embargo, el pensamiento de Schiap chocaba contra todos pragmatismos e, inspirándose en los artistas más vanguardistas, creaba a contracorriente vestidos con langostas, estampados inimaginables y sombreros con forma de zapato. Además de Dalí colaboró con Jean Cocteau o Marcel Vertès. La italiana locura a la moda con su genio y todavía, un siglo después, el sector no se ha logrado sanar de la demencia, pero ¿realmente alguien lo desea?

Vestido Lágrima.
Vestido Lágrima.

El saltarse los convencionalismos, en ocasiones, es una necesidad y, en la moda, más todavía. Las pasarelas necesitan asombro, escándalo, sorpresa. A veces lo nuevo, aunque sea muy raro, puede ser mucho mejor que todo lo que ya conoces. Qué es la moda sino arte, y qué es el arte sino un derroche de creatividad. Más allá de los lienzos, del teatro o de las páginas de poemas, la moda también es un escenario en el que no hay que poner límites a la imaginación. La extravagancia es lo que da color a la vida.

Pasarelas y excentricidades

Schiaparelli elevó al máximo exponente el añadir grandes dosis de creatividad a un look acercando los vestidos a una auténtica obra surrealista, pero a lo largo de los años han existido muchos diseñadores que han alcanzado el surrealismo de manera no intencionada. Entre ellos destacan tres de los más rompedores y trasgresores de los últimos tiempos: el trío de enfants terribles Jean Paul Gaultier, John Galliano y Alexander McQueen. ¿Quién no recuerda el sujetador de conos de Gaultier? Y no solo porque Madonna se contoneó con él a ritmo de “Like a Virgin” en su gira mundial, sino porque esa creación se convirtió en un icono generacional. Una pieza atrevida como nada, incoherente, pero a la vez amada y deseada por su rareza.

El desafortunado Galliano ascendió los desfiles de Dior a la máxima teatralidad barroca. Los maquillajes exacerbados, todos aquellos tules, sus amplísimas faldas, o las evocaciones a Egipto no se convirtieron nunca en tendencia, pero hacían de las presentaciones de colecciones de la casa los más espectaculares cada semana de la moda.

Desfile de Sonia Rykiel.
Desfile de Sonia Rykiel.

El desaparecido Alexander McQueen también huyó de todo lo establecido e hizo de sus creaciones los vestidos más complejos de su tiempo. Las mujeres se envolvían en prendas repletas de plumas, cortes imposibles y volúmenes arquitectónicos. No hay nadie que no haya entrado en shock cuando ha visto por primera vez los delirantes zapatos Alien que diseñó para Lady Gaga.

Pero la lista es interminable, cada temporada la locura del espíritu creativo de las firmas de moda sale a la luz. Sonia Rykiel, famosa por su roja cabellera convirtió su signo más característico en un abrigo-peluca que no dejó a nadie indiferente. Es imposible tampoco borrar de la memoria cualquier colección de Viktor & Rolf, sin duda herederos directos de la moda surrealista de Schiaparelli. Inquietante cuanto menos fue la impresión que causó el diseño de los creadores que consistía literalmente en una cama, con su almohada sus sábanas y su edredón; o la colección en la que se hacía una oda a la música y los violines rosas servían como elemento decorativo estrella.

David Delfín es el ejemplo patrio más representativo de esta corriente. Sólo él podría utilizar una paleta de colores de piel, como las que te muestran cuando vas a elegir la tapicería de un sofá para inspirar una colección.

El espectáculo de la moda

Para atreverte con un look surrealista es cierto que hacen falta agallas, pero también lo es que no es apto para ir a comprar la prensa o salir de compras. Aunque si eres una estrella absolutamente todo vale, y son ellas, las artistas pop las más aclamadas musas y embajadoras de los estilismos más estrambóticos. Y si hay que hablar de la estrella más trasgresora en cuanto a estilismo se refiere, antes de leerlo, su nombre ya viene a la cabeza de todos. Eso es, Lady Gaga. Ella eleva el look al surrealismo más extremo, a la excentricidad más lujuriosa y al espectáculo más descarado. Entre la amalgama de estilismos con los que ha acaparado páginas y páginas de música y moda a partes iguales, es imposible escoger cuál de ellos es el más surrealista. No importa si esté enfundada en carne cruda, ranas Gustavo, pelo, burbujas, perlas o encaje rojo, no importa si recibe a la reina de Inglaterra en látex rojo o si llega a los Grammy metida en un huevo, Lady Gaga sorprendería al mismísimo Dalí.

Y ahora que con ella siempre se rompe el hielo en las alfombras rojas, son muchas las artistas que se han unido al club de las incongruencias estéticas más cool. Nicky Minaj con sus pelucas y pestañas postizas, Katy Perry y sus tintes de colores o Jessie J, con sus monos de estampa-dos imposibles iluminan el pop con los colores neones de sus estilismos.

Si pensamos que nunca se podrían repetir los despropósitos en el vestuario de los ochenta y noventa, la nueva ola de estrellas pop supera todo lo visto hasta ahora. El surrealismo y la extravagancia.

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