“Testigos de las revoluciones árabes”: pasen y lean

Irene Lozano//

Puede que la imagen promocional de la exposición lleve a engaño: una mujer, de rodillas en el suelo, llora desconsolada mientras otras personas le rodean. Transmite frustración, dolor. Sin embargo, esto forma parte de nuestra propia construcción mental. La mujer de la imagen, como cita el letrero de la exposición, llora de alegría tras recibir la noticia de que el entonces presidente de Egipto, Hosni Mubarak, había sido condenado a cadena perpetua. Sin embargo, pocos de los visitantes se darán cuenta. La exposición “Testigos de las revoluciones árabes” nos transporta al lado más desgarrador de los conflictos de Libia, Siria, Bahrein y Egipto, pero en ella también se respira esperanza.

La inmolación de Mohamed Bouazizi, que se quemó a lo bonzo para protestar por los abusos de la policía y la situación político-social de Túnez, en diciembre de 2010, encendió la chispa de la revolución democrática en los países árabes, provocando un efecto dominó: desde Egipto hasta Bahrein las protestas populares se alzaron reclamando el fin de la tiranía. Los fotógrafos Diego Ibarra, Maysun, Guillem Valle, Alfonso del Moral, Manu Brabo y Ricardo García Vilanova –recientemente liberado de su secuestro en Siria-, fueron testigos de esa explosión de esperanza, y también de sus fatídicas consecuencias.

Una muestra de 72 fotografías en el Centro de Historias de Zaragoza, que permanecerá en la capital aragonesa hasta el 20 de julio, abre los ojos al mundo de lo que ocurrió y sigue ocurriendo en los países árabes. Sin embargo, no todos los visitantes de la muestra parecen dispuestos a escuchar el grito ahogado que expresan la mayoría de fotografías.

En la primera sala, el único color que destaca es el rojo de la imagen promocional, junto a una muestra de fotografías en blanco y negro. La “primavera árabe”, nombre con el que la prensa internacional se refirió a estas revoluciones, no parece haber dejado el color de las flores en las fotografías que lo atestiguan.

La primera parada del recorrido nos transporta a la realidad de Bahrein, un país del Golfo Pérsico que no tardó en unirse a las revoluciones en busca de un cambio. En las fotos del zaragozano Diego Ibarra no hay violencia. Los ciudadanos, en su mayoría chiíes, protestan pacíficamente contra la monarquía suní Al-Khalifa: rezan en la plaza de la Perla y alzan flores en medio de la manifestación. En las imágenes no hay dolor, hay esperanza. Pero, como explican los paneles, su ilusión duró pocos días: la violencia policial y la pasividad de la comunidad internacional ante la violación de Derechos Humanos en Bahrein convirtió su lucha en “el reflejo de una revolución silenciada”. En la muestra de Ibarra no hay imágenes que impacten por el contenido; lo que debería remover nuestra conciencia es la crítica velada que esas fotografías, nada violentas, pretenden transmitir. “España se encuentra entre los principales exportadores de armas al régimen sunita”, explican los carteles. Pero de las 61 personas que pasan por la muestra esta mañana, solo tres se detienen a leerlos. Para quien no hace el esfuerzo, Bahrein sigue estando en el olvido.

La siguiente muestra, de la fotógrafa Maysun en este caso, es de Egipto. Las mujeres son las protagonistas de una selección de fotos tomadas un año después de las revueltas, durante las primeras elecciones supuestamente libres y democráticas del país. Las imágenes de mujeres manifestándose contra Ahmed  Shafiq, primer ministro de Hosni Mubarak, se mezclan con las de otras mujeres que apoyan al dictador. Vemos lágrimas, pero si nos fijamos en los paneles, se entiende que el llanto es de esperanza, de nervios por conocer el nombre del elegido en las urnas. Las fotografías muestran la pluralidad de opinión y la lucha de unas mujeres que buscan ser escuchadas. Pero para el que se dedica a mirar, como Antonio Jiménez –uno de los visitantes de la muestra-, las mujeres lloran de pena por los civiles que han muerto durante las revueltas.

Muestra de la fotógrafa Maysun, en el Centro de Historias de Zaragoza. Fuente:
Muestra de la fotógrafa Maysun, en el Centro de Historias de Zaragoza. Fuente: Irene Lozano

Alfonso del Moral, todavía en la primera sala, nos arrastra a la cruda realidad de Libia con su selección fotográfica: “Año cero”. Por primera vez, en las imágenes se observa, además de manifestaciones, el más puro sufrimiento. La revolución que comenzó a principios de 2011, cuando la ciudadanía se alzó contra el régimen libio de Gadafi, se transformó en una guerra civil que duró hasta octubre. Ese mes, Alfonso del Moral volvió a Libia para terminar su proyecto. Sus fotografías son una crítica a la intervención militar de la OTAN que no consiguió frenar las muertes de civiles en el país y un reproche a la falta de implicación internacional: la guerra ha terminado en Libia, pero no la violencia.

La segunda sala de la exposición, que recibe el nombre de “Espacio cripta”, nos adentra en la realidad más cruenta de las revoluciones: es el espacio dedicado a Siria.

Manu Brabo fija su objetivo en Alepo. En las fotografías hay armas, hay bombas…hay muerte. El panel explicativo de la muestra es desgarrador. Refleja la impotencia de un testigo que, ante la oleada de destrucción y muerte, no puede hacer más que disparar su cámara, casi con alivio, porque “cada vez que se cierra el obturador es un instante en el que no ves”.

Entre las fotografías de Manu Brabo se encuentra una de las más violentas de la exhibición: un cuerpo desfigurado yace en el suelo, con los ojos abiertos, esperando a ser identificado.

Un grupo de alumnos de 1º de la ESO, del IES El Portillo, entra junto a su profesora en el “Espacio cripta”.

–       ¿Veis este horror? ¿Sabéis por qué ocurre esto?

–       Por las guerras [enuncian a coro los alumnos]

Imagen de la exposición. Fotografías de Manu Brabo en Siria. Fuente:
Imagen de la exposición. Fotografías de Manu Brabo en Siria. Fuente: Irene Lozano

Pero el horror que se ve en la sala de la cripta no parece calar muy hondo. Algunos incluso se ríen de la fotografía de Manu Brabo. “Los he traído para que se empapen un poco de la realidad”, explica Gloria, la profesora. “Primero hemos visto la exposición de El Roto y ahora esta. Son dos maneras distintas de hacer una crítica a lo que pasa en el mundo”. Pero como lleva ocurriendo toda la mañana, nadie se para a leer los carteles.

Antes de llegar a las fotografías de Ricardo García Vilanova, un pequeño espacio de la pared nos adentra en Kurdistán. El fotógrafo Guillem Valle se centra en una realidad distinta de Siria, en la zona kurda, que intenta mantenerse al margen de la guerra. Las organizaciones kurdas han ido tomando el control militar y político, evitando todo lo posible el conflicto armado con el régimen. Este reportaje, “pretende añadir capas de información acerca de la minoría kurda, a menudo olvidada o mal entendida por los medios de comunicación occidentales”. Eso dicen los rótulos.

Imagen de la exposición. Fotografía de Ricardo García Villanova. Fuente:
Imagen de la exposición. Fotografía de Ricardo García Villanova. Fuente: Irene Lozano

Ricardo García Vilanova incluye 13 fotografías de Siria, las únicas en color de la muestra. En la más grande, dos niños heridos de metralla lloran mientras son curados de sus heridas, tras uno de los peores ataques contra la población civil de la historia. La cara inocente de unos niños pequeños mirando directamente a la cámara no se entiende sin leer el pie de foto: los pequeños viven en cuevas para refugiarse de los bombardeos. En otra instantánea hay un cadáver. Un helicóptero del régimen de Assad estuvo a punto de atropellar a un niño que pudo salvarse del accidente gracias a la ayuda de un joven sirio. Pero el resultado fue el mismo: dos disparos desde el helicóptero acabaron con la vida de ambos. La imagen de Ricardo García Villanova nos muestra el cuerpo del joven, héroe durante unos segundos.

Cada fotografía de “Testigos de las revoluciones árabes” encierra una historia que merece ser contada, y también leída. La sangre y los muertos convertidos en miles de cifras no son lo único que queda después de una guerra. Estos seis fotógrafos, testigos de la barbarie, hacen una llamada de atención a la comunidad internacional, para que no olvidemos que estos países siguen luchando para reivindicar sus derechos. Pero esa llamada de atención se queda en nada si no nos tomamos unos minutos en intentar comprender la muestra: a veces una imagen no vale más que mil palabras. A veces, para entender, es necesario pasar, mirar…y leer.

Autora:

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Llevo a mis espaldas 23 años de indecisiones. Pensaba que quería ser abogada, pero me equivoqué rellenando la solicitud. Podría ser protagonista de Crepúsculo, pero me apasiona escribir sobre temas sociales y me ficharon antes en Zero Grados. Intento entender qué es eso del Transmedia. También pongo un poco de orden al contenido de este caos.

Twitter Irene Lozano


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