El chico: el cóctel perfecto de risa y drama
Elena Álvarez y Andrea Aragón//
La ópera prima de Charles Chaplin regresa a los cines después de cien años. Temas como el abandono, la pobreza y la bondad quedan reflejados en el primer largometraje del cineasta. El chico se ha convertido en un clásico que puede repensarse en cualquier época.
El chico de Charles Chaplin sigue provocando sonrisas y lágrimas cien años después de su estreno. El carismático vagabundo Charlot acoge, a pesar de su extrema pobreza, a un bebé abandonado por su madre. Tras cinco años, se vuelven inseparables y juntos consiguen sobrevivir al día a día.
La película plasma a través de este vínculo uno de los valores humanos más importantes: la generosidad. Vemos cómo, pese a su mísera situación social, Charlot y el niño siempre reparten equitativamente sus bienes esenciales: comida, ropa y techo.
Este dúo utiliza la risa como arma. Chaplin realiza una denuncia social, quizás sin siquiera saberlo, de la pobreza en los barrios marginales de la época. A través del humor, se muestran las triquiñuelas que usan para ganar su jornada diaria, como en el caso de la escena donde el chico rompe las ventanas del vecindario para que Charlot las arregle. A su vez, también queda retratado el desafío a la autoridad mediante la figura del policía al acecho, al que siempre logran dar esquinazo.
Otro tema recurrente en la cinta es la religión. Podemos ver el pecado en la figura de la madre, que se asocia directamente a la imagen de Jesucristo cargando la cruz. Como forma de redimirse, la mujer se dedica a la caridad tras haber alcanzado la fama como actriz. Por su parte, Chaplin introduce un sueño sobre su visión del paraíso: ángeles blancos conviven en paz y oscuros diablillos tratan de que caigan en la tentación. Esta secuencia onírica es una referencia al primer maestro del cine, Georges Méliès, con una estética teatralizada.
Chaplin –director, productor, guionista y montador– apuesta por un largometraje cómico en una época donde lo común eran cintas más cortas para un visionado dinámico. Respecto a los aspectos más técnicos, destaca el uso del blanco y negro propio de aquellos años, así como las imágenes en 16-18 fotogramas por segundo que recuerdan al método del stop motion con movimientos intermitentes.
Algunos planos se suceden con el mítico fundido a negro redondo para dar un carácter dramático a la escena. En otros, Chaplin rompe la cuarta pared para conectar con el espectador mirando directamente a la cámara. Así, consigue atrapar la atención del público e introducirlo en la trama.
En El chico, además de Charlot y el niño, está presente un tercer narrador formado por la música y los intertítulos. Al tratarse de un film mudo, es necesario completar la historia con rótulos que la audiencia lee en forma de explicación o diálogo.
La banda sonora, compuesta por el propio Chaplin, acompaña al relato moldeándose a la escena en cuestión. Por ejemplo, cuando acecha un peligro (policía, matón) la música es más grave y marcada. Por el contrario, en los momentos más cómicos (persecuciones, hogar) los compases se agilizan y adoptan un ritmo más fluido. Destacan los momentos más tristes, como cuando se quieren llevar al niño al orfanato, por una música melodramática que busca conmover, junto a las lágrimas de ambos, al espectador.
Charles Chaplin hizo de esta película un éxito que se mantiene con los años. Combina la risa fácil con el drama, que refleja en cierta medida la crudeza de su infancia –fue separado de su madre y tuvo que trabajar desde pequeño–, para que el espectador fluya entre la carcajada y el llanto.