Ingenio y fantasía más allá del punto final
Cristina Fortea//
Érase una vez una Caperucita Roja que no era devorada por el lobo, sino que lo adoptaba y se convertía en su ama —en el sentido más erótico del término—. Había una vez un dragón que no luchaba contra San Jorge, sino que surcaba los cielos buscando a una Khalesi a la que servir. En un país muy, muy lejano habitaba un mago llamado Harry que vivía a diario escenas tórridas de amor prohibido. La vida más allá del punto final de un libro, de una saga, de un cuento o de una película. Las puertas del fanfiction se abren de par en par para los personajes que se niegan a morir y para los lectores-autores que tienen listo un plan B para ellos.
El universo de los fanfics (diminutivo de fanfictions) se extendió como la pólvora a través de internet. Lectores, autores, fans de todos los rincones del mundo devoran los textos creados por otros, publican sus propias historias y sueñan despiertos mientras se convierten en protagonistas o espectadores de primera fila. Sin embargo, a pesar de las legiones de fans es un mundo aún desconocido para mucha gente. “Son historias escritas por personas aficionadas que utilizan los personajes y escenarios originales de libros, series o películas”, explica Bella Bradshaw —alias bajo el que vive en Madrid una joven de veintitrés años que empezó a leer fanfics con catorce—. Lizdayanna es colombiana. Descubrió este mundo cumplidos los treinta y matiza la definición de Bella Bradshaw: “Se llevan los personajes a otro plano para que continúe la historia original, modifique algún evento o dar un nuevo enfoque a los sucesos originales […] para recrear su propia historia sacada de su imaginación”.
El fenómeno fanfiction tiene importantes antecedentes en la literatura. Cervantes publicó en 1605 El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, una de las obras más importantes de la literatura universal. Entre sus páginas conviven la comedia y la tragedia y, sobre todo, destaca su protagonista, que habita un mundo real al mismo tiempo que está rodeado del halo fantasioso de las novelas de caballerías. Así asentó Cervantes las bases de la literatura de ficción que hoy en día, más de cuatro siglos después, es el principal ingrediente de los fanfics. Sin embargo, no es el único elemento que ha dejado poso en este nuevo género. La semilla más importante apareció en 1614 cuando Cervantes trabajaba en la secuela de su obra maestra, mientras surgía con fuerza el rumor de que la segunda parte de El Quijote ya había sido publicada. Fernández de Avellaneda firmaba la continuación apócrifa de la obra de Cervantes que terminó pasando a la historia como el Quijote de Avellaneda. Y que, por cierto, parece que no le hizo ninguna gracia a nuestro querido Cervantes. ¿Entonces esa edición no autorizada del Quijote sería el primer fanfic de la historia? Quizás, aunque El Lazarillo de Tormes o el Guzmán de Alfarache también tuvieron secuelas no oficiales. Sin embargo, Carmen Morán Rodríguez, doctora en Filología Hispánica por la Universidad de Valladolid, aclara que el primer posmoderno fue Homero, al introducir al Aquiles de la Ilíada en la Odisea.

Existen grandes áreas de fanfics según su origen, pero destacan tres: aquellos que tratan de personajes literarios, los que se basan en protagonistas de series o películas y los que desarrollan tramas con artistas y cantantes de grupos musicales. Ann Arston Aara (alias) es de El Salvador y tiene una preferencia muy concreta: “Solo leo fanfics de Twilight (Saga Crepúsculo)”. Luisa Andreina Lucena es venezolana y también se declara seguidora de la misma saga. Al igual que Karen Paéz, de Colombia, que prefiere las historias que provienen de la literatura y el cine: “Hasta ahora solo me gusta, leo y escribo fanfics de la saga Crepúsculo”.
Laura tiene once años y es de Zaragoza. Es un prodigio de niña que sueña con ser escritora y lee todo lo que cae en sus manos, donde otros niños dejan juguetes y ropas en cualquier sitio, Laura siembra libros. En cualquier rincón, en todos los rincones. Hace menos de un año que descubrió el mundo fanfiction por casualidad. Buscaba una escena de una película de Harry Potter en internet y encontró una sugerencia para una nueva versión. Un nuevo universo de lectura se acababa de abrir ante ella. Reconoce a su corta edad las deficiencias de algunas historias: “Veo un montón con faltas de ortografía y algunos que tengo que traducir con el traductor de Google porque no los comprendo”. También se muestra crítica con los fanfics abandonados después de apenas un capítulo o dos de vida: “Me parece decepcionante”. Sin embargo, sigue alimentando su deseo de ser ella quien relate historias y no deja de leer y aprender. A su corta edad sabe muy bien lo que quiere. “Ojalá acabe escribiendo un fanfic”, confiesa.
M.J. tiene veintitrés años y está estudiando el doctorado en Psicología en la Universidad de Málaga. Para ella, hay una definición más romántica de lo que es un fanfiction: “Es el intento de una persona de aunar su amor por la literatura con su amor por un determinado artista o grupo”. Esta malagueña valora el contenido de muchas de las historias. “Algunas son muy buenas y tienen muchísima calidad. Además, transmiten un mensaje increíble —matiza—. Tampoco diría que es literatura de calidad extrema porque hay mucha basura”. M.J. se refiere a la necesidad de un cierto control de los contenidos, especialmente a raíz del fenómeno de Operación Triunfo en España, cuyos participantes se han convertido en protagonistas involuntarios de historias que se distribuyen, por ejemplo, en Instagram y que con frecuencia traspasan la frontera del respeto por personas reales. “No sé si me preocupa más que lo escriba alguien de trece o catorce años o que lo lea una persona de esa edad y la influencia que puede tener sobre la juventud, normalizando situaciones que no son normales —explica la joven andaluza—. En esos casos hablaría de suburbio, del lado oscuro del fanfiction”. Y razón no le falta porque se refiere a ficciones que incluyen maltratos, violaciones o agresiones.
Los fanfictions se clasifican atendiendo a distintas cuestiones, desde la temática hasta la edad recomendada, pasando por otras muchas variantes. Algunas de sus categorías más destacadas son los canon, los crossover o los self-insert fanfic. Los primeros (denominados en inglés in-canon writing) respetan la historia original y solo aportan una precuela o secuela al argumento. Los crossover apuestan por mezclar personajes de diferentes ficciones. Se trata de un recurso utilizado con frecuencia en películas o series de televisión. Un ejemplo crossover que reúne a muchos personajes es la película de animación de Pixar-Disney titulada Ralph rompe internet. En una de las escenas conocida como reunión de princesas Disney, Vanellope von Schweetz se encuentra con un importante número de caras conocidas como Blancanieves, Pocahontas, Ariel (la sirenita), Elsa (Frozen), Bella (La bella y la Bestia), Cenicienta o Mérida (Brave). La misma idea trasladada a los fanfics aparece con frecuencia en la categoría de los mencionados crossover.
En los self-insert fanfic el autor se convierte en protagonista. Gozan de mucha popularidad porque alimentan los sueños fan-ídolo dando rienda suelta a la imaginación. Freud tendría mucho que decir de ese deseo de formar parte de la trama, de querer protagonizar una historia, impregnada de ciertas dosis de narcisismo.
Los relationsshipper (shipper) narratives desarrollan relaciones entre dos personas, donde se mezcla el nombre de los personajes para denominar a la pareja. Un ejemplo muy conocido y mediático sería el de la expareja Brangelina, formada por los actores Angelina Jolie y Brad Pitt.
Los autores originales, como en su día Cervantes, se posicionan con frecuencia a favor o en contra de las ficciones basadas en sus creaciones. La celebérrima serie norteamericana Juego de Tronos surgió de la literatura. Su autor, George R. R. Martin es uno de los muchos autores que se oponen a la utilización de sus personajes para crear fanfictions. Anne Rice, creadora de las Crónicas vampíricas, es más tajante, se muestra absolutamente contraria y pidió a través de su página web que se respetasen sus deseos. La autora de Harry Potter, J. K. Rowling afirmaba en 2004 que mientras se escribiese sin ánimo de lucro no tenía problemas con las historias creadas por los fans, pero le desagradaba el contenido erótico de muchas de esas historias. Así que su mensaje era claro: ni beneficio económico, ni sexo o mensajes de odio en los relatos. Sin embargo, Alberto Corona, redactor de Cinemanía y gran conocedor de la saga del joven mago, considera que J. K. Rowling en el último libro de la colección, las “Reliquias de la muerte”, incluye un extraño epílogo titulado “Diecinueve años después” con la intención de frenar el desconsuelo de los fans y la posterior producción de ficciones en el entorno fandom (grupos de fans). En otras palabras, intentó acotar el fenómeno fanficition y obstaculizar de alguna manera la creación ilimitada de historias protagonizadas por Potter y otros personajes de la saga. Obviamente, no tuvo ningún éxito en su intento de frenar la imaginación de los fans.

Rosse es mexicana, tiene 27 años y lee y escribe fanfictions, aunque no ha dado aún el paso para publicar. No comprende el sentir de los autores que no quieren que otros den vida a sus personajes: “En un mundo tan grande como el de las letras, creo que el hecho de que un personaje sobreviva es un gran logro y debería ser motivo de felicidad. Además, no es un plagio, solo se usa el personaje”. Por otra parte, valora positivamente a aquellos autores que no tienen problemas a la hora de prestar a sus protagonistas. “Es genial porque esos personajes han motivado a alguien a escribir una historia propia”, explica Rosse. Bella Bradshaw cree que están en su derecho realmente y reconoce que no todo el mundo es feliz compartiendo. “No obstante, el escritor Fernando María Amondo me dijo algo que nunca olvidaré y es que cuando publica un libro, el libro deja de ser suyo y pasa a ser de sus lectores. Y así es”, matiza.
El universo de los lectores de fanfiction está vinculado a un sector femenino y joven. Sin embargo, muchas de sus lectoras no comparten esa idea. Rosse afirma que ha visto hombres dentro de este mundo: “Silvayn Reynard es uno de ellos y creo que hay más, solamente que ocultos bajo nicknames que protegen su género”. Ann Arston Aara cree que es para todo el mundo que “ame una literatura rápida”. La mexicana Kennia Lozano tiene veinticuatro años y afirma: “Los fanfictions son para cualquier género, desde la adolescencia hasta cualquier edad”. La temática de la ficción también puede influir en el perfil de los lectores según Bella Bradshaw: “Quizás en Crepúsculo sí que existe una mayor presencia femenina, pero en Juego de Tronos, por ejemplo, no tendría por qué”. Luisa Andreina Lucena no cree que se trate de un universo exclusivo del género femenino porque “hay hombres a los que les gustan los fics, como los de anime (manga)”. Por otra parte, Karen Páez aporta su opinión desde Colombia: “No, para nada es un universo de mujeres, aunque por lo que he visto, la mayoría son adolescentes o mujeres jóvenes”.
Los fanfictions tienen un puñado de normas no escritas como el rating de las ficciones. “Los autores deben clasificar su historia según la cantidad de violencia o el contenido sexual o grosero que puede contener. Aunque es responsabilidad del lector, es una norma que adviertan”, explica Rosse.
El aspecto económico sacude en ocasiones la dimensión del fanfic. ¿Es ético ganar dinero con personajes originales que han creado otros autores? “No creo que deba ganar dinero un escritor de fanfics porque los personajes no son suyos como para obtener beneficios. — analiza Rosse —. Sin embargo, creo que es respetable que el autor pueda ganar dinero con su historia y personajes originales como lo han hecho ya varios autores”. Y menciona como ejemplos Cincuenta sombras, El límite del caso o El infierno de Gabriel. Por su parte, M.J. añade que “si un fanfiction acaba siendo un fenómeno y te lee mucha gente, una editorial contactará contigo inevitablemente y al final acabarás ganando dinero”.
El hecho de monetizar la escritura de una ficción o clasificar correctamente no son las únicas normas que se deben tener en cuenta. También debe mantenerse respeto por los autores, tener buena ortografía o añadir críticas constructivas.
¿Se trata de una moda efímera o ha llegado para quedarse? “Hace unos años creía que sí que acabaría — explica M.J.— por el vacío de grupos de música como One Direction, que se había separado, o porque el K-pop coreano aún no era muy fuerte”. Ahora tiene claro que siempre se van a consumir fanfics.
Las editoriales son conscientes del tirón de los finales alternativos y de que hay públicos de todas las edades interesados en esos productos. La editorial Edebé ha publicado una colección de cuentos y novelas infantiles bajo la premisa “Segundas partes siempre fueron buenísimas” escritas por Eva Redondo y Roberto Santiago. Los autores querían dar una oportunidad a personajes de cuentos clásico como Cenicienta, Hansel y Gretel o la Bella durmiente. Otro modo de escribir y publicar fanfics, que en este caso vienen ilustrados por una mano conocida, David Guirao.
Todo esto es parte del universo fanfiction. Todo esto y mucho más. Un estímulo para la imaginación con tintes de adicción, un espacio para leer, crear y compartir. Un mundo transversal a la literatura, desde Homero a Cervantes, pasando el niño mago o los vampiros más populares, donde siempre hay sitio para una nueva versión. Un mundo infinito de fantasía y creatividad en el que soñar con un Capitán Sparrow que te recoge a la salida de clase, con un Jocker que pone cervezas en el Central Perk de Friends, con una amiga llamada Alicia en el país de las maravillas con la que wasapear en cualquier momento o un Peter Pan que te aconseja en el probador de Zara. Un poco de ingenio y mucha vida más allá del punto final.