Ni crianza ni crianzo

Sara Millán Bruna//

Leila entra en un laboratorio de revelado con su niñe encima. El dependiente no la toma en serio cuando le presenta un carrete para revelar: «este sitio es un poco caro». Perdone, pero soy fotógrafa profesional. Parece que cuando una mujer pare pierde la profesionalidad. Ya no es artista, tan sólo se dedica a hacer fotos de su criatura que no interesan a nadie. Y nada más lejos de la realidad: sigue siendo mujer, un ente individual con sus defectos y pasiones, y sigue siendo competente y creativa. Las madres también tienen su sitio en el arte.

Leila Amat convoca a 26 artistas de toda España para organizar una exposición en la galería Rizoma en Lavapiés. Reconoce que su primer comisariado ha sido duro, pero muy satisfactorio y emocional. Le llegaron innumerables obras de todos puntos de la geografía, y fue duro decir que no a algunos, pero el requisito era tratar algún tema relacionado con madres, padres e hijos desde un punto de vista atípico, subversivo, y mediante la fotografía. Ya era hora de desterrar los clichés cursis que estereotipan la imagen de la madre como la mujer feliz, pletórica y despojada de su ser que se vuelca por completo en sus hijes y se pierde a sí misma en el proceso.

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Esta exposición trata sobre todas aquellas madres incómodas que han elegido rebelarse contra la crianza tradicional. Aquellas que siguen amamantando después del período habitual, aquellas que crían sin género, aquellas que se admiten cansadas e inseguras… Son mujeres reales, ni embellecidas ni mitificadas. Loida CriadoMore presenta estos cuerpos maternos al natural, en “Cicatrices de la maternidad” muestra pieles reales, las que esconden historias tras ellas. «Los cuerpos son capaces de contar historias y las cicatrices son sus palabras». Iris G. Merás en Proyecto puerperio transmite la entrega, el esfuerzo, la pérdida, el amor que una mujer pone en juego para que su cría se nutra de valores humanos. Carol Renaux también sigue con esta línea conceptual y su particular proyecto puerperio nos narra la dificultad de una madre para canalizar las emociones y altibajos en el día a día.

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Ana Álvarez Errecalde, cuyas propias fotos de parto se viralizaron, propone para esta muestra las Cuatro estaciones. Trata sobre las relaciones entre padres e hijos, el peso de los hijos y la alegría que traen. Narra temas difíciles y muy íntimos como una pérdida gestacional tardía y las maternidades conflictivas. ¿Es el amor de una madre incondicional? ¿Es el amor de un hijo por su madre incondicional? Si son seres completos que se fortalecen, la relación se retroalimenta. Sin embargo, una madre negada se negará a sus hijos, mientras que una madre feliz se dará de forma altruista. Samkale Bellacrux ha explorado esta maternidad tóxica en “Sangre nutricia”, una serie de fotos que juegan con la iconografía religiosa tradicional para contar cómo es crecer con una madre con depresión y problemas mentales que no estaba preparada para darse a un ser a su cuidado.

La artista visual Sandra Torralba nos habla de la sexualidad de las mujeres encinta en “Stranged sex” y las despoja de ese aura virginal, siempre vestidas de blanco, cándidas, inocentes…, cuya naturaleza como mujer deseante ha paEstranged-Sex_03sandratorralbasado a un segundo plano. Aquí retrata a embarazadas en posturas típicas de la publicidad hipersexualizada creando así un enorme contraste entre la concepción de madre devota y mujer como objeto sexual. En su obra “Censurada”, Aline P. Art muestra a una mujer desnuda que mira fijamente al espectador mientras abre las piernas mostrando sus genitales, pixelados. La sexualidad femenina sigue siendo un tabú: “el sexo de la mujer tiene que coger la apariencia de un sexo de niña”. Por el contrario, Sara Sillero aborda la autoexploración de los niños con una fotografía de su hija inspeccionando sus genitales de espalda. Es recurrente la censura de estos momentos de descubrimiento personal, a los niños se les niega con la excusa de que eso no se toca, que es sucio. «Crecemos con la idea de que está mal».

Otra sección de artistas centra sus fotografías en la lactancia, otro de los iconos maternos más presente en el imaginario colectivo. Desde la antigüedad el momento de dar el pecho es algo sagrado y ha sido interpretado por todas las religiones y civilizaciones. ¿Por qué ahora es algo que se debe evitar hacer en público, esconder en la intimidad del hogar? La Asociación de fotógrafos de parto compuesta por Rebeca Lora, Sara Sillero y Rafa Dávila presentan en su obra “Aguachirri” la decisión de prolongar la lactancia, aunque ya ni siquiera se produzca leche, sino un líquido apenas nutritivo, un aguachirri “lleno de amor”. Sara Sillero, que ha alargado la lactancia hasta los tres años, tiene que enfrentar las miradas reprobatorias de otras madres, padres y personas que ni siquiera tienen hijos. Hay un desconocimiento muy grande en torno al período de amamantamiento y muchos clichés equivocados. Anne Laure Kesterman, quien sigue dando pecho a los 20 meses, habla de este vacío de información. Por el contrario, Mónica Quintana trata la otra cara de la lactancia, la imposibilidad de producir leche: “me hubiera gustado tener unos pechos que fluyeran, que dolieran, que presionaran”

Anne Laure también toca el tema de la educación alternativa. Con sus hijes huye de la palabra disciplina; los niños son seres pensantes, sintientes, y tienen sus propios ritmos. Intentar que hagan algo a la fuerza es como intentar contener un torrente. Su pequeño coge la cámara de su bisabuelo y ella se la deja para que la explore. “No toques eso, no es para niños”, es una frase que jamás saldrá de ella, pues un niño es tan apto para descubrir lo que le gusta como cualquier adulto.

En esta parte de la exposición, las artistas critican el adultocentrismo. Sara Ramón ha criado a dos hijos, y con la misma educación han resultado ser dos personas diferentes. No podemos proyectar en los hijos nuestras personalidades, ni obsesiones, ni miedos. Podemos intuir qué es mejor para ellos, pero no imponerlo. Dara Scully en “Sleeping Beasts” difumina esta línea tan marcada entre adultos y niños como seres racionales e irracionales. Dentro tienen las mismas dualidades entre deseo y ternura, crueldad e inocencia que tenemos los adultos, “una vez fuimos como ellos y hoy lo hemos olvidado”

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Tener hijos no es poseerlos, es guiarlos, estar presentes en sus vidas. Ana Becerra narra así el acompañamiento a su hija: “Un camino hacia el consciente, a nuestro entorno, a nuestro ser”. Otra clase de camino es el de Ana Fresco, que en su obra “El sur” explora, mediante el viaje, el paso del tiempo, la dinámica de las relaciones afectivas y la universalización de lo particular. Carmen Benedito también acompaña a su hija, y le ayuda a descubrir las emociones y experimentarlas. Presenta una fotografía en la que su hija está liberando tensión y rabia, descargando un hacha sobre un tronco muerto. Los niños también tienen sus problemas, y no son menos importantes que los de los adultos.

Leila participa con una obra, “Placenta”, que trata la frialdad del proceso de alumbramiento. “Vuestro parto es de todo menos vuestro”. Fotografía su placenta recién expulsada, órgano que produce repulsión por su aspecto sanguinolento, y que sin embargo, es el lugar donde todos hemos vivido nuestros primeros meses de vida cuidados y amados. Valentín Suárez sigue esta línea clínica y desmitifica en “Naturaleza química. Historia de un embarazo” el falso pensamiento de estado de felicidad durante el embarazo. Su fotografía presenta blisters de Natimed, Yodocefel, Tardyferon y Utrogestan, medicamentos prescritos para el embarazo y el postparto e incluye a modo de prospecto su descripción, vía, dosis, duración del tratamiento y efectos secundarios.

El proyecto de fotomontaje “Divas de cine negro” de Rosa Neutro nace tras su experiencia como madre. “No me veía nada en el papel. Esta experiencia me sacude, me separa del mundo, me arroja a las profundidades del ser y desde entonces ya no soy la misma. Volver al trabajo fue un alivio, necesitaba ladiva_mama_marlenne_rosaneutro2015 vida adulta”. Su obra a partir de entonces refleja estos sentimientos. Las divas son mujeres sin rostro, sin individualidad. Ensimismadas e inalcanzables, han perdido su belleza y la capacidad para fascinar. A través de esta serie explora los miedos, la angustia, la soledad y la fragmentación experimentada a raíz de la maternidad. Sin embargo, admite que son todas estas “manchas” las que nos impulsan a crear, el conflicto es el motor del arte.

Blanca Valdés, autora de la fotografía del cartel de la exposición, también admite el peso que resulta tener descendencia. Escribe sobre su tarea como madre. “Quiero irme a la otra punta del planeta, correr hasta sisentir que la responsabilidad sobre ti ha desaparecido”. Las madres siguen siendo personas, con sus inseguridades y miedos, y una repentina responsabilidad sobre otro ser vivo, sobre todo en el caso de las madres solteras, puede ser motivo de parálisis momentánea. Esta misma idea trata la obra de Verónica Ruth Frías, único videomontaje de la exposición. Mediante una serie de imágenes repetitivas, casi flashes, se muestra disfrazada de superwoman realizando diversas tareas con su hije, un perro y un pollo entre ruido frenético de voces y aparatos.

Al final, y pese a toda la mitificación, las madres son mujeres normales, y a veces no pueden con todo. Era necesaria una exposición que hablara sin tapujos sobre la cara menos amable de el parto, la crianza y los vínculos “incondicionales” que se establecen entre dos seres. Muchas gestantes habrán sentido pánico por alumbrar, inseguridad ante la heroica gesta de educar a une niñe, y presión sobre sus hombros por esa carga. Y muchas mujeres se habrán sentido monstruos por pensar así, por no vivir el cuento de magia e ilusión que nos dicen que es ser madre. No lo son, no lo somos, y ya es hora de compartir los pensamientos negativos, más frecuentes de lo que parece, para romper de una vez por todas el mito.

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