Una rodilla de 60 años
Celia López //
Todo el mundo lleva una mochila invisible a la espalda en la que va metiendo sus malas experiencias, traumas y miedos. En ocasiones es tan pesada que impide a su portador seguir adelante. La mochila de Pablo López no paró de llenarse durante cinco interminables años. Sin embargo, esa carga no ha conseguido hundirle, al contrario, lo ha convertido en un auténtico ejemplo de superación.
Stadium Casablanca contra Colegio Corazonistas, último partido de la temporada, la final four de la categoría Juvenil del Campeonato de balonmano de Aragón. Un último esfuerzo que supondría el ascenso de los mejores jugadores del equipo verde a la categoría Primera Nacional. En la segunda parte del encuentro, un marcador igualado propicia que tanto los jugadores como la grada respiren un ambiente de angustia, nervios y emoción.
Botellas de agua vacías, toallas empapadas de sudor, gritos de alegría y también de impotencia, olor a resina, sonidos chirriantes de zapatillas que rozan contra la pista y un reloj que anuncia la cuenta atrás.
En cuestión de un parpadeo, Pablo consigue plantarse frente a la portería del adversario en un impecable contraataque. Tira a puerta. La grada se levanta y comienza a chillar. La emoción del pabellón tan solo dura unos segundos. Pablo está derrumbado en el suelo. Él aún no lo sabía, pero su rodilla y sus sueños se acababan de romper en mil pedazos.
“Rotura del ligamento cruzado anterior de la pierna izquierda”. La primera vez que Pablo escuchó estas palabras de la boca de un médico no sabía ni lo que decía. Tampoco era consciente de que no iba a ser la última vez que las escuchara. La lesión del ligamento cruzado anterior es muy frecuente en deportistas y en los casos más graves puede degenerar en artrosis y artritis, según indica Mayo Clinic.
Esta lesión supuso la primera de cinco operaciones que han marcado su vida para siempre y por las que el ánimo del joven jugador fue decayendo de forma paulatina al mismo ritmo que sus esperanzas. Sin embargo, rendirse jamás entró en sus planes.
Una rodilla, un quirófano y muy mala suerte
En su primer paso por el quirófano los médicos trataron de solucionar el problema gracias a la extracción de parte del ligamento de su pierna sana. Tras la operación, Pablo tuvo que guardar reposo durante seis meses con el mayor optimismo posible. Mientras enseñaba cómo realizar una jugada durante su etapa como entrenador de un equipo de cadetes, volvió a ocurrir: Rotura del ligamento cruzado anterior de la pierna izquierda y, por si fuera poco, también del menisco. La segunda intervención consistió en la sutura de dicho menisco y la reconstrucción del ligamento con un injerto de cadáver. Sin embargo, esta broma de mal gusto tampoco pudo con el espíritu luchador de Pablo.
Volvió a ocurrir. La tercera operación tampoco le dio la oportunidad de pisar una pista de balonmano. Un mal gesto mientras caminaba le obligó a volver a una camilla de hospital. Durante esta operación tuvieron que extraerle medio menisco. Suele decirse que a la tercera va la vencida, pero no fue así para él.
La cuarta vez que falló su rodilla fue de nuevo durante uno de los entrenamientos de su equipo de jóvenes promesas: injerto de cadáver y sutura del menisco. No obstante, la pesadilla no había terminado. Se produjo una quita en un último fallido intento de volver a incorporarse como jugador. “Ahí me di cuenta de que no quería jugar más al balonmano”, confiesa Pablo.
No lograba entenderlo. No podía parar de preguntarse por qué. Por qué a él. Por qué no dejaba de romperse. Su médico le dio una explicación: “En las ultimas operaciones hemos sustituido tu ligamento por un injerto de cadáver, ese ligamento puede ser de una persona de 18 años o de una persona de 90”. Centros especializados como Barnaclinic recomiendan el uso de tendones propios en lugar de injertos de donantes en este tipo de intervenciones, ya que estos últimos suelen ser más frágiles. Pablo no daba crédito, tenía que haber otra solución, así que decidió ponerse en manos de otro médico y gastar la última bala del cartucho. Esta vez tenía que salir bien.
La operación resultó un éxito, pero el nuevo cirujano fue muy claro con Pablo: “Esta operación solo te va a permitir caminar. Tal vez correr o nadar en el mejor de los casos. Pablo, ahora mismo tienes una rodilla de 60 años”. Esa dichosa rodilla que casi roza la tercera edad le ha arrebatado mucho a lo largo de los años. Entre otras cosas, perdió la oportunidad de formar parte del equipo de Primera Nacional en el Stadium Casablanca. Él siempre ha pensado que podría haber aportado mucho al equipo y haber disfrutado como nunca. No puede evitar admitir que “es como una mancha en su vida”.
El comienzo de una nueva vida
Pablo pensó que ser entrenador de niños y enseñarles todo lo que él había aprendido como jugador llenaría el vacío que le había acarreado la falta del balonmano en su vida. Comenzó con ilusión, motivación y ganas, pero con el paso del tiempo echaba tanto de menos jugar que estar ahí, a pie de campo, hizo que lo aborreciera y dejara de disfrutar. Era como recorrer un camino hacia una meta que Pablo jamás iba a poder alcanzar.
No solo tuvo que renunciar a su pasión. Todas esas operaciones le privaron de numerosas experiencias: un interrail, fiestas del Pilar, escapadas a esquiar, excursiones por la montaña… Infinidad de momentos de su adolescencia que nunca va a poder recuperar. Pablo no dejó que nada le hundiera y decidió compensar el tiempo perdido. En su interior algo le decía que su camino en el deporte no había llegado a su fin. No dejó de fortalecer su rodilla en ningún momento. Asistió a sesiones de fisioterapia y conoció a su nueva compañera de vida: una rodillera de fibra de carbono. ¿Cómo se hizo con ella? Tan solo pensó: “Tiene que existir una rodillera que me permita hacer deporte”. Y la encontró.
Su espíritu invencible y el haber perdido tantas experiencias de su adolescencia le hizo adoptar una actitud mucho más sociable y extrovertida. Así fue como se animo a emprender una aventura que marcaría su vida para siempre: un año de Erasmus en Cracovia. Viajó con ilusión, emoción y ganas de vivir todo lo que no había podido. No solo hizo amigos de diferentes partes del mundo, sino que, además, su pasión por el deporte consiguió que se atreviera a esquiar y a realizar junto a su compañera metálica una de las carreras de obstáculos más famosas del mundo: la Spartan Race.
Cuando le dijeron que nunca más podría volver a hacer deporte no pudo evitar derrumbarse, pero siempre ha sido una persona muy positiva. Ese talante le llevó a enamorarse de las carreras de obstáculos. No paró hasta que pudo participar en junio de 2019 en el Campeonato Europeo de Obstáculos en Gdansk (Polonia), considerada una de las diez mejores carreras de obstáculos del mundo por Red Bull. 15 kilómetros y 50 obstáculos, ninguna tontería. Pablo ni se planteaba el puesto en el que quedar, solo iba a disfrutar de lo que había conseguido. El simple hecho de haber llegado hasta ahí y cruzar la línea de meta era el mayor de los triunfos.
Gonzalo, su mayor apoyo
Pablo ha luchado y conseguido mucho. Pero una de las personas más importantes para él no ha podido estar ahí para ver todo su progreso, para apoyarlo o para animarlo. Gonzalo, el padre de Pablo, murió cuando solo tenía 20 años.
Gonzalo estuvo ahí en sus primeras medallas por pruebas de salto de altura y de longitud cuando tan solo era un niño de 10 años y hacía atletismo en el colegio. En sus primeros goles al comenzar su aventura en el mundo del balonmano años más tarde; en sus primeras victorias; en sus primeras derrotas; en sus primeras fiestas; en sus primeros suspensos y también en sus primeros sobresalientes; en sus primeras citas, primeros amores y desamores, y por supuesto, en sus primeras visitas al quirófano.
Pablo reconoce que una de las razones que le motivó a seguir adelante y superar este bache fue su padre. Reconoce que ahora mismo le encantaría que él pudiera ver todo lo que ha conseguido, ya que gran parte de ello ha sido gracias a él, a su apoyo y a los valores que le enseñó.
Pablo no puede evitar mirar hacia atrás y lamentarse por todo lo que ha sufrido, vivido y perdido por culpa de su maldita rodilla. Pero se alegra de a dónde lo ha llevado este duro camino. Todo ello le ha adentrado en un nuevo deporte, las carreras de obstáculos, gracias al cual ha conocido a un sinfín de gente nueva en cada carrera. Personas sanas que le transmiten alegría y mucha motivación para mejorar y avanzar cada día.
Aunque ha sufrido mucho, mira hacia a atrás y no le importa que haya ocurrido. Si pudiera hablar con su yo de 18 años, por una parte le diría: “No seas gilipollas, deja de intentarlo”, y por otra, no podría evitar animarlo a seguir adelante: “No te rindas, haz lo que te haga feliz. Todo lo bueno acaba llegando”.
Pablo no tenía ni la menor idea de que aquel partido iba a ser la causa de cinco dolorosas operaciones que acabarían con su futuro en el balonmano. Sin embargo, y a pesar de todo, hoy puede sentirse orgulloso de su rodilla de 60 años que le ha permitido llegar más lejos de lo que él jamás habría imaginado.