Aquí el manga y allí el flamenco

Texto: Celia López//

El público aguarda sigiloso e impaciente en las sillas de madera. Las guitarras empiezan a exhalar los primeros acordes mientras la bailaora sube al tablao con pasos gráciles, que expresan seriedad y sentimiento. El cantaor alza la voz y los bailaores en sus sillas se preparan para acompañar la danza en cada uno de los movimientos. La composición se inunda de golpes al unísono del taconeo. Las palmas aúnan interpretación y música para conseguir una sensación escalofriante en todos los presentes. De repente, los únicos protagonistas sobre el tablao son los pies de la bailaora, que se dejan llevar por la aclamación de los asistentes aumentando la velocidad y el sonido. El taconeo se entremezcla con los gritos de estupor y la fuerza de sus zapatos muestran todo su poderío. Comienza el espectáculo de flamenco.
La cultura, una herramienta del estado

El término soft power, o poder blando, lo estableció Joseph Nye, profesor, geopolítico y pensador en el ámbito de las relaciones internacionales en 1990. El poder blando consiste en influir sobre otros países sin necesidad de recurrir al miedo o la violencia, sino a través de tus atractivos culturales, como indica Roberto Muelas Lobato en Poder blando y duro, dos formas de control.  

Muchas naciones han adoptado el poder blando como su principal forma de ejercer las relaciones diplomáticas, entre ellos España. Francisco Rodríguez-Jiménez comenta en el Huffpost que la buena reputación que tiene España se debe al correcto empleo que viene haciendo de su patrimonio cultural, un bien que consigue gracias a sus artistas, sus deportistas y su gastronomía, y de los que consigue un beneficio económico debido al turismo y la exportación.

Además, el artículo España escala posiciones en “Soft Power” señala que este poder blando ayuda mejorar relaciones con otros países para futuras alianzas y negocios y en el caso de España ha conseguido que posea gran influencia a nivel mundial. Una institución pública española mecenas del poder blando es el Instituto Cervantes, fundada en 1991 con motivo de fomentar el estudio del español y promover distintos aspectos culturales de España. El Instituto Cervantes se encuentra en 45 países como Tokio, uno de los máximos exponentes de difusión del flamenco.

El flamenco, además de un sentir o una forma de vida, es una combinación de baile, cante y toque instrumental originaria de comunidades como Andalucía, Murcia y Extremadura en España y que fue inscrita en 2010 como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. En la actualidad, esta expresión cultural ha traspasado fronteras españolas y ha dado la vuelta al mundo para tener presencia en distintos lugares como el país nipón, en el que tiene gran relevancia. Este hecho no ha sido fruto de la casualidad, ya que el flamenco lleva años utilizándose como una herramienta diplomática y el fin de su transmisión ha ido variando con el paso del tiempo.

Mauricio Jaramillo, en el libro Poder blando y diplomacia cultural: elementos clave de políticas exteriores en transformaciones, explica que dentro de todas las medidas de poder blando adoptadas en Japón tras el final de la Segunda Guerra Mundial, destaca la creación de la Fundación Japón. Esta institución fue inaugurada en 1972 con el objetivo de incentivar el intercambio cultural entre Japón y el resto del mundo. Uno de los cometidos de la Fundación Japón es la organización de programas de índole artístico e intercambio cultural. El país nipón ha ido poco a poco despojándose de los rasgos culturales tradicionales japoneses para lavar su imagen internacional y que el pasado bélico del país no influyera en la economía. Por otro lado, Japón impulsó y comercializó productos culturales más modernos como el anime, el manga y los doramas a comienzos del siglo XXI. Toda esta estrategia de poder blando ha ido evolucionando de tal forma que se ha convertido en un instrumento de la diplomacia japonesa.  

El lado con más duende del franquismo

Según Hosteltur, España se sitúa en el puesto decimosexto de entre los 60 países que ejercen el poder blando. Un tipo de poder que en España se remonta a tiempos del franquismo donde se utilizaban bienes culturales como el flamenco para generar marca de país. 

Fabiola Rodríguez Barba expone en la revista Espacios Públicos que dentro del poder blando se puede distinguir entre diplomacia pública y diplomacia cultural. Aunque en ocasiones van de la mano, son conceptos distintos. La diplomacia pública trata de persuadir y conquistar a la opinión pública de otros países. Dentro de la diplomacia pública entran en juego estrategias de marketing y comunicación. Sin embargo, la diplomacia cultural se centra, como su nombre bien indica, en transmitir la riqueza artística y cultural de un país. La diplomacia pública es, de alguna manera, una forma “egoísta” de ejercer contacto con otros países, ya que el único interés es el propio y para ensalzar su imagen. Por otro lado, la diplomacia cultural se basa en el acercamiento y enriquecimiento mutuo de dos naciones gracias a sus culturas y a través de ellas. 

Como cuentan Carlos Sanz y José Manuel Morales en National Flamencoism, en plena dictadura se hizo uso de la diplomacia pública convirtiendo el flamenco en nacional flamenquismo. Este concepto, también denominado flamencoismo nacional, consistía en utilizar el flamenco para crear una identidad unificada de España hacia el exterior. Que Franco se apropiara de este rasgo cultural español y lo utilizara como herramienta institucional hizo que este arte se vinculara directamente con el periodo dictatorial. 

Esta realidad también condicionó otras cuestiones. De hecho, se avivó el debate entre aquellos que opinan que el Flamenco es solo cante jondo, el origen más puro del flamenco creado por aquellos gitanos a los que se obligó a convertirse al catolicismo durante el reinado de los Reyes Católicos, y los que consideran, en cambio, que se trata de un género musical y de una danza que expone y entra en la industria musical como cualquier otro género comercializado. 

En lo que a música se refiere, la dictadura creó un repertorio de famosos cantantes a los que iba exhibiendo por países como Alemania. Llegó incluso a crear instituciones para promocionarlo como la Orquesta Nacional de España en 1940 o eventos como el Festival Internacional de Música y Danza de Granada en 1952, entre otros. Además, se estableció un Instituto Nacional de Musicología encargado de las Misiones Folclóricas en 1941, que durante 20 años crearon un recopilatorio del folclore español, en el que entraban otros estilos como la jota, para realizar giras internacionales por países de Latinoamérica, Estados Unidos y Oriente Medio. 

Actuación de flamenco. Fuente: El Correo
Actuación de flamenco. Fuente: El Correo

Tras la creación de otras instituciones culturales como el Ministerio de Información y Turismo (MIT) en 1951, el uso del flamenco continuó evolucionando hasta el punto de establecerse el término de “diplomacia flamenca”. Esta fue una forma política y comercial de denominar al uso del flamenco como herramienta representativa ante otros países. 

Las labores de difusión del flamenco que se llevaron a cabo durante la dictadura han sido un importante trampolín de la fama que alberga hoy en día este arte a nivel internacional. Sin embargo, todo ello también acarreó aspectos negativos para el flamenco, ya que las letras de numerosos artistas como Moreno Galván fueron sometidas a censura. 

Un arte sin fronteras

Para bien o para mal, el franquismo fue un gran difusor del flamenco a nivel internacional utilizándolo como herramienta de diplomacia pública, pero va siendo hora de que esa etapa deje de colgar de una bata de cola, el flamenco es mucho más que un utensilio diplomático. 

La primera vez que Japón vio una actuación de flamenco profesional en directo fue en 1925 de la mano de la Compañía norteamericana de Danza Denishwan. Se estrenaron con la pieza Cuadro Flamenco, cuyo coreógrafo Ted Shawn se había formado en España. No obstante, según indica María Teresa Antúnez en su tesis doctoral sobre La presencia del flamenco en Japón, estas representaciones no fueron consideradas puramente flamencas. Reconocimiento que sí consiguió años más tarde, en 1929, Antonia Mercé, que bailó Tango Andaluz, Seguidillas y el Garrotín, un palo flamenco de origen asturiano. Un evento que cubrieron 25 periódicos japoneses. 

Antonia Mercé. Fuente: Hoy Es Arte
Antonia Mercé. Fuente: Hoy Es Arte

María Teresa Antúnez apunta que continuaron subiendo a escenarios japoneses más bailaoras flamencas como Teresina Boronat, Carmencita o Manuela del Río junto a músicos como Carlos Montoya, Joaquín Roca o Francisco Gil entre muchos otros grandes artistas. Todas estas actuaciones generaron una importante afición en el público nipón por el flamenco que consiguió que muchos japoneses y japonesas comenzaran a instruirse tanto en el baile como en el sentimiento flamenco. Una de las pioneras fue Suzuko Kawakami que incluso consiguió bautizar un galardón con su nombre, el Premio de Baile Español Suzuko Kawakami. 

En 1995, la Compañía de Baile Flamenco fue enviada por el gobierno español a realizar una gira por el archipiélago japonés. Poco a poco las ciudades japonesas fueron conociendo a los mejores referentes flamencos de España y aprendieron su técnica hasta la actualidad. El flamenco, como diplomacia pública que comenzó con el franquismo, ha ido evolucionando a una diplomacia cultural con el paso de los años. Esta se ve reflejada en la forma de su difusión por parte de instituciones como el Instituto Andaluz del Flamenco que se ha dedicado a divulgar y promocionar el flamenco por todo el mundo, según explica Anjhara Gómez en el libro Japón y Occidente: El Patrimonio cultural como punto de encuentro.

Cuarta Cumbre Flamenca de Japón. Fuente: eldiario.es
Cuarta Cumbre Flamenca de Japón. Fuente: eldiario.es

Esto no solo ha beneficiado a España cultural y económicamente, también a Japón, ya que ha supuesto nuevos puestos de trabajo e ingresos gracias a la cantidad de personas que apuestan por aprender la danza y la música flamenca. Una iniciativa que comenzó hace muchos años y que ha conseguido tanto dar a conocer lo mejor del flamenco, como estrechar lazos entre países que aún pareciendo muy distintos, tienen muchas similitudes. Japón y España son muestra de que las fronteras no existen cuando hablamos de arte o cultura.

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