Una misionera en Guinea Ecuatorial

Ana Gimeno Beltrán//

La protagonista de la historia pidió utilizar un nombre ficticio para relatar su experiencia en el país, debido a la presencia de su congregación en Guinea Ecuatorial. También indicó que la situación ha mejorado desde su estancia.

Cuando Asunción llegó a Guinea Ecuatorial en 1980 el país acababa de superar una tiranía caracterizada por la violencia indiscriminada y la impunidad del régimen. Fue una dictadura muy dura que provocó la huida de, aproximadamente, un cuarto de la población guineana al exilio, como menciona Yolanda Aixelà en su artículo del 2012 Entre las dictaduras y el petróleo: Las migraciones trasnacionales de Guinea Ecuatorial. Tras esta situación, el país se encontraba en una grave precariedad y parte de la sociedad seguía influida por el anterior régimen, que había acabado con el asesinato del anterior mandatario debido a un golpe de estado. De acuerdo con algunos especialistas, entre la dictadura de Francisco Macías Nguema (1968-79) y el final de la dictadura de Obiang Nguema (1979-93), unas 100000 personas emigraron, según el mismo artículo de Yolanda Aixelà.

Asunción aterrizó en un aeropuerto que recuerda prácticamente como un descampado. Tras pasar unos días en Bata, comenzó el trayecto hacia Mbini, su destino final. Por el camino, pasó por numerosos poblados pequeñitos en los que todos los niños salían a la carretera a saludar. En Mbini una fábrica abandonada, un hospital deteriorado y una escuela, que en su momento habría sido preciosa y ahora carecía tanto de cristales como de pavimento, le dieron la bienvenida.

Su alojamiento, por el contario, era bastante adecuado. La casa contaba con un pequeño salón, que funcionaba también como capilla; dos habitaciones para cinco personas y una cocina en el pasillo, bastante deteriorada, pero con un hornillo para cocinar. Se trataba de una construcción preparada por el gobierno, con aspecto “europeo”, construida en el tiempo en el que Guinea era una colonia española. Un estilo que contrastaba con el de las demás casas, que habitualmente estaban fabricadas con madera o adobe y tejados de hierba o chapa.

Entre 1979 y 1980, España comenzó bastantes programas de cooperación social con este país, que buscaban recuperar la situación en la que se encontraba Guinea Ecuatorial antes de la dictadura de Macías. Eran proyectos en respuesta a la solicitud de ayuda por parte del gobierno de Obiang Nguema, centrados en áreas como la sanidad, la educación y la ayuda alimentaria.

Algunos de los planes recogidos en el Tratado de Amistad y cooperación entre el Reino de España y la República de Guinea Ecuatorial firmado en octubre de 1980, fueron el remozamiento de los centros hospitalarios de Malabo, Luba o Bata, entre otras ciudades. Desde la cooperación internacional se buscaba a religiosos para participar en los hospitales y escuelas. Una de las órdenes que participaron en las misiones de Guinea fue la de los Claretianos. La congregación de Asunción también respondió. Así fue como esta misionera llegó a un país desconocido con solo tres maletas.

“Nunca había pensado que yo fuera a ir a misiones en el extranjero, no porque no pudiera sino porque lo veía como algo tan grande que estaba fuera de mis esquemas”. Asunción no sentía que valiera para ello porque otras compañeras habían manifestado repetidas veces que querían ir a hacer misiones y era su vocación. Nunca pensó que se lo propondrían a ella.

–“Yo estaba a disposición de las necesidades que fueran surgiendo y me lo propusieron, por eso digo que el destino me eligió a mí y ahora estoy agradecidísima de la experiencia que tuve y de esa respuesta que tampoco me costó dar; Me sentí elegida”-.

Una vez allí, lo primero que hizo fue conectar con la nueva realidad a la que se enfrentaba. Cuando llegó entre agosto y septiembre sintió tal grado de humedad en el aire que le costaba respirar. De golpe se encontró en un lugar lleno de selva, en una ciudad con una playa totalmente salvaje y natural. Aunque ya se había preparado para afrontar los problemas que encontraría, como la falta de infraestructuras, la pobreza y la disgregación social; no fue del todo consciente de la situación real hasta que comenzó a trabajar en la escuela.

Cuando empezó la escuela, Asunción era profesora de un grupo de primero, compuesto por niños de entre 11 y 19 años. Era un grupo de 80 niños y compartían el aula con otra profesora que llevaba a un curso de infantil. El idioma de enseñanza era el español, pero los niños no tenían un gran nivel porque estaban acostumbrados a utilizar otras lenguas en su vida diaria, como el Fang, pichi u otros idiomas africanos con sus respectivas variantes que las misioneras desconocían. Como consecuencia, tuvieron que valerse de pictogramas y otras herramientas para la enseñanza hasta que los niños mejoraron su nivel de español.

Durante un período de la dictadura de Macías, los niños apenas estudiaban ya que, al igual que en muchas otras dictaduras, las escuelas se utilizaron para reafirmar consignas que favorecían al régimen, como se ve en el trabajo de Negrín titulado Una singular “educación cívica” para Guinea Ecuatorial: Las sentencias doctrinales de la dictadura de Francisco Macías Nguema (1968.1979) , así que a la caída del gobernador los niños habían perdido cierta costumbre en la enseñanza. Eso, sumado a los problemas nutricionales que sufrían algunos alumnos de la escuela y la necesidad de caminar durante horas para asistir a las clases en otros casos, hizo que fuera necesario bajar el ritmo de las clases a las que estaban habituadas. Por suerte, poco a poco los niños se adaptaron.

Asunción reconoce que fue complicado acostumbrarse a la situación de la escuela guineana: “A veces era un caos y no sabías por dónde empezar, yo pensaba que simplemente tenía que aplicar los conocimientos que ya tenía, pero no era así. Lo que en España nosotras veíamos normal a los maestros nativos les parecía que nos sobrepasábamos”. Un maestro le llegó a decir: “hermana, no les ponga tantos trabajos y tareas en la pizarra que se van a marear”. Asunción: “a pesar de todo, en 7 años vimos un cambio muy positivo y al final llevábamos un ritmo normal”.

Las dificultades de los niños no fueron el único problema. Durante los inicios de su estancia en Guinea, Asunción pudo sentir cierto recelo por parte de una sociedad aún muy mediatizada por las consignas anticoloniales que se habían fomentado desde el anterior gobierno y se transmitían con la educación. “¡Abajo los criminales países imperialistas occidentales que han destruido criminalmente a África!”, como indica Negrín. Este rechazo complicó inicialmente la integración en la sociedad guineana, que se mostraba desconfiada hacia los occidentales. Estos comportamientos se agravaban especialmente en la gente mayor, que aún tenía muy presente la época colonial (1885[firma del Tratado de Berlín]-1968) durante la cual se explotó a una parte de la población y los nativos necesitaban pedir permiso para realizar acciones como casarse o reunirse en grupos amplios; no obstante, sus derechos fueron variando en función de la etapa.

La desconfianza reinante en una parte de la población provocó reticencia hacia ellas por parte de algunos compañeros. Otra parte de los maestros las valoraba y respetaba. Después de un tiempo, las relaciones mejoraron y Asunción junto con otros misioneros llegaron a tener reuniones semanales de formación con aquellos maestros nativos que no habían podido educarse durante el anterior gobierno. Algunos maestros reconocieron haber escondido sus titulaciones para no ser perseguidos, ya que al estar formados tenían influencia en la sociedad. Tanto los maestros nativos como los extranjeros fueron promocionados y formados como parte de la cooperación, de forma que ambos salieron beneficiados.

Todos los misioneros extranjeros tenían que adaptarse al sistema educativo guineano, que estaba basado en unos objetivos básicos debido a la situación del país. Sobre todo, se buscaba que los niños aprendiesen a expresarse mejor en español. En los cursos superiores se desarrollaban otro tipo de aprendizajes, pero no era un sistema demasiado complejo; poco a poco se fueron adaptando también a los cambios que se introdujeron en el sistema desde la cooperación. Desde la escuela de Asunción se participó en la elaboración de libros propios del país, con imágenes de Guinea Ecuatorial. Una parte del personal educativo del centro intervino en esa tarea como parte del proyecto educativo.

Durante la estancia en Guinea, Asunción pudo ver y padecer las carencias del país tras la caída del anterior gobierno. Había épocas en las que pasó hambre incluso teniendo dinero porque los supermercados estaban prácticamente vacíos, no había nada que comprar. Una vez entró a un supermercado y observó que solo había un paquete de macarrones en los estantes.

En Guinea Ecuatorial había cultivos, pero la población no tenía interiorizado un sistema de producción agrícola para la venta. Normalmente cultivaban varios productos en terrenos muy pequeños, de forma que no salía rentable. Aun así, ella se sintió afortunada de vivir en un lugar de playa en el que se podía recurrir a la pesca para alimentarse: “Cuando ellos pescaban, con suerte podías comer pescado, pero sus materiales estaban en malas condiciones por lo que difícilmente podían vivir de la pesca”- “podías recurrir a las frutas del país, pero era muy alternativo, unas veces tenías mucho y otras pasabas hambre”-.

Asunción
Puesto de salud en un poblado de Guinea Ecuatorial

También la escasez de pozos potenciaba los problemas de salud. Durante los años 80 comenzó una iniciativa para hacer pozos en todos los poblados. Cada uno tenía una bomba de extracción de agua y ellas solían filtrarla con filtros de piedra, pero no así buena parte de los nativos. Estos problemas aún se estaban solventando, lo que propiciaba la aparición de enfermedades en algunos alumnos. Asunción: “lo más triste para mí fue ver la muerte de tantos niños porque en ese entonces los niños morían con mucha facilidad”. Los proyectos de sanidad buscaban mejorar la situación creando centros de salud en los distintos poblados, en estos proyectos, también participaban misioneros. Aquellos voluntarios que trabajaban en los hospitales estaban titulados y hacían visitas a los centros de salud de las poblaciones de alrededor, especialmente, para las vacunaciones.

Después de 7 años colaborando con el proyecto educativo de cooperación con Guinea Ecuatorial, Asunción consiguió establecer una relación muy cercana con el país y las personas que allí había conocido. Ella reconoce que aportó mucho a Guinea, pero también aprendió mucho del país. Su experiencia, a pesar de los problemas encontrados, le permitió conocer a personas muy diferentes y convivir con otra cultura. Aprendió a relativizar lo que es “necesario” y mantener lazos de amistad con personas que nunca habría conocido.

 

 

 

 

 

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