¿Con quién va la cosa?

Alejandro Aisa//

Cine latinoamericano con talento español como fórmula del éxito. Agustín Díaz Yanes, Ariadna Gil, Ingrid Rubio y Elena Anaya hablan de su experiencia a un público aragonés expectante en el Ciclo de Cine Latinoamericano.

Hace apenas unas semanas que se cambió la hora. Ya han llegado esas tardes de otoño en las que a las seis empieza a anochecer. Sin embargo, estos días de principios de noviembre siguen invitando a salir a la calle y a quitarse alguna manga, como ocurrió en la plaza Mariano de Cavia, en el barrio del Gancho de Zaragoza.

Bajo un brillante cuarto creciente los vecinos de esta plaza pasan la tarde hablando de todo y de nada. Algunos pequeños corretean; otros dan vueltas en diminutas bicis. Mientras, junto a la fachada del Centro Musical y Artístico Las Armas, el escritor, periodista y cineasta Luis Alegre presenta en directo a través de las cámaras de Aragón TV a cuatro personas a las que él etiqueta como “una antología del cine español”. Un grupo de mujeres que arrastran hasta la calle sus chándales y mallas de felpa observan con apatía la escena mientras comen pipas.

Rueda de prensa con los actores. Fuente: Alejandro Aisa
Rueda de prensa con los actores. Fuente: Alejandro Aisa

Se marcha la televisión en su coche corporativo. Llega la fotógrafa de Heraldo de Aragón. Justo antes de que termine su trabajo y de que “la antología” entre en el bar de Las Armas para la rueda de prensa aparece otro equipo de la autonómica, pero de otra productora. Dos minutos más tarde llega una redactora de Heraldo en taxi. Pese al ajetreo y el desfile de medios, los habituales del lugar no se acercan. Apenas miran. Saben que estas personas son el centro de atención por algo, pero no saben el  porqué. Y, realmente, no conocen ni el quién. Definitivamente, la cosa no va con ellos.

Para muchos otros, sin embargo, la Fiesta del Cine se ha trasladado de las salas a Las Armas, aunque sea en forma de coloquio. Falta una hora para que empiece la charla, pero el temido “hasta completar aforo” hace que empiecen a llegar los primeros asistentes. Nadie quiere quedarse sin sitio. Algunos se acercan a la zona del bar. El hecho de que esté completamente acristalado hace que la rueda de prensa adquiera aire de exposición. Ahora sí hay curiosos. Ahora sí que esto va con alguien. Los cuatro premios Goya que contestan a las preguntas de los periodistas locales ya tienen miradas con conocimiento de causa.

“Yo no he trabajado en Inglaterra, en Francia…, pero también estoy seguro de que si fuera a trabajar allí me costaría mucho más integrarme en su cine que en el cine mexicano. No por la lengua sino porque es distinto, son mentes distintas y nosotros estamos más cercanos a ellos -a los latinoamericanos-”, asegura Agustín Díaz Yanes, Goya a la Mejor dirección novel y Mejor guión por Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto (1995). Junto a él, las actrices Ariadna Gil, Goya a la Mejor interpretación femenina protagonista por Belle Époque (Fernando Trueba, 1992); Ingrid Rubio, Goya a la Mejor actriz revelación por Más allá del jardín (Pedro Olea, 1996); y Elena Anaya, Goya a la Mejor interpretación femenina protagonista por La piel que habito  (Pedro Almodóvar, 2011).

Estos cuatro artistas, planos imprescindibles de la película del cine español, vienen a hablar a Zaragoza de sus experiencias cinematográficas en Latinoamérica. Una charla-debate, presentada por Luis Alegre, que sirve de inauguración para el Ciclo de Cine Latinoamericano que se celebra en el mes de noviembre y en el que se proyectan algunas de las películas que han ganado o han sido nominadas al Goya a Mejor Película Iberoamericana.

Agustín Díaz Yanes en el CMA. Fuente: Alejandro Aisa
Agustín Díaz Yanes en el CMA. Fuente: Alejandro Aisa

Díaz Yanes solo ha rodado en México D.F. Las palabras de este director de madre zaragozana dejan claro su amor por la ciudad mexicana; su gesto es ya otra cosa. No solo en esto, sino en general. Sus largas respuestas, sus reflexiones sobre el cine o algunas anécdotas y confesiones se unen a su semblante serio y a los ocasionales tonos de desgana y cruces de brazos. Un extraño contraste que confirma que las apariencias engañan.

“No creo que haya ciudades tan cinematográficas como D.F.”, asegura el cineasta. Para él, son veinte ciudades distintas dentro de una. La “americanización” de los equipos mexicanos y sus sistemas de producción donde todo es posible le hacían sentirse “más director”.

  • Luis Alegre: ¿Te respetaban?
  • Agustín Díaz Yanes: No era el respetar porque aquí, aunque te odien, también te respetan.

Tano, como le llaman los amigos, escribió Solo quiero caminar con la única intención de convencer a los productores de que tenían que ir a rodar a México. “Me quedé muy colgado de México cuando fuimos a buscar localizaciones para Nadie hablará…”, asegura. Aunque reconoce que para llegar a ese punto hay que ser mexicanista, como él. Dice que el mexicano es uno de los tres idiomas más bonitos para el cine –junto al inglés y el italiano–, sobre todo para los hombres porque “hablan muy bajito, muy suave mientras te matan”.

La piel que habita en la realidad Elena Anaya también conquista. Durante unos segundos me dedica una mirada bicolor (un ojo verde; el otro marrón) y me corta la respiración. Después, dice “cuando me llaman para hacer películas fuera pregunto antes si tengo hacer un acento porque yo no tengo tan buen oído ni tengo esa capacidad de mímesis, me parece complicadísimo”, confiesa. Aunque el acento es algo que parece no haber frenado sus proyectos en Hispanoamérica. Ha rodado en México, Argentina y Chile, de donde acaba de regresar de grabar La memoria del Agua, de Matías Bize.

Ingrid Rubio durante el coloquio. Fuente: Alejandro Aisa
Ingrid Rubio durante el coloquio. Fuente: Alejandro Aisa

Con su dulzura adolescente, Anaya destaca el talento para interpretar otros acentos de Ingrid Rubio, quien al escuchar su nombre sale de su ensimismamiento y regresa a la rueda de prensa. La actriz barcelonesa debutó en 1996 con el aragonés Carlos Saura en Taxi. Dos años después y con tan solo 22 años, ya estaba rodando en Argentina El Faro, con Eduardo Mignogna. También ha pasado por otros países como Colombia, donde el año pasado rodó Ciudad delirio, de Chus Gutiérrez.

Con la paz y serenidad que manan de su sonrisa, Ariadna Gil habla del momento álgido que vivieron las coproducciones en Latinoamérica y que, en su caso, le hizo recorrer Argentina, México, Chile y Venezuela hasta acumular en su filmografía más de diez trabajos con sello latino. “Pero eso se ha acabo también. Todo ha ido a menos”, se lamenta sin borrar del todo la sonrisa.

El “hasta completar aforo” se cumplió, hasta el punto de que unas diez personas disfrutaron de pie del coloquio de más de una hora. Comienza el acto. Luis Alegre vuelve a presentar a los invitados, ahora a los allí presentes. El público, de más de 170 personas, quedó embobado con estas cuatro personas con un efecto similar al que debían de provocar las primeras películas de la historia del cine.

En la tercera fila parecen haberse sentado todas las personas de la sala que “pueden dar juego”. El centro de esta fila lo ocupa una mujer que al escuchar “La piel que habito” exclama: “¡Ay, qué buena!”, lo que arranca unas cuantas risillas. Luis continúa y nombra Belle Époque; la mujer contesta a viva voz en su imaginaria conversación: “muy buenas todas, divinas”. De nuevo risas, incluidas las de Alegre. Finalmente, menciona la ópera prima de Díaz Yanes, Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto y la mujer decide callar y aplaudir. “Esta fila apunta maneras”, pienso. Y así será.

Inauguración del Ciclo de Cine Latinoamericano, en el CMA. Fuente: Alejandro Aisa
Inauguración del Ciclo de Cine Latinoamericano, en el CMA. Fuente: Alejandro Aisa

En un principio, el coloquio trataba sobre las experiencias de los cuatro personajes en el cine de los países latinos, pero con las preguntas del público rápidamente se desvió hacia otros temas. Solo puntualmente se retomaría el aspecto latino. Otra señora, sentada a dos asientos de la primera espontánea, le pregunta a Íngrid Rubio si conoce a Ricardo Darín. Una pregunta inocente y latina. La actriz le contesta con esa voz aguda, tímida, titubeante que le caracteriza: “Sí, era mi amado en El Faro. Cada vez que venía era una fiesta”. Y la mujer, sin hacer mucho caso a la respuesta, le confiesa a ella y a los allí presentes que está enamorada del actor. “Aunque a distancia, eh. Que nunca he hablado con él ni nada…”, apuntaba la señora, despejando así posibles dudas.

Cualquiera que viera los calcetines blancos, gruesos y largos que se le arremolinaban a Anaya en los tobillos en forma de acordeón, le diría que debía subírselos. Pero si los lleva así será que no hay que hacerlo: la moda manda. La actriz cuenta que en México se rueda durante seis días y que el sábado se celebra la Fiesta del Sapo, que consiste en que el equipo junto con sus familiares y amigos comen y se emborrachan. Otra tradición ‘cinematográfica’ de allí es El Bautizo, una especie de novatada que te hacen cuando ruedas tu primera película en el país. “A Tano le pintaron entero de rojo… ¡cubo de pintura por la cabeza!”, recuerda la actriz entre risas.

Aunque el México que Díaz Yanes creó para Ariadna Gil y Elena Anaya en Solo quiero caminar no era muy amable, ninguna de las dos guarda un mal recuerdo. Ni de este país ni de ningún otro. Que el rodar en otros lugares tan diferentes y a la vez tan cercanos es un aprendizaje profesional y personal no comparable con nada, que son experiencias increíbles donde te encuentras con gente con la que tienes tanto que compartir, etc., etc., eran ideas que uno ya podía esperar escuchar en un acto de este tipo. Pero cuando se tiene a personajes de esta talla tan cerca y en un ambiente tan íntimo y distendido, se agradece algo de sinceridad, unas palabras que se salgan del discurso afable que podemos leer en cualquier revista.

“Háblanos un poco de tus experiencias durante el rodaje de Pensé que iba a haber fiesta” de Victoria Galardi”, reclama una de las mujeres del público que ha entendido el contexto de la charla y que, por supuesto, no está sentada en la tercera fila.

Elena Anaya en el Centro Musical y Artístico Las Armas. Fuente: Alejandro Aisa
Elena Anaya en el Centro Musical y Artístico Las Armas. Fuente: Alejandro Aisa

“A ver (risas)…hice grandes amigos en esa película…”, comienza a responder Elena Anaya, en una sala en la que ha ido subiendo la temperatura y van apareciendo los abanicos o, en su defecto, las hojas dobladas. “Valeria Bertuccelli, una grandísima actriz y una de las más divertidas con las que he rodado…y Fernán Mirás, creo que uno de los actores más grandes con los que he trabajado nunca”, continúa. La actriz se va abriendo, va midiendo sus palabras y su sonrisa adelanta lo inminente.  “Era una película que me costó un poco hacer, la verdad” –se abre un poco más…–“porque no me entendí muy bien con la directora. ¡Qué queréis que os diga! (risas) –y rompe– “Era un poco psicópata… y nos vigilaba. Nos prohibía apagar el micrófono. Y llegaba al hotel y a veces tenía controles nocturnos. ¿Aquí no hay ningún periodista, verdad? Estamos en familia. Fue una experiencia un poco friki. No volvería a trabajar con ella. Y lo siento; y le agradezco el que me haya dado la oportunidad de hacer la película, pero…”.

La enamorada de Ricardo Darín vuelve a la carga. No tranquila con expresar delante del aforo lo “soso” que le estaba resultado Luis Alegre –quien recibió la crítica con su habitual carcajada de marcados, aspirados y sonoros jas–, se rio literalmente en la cara de Elena Anaya cuando esta contó que se estaba preparando un papel de jefa de planta en un hospital. Pero no todo lo bueno se sentó en la tercera fila. En la cuarta, un hombre que  debía de conocer a las actrices, lo quería dejar claro comentando todo o contestando a las respuestas del público.

Pero volvamos a los protagonistas:

  • Luis Alegre: Siempre se dice que en Argentina a los actores los veneran de una manera muy especial, que son más mitómanos. ¿Eso lo habéis sentido vosotros?
  • Ariadna Gil: No sé. Sí, también por anécdotas que cuentan…Son menos secos en Latinoamérica en general que aquí.
  • Luis Alegre: Aquí, en Zaragoza, somos muy cariñosos.
  • Elena Anaya: Son bastante latinos los maños, tenéis ahí una conexión.

Sus experiencias en Hispanoamérica importaban. Pero también interesó, tanto en la rueda de prensa como en el coloquio, su opinión sobre nuestro cine, en concreto, sobre Justi&Cia, la ópera prima del aragonés Ignacio Estaregui estrenada el pasado viernes. Las actrices y el director no tuvieron mucho que decir, salvo que el hecho de que se estrene con 50 copias en toda España es muy buena señal.

Y es que la gran mayoría de las películas iberoamericanas que han rodado estas actrices o algunas de las proyectadas en el ciclo no se han distribuido ni con la mitad de copias o, directamente, no han entrado en los circuitos de salas españoles. “Algo hemos hecho mal cuando el cine en español no se distribuye ni se ve de manera natural en el mundo de habla hispana”, lamentaba Díaz Yanes.

Ideas y reflexiones sobre el cine como esta fueron –y son– muy aplaudidas. Pero tan pronto como se acaban los aplausos, se olvidan. Termina el coloquio. Y antes de que comience la primera proyección del ciclo, Un cuento chino, gran parte del público se marcha. La cosa ya no va con ellos.

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