‘Marcelino. El mejor payaso del mundo’

Daniel Calavera//

Sinopsis
Docuficción que narra la historia de Marcelino Orbés, el payaso aragonés, nacido en Jaca, que conquistó Londres y Nueva York, admirado por Chaplin y del que Buster Keaton dijo que era «el mejor payaso que había visto sobre un escenario».
Crítica

Volviendo a la sinopsis… Chaplin y Keaton… Dos de los padres de todo lo que vemos en una sala de cine… Creo que es suficiente motivo para alcanzar el cielo, ¿no cree, lector?

Justo antes del film, tras varios trailers de títulos por estrenar, que imploran ser vistos en pantalla grande tras esta grave crisis a la que el mundo se está enfrentando, una pequeña joya audiovisual en forma de anuncio acompañado por el hastag #yovoyalcine encandiló a toda la sala, a mi incluido, pues os aseguro que casi lloro de pura emoción. Algunas de las escenas más memorables del séptimo arte que se desarrollan dentro de una sala de cine, acompañadas por frases inspiradoras, evocadoras, de lo que para muchos es su segunda casa, una sala de cine. No deja de ser un paralelismo emocionante y, admito, preocupante, pues del mismo modo que Marcelino Orbés vio truncado su asentamiento en el firmamento debido a la aparición del cinematógrafo como entretenimiento de masas, en detrimento de las salas de variedades y espectáculos en directo, el cine está seriamente amenazado ahora por la demanda en plataformas digitales. De acuerdo, sí, es el futuro. Pero no es una sala de cine. Nada más que añadir.

El ser humano se ve atraído por la figura del payaso porque se ve reflejado en él. Su sensibilidad, vulnerabilidad y, por qué no decirlo, su estupidez. Pepe Viyuela.

Comienza este documental ficcionado de Germán Roda de una forma inteligente, astuta, tras avanzarte el momento donde se bajará el telón, dando paso a imágenes del mismo rodaje, para empatizar contigo de forma elegante, sosegada. La cámara al hombro te engaña, quiere darte a entender que vas a acompañarles, pero no es así, sólo te está poniendo en sintonía, pues van a dejarla quieta. Esto es teatro, puro y clásico teatro, y así te lo va a hacer ver. No es hasta bien avanzado el primer acto, que realmente entras en la historia del payaso Marcelino. Hasta el momento en el que el drama más sensible, más clásico no hace su aparición, la comedia no funciona del mismo modo que la información documental que nos ofrecen de la vida del protagonista. Descompensado, este primer acto sólo nos sirve de mera avanzadilla de lo que está por venir, y hace que te preguntes inevitablemente por qué el director no ha aprovechado su teatral puesta en escena de la ficción para echar mano de los recursos del cine mudo, recursos que después sí usa para encandilar y transportar como es debido al espectador y su complicidad con la historia.

Es en la reunión previa a la pelea contra el mejor payaso de Norteamérica cuando la sonrisa en los ojos de la platea se hace presente, cuando realmente el film está consiguiendo entrar en tu corazón como debe hacerlo. A partir de ese momento, va hacia arriba. A partir de ese momento, se le perdona cualquier mínimo detalle de mezcla de sonido que pueda deslucir el conjunto, cualquier licencia histórica que se tome en su ficción, como los supuestos paralelismos con Chaplin, o sus, solo en ocasiones, escasos recursos visuales de las ciudades y lugares en los que el payaso actuó. Este último detalle, me atrevo a aventurar, por falta de presupuesto y tiempo, como siempre cuando quiere hacerse algo bueno en esta comunidad autónoma y la demanda de cantidad por parte de los que ponen el dinero, mata a la calidad. Más, no es este mínimo detalle únicamente una pequeña punzada personal como trabajador del audiovisual a resaltar. No desluce, en todo caso, hace admirar más el conjunto. No hace mucho, Iván Castell y la productora CastellyMoreno films estrenaban el estimulante y genial documental The rise of the Synths, provocando un gran rayo de esperanza en el hambre que tenemos de cine hecho y visto en Aragón, ofreciendo un producto, no «Bueno… Para ser aragonés» si no, sencillamente, bueno. Y con este documental de Roda, escrito a cuatro manos junto a Miguel Ángel Lamata, pasa lo mismo. Este documental no es «Bueno… Para ser aragonés». Como aquel, es bueno. Y punto.

Está la clave en el drama, en la preparación de los responsables para conseguir que la historia del auge y caída de su protagonista, exhale aroma al más puro cine clásico, permitiéndose este recurso narrativo en mitad del documental, a elegantes destellos, creando un equilibrio cuyas grietas apenas son perceptibles, pues ya estás dentro del film desde hace rato. El resto, la gran contribución, interpretativa y documental de todos los implicados ante la cámara, desde periodistas a, sobre todo, reparto, payasos, todos ellos payasos con breves o no tan breves apariciones en personajes de la ficción, dando a entender que esta historia de Marcelino Orbés, busca más ser un homenaje a la profesión, a la labor del titiritero, del actor, del artista, que la de contarte el triste relato de una gran estrella. Una gran estrella que sin duda fue, y ahora y para los restos del naufragio, será recordada, y su arte grabado a fuego en cada luz de cada bombilla que lució su nombre. Pero es en el escenario, lleno de blanco y negro, colores circenses y contra luces oportunos y cautivadores, donde el director y su equipo captan todo nuestro corazón y lágrimas, sonrisa y alma.

Es este Documental Marcelino, el mejor payaso del mundo un documento histórico que sirve como vehículo para expresar algo más grande que lo que expone a simple vista. Un aplauso, con reverencia y sombrero quitado en mano, a todos aquellos que como Marcelino Orbés, fueron, y son, más grandes que el mayor de los reyes, el más poderoso de los mandatarios o que cualquier político, sobre un escenario. Fueron artistas. Y de todo esto es consciente Pepe Viyuela, inigualable Filemón para Ibáñez y Fesser, eterno payaso, que a través de sus ojos ofrece la interpretación más tierna que le he visto. En muchos planos, no existe nada más que su expresión, cómica y dramática, puro circo que cree realmente en lo que está actuando, sobre las tablas y frente a la cámara.

  • Conclusión: La tenéis en el último párrafo.
  • Destaca: Viyuela, el amor que respiran los implicados, y su acabado, lucimiento del arte más sincero en documental. Y esto no es sencillo, señoras y señores.
  • No destaca: Su primer acto, que tarda en arrancar, y sus, quizá, evidentes homenajes en forma a otros films de contexto similar como Chaplin de Attenborough, o inevitablemente, la oscarizada The artist. Pero recalco inevitablemente, el contexto es el contexto querido espectador y lector, déjense de pedanterías como las mías y disfruten.

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