De culebrón en culebrón hasta Turquía
Miguel Majarena//
Las series turcas se han convertido en un fenómeno mundial y han llegado a las principales cadenas televisivas de España para quedarse. Telecinco y sobre todo Antena 3 han llenado su parrilla de estas telenovelas y están consiguiendo unos datos notables de audiencia.
Todos hemos experimentado la sensación de un gusto nuevo, de que te estás enganchando a algo, ya sea un libro, un juego o al arte de cocinar. Y más en este último año en el que la mayor parte del tiempo lo debíamos pasar en casa. Por eso había que encontrar maneras diferentes de ver avanzar las agujas del reloj. Yo no he sido muy innovador y he tirado de un clásico: las series. Pero no del modo en que se suele hacer ahora, en plataformas tipo Netflix o HBO en las que puedes ver tantos capítulos seguidos como ganas tengas. No, me niego. Soy más tradicional y me gusta disfrutarlas en la televisión, a la hora que toca y las veces que se emitan por semana. ¿Hay que esperar varios días para ver cómo continúa? Sí, pero pienso que eso también forma parte de la emoción de este mundo.
En realidad, las series ya estaban presentes en mi vida desde hace años, incluso alguna novela que veía con mi madre -las típicas de horario de sobremesa- por mero entretenimiento cuando iba al colegio. Pero el problema llegó con la aparición del producto audiovisual turco. Ahí empezó mi verdadera adicción. El grupo Atresmedia vio los buenos resultados que tuvo Fatmagül, la primera serie turca que compró en su canal secundario Nova en 2018. Por ello, el gigante televisivo decidió apostar por más telenovelas (dizis en su idioma) de Turquía en 2020, pero esta vez en Antena 3, su canal principal. Y le salió redondo: estos culebrones basados en melodramas, en concreto Mujer (con 2,3 millones de espectadores de media) y Mi hija, han enganchado a millones de personas en nuestro país. Una de ellas, un servidor.

La mujer, protagonista en los melodramas
El melodrama y el culebrón televisivo son unos géneros narrativos dirigidos de manera principal a mujeres. Según Annette Kuhn en su obra Géneros de mujer. Teoría sobre el melodrama y el culebrón, “no solo el melodrama cinematográfico (y más concretamente el subtipo de ‘las películas de/para mujeres’) y el culebrón se dirigen a una audiencia de mujeres sino que además millones de ellas los disfrutan”. Esta es una de las claves para que sigan triunfando. Además, una característica irrefutable del culebrón es que construye relatos e historias centrados en la mujer.
Estos relatos proponen “líneas argumentales que compiten entre sí y se entrecruzan según va avanzando la serie”. Cada una de estas líneas se desarrolla a su ritmo y no tienen por qué estar relacionadas. Y es esa la magia que poseen estas series, o al menos la que yo siento: que te acapare la trama principal, pero también las secundarias. A veces son incluso tan interesantes como la primera, aunque no deberían estar a ese nivel, pero sí que dan mucho juego al espectador. En algunos momentos, cuando la historia de los protagonistas está, digamos, en stand-by, son los personajes secundarios y sus asuntos los que lucen más y es cuando aprovechas para “desconectar” de los principales, si bien también cabe la posibilidad de que ambas líneas se mezclen entre sí.
La expansión de las series turcas y el duro trabajo que hay detrás de ellas
Sabemos, pues, que el fenómeno turco nació hace dos años y medio en España gracias a Nova y luego Divinity, aunque el verdadero boom haya sido en 2020. Pero en el mercado hispano en general la cosa es mucho más longeva. Todo empezó en Chile hace casi una década con la producción Las Mil y una noches, cuyas entregas cosecharon mucho más rendimiento que las locales (que costaban demasiado dinero en comparación). Este culebrón arrasó con la industria local -una de las más prolíficas del mundo- de las telenovelas sudamericanas, que ya es decir.

Turquía se ha convertido en poco más de 10 años en una potencia mundial a la hora de exportar series de ficción televisiva, solo por detrás de Estados Unidos. Sobre todo, destaca en este género de las telenovelas y ahí están los datos para confirmarlo: alrededor de 150 series turcas se han vendido a 146 países y se calcula que unos 600 millones de personas de cuatro continentes han visto alguna de ellas. Chile es el territorio donde más se emiten en su programación. En México y en Argentina las pagan mejor. En Europa, únicamente Alemania no las compra, pero aun así los inmigrantes turcos de allí ya llevan tiempo siguiéndolas en versión original y por satélite. Y parecía que los culebrones solo nos gustaban a los latinos emocionales de sangre caliente…

Creo que nadie en España, por lo menos yo no, tenía constancia de que en Turquía estuvieran apostando tan fuerte por sus dizis. Pero resulta que allí se lo toman muy en serio. Lejos de ser un género menor en el país, las telenovelas son las protagonistas de la parrilla televisiva y acaparan el prime time. Están por encima de los partidos de fútbol, y eso que Turquía no es que carezca de historia en este deporte con equipos como el Galatasaray, el Besiktas o el Fenerbahce (cuyo estadio aparece a veces en planos aéreos en Mujer y Mi hija). Por cierto, rara vez se hace mención al fútbol o sus equipos en estas dos series, algo llamativo y original dado que suele ser un recurso fácil y atrayente para el espectador.
La competencia entre los culebrones es tremenda y los mandamases de la televisión no dudan en echar de la programación a la que no triunfe. Por hablar en números, cada año en Turquía se ruedan entre 70 u 80 series. La mitad son canceladas antes de llegar al final de la temporada, no caben todas. Esto influye mucho a la hora de hacer los guiones porque no saben si van a poder desarrollar más o menos la serie. Por ello, todo el mundo trabaja con mucha presión, graban los capítulos la semana anterior a su emisión, les obligan a ir día a día sin apenas tener tiempo de planificar.
Las noches de Mujer
Una vez puestos en contexto, vayamos al grano. Lunes por la noche. Día de Mujer -aunque tampoco es tan especial al darte cuenta de que también la echan martes y miércoles-. Siempre calculo el tiempo para que, al salir de la ducha, me dé tiempo a cenar mientras veo el inicio del capítulo. Todo esto alrededor de las 23:00, horario un tanto tardano. El problema es que la televisión de la cocina no funciona en los últimos días: melodrama (otro) a la vista. Decido cenar en el salón como solución rápida a este miniconflicto de última hora.
Mi madre se prepara porque también la ve, y me dice en tono cómico que estoy hecho un “marujo”. A veces me hace spoilers de los que se ha enterado por ahí y, como cualquier persona con raciocinio, lo odio. A mi padre, en cambio, no le gusta nada la serie y se queja nada más oír la música melancólica del comienzo. “Ya empieza el funeral este” como frase típica. Pero luego no se resiste a preguntarnos cosas de los personajes y de las tramas. Él no está al tanto de Mujer pero sí del otro culebrón de Antena 3, Mi hija, al que (ese sí) estamos enganchados los tres los domingos.
El capítulo de la telenovela arranca a eso de las 23:10, pues siempre aparece antes el final del día anterior para recordar al espectador lo que pasó. La serie trata sobre una mujer, Bahar, de unos 30-35 años que pasa por todo tipo de penurias junto a sus dos hijos (una mayor y otro menor). Tienen una vida llena de felicidad y armonía con su padre, Sarp, hasta que este supuestamente muere por culpa de la hermana de Bahar. La familia se ve forzada a mudarse a un barrio pobre y salir adelante mientras la madre lucha por su vida a causa de una enfermedad que le puede llevar a la muerte si no le hacen un trasplante.

En ese barrio, Bahar encuentra amigos que se convierten en familia. También revive la relación con su madre y su marido, que a la larga lo trata como su padre debido al cariño que se tienen. Sarp resulta estar vivo, aunque a él le dicen que su familia murió, y a su familia, lo mismo sobre él. Por ello, Sarp rehace su vida con una mujer rica, hija de un mafioso, y a partir de aquí la trama se empieza a enredar. Dan inicio luchas entre familias poderosas de Turquía ante las que la gente humilde del barrio de Bahar no puede hacer sino aguantar y acatar.
Comienza el capítulo y, con él, el torrente de emociones que me suelen asaltar cuando veo la serie. Siento simpatía hacia los personajes, la mayoría son personas maravillosas (además de atractivos, una de las características claves que se explicarán después). Siento empatía, tanto por sus alegrías como por sus desgracias, porque no dejan de ser cosas que pueden ocurrirte pese a ser una ficción. Siento ternura cuando, aun con todos los problemas que tienen, se unen como una gran familia. Pero sobre todo siento una sensación de disfrute al ver la serie, al sumergirme en mi burbuja y al meterme en el papel de los personajes como si fuera uno más. Supongo que, siendo un joven de 21 años y estando enganchado a un culebrón de la 3 antes que a una serie de Netflix, seré un bicho raro no, lo siguiente. Por eso me suelo callar.
Lo que diferencia a los culebrones turcos
Extraño o no, mis emociones surgen, puesto que considero estas series diferentes al resto, ya sean americanas, españolas o inglesas. Gozan de muchos elementos distintos que, precisamente por eso, pueden hacer que las ames o que las odies, no hay punto medio. Al fin y al cabo, las historias casi siempre son el cuento de la Cenicienta o del Ceniciento de turno, que es atractivo/a por excelencia. Muchos de los actores y actrices acaban embelesando al espectador con su aspecto balcánico y, de forma irónica, con su ligera inexpresividad, que no debe de importar a los fans. Eso sí, esto no oculta un conservadurismo machista presente en la sociedad turca y que se diluye a través de sus telenovelas románticas.

Todo está cimentado en guiones con una temática clásica alejada de narrativas modernas, bien trabajados y ambientaciones muy cuidadas. A esto último se le da tanta importancia que no se rueda en estudio, sino en lugares reales: casas que parecen palacios, el estrecho del Bósforo, calles de Estambul, barrios humildes como el de Tarlabasi (mucha presencia en Mujer). La música se convierte en un personaje más aportando ese toque bien simpático o bien dramático. Esta banda sonora, junto con las miradas, los gestos y el ritmo lento (marca de la casa), nos conduce hacia un punto extraordinario de dramatismo, más incluso que en las telenovelas latinoamericanas. De hecho, a veces en mi casa dudamos de si se ha congelado la imagen porque hay miradas silenciosas que duran 20 o 30 segundos.
Los ingredientes, a modo de resumen, están claros: actores y actrices atractivos que llamen la atención, ambientes lujosos y bonitos y emociones desbordantes. Tampoco debemos olvidarnos de otro aspecto fundamental, como es el papel de la familia. Ningún personaje está solo aunque puedan llegar a sentirse así, todos están arropados por su familia, ya sea biológica o la que hayan creado de manera amistosa. Ante los problemas y los conflictos, siempre sale a relucir la fortaleza de la familia.
Pero, sin duda, un elemento que diferencia muchísimo a las series turcas es la carencia de “vicios”. No hay escenas sexuales, desnudos, cigarrillos, alcohol… Nada de eso tiene cabida en estos culebrones y cualquiera que los vea se habrá dado cuenta. Algo que es llamativo porque en ocasiones se trata de un recurso que, se quiera o no, engancha al espectador. La censura y las restricciones son palpables, pero no hay mal que por bien no venga. Esta característica asociada al tradicionalismo turco ha servido para que los productos audiovisuales triunfen más, sobre todo en sitios donde una parte del público está cansada de la hipersexualización de la televisión actual. Me incluyo.
¿Las series turcas reflejan la realidad de la sociedad en Turquía?
Según dos jóvenes turcas residentes en España que hablaron para un reportaje de El Español, las series que produce Turquía no reflejan del todo a la sociedad del país y el carácter que tienen sus gentes. Las telenovelas han contribuido a mejorar la imagen de Turquía, que acostumbraba a asociarse a conflictos políticos y atentados. Pero se trata de un territorio con muchísimas culturas, cientos de ellas, por lo que es una tarea difícil mostrar una que quiera englobar todas. Lo que consiguen estas series es mostrar las costumbres y aspectos de las élites sociales que viven en Estambul y que solo representan a una minoría.
Dicen que se puede estar creando un estereotipo erróneo de la sociedad turca, pero la verdad es que no hay una homogeneidad cultural en el país. En una población de más de 80 millones de personas y con cientos de culturas, parece difícil encontrarlo. Las series quizás se centran más en los turcos ricos de distintos barrios de Estambul, si bien Mujer es la excepción al hacer más hincapié en personajes y lugares más humildes. Lo puedo asegurar de primera mano, llevo meses enganchado al culebrón… Aunque recuerdo los primeros días de emisión en Antena 3, cuando todavía no lo veía, pero al cabo de las semanas, no sé muy bien por qué, acabé haciéndolo.
La 1:10 de la madrugada. Tras los típicos carruseles de anuncios de Antena 3, hasta de 12 minutos (cronometrados), se termina el capítulo con la ya habitual congelación del último plano, también marca de la casa. Otra noche de emociones, miradas tan intensas como largas, risas, conflictos y mucho drama. A ver qué nos depara mañana la vida de Bahar, sus adorables y bondadosos hijos, su hermana loca, el barrio de Tarlabasi… Seguramente más de lo mismo, pero ahí estaremos, pegados al sofá y a la televisión. Los culebrones turcos han llegado para quedarse.