El coco te comerá

Naiare Rodríguez Pérez//

Los ojos cerrados y un mundo interior dominado por el subconsciente le hacen volver a la casa en la que vivía cuando era pequeña. Raquel Martín recuerda que eran tres pisos, una buhardilla un tanto oscura y una calle silenciosa. De repente, iban hacia ella varios hombres vestidos con traje negro, guantes, maletines y las caras pintadas de blanco. Se dirigían a su habitación -nada más subir las escaleras a la izquierda- y querían atraparla. Salía corriendo para pedir ayuda a su hermana o a sus padres. Le daba igual. En cada habitación que entraba, se encontraba con un miembro de su familia muerto. Miedo. No sabe cómo lo hizo, pero consiguió llegar a la puerta que daba a la calle. Allí solo había fuego. Estaba atrapada. La persecución no había acabado. En ese momento, abrió los ojos, salió corriendo de su cama y fue a dormir con sus padres. Esta pesadilla se repetía una y otra vez cuando dormía y, hoy en día, es de las pocas que puede recordar con lucidez.

Todo el mundo se ha despertado alguna vez en mitad de la noche sobresaltado, sudoroso y con una ligera taquicardia. Desorientados, abrimos todavía más los ojos y miramos hacia ambos lados para asegurarnos de que estamos bien y que lo soñado no es cierto. Estamos a salvo. No nos hemos caído ni hemos volado ni tampoco muerto. Después, intentamos volver a dormir. Somos víctimas de una pesadilla.

 

Las pesadillas, mucho más que malos sueños

“Vivía en un almacén y mi hermano -que es más pequeño que yo- se caía rodando por unas escaleras. Cuando iba a levantarlo y lo tocaba, la cabeza se hundía. Es decir, era como los típicos bebés de mentira con los que jugaba. ¡Qué trauma! Nunca lo olvidaré”, explica Olga Escuín respecto a una de las peores pesadillas por las que ha pasado en sus 21 años.

Primera pesadilla - Ilustración

Cuando dormimos, el sueño pasa por dos etapas. En la primera, los sueños son ligeros, pero en la segunda empiezan a ser más intensos, complejos y, por eso, se pueden recordar mejor. Las pesadillas son trastornos de la conducta que se producen mientras dormimos y se relacionan con una fase del sueño basada en un movimiento rápido de los ojos y en una respiración irregular (REM). Esta fase se suele prolongar por lo que, lo más común, es tener pesadillas cuando va llegando la hora de despertar. Son inevitables y, en general, impredecibles.

“Las pesadillas no son fenómenos reproducibles y no pueden observarse en todo el mundo. Cuando alguien dice que tiene una pesadilla, solo podemos medir sus correlaciones neuronales para intentar averiguar qué pasa”, confirma el Instituto de Psicoterapias Avanzadas (IPSIA), mientras aclara que “algunas hipótesis apuntan a que las historias que soñamos podrían desempeñar una función biológica evolutiva que nos ayudaría a trabajar (mientras dormimos) sobre facetas de nuestra vida cotidiana no resueltas, así como a dar rienda suelta a las emociones que no siempre expresamos y liberarnos de las tensiones acumuladas”.

Freud fue el primero en estudiar los sueños desde un punto de vista científico diciendo que todo sueño era interpretable y se podía relacionar con las emociones y experiencias. Desde entonces, las pesadillas dejaron de ser consideradas un mal físico y empezaron a ser comprendidas. Según él, nuestra mente es libre y en el mundo onírico salen a flote todos los impulsos que ignoramos durante el día por considerarlos incorrectos o poco éticos. Además, apoyó la idea de que “los sueños constan de una imagen manifiesta donde lo que se quiere soñar queda censurado por el propio subconsciente”.

Segunda pesadilla - Ilustración

Para Iasmina Tantau -estudiante de psicología y amante de la interpretación de los sueños-, las pesadillas siempre están relacionadas con el miedo y la angustia. “Si estos sentimientos no estuvieran presentes, estaríamos hablando de sueños comunes que no tienen por qué ser tratados”, apunta.

Rosa Pérez lo certifica con su pesadilla. Ella está muy arraigada a sus hijas y, aunque de pequeña soñaba con volar, ahora sus pesadillas están relacionadas con ellas, con la imposibilidad de abrazarlas y con el paso del tiempo. Al despertar no podía parar de llorar. Era consciente de todo lo que había sufrido durante la noche. Había transcurrido más de dos décadas, sus hijas ya eran mayores y no había podido pasar su tiempo junto a ellas.

Aunque estas parasomnias suelen aparecer entre los 3 y 6 años, nos acompañan a lo largo de toda nuestra vida. Cuando eres niño puedes tener pesadillas irracionales porque ni siquiera has aprendido el significado de algunos aspectos del día a día. Aquí entraría en juego también la posibilidad de estar influidas por enfermedades, dolores, sobreexcitación, programas violentos de televisión o amenazas. 

Por este motivo, acumulan elementos desordenados en su subconsciente y suelen soñar con desconocidos, personas que les han llamado la atención y con perderse. Esto nos hace comprender historias como la de Rocío Arroyo, quien soñaba con una escena de Harry Potter donde al protagonista le cortaban el dedo. “Sentía que a mí me hacían lo mismo, tenía miedo y no podía dejar de soñarlo”, confirma. Mientras tanto, las pesadillas en los adultos están más ligadas a situaciones agobiantes que tienen que ver con el trabajo, estudios o familia.

La Asociación Española del Sueño sostiene que “el hecho de sufrir pesadillas cuando eres adulto puede estar relacionado con problemas emocionales o de personalidad. En cambio, en los niños y adolescentes es un proceso normal de desarrollo”. En general, se ven como algo negativo por la sensación de miedo que producen, pero algunos estudios e investigaciones han llegado a demostrar que, en realidad, pueden fomentar la supervivencia y favorecer la evolución.

Según Iasmina Tantau, el mundo de los sueños es un enigma que varía mucho y depende de la época por la que estés pasando, si tienes alguna fobia (aunque pueda ser desconocida por la persona) o incluso si tienes sentimientos encontrados por experiencias pasadas. “Todo se puede evaluar y estudiar, pero es difícil encontrar un tratamiento común para cada trastorno del sueño. Hay que intentar convivir con ellos y pedir ayuda si fueran reiterativos”, comenta la todavía estudiante de psicología.

El Dr. José Antonio García Higuera es psicoterapeuta y sostiene que “los intentos de evitar las pesadillas provocan conductas que alejan a la persona de la higiene del sueño necesaria para dormir de manera adecuada, algo que puede conducir a un problema mayor”. Para ello, el método Senoi de interpretación de los sueños muestra que el período de aceptación de las pesadillas y las emociones que las acompañan es una de las partes más importantes para evitarlas.

En la antigüedad, cuando alguien tenía un mal sueño se buscaba una solución más allá de intentar frenar el miedo o salir huyendo. La respuesta era enfrentarse a los temores. Estas técnicas se aplican con el método ya nombrado, pero tal y como afirma García Higuera, “algunas veces ha dado resultado, pero en otras ocasiones no ha servido de nada”. Mientras tanto, desde IPSIA consideran que “bajando la ansiedad del día a día sí se podrían llegar a evitar en algún momento”.

 

 Evaluación y tratamiento de las pesadillas

Cuarta pesadilla - Ilustración

Las pesadillas tienen tantas formas como elementos aparecen en ellas. A veces pueden tener sentido pero otras tantas, aún por mucho que pensemos, puede que no encontremos el razonamiento lógico para su existencia. María Joao, quien pasó su infancia en Portugal, relata que tiene pesadillas con las escaleras del colegio al que iba. “Las subía y, cuanto más arriba llegaba, más me pesaba todo el cuerpo. Nunca pude llegar hasta la última planta y sentarme en los bancos que siempre visualizaba”, añade.

La evaluación de las pesadillas es tan amplia como el mundo en el que se desarrollan. Para los psicólogos es importante seguir algunas de las directrices que dictan los manuales DSM-V y CIE-10 donde los puntos clave son la frecuencia, temática o intensidad de lo que sueñas.

Para Iasmina, el tener una pesadilla durante cuatro meses seguidos es un problema que ha de ser tratado porque va mucho más allá de una preocupación del momento o del estrés por el que estás pasando. Hay una causa mayor que ha de ser evaluada a lo largo del tiempo y, por ello, es esencial no dar un diagnóstico sin haber visto el completo desarrollo.

Desde el Instituto de Psicología Avanzada, están de acuerdo e intentan apuntar las interpretaciones que se dan ya que, si son frecuentes e impiden dormir de manera normal, podría empezar a ser un problema clínico grave.

Al margen de la visión más objetiva, existen dos alternativas como la terapia de ensayo de imágenes donde se habla del impacto que tienen en la vida cotidiana y la prazosina, un fármaco que ayuda a fluir mejor la sangre. Ambas técnicas son respaldadas por el Laboratorio de Sueño, Suicidio y Envejecimiento de la Universidad Estatal de Mississippi en Estados Unidos, donde entienden que “las pesadillas aparecen cuando un paciente ha sufrido un trauma, depresión e insomnio”.

Esto tiene más que ver con la historia de Lina Ramírez. Ella cuenta que por las noches tenía que tapar a las muñecas que acompañaban su cama. Un día soñó que cobraban vida y la estaban observando. Más tarde, tuvo que deshacerse de ellas. No podía dormir. No podía descansar. Tampoco podía comprender qué le pasaba. Todo iba un paso más allá.

 

El mundo onírico es ilimitado

Adriana se caía al suelo en el parque de debajo de su casa. Intentaba levantarse y no podía. De repente empezaba a escuchar tambores hasta que llegaban unos indios de una tribu asesina al lugar en el que estaba. La cogían y ponían en los palos que llevan al sacrificio. Ahí se despertaba. Así recuerda Adriana López una pesadilla recurrente de su infancia.

Se dice que las pesadillas más recurrentes son sentirse desnuda, caer al vacío, llegar tarde a un examen, ser perseguidos, enfrentarse a la muerte, quedarse atascada en un ascensor… A veces son hechos aislados, pero otras veces van mucho más allá. Las pesadillas afectan a nuestro día a día. No podemos ignorarlas. Están ahí y se ligan con el estado de humor, energía, motivación y perfección. Iasmina Tantau aclara que “de este último punto nunca se habla, pero es esencial saber que si no dormimos bien hay cosas como conducir que es mejor evitarlas”. Tampoco hace falta ir muy lejos para entender que las pesadillas son sueños llenos de miedo, angustia, ansiedad y rechazo. Tanto expertos como víctimas de parasomnias afirman que “sientes tanto miedo que tu mundo racional se queda paralizado”.

Aunque también hay pesadillas de culpa e ira; al día siguiente, una vez que ese mal sueño ha pasado, muchas personas recurren a internet para averiguar el significado de su pesadilla e intentan encontrarle sentido. “No se ha comprobado que tengan importancia los símbolos oníricos. Lo más posible es que un psicólogo te dirá que no tiene nada que ver, a no ser que sea un sueño muy significativo como, por ejemplo, el ser despedido de un trabajo”, concluye Iasmina, despejando las teorías del psicoanálisis y haciendo hincapié en que una de las cosas más importantes es cuidar tus hábitos y saber afrontar de manera serena situaciones de estrés.

“En los sueños no solemos saber que estamos soñando y lo que vemos en el sueño nos parece igual de real que la vida misma, por lo que hablar de sentimientos que puedes tener mientras sueñas sería hablar del día a día”, explican desde IPSIA. Con sus investigaciones, intentan explicar el control de las pesadillas a través de los estudios de Stephen LaBerge, quien lleva años estudiando los sueños lúcidos.

Estos se conceptualizan en la capacidad de darnos cuenta de que estamos soñando dentro del propio sueño y poder actuar con consciencia dentro de él. Como esto existe, podemos entender que Carla Murillo explique que en algunas ocasiones ha sido capaz de elegir lo que quería hacer en sus sueños y una vez despierta consiguiera repetir las partes que más le habían gustado.

 

Hay más allá de las pesadillas: terrores nocturnos y parálisis del sueño+

Entre risas, cervezas y una noche de verano en Valencia, Alejandra y sus amigos empezaron a hablar de temas paranormales. Ella no creía en los fantasmas, a lo que les dijo en broma: “Ya veréis que esta noche no puedo dormir o me pasa algo”. La fiesta continuó, pero esa noche llegaron los terrores nocturnos de nuevo. “Cuando tienes un terror nocturno lo que te pasa es que sueñas con el lugar en el que estás en ese momento. Chillas, te despiertas de golpe agitada, con sudor frío y un miedo atroz. Después, en mi caso, me acuerdo de la última imagen por la que me he despertado y me vuelvo a dormir como si nada de eso hubiera pasado”, narra Alejandra, poniendo distancia entre las pesadillas y terrores nocturnos. Para ella, es terror en estado puro y angustia y, aunque solo le ha pasado unas diez veces en total, no se lo desea a nadie por el simple hecho de que sientes todo lo que te estás imaginando. Además, recalca que “los terrores nocturnos no se recuerdan y las pesadillas, al menos al despertar, sí”.

Tercera pesadilla - Ilustración

“No sé si es posible evitarlos del todo pero, desde el punto de vista de un psicólogo, creamos terapias para los terrores nocturnos que, por cierto, no son nada comunes en adultos”, explica Tantau. Alejandra tiene 24 años, estudia, trabaja y, aunque nunca ha ido a un médico especialista para tratar sus terrores nocturnos, los asocia con otros trastornos como insomnio, apnea del sueño o ronquidos que ha tenido desde que era pequeña.

Desde IPSIA, intentan trabajar sobre el contenido y el significado que le da la persona que los padece porque en la mayoría de las ocasiones tiene una mayor trascendencia la interpretación que el hecho en sí.

Esa noche de verano, Alejandra tuvo un terror nocturno similar a los que había vivido antes. “Estaba mirando hacia la pared y vi como una mano con uñas largas -unas garras prácticamente- salía de la pared y me agarraba la cara entera. Después me arrancaba la piel”, describe con voz temblorosa, puntualizando que siempre que ha tenido terrores nocturnos han tenido que ver con la piel, la cara y el cuerpo en general. No podemos olvidar que estos trastornos se sienten.

En otra ocasión, sintió cómo una gitana le quitaba a tiras la piel del cuerpo y durante otra noche vio aparecer una araña del techo de su habitación hasta caer de golpe en su cara. Pero siempre, después del terror, venía lo mismo: un grito. “La gente no sabe cómo reaccionar. Mi madre se preocupaba, ahora no le da más importancia de la que tiene. En cambio, con mis amigos me echo unas risas al día siguiente”, añade mientras deja claro que es importante no despertar a la persona que lo padece porque su sueño no se está interrumpiendo, al contrario que a quien tiene pesadillas, que sí se debería despertar y tranquilizar.

Los sueños de Celia Suescun son diferentes. Tiene 20 años, estudia empresariales y pertenece a ese 8% de la población que padece parálisis del sueño de forma recurrente, según el Observatorio del Sueño. En su caso, el miedo también está presente. “Siento una presión muy fuerte en el pecho que me impide respirar bien y no puedo hacer nada para que pare. Ahora me he medio acostumbrado, pero tengo mucho miedo porque no tengo el control de mi cuerpo ni de lo que me está sucediendo”, explica.

La parálisis del sueño, según el Dr. Alejandro Guillén Riquelme de la Cátedra del Sueño, es un trastorno y despertar brusco en el que el afectado tiene plena consciencia pero no puede moverse de forma voluntaria, generando ansiedad y sensación de incapacidad de respirar. Cuando Celia era pequeña apenas le pasaba, pero ahora la frecuencia ha aumentado. No sabe en qué momento le va a pasar, pero por lo que ha investigado, sabe que la parte del cerebro que activa el movimiento sigue dormida mientras lo demás se despierta.

El miedo que siente Celia es distinto al de Alejandra a pesar de tener un punto en común: el sueño. El mundo onírico de las personas es ilimitado en un infinito elevado a infinito. Las pesadillas nos acompañan desde la infancia, pero siguen siendo un misterio para la ciencia. Por ello, Raquel Martín seguirá teniendo esa pesadilla, la recordará para toda su vida e incluso la contará a sus nietos. No sabemos si los hombres de traje y caras blancas la pudieron alcanzar, tampoco si había bomberos sofocando el fuego que había en la calle ni por qué encontraba a su familia muerta. Tal vez tenga miedo a perderlos. No sabemos tampoco si la próxima vez soñará que no se puede mover, que está atrapada en un ascensor, que tiene un accidente, que está desnuda por la calle o que pone los cuernos a su novio con su mejor amigo. No sabemos si esta noche tendrá una nueva pesadilla o se repetirá alguna que haya tenido en su infancia. Tampoco sabremos si lo recordará. Es miedo y el miedo nunca se va.

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