El vuelo de Ana Soro
Laura Hevia//
Ana siempre lo supo: quería ser actriz. Pero cuando el realizador Jesús Salvo le dio un pequeño papel en Emprendedores 014 (2014) se reafirmó. Aquel año vivió por primera vez un rodaje desde dentro, conoció los entresijos de convertir en realidad una idea y decidió que apostaría por ello. Ahora, unos años más tarde, mantiene su empeño y, además, sabe que no busca el éxito. Al menos, no ese que muchos dan como el único bueno. Porque ella no cree que el triunfo se mida en estatuillas. Triunfar equivaldría a poder vivir exclusivamente de su pasión.
Ama el arte en todas sus vertientes, de hecho, se atreve hasta a cantar, y uno de sus últimos trabajos da buena cuenta de ello. De la mano de Jesús Carabias, Ana Soro se transformó este año en Lena, una joven que apuesta por el baile y que desprende sensibilidad en un mundo carente de ella.
El Vuelo de Lena le ha supuesto un reto por la complejidad que emana ser la protagonista de un cortometraje musical; pero también ha sido su principal escaparate: este papel le ha brindado la oportunidad de crecer como actriz, de ganar visibilidad y de desencadenar una serie de llamadas que le aprietan la agenda de los próximos meses. También le ha permitido verse señalada como una de las mejores actrices en Aragón de la temporada: Ana le debe a Lena su primera nominación a mejor interpretación en los Premios Simón de este 2018.
«Vi el mensaje de Jesús como a las ocho de la mañana y me costó asimilar la noticia tres días. Supone todo un regalo y una motivación. Pero no me obsesiona lograr nominaciones, mi meta es que me llamen para trabajar», cuenta Ana.
Y es una meta que afronta sin prisa ni plazos. «Me gusta tenerlo todo organizado y, en esta profesión, eso es imposible. Vivo en mi propio caos artístico», comenta la actriz.. A raíz del trabajo con Carabias, otros proyectos han llamado a su puerta. Sin ir más lejos, Soro forma parte del reparto de Mermelada de Moras, dirigido por Jorge Andolz y en el que participan algunas caras conocidas del panorama aragonés como Luisa Gavasa o Mariano Anós.
Además, su currículum de este año sumará otras líneas con su trabajo en When the music stops playing (de Sadie Duarte), La importancia de tener un nombre (de Jorge Aparicio) o Emmenez moi (de Antonio Valdovin). Una senda que, ilusionada, espera que continúe.
Luces y sombras
Rodar es reiteración, es una cantidad inmensurable de tiempo invertido, es paciencia, es cansancio. Pero encarnar un personaje también es tener en tu mano la posibilidad de generar vida, de crear algo nuevo. Ana convence de que, cuando te gusta mucho lo que haces, «no importa el número de horas».
En el rodaje se define como una «payaseta» porque asegura disfrutar, algo que quizá contraste con su faceta de «drama con patas» que debe arrastrar por exigencias del guion. «Soy un drama en casi todos los trabajos que estoy haciendo. Fue algo especialmente duro en El Vuelo de Lena: más de 20 días de rodaje en los que tuve que mantener el mismo estado de ánimo, la misma intensidad», explica la actriz.
El mundo profesional en el que vive Ana es un lugar donde la competencia existe y es alta, aunque, afortunadamente, dice haberse encontrado en su camino «más gente sana que insana».
También es un mundo donde no todo el arte se valora del mismo modo. Cuenta cómo en Aragón se están llevando a cabo, cada vez, «proyectos más interesantes con un elevado nivel tanto técnico como artístico», pero también lamenta que, en muchas ocasiones, el trabajo no es compensado de la forma en la que se debería.
«A una amiga, que es también actriz en otro país, le sorprendía mucho que no siempre fuera un trabajo pagado. Al final, un trabajo es un trabajo siempre y debería estar considerado como tal», valora la actriz. Pero, ¿cuáles son las causas? La actriz explica que hay veces que «el proyecto no da para más» y «ciertas circunstancias impiden que el proyecto pueda ser remunerado».
Así, lo que pide Ana para sumergirse en una nueva historia es empatizar con la idea, con la propuesta -que no necesariamente con el personaje-. «Te puede tocar convertirte en alguien con el que no compartes nada, con el que no te identificas, pero la historia puede lanzar un buen mensaje. Además, es muy interesante interpretar personajes opuestos a mí: el aprendizaje es mayor», defiende Soro.
Nunca ha rechazado un papel y, si le preguntas por sus ‘líneas rojas’, duda. Quizá porque, según cuenta, hasta el momento siempre le han puesto sobre la mesa historias que realmente le apetecía contar. «Interpretaría personajes de cualquier tipo, pero, evidentemente, si leyendo un guion veo que la historia va a transmitir un mensaje final a favor de la xenofobia, el maltrato…diría que no«, zanja. Y es que, al final, al igual que ocurre en tu día a día, «tienes que irte a la cama en consecuencia con lo que te haga sentir bien».
La actriz confía en el poder del cine, ya no para cambiar el mundo, sino para remover ese «algo» en el espectador: «Lograr que quien vaya al cine no salga de la sala de la misma forma en la que ha entrado». Eso es magia.
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![]() ![]() Aunque mi brújula no funciona, siempre llego al lugar correcto. Empecé a escribir de casualidad y llegué al periodismo por error, pero ahora creo que no sabría hacer otra cosa. Cabezota e indecisa, busco histo-rias pequeñas que nos hacen grandes. 50% urbana 50% rural. |