‘Fluctuaciones’: Un universo en cambio constante
Alicia Sánchez Beguería//
La sala Alcalá 31 de Madrid acoge desde el 29 de noviembre la exposición Fluctuaciones, del artista Daniel Canogar. En la muestra, Canogar pretende evidenciar el papel que juegan internet y la tecnología en la sociedad actual a través de un recorrido por 24 piezas, entre las que se encuentran paneles, pantallas LED, DVD e incluso vídeos de YouTube.
Colores, luces, formas serpenteantes y danzas frenéticas que aúnan y separan continuamente figuras cargadas de complejidad. Así refleja Daniel Canogar la revolución de la información y los avances tecnológicos en los que estamos inmersos en la actualidad. Las nuevas tecnologías han agilizado y perfeccionado muchas de nuestras acciones cotidianas, hasta el punto de que gran parte de nuestra vida transcurre detrás de pantallas con distintas funciones y tamaños. El continuo repiqueteo de las teclas logra silenciar nuestra voz, y los kilómetros de distancia ya no ponen el punto y final a las conversaciones. Internet y los avances tecnológicos hacen –a priori– más sencilla nuestra vida, pero también multiplican su velocidad. El ser humano está sumido en una espiral de imputs e información donde a menudo coexisten verdad y mentira, superfluidad e importancia; letras, titulares, personas y días que no pueden por menos que convertirse en manchas, en marañas de pigmentos de mayor o menor intensidad.
En la sala Alcalá 31 se muestran la celeridad, la obsolescencia que impera en el mundo actual, el individualismo y la voluble y débil jerarquía de la red. Bajo sus enormes techos abovedados y el blanco impoluto de sus paredes reposan piezas dinámicas que cambian de color y de forma al mismo tiempo que lo hacen el mundo exterior y el virtual. Al comienzo de la muestra, el visitante se encuentra con Ember y Magma, dos paneles LED dispuestos a ambos lados de un pasillo que, por sus dimensiones, parece tornarse infinito. Estos paneles están conectados mediante cables a la red eléctrica y adquieren variaciones dentro de su gama cromática en función de la cantidad de incendios activos que hay en el planeta o el estado de 1.627 volcanes repartidos por la Tierra, respectivamente.
Algo más adelante, como núcleo central de la exposición se haya una enorme animación llamada Cannula, que emplea videos subidos a la plataforma YouTube para crear sus propias composiciones artísticas a partir de píxeles y no de pintura. La obra está conectada a internet en tiempo real y descarga los primeros 100 videos que aparecen con diferentes criterios de búsqueda, como por ejemplo “los videos más vistos de YouTube”, cuyo eclecticismo acaba conformando un mosaico de colores vívidos y brillantes, o las “películas de Charlie Chaplin” que cubren la gran pantalla de círculos y explosiones abstractas en blanco y negro.
Sin embargo, la nostalgia es un elemento fundamental en el devenir de los tiempos. Pasado y futuro se retroalimentan constantemente. Por este motivo, como un acto casi romántico –en el sentido más literal del término– Canogar en Fluctuaciones recupera, da una nueva oportunidad y convierte en piezas de arte objetos que cada vez tienen menos espacio en nuestras vidas. Sikka Ingentium, por ejemplo, es una obra formada por una hilera de 2.400 películas en formato DVD que provienen de rastrillos, tiendas de segunda mano y videoclubs que iban a cerrar sus puertas de forma definitiva. También el reflejo de cientos de CD colocados en la pared, sobre los que se proyectan luces de distintas tonalidades, es capaz de crear un mural de círculos imperfectos y desordenados en el que los colores se mezclan de forma gradual acompañados por un rugido similar al del mar enfurecido.
De la misma manera, en la serie Small Data, el artista utiliza dispositivos electrónicos encontrados en contenedores, chatarrerías y centros de reciclaje, y los coloca sobre baldas de madera. Sobre ellos proyecta una luz blanca que simula su funcionamiento original y parece insuflarles vida de nuevo. Así, las piezas de una impresora buscan una vez más la rugosidad del papel, el esqueleto de varios mandos a distancia, ajados y sin apenas teclas, aparece atravesado por un haz de luz similar al impulso humano que en alguna ocasión los incitó a cambiar de canal, las piezas de un teclado desechado se iluminan como si quisieran seguir contando historias, y los controles de una Game Boy parecen, durante unos instantes, poseídos por las manos y la destreza de un aventajado jugador.
Cerca del final de la exposición, tras haber mostrado un gran despliegue tecnológico, el artista también se cuestiona el origen de la obra de arte y la desaparición del trabajo manual. A modo de reivindicación, Daniel Canogar crea un mosaico con fotografías de sus propias manos que se deslizan por una pantalla mecidas por un ritmo hipnótico. Se duplican infinitas veces para representar la producción masiva y, de repente, desaparecen. La pantalla se tiñe de negro y la mente del espectador se ve asolada por cientos de preguntas. Preguntas que, seguramente, impliquen otras cuestiones, porque ese es el objetivo principal de Fluctuaciones: representar una ínfima parte de un mundo tan fugaz en el que a veces somos incapaces de concebir y valorar el pasado y de cuestionarnos si realmente queremos vivir a la velocidad que nos marca la innovación.